LESVAC 241

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La Emperatriz se volvió a casar 241

¿Dónde has ido?



En contraste con las suposiciones de Mastas, la Princesa Charlotte se quedó perpleja cuando recibió la repuesta de Koshar. 

"Ah... el matrimonio."

Cuando ella lo propuso, había esperado ansiosamente su respuesta. Pero desde entonces, había empezado a divertirse. Ahora, su interés se había desvanecido.

Especialmente después de conocer al sexy y exótico Gran Duque Kapmen. Esperaba que la propuesta fracasara. Además, siempre había preferido a un hombre atractivo y sexy que a uno frío. 

Ella había dado el primer paso dado que Koshar le había parecido el mejor candidato para un matrimonio de conveniencia. Era el más hermoso, así que la princesa tenía claro que si se casaba por conveniencia, debía ser con Koshar.

Sin embargo, la situación había cambiado. Había aparecido un hombre aún más atractivo que Koshar. No sólo eso, sino que sentía que ese hombre le amaba sinceramente, y a ella también le gustaba. Adoraba el brillo de sus ojos. Le encantaban sus botones meticulosamente abrochados, su tono de voz elevado y sus pestañas, que se dejaban ver cuando bajaba la mirada para evitar la de ella.

'Pero nos hemos visto únicamente dos veces.'

La Princesa Charlotte suspiró. Cuanto más demoraba Koshar su respuesta, más posibilidades parecía tener con el Gran Duque Kapmen. No obstante, ahora todo había terminado.

"Entiendo. Casémonos."

Con una sonrisa, aceptó el anillo que Koshar le ofrecía. Si lo rechazaba, pondría a su país en una situación difícil. Aunque el Gran Duque Kapmen pertenecía a la realeza, desafortunadamente procedía de un país pequeño con poco comercio.

En cambio, Koshar era el heredero de la familia más rica del Imperio Oriental, el hermano mayor de la Emperatriz del Imperio Occidental y el primer caballero dorado del continente. El Emperador Heinley también confiaba en él. Su estatus podría ser ligeramente inferior al del Gran Duque Kapmen, pero desde el punto de vista de Whitemond, casarse con Koshar era una opción mucho mejor.

"Por favor, cuide bien de mí, Lord Koshar."

 Charlotte suprimió su decepción con una sonrisa.

***

Mientras tanto, Heinley terminó de leer la carta de Elgy.

'Así que eso es lo que traman.'

La carta de Elgy explicaba los planes de la Alianza. La información era útil, aunque Heinley ya había adivinado la mayor parte. 

'¿Quieren derrotar a los dos imperios a la vez?'

El líder de la alianza siempre tenía un plan y mantenía su identidad en secreto. Supuestamente, no tenía intención de ser un gobernante, sólo deseaba velar por la paz del continente mientras permanecía humildemente desconocido. Pero...

'No me lo creo.'

A juzgar por sus actuales movimientos, su humildad era solo una fachada; solo estaba tratando de mantener su as en la manga. Heinley chasqueó la lengua y deslizó la carta en el bolsillo de su pecho. Luego miró hacia abajo. Estaba en un precipicio a quince metros del suelo, con espesos arbustos por delante tras los cuales podía esconderse. Debajo le esperaba una casa de aspecto ordinario. Pero en su interior había escondido una piedra de maná.

El problema eran esos malditos caballeros de la 4ª División. También estaban rondando por aquí.

Deshacerse de ellos sería pan comido. No obstante, si se deshacía de demasiados, el Comandante de la 4ª División descubriría que aún estaba borrando rastros de su implicación en la disminución del maná. Aun así, hoy tenía que arriesgarse. La situación se había vuelto muy complicada. Esto debía hacerse lo más rápido posible. Antes de que el líder de la alianza se enterara. No tenía otra opción.

'Elgy dijo que tenía un asunto que discutir conmigo, por lo que vendrá al Imperio Occidental.'

Heinley se propuso recuperar todas las piedras de maná antes de la llegada de Elgy. Así pues, ocultó su rostro tras una máscara y saltó de entre los arbustos.

***

Incluso antes de que nacieran los bebés, me sentía sola cada vez que Heinley se iba. Ahora que estaban aquí, ese vacío empeoraba. Por primera vez desde que nacieron los bebés, Heinley dormía en otro sitio. No quería irse, pero no tenía elección. Necesitaba recuperar las piedras de maná de inmediato.

"Mi Reina, lo siento mucho."

"No te preocupes. Vuelve a casa sano y salvo."

Antes de marcharse, Heinley me enseñó cómo transformar a los bebés en pájaros, me explicó cuánto tiempo debían pasar transformados y qué tipo de cosas había que darles de comer. Luego se transformó en Reina y los abrazó un rato. Después, volvió a transformarse en humano y me abrazó. Luego volvió a ser Reina y abrazó a los bebés, después me abrazó de nuevo como humano, una y otra vez unas veinte veces.

Incluso sus alas se veían decaídas. Me dolía el corazón, pero no podía hacer nada. No podía ayudarle. Aunque supiera cómo recuperar las piedras de maná, mi cuerpo aún no había terminado de sanar. Todavía me costaba salir de mi habitación durante mucho tiempo. Todo lo que podía hacer eran dar breves paseos.

Una vez que Heinley se fue, decidí cuidar bien de los pajaritos hasta que volviera. Sin embargo... 

"No, Laura. Esta es la comida de tu hermano."

Suspiré. Luego gruñí al otro pajarito. 

"Kai, eso no es comida, es el pie de Laura."

Me senté en la cama al lado del nido. 

"Laura, no le pegues a tu hermano en la cabeza."

Entrecerrando los ojos, atrapé a uno que quería escapar. 

"Kai, ¿no te dije que no puedes dejar el nido?"

A medida que avanzaba el día, disminuía mi paciencia. 

"Laura, no le arranques las plumas a tu hermano. ¡Kai, ese es tu pie! ¡No comida!"

Cuidarlos sola no era tarea fácil. Sobre todo porque Heinley siempre se ocupaba de ellos mientras estaban convertidos en pajaritos.

Además, la diferencia de tamaño entre los pajaritos y yo era inmensa. Tenía mucho miedo de hacerles daño accidentalmente. Eran tan pequeños. Ni siquiera me atrevía a levantarlos.

Mis bebés tenían un comportamiento apacible cuando eran humanos. ¿Por qué siempre armaban tanto alboroto cuando eran pájaros?

*Screech, screech!*

"Kai, ya te lo dije, eso no es comida." 

Puse un dedo en su cara para apartar su pico de su pie. En ese momento, Laura se acercó rápidamente y se aferró a mi dedo. Kai intentó picotearle la cabeza, pero Laura se defendió inmediatamente y lo golpeó.

Kai cayó de bruces, llorando lastimeramente. Luego Laura se le unió.

Exhausta, me tumbé en la cama, apoyando la parte superior de mi cuerpo en un brazo mientras los consolaba. Mi cabello se extendió como un abanico por la cama. A los pajaritos pareció gustarles. Salieron del nido a toda prisa, tal vez preocupados de que intentara volver a meterlos dentro. Los dos se posaron en mi cabello y comenzaron a cepillarse las plumas.



Al verlos menearse, me eché a reír. Cuando acaricié suavemente con el dedo la barriguita prominente de Laura, ella sonrió.

Adorable.

Cuando Kai terminó, apoyó la cabeza contra la mía y se acostó de lado. Tal vez esa posición le pareció cómoda, porque Laura también se acercó y apoyó la cabeza en la mía. Luego cerró los ojos.

"Mami no podrá levantarse si se quedan así."

Pero era imposible que los pajaritos entendieran mi protesta. Respiraban suavemente, ya sea dormidos o fingiendo estarlo. Los observé durante un rato, hasta que finalmente dejé mi cabello a mis bebés. Yo también cerré los ojos.

***

Esperé a que los bebés recuperaran su forma humana antes de acostarlos en sus cunas. Acto seguido, llamé a mis damas de compañía.

"¡Princesa! ¡Príncipe!"

Laura se acercó corriendo. 

"¿Su Majestad? ¿Le duele el cuello?"

"Un poco." 

A decir verdad, me dolía más que un poco. Pasé toda la noche en una posición incómoda con el cabello extendido. Pero si mencionaba esto, mis damas de compañía contratarían a una niñera enseguida. Le darían los bebés a ella y me dirían que descansara como es debido.

No podía permitir que eso ocurriera...

"¿Deberíamos llamar a un especialista para que te dé un masaje?" Preguntó Laura.

"¿Qué le gustaría desayunar?" Rose intervino.

"Su Majestad, encontré la ropa de invierno más linda para los bebés..."

La Condesa Jubel levantó unos pequeños trajes con la esperanza de animarme. Pero mientras mis damas de compañía charlaban, vi algo extraño por la ventana.

¿Un cuervo? Volaba inquieto afuera, mirando hacia aquí y haciendo extraños movimientos con las alas. Parecía hacerme señas. ¿Podría ser del Clan de Heinley?

Dejé a los bebés al cuidado de mis damas de compañía, entré en el dormitorio y abrí la ventana. El cuervo entró volando en la habitación. Tras un cortés saludo, el cuervo inspeccionó nuestro entorno y se ocultó detrás del sofá. Poco después, oí una voz humana desde allí.

"Pido disculpas por presentarme ante usted de esta manera, Su Majestad."

"No pasa nada. ¿Eres uno de los hombres de Heinley? ¿Qué ocurre?"

"Su Majestad Heinley partió anoche, para recuperar la última piedra de maná. Pero no hemos podido localizarlo desde entonces."

¡¿Qué?!

Me flaquearon las piernas, así que me agarré al respaldo de la silla. Heinley...

"¿Qué quieres decir?"

Las peores pesadillas inundaron mi mente. Un secuestro. Un accidente. Heinley perdido, o desaparecido... o muerto. Sacudí la cabeza. Tenía demasiado miedo incluso para pronunciar esos pensamientos en voz alta. Odie incluso haberlos pensado. La silla en la que me apoyaba se deslizó hacia atrás unos centímetros.

"¿Su Majestad, se encuentra bien? ¡Su Majestad!" 

Gritó el cuervo detrás del sofá.

"No. Cuéntame más."

"Él se presionó demasiado. Dijo que si sería atrapado de cualquier manera, mejor que fuera después de haber recuperado todas las piedras de maná."

Heinley. Su nombre resonó amargamente en mi mente. Pájaro tonto, ¿qué locura hiciste esta vez?

"Algunas de las ubicaciones de las piedras de maná sólo eran conocidas por Su Majestad. Así que..."

"Fue solo."

"Sí. A algunos lugares."

"Entonces, ¿no se sabe nada de Heinley desde que se marchó solo a recuperar esas piedras?"

"Así es. En mi opinión, lo que probablemente ocurrió fue..."

¿Qué? ¿Por qué no termina de hablar? Cuando el cuervo hizo una pausa, estuve a punto de correr detrás del sofá para levantarlo por el cuello e instarlo a que lo escupiera.

Cerré los ojos y conté hasta tres, reprimiendo a duras penas el impulso. Debo mantener la calma y relajarme. Si me acerco ahora, sólo veré a un hombre agachado sin ropa. Si lo presiono, se paralizará en vez de hablar.

Después de lo que pareció una eternidad, el cuervo finalmente respondió en tono pesado. 

"Bueno, temo que no pueda volver porque se ha hecho daño en las alas."

***

La pradera sin árboles y cubierta de hierba era una desoladora mezcla de marrón y verde. Sólo la bandera se movía, ondeando en el viento cortante y frío. Cerca de los cuarteles sobre los que ondeaba, estaba reunida una multitud de caballeros. En el centro, un hombre de cabello plateado sostenía una gran jaula de pájaros.

"¿Encontraste este pájaro allí?"

Un enorme pájaro dorado estaba sentado dentro de la jaula con un vendaje alrededor de un ala. A pesar de ser un pájaro, su expresión de evidente miseria hizo reír a quienes lo observaban.



"Sí, Señor. A juzgar por sus plumas limpias y su olor, no se trata de un pájaro salvaje. Lo he traído porque podría ser el pájaro mensajero del Emperador Heinley."

"Oh, ¿El Emperador Heinley apareció por allí?"

"No." El subordinado señaló la jaula. "¿Cree que se echó atrás porque su pájaro mensajero fue capturado?"

"Tal vez. Es probable que haya cambiado de dirección y se haya ido a otra parte." 

Sumido en sus pensamientos, Ángel metió el pulgar en la jaula. En lugar de desafiarle o picotearle la mano, el pájaro dorado le dio una palmada en el dedo con el ala. 

"Definitivamente no es un pájaro salvaje."

"¿Qué le gustaría hacer?"

"Seguir investigando la situación."

"Sí, Señor. Um ... ¿qué hay del pájaro?"

Ángel hizo una pausa. 

"Dado que es tan manso, no hay razón para matarlo. Si lo liberamos en la naturaleza..."

- ¡Gu!

"Es probable que sea demasiado dócil para sobrevivir."

El pájaro aleteó como si protestara.

"Encuentra a alguien que se lo quede."

Ángel pinchó el pico del pájaro, y luego llevó la jaula a los cuarteles. Atrapado en la jaula, Heinley se cubrió la cabeza con las alas y chirrió.

***
.
Me paré en la entrada de la sala de reuniones, cerca de la puerta exclusiva del emperador, por donde Heinley solía entrar y salir. Allí, respiré hondo varias veces. El emperador seguía sin aparecer, pese a lo mucho que habíamos esperado.

A través de la puerta, oí los murmullos de los funcionarios en la sala de reuniones. Como ni siquiera McKenna se presentó, el ambiente en la sala se volvió terriblemente agitado.

Respiré hondo por última vez, me enderecé y entré.

"¿Su Majestad?"

Gritó un funcionario sobresaltado. Sin embargo, los ministros no tardaron en calmarse. Sus ojos se movían de un lado a otro, confundidos.

Antes de explicarme, subí al asiento más alto, donde normalmente se sentaba Heinley. Los ministros me observaron con enorme perplejidad. Hablé en un tono deliberadamente tranquilo.

"Su Majestad ha partido por asuntos relacionados con la alianza."

Sus ojos se abrieron de par en par.

"¿Quiere decir que Su Majestad estará fuera por un tiempo?"

"Así es."

Aparte de algunos de sus hombres más cercanos, ninguno de los ministros del Imperio Occidental conocía la implicación de Heinley en la disminución del maná. Así que no tenía más remedio que mentir. No tenía ni idea de las reacciones que podría provocar si revelaba la verdad.

Ciertamente, no podía decirles por qué estaba ausente.

Afortunadamente, ninguno de los ministros se opuso a mi liderazgo temporal. Especialmente porque los príncipes, Laura y Kai, ya habían nacido.

"Dado que Su Majestad necesita mantener en secreto su ausencia, hoy sólo convoqué aquí a quienes son dignos de confianza."

Para mantenerlo en secreto, expresé deliberadamente mi confianza en ellos. La mayoría, incluido el Marqués Ketron, parecieron convencidos de esto. 

"Puesto que debo compartir las responsabilidades de Su Majestad con el Canciller hasta su regreso, solicito también su ayuda."

Hice mi mejor esfuerzo para disimular la incertidumbre en mi voz.

***

Estaba acostumbrada a mantener una expresión fría, un tono inexpresivo y una actitud cortante. Gracias a eso, oculté mi preocupación durante toda la reunión del consejo. Incluso los ministros que al principio se sorprendieron por la ausencia de Heinley acabaron entregando sus informes y agendas. Sin embargo...

No era fácil dejar de lado mi angustia, aunque fuera momentáneamente, durante la reunión. Sentía que podría gritar, "¡Desplieguen inmediatamente todas las tropas disponibles y busquen a Su Majestad!" si dejaba entrever la más mínima tensión.

Actué como si todo estuviera bien. Pero era duro para mi cuerpo, que acababa de dar a luz hace poco, conducir una reunión de varias horas. A pesar del esfuerzo, pude soportarlo.

Está bien. Dejaré la búsqueda de Heinley en manos del Clan Cabeza de Pájaro. No hay nada que pueda hacer al respecto. Desplegar caballeros sólo llamaría la atención de la alianza.

Perdida en mis pensamientos, caminé durante un largo rato. De repente, me encontré con el Gran Duque Kapmen. Él cambió de dirección y se acercó a mí.

"¿Qué ha ocurrido? ¿Su Majestad ha desaparecido?"

Debió de oír mis inquietudes. Sus ojos se abrieron como platos cuando encontró la respuesta que buscaba. 

"¿Es verdad?"

Qué conveniente no tener que dar una larga explicación. Una vez que asentí, me vino a la mente Dolshi. Es amigo de Kapmen. ¿Tal vez Dolshi pueda ayudarnos a encontrar a Heinley?

"No creo que te ayude."

"Aún así quiero preguntarle. ¿Puedes decirle que venga?"

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