JIN XIU WEI YANG 201




Jin Xiu Wei Yang  201

Un buen espectáculo



Traducción: Asure


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La sonrisa de Yuan Ying se dibujó en su rostro mientras observaba a Li Weiyang. Ella era como una flor de loto en plena floración, rebosante de energía y vitalidad, sensible a cada cambio del entorno, pero completamente indiferente al daño exterior. Su fortaleza interior era tan inmensa que despertaba en los demás un impulso involuntario de rendición.

¿Cómo me verá ella a mí?, se preguntó Yuan Ying sin poder evitarlo. Ninguna mujer le había hecho cuestionarse así antes. Tal vez porque siempre le había resultado demasiado fácil conseguir lo que deseaba, nunca lo valoraba demasiado.

Pero Li Weiyang… él no sabía cómo influir en su corazón. Ella no parecía tener puntos débiles. Entonces, ¿cómo debía actuar?

Recordó su imagen, de pie con dulzura, la sonrisa ligera en sus labios, irradiando una calidez serena y reconfortante. Si ella estuviera en la residencia de Príncipe Jing, sin duda sería una estampa perfecta.

Sintió cómo su corazón se agitaba una vez más, y ese deseo irresistible volvía a surgir.

Tardó un rato en obligarse a volver a la realidad, hasta que logró calmarse poco a poco.

Esto no es algo que pueda hacerse a la ligera, se dijo.

Debo esperar. Esperar es lo más sabio.

Los hermanos Guo acompañaron a Yuan Ying hasta la salida, al regresar, se encontraron con que Duque Qi los había convocado a su estudio. No sólo a ellos, también a Li Weiyang. Una invitación como esta, en este momento, no dejaba de ser sorprendente.

Cuando Duque Qi entró en el estudio, los jóvenes ya lo estaban esperando.

Sus rostros mostraban alegría, serenidad, una elegancia cultivada; esa era la impronta única de los varones de la familia Guo, transmitida por su padre.

Diferente a las otras casas nobles.

Sentados juntos, desprendían una armonía y calidez natural, que hacía que cualquiera se sintiera a gusto.

Dondequiera que iban, su presencia ganaba el aprecio de los demás sin esfuerzo.

Cada vez que Duque Qi veía a sus hijos, su corazón se llenaba de satisfacción: sentía en ellos una energía vibrante, una fuerza contenida que parecía sostener el porvenir de toda la familia.

Antes de que su padre llegara, Guo Dun hablaba entusiasmado sobre lo ocurrido esa mañana en el salón principal. Los otros no decían mucho, pero todos se notaban de buen humor.

Cuando el duque entró, cesaron las conversaciones.

Sabían que delante de él no debían mencionar lo ocurrido, porque en el corazón de su padre, aquellos dos —pese a todo— seguirían siendo familia.

Duque Qi los miró con calma y dijo:


—Ahora que ya has crecido, tienes tus propios puntos de vista sobre muchas cosas… frente a la situación actual, ¿Cómo piensas actuar?


Los hermanos Guo quedaron atónitos. Nadie esperaba una pregunta así, en ese momento.

Aunque desde pequeños habían recibido su guía y acostumbraban a debatir sobre política, su padre nunca les había preguntado cómo actuarían. Porque actuar y opinar… no eran lo mismo.

Duque Qi siempre les enseñó a ser humildes, a no competir por poder, a no buscar conflictos.

Pero aún eran jóvenes, él temía que no fueran capaces de contenerse.

Especialmente después de lo que presenció esa mañana en el salón: en sus hijos había ira, resentimiento, una fuerza latente capaz de arrasarlo todo.

Una fuerza que, incluso como padre, él no podría controlar.

Comparado con otras grandes familias, como la de los Pei, que podían soportar la pérdida de algunos miembros sin ver comprometida su base… la situación de los Guo era muy diferente.

Tras la división entre ** y Guo Teng, su linaje se había fragmentado.

Solo tenía cinco hijos, ahora, con Li Weiyang, apenas seis personas sostenían el futuro de toda la familia Guo.

Y él los amaba profundamente a todos.

Por eso, no quería que sufrieran, ni que tomaran decisiones precipitadas.

Deseaba saber cómo veían el mundo que les tocaba vivir, qué decisiones tomarían ante el porvenir.

Pero esa pregunta no era fácil de responder.

No se trataba de una simple charla política: era una cuestión que tocaba directamente sus vidas y su destino.

Finalmente, Guo Dun habló primero:


—El Príncipe Heredero carece de virtud, Emperatriz Pei controla los asuntos del estado, la familia Pei no cesa en su ambición por acaparar el poder. Creo que debemos actuar cuanto antes y tomar una decisión clara: apoyar a Príncipe Jing. Es cierto que crecí junto a Yuan Ying, pero no es por eso que lo apoyo. Entre los hijos del Emperador, él es el más sabio, brillante y capaz. Estoy convencido de que logrará lo que se proponga… y de que sus aspiraciones no son pequeñas.


Mientras Guo Dun decía estas palabras, los demás lo miraban con atención. A todos les surgía el mismo pensamiento:

Sí… en este caos político, ¿qué pensará Príncipe Jing?

¿Aceptará simplemente ser un hijo más del emperador, o también albergará el deseo de ceñir la corona?

Guo Cheng sonrió con suavidad y dijo:


—Parece que el cuarto hermano aprecia bastante a Príncipe Jing. Pero al fin y al cabo, no es más que un hijo más del Emperador… ¿cómo podría destacar entre todos?


Guo Dun no se dejó impresionar:


—La vida da muchas vueltas, ¿quién puede predecir lo que vendrá? Cuando el Emperador era aún Príncipe Heredero, también estuvo encerrado en prisión, viviendo cada día con temor. ¿Acaso imaginó entonces que un día se sentaría en el trono? Al final, quien herede el trono depende, muchas veces, de un solo pensamiento del Emperador. Los pensamientos de las personas cambian… ¿acaso puedes asegurar que Yuan Ying no tiene la capacidad de hacer cambiar ese pensamiento?


Guo Dao asintió:


—Es verdad. Aunque Yuan Ying no es hijo de la emperatriz, entre todos los príncipes, pocos pueden igualar su talento. Y además… si el Príncipe Heredero se convierte en Emperador, ¿qué será de la familia Guo? Sabemos bien lo rencoroso que es. Incluso si él nos perdonara, ¿la Familia Pei lo haría? Hemos sido rivales durante años… ¿crees que tolerarían tenernos tan cerca, como si nada? Entre Pei y Guo, solo uno de los dos linajes podrá sobrevivir a largo plazo. Entonces, ¿por qué no adelantarnos y tomar la iniciativa?


Guo Dun sonrió:


—Exacto. Si Príncipe Jing tiene capacidad para heredar el trono, ¿por qué no apostar por él? Esa… podría ser la solución definitiva. Una batalla de vida o muerte tal vez sería inevitable, pero todavía no había llegado ese momento. Cuando hay lobos por todas partes, abalanzarse antes de tiempo por un pedazo de carne solo te convierte en su presa.


Duque Qi permaneció en silencio.

Li Weiyang miró el rostro ansioso de Guo Dun, en su interior surgió una sensación extraña.

El clima político estaba lleno de corrientes ocultas, pero la dirección general era clara.

Desde hacía años, el Emperador parecía desentenderse de los asuntos de estado, dejando el poder en manos de Emperatriz Pei.

Quienes ocupaban los altos cargos eran en su mayoría gente cercana a la familia Pei, ellos recelaban de todos los clanes poderosos: los Guo, los Chen, los parientes imperiales.

La familia Guo, para evitar enfrentamientos, había optado por mantenerse en un segundo plano.

Príncipe Jing, Yuan Ying, era ingenioso en el habla, ágil en sus acciones, aunque de porte refinado, había en él una nobleza altiva, como si mirase al mundo desde arriba. Su carisma era innegable.

Pero aunque tuviera ambición y talento… ¿hasta dónde podía llegar realmente?

Li Weiyang sacudió ligeramente la cabeza.

Creía que, sin importar lo que pensara Príncipe Jing, la familia Guo no debía ser quien despertara en él el deseo de disputar el trono.

Lo más importante era que el momento no era el adecuado.

Porque no solo estaban Emperatriz Pei y el Príncipe Heredero, también había otros príncipes.

Si los Guo se precipitaban, no solo podrían terminar perdiendo la ventaja… sino también convertirse en el blanco de todos.

Un riesgo demasiado alto para tan pocas certezas.

Guo Cheng sonrió y dijo:


—Pelear o no pelear… que sea el destino quien lo decida. Podemos tener buena relación con Príncipe Jing, sí, pero eso no justifica que pongamos en juego los siglos de reputación de la familia Guo. Tampoco deberíamos mostrarnos demasiado cercanos, no sea que él crea que vamos a apoyarlo en su lucha por el trono. En esta etapa, lo mejor es que él mantenga perfil bajo y no muestre sus cartas.


Al oír esto, Guo Dun puso cara de desacuerdo, mientras Guo Dao parecía reflexionar.

Guo Cheng continuó:


—Creo que los grandes cambios del mundo siguen su propio ritmo. Nosotros debemos seguir ese ritmo, no forzarlo. Sea lo que sea que piense Príncipe Jing, lo correcto es actuar conforme al flujo de los acontecimientos… no imponer nuestra voluntad.


Pero Guo Dao no estuvo de acuerdo:


—¡Tercer hermano, eso no es del todo cierto! Si hablamos de lo correcto, de lo 'establecido', eso también es parte del orden ritual, de las normas. Pero desde la fundación del reino, ¿Cuántas veces han cambiado esas normas? Desde el Emperador actual hasta hoy, ¿Cuántas veces ha cambiado el concepto de “orden”? Todos lo recordamos, ¿no es así? En este mundo, no hay reglas fijas. Entonces, ¿Quién puede decir con certeza a quién le corresponde sentarse en el trono?

—Un hombre, si ha de hacerse un lugar en el mundo, debe dejar su huella, alcanzar logros… Solo así su linaje puede prosperar generación tras generación. Mira la familia Chen: aunque los respeto, no me inspiran admiración. Son demasiado tibios. No buscan superarse, no compiten, con el tiempo… desaparecen, porque son demasiado mediocres.


Guo Dun intervino también:


—Estoy de acuerdo con el quinto hermano. No hay ninguna norma que diga que solo un hijo nacido de la hija de la familia Pei puede sentarse en el trono. Al final, los vencedores son reyes y los perdedores, villanos. ¿Por qué atarnos a reglas vacías o preocuparnos tanto por las consecuencias?


Desde la perspectiva de Duque Qi, aunque Guo Dao era el menor, sus palabras eran firmes, incluso algo agresivas, sin dejar espacio para sus hermanos mayores.

Y Guo Dun claramente coincidía con él: ambos querían ver a Yuan Ying en el trono.

Li Weiyang, al escucharlos, sonrió.

Los tres tenían razón, pensó, simplemente… sus caminos eran distintos.

Duque Qi miró a sus tres hijos y esbozó una sonrisa.

Aunque Príncipe Jing, Yuan Ying, fuera hijo de una mujer del clan Guo, eso no significaba que la familia Guo tuviera que volcar todos sus recursos en su lucha por la corona.

Lo que podían ofrecerle era otra cosa: protección, un respaldo silencioso, más que una apuesta a muerte.

Su mirada, entonces, se posó en Li Weiyang, que había guardado silencio todo el tiempo.


—Jia’er —le dijo—, ¿tú qué opinas?


Li Weiyang sonrió levemente, su mirada se volvió distante.


—Yo pienso… que este país le pertenece a la familia Yuan. Lo que hagan los hijos de esa familia con el imperio es asunto de ellos, no mío. Pero esta casa, este patio, este estudio, y cada una de las personas que viven aquí… eso sí me concierne profundamente. Que los demás luchen por el trono como quieran, no me importa, ni tengo por qué intervenir. Pero si en medio de esa lucha se atreven a cruzar esta puerta, a herir a mi familia, a robarme lo que es mío… Entonces, haré que paguen con sangre.


Todos estallaron en risas.

Guo Dun se echó a reír:


—Jia’er, tienes un carácter que parece más de varón que de dama.


Pensaban que bromeaba con aquello del "precio en sangre", pero una oscuridad contenida —extraña en una mujer— flotaba en sus palabras, una frialdad que todos percibieron, y que hizo que, con la risa, intentaran disipar el desconcierto que les dejó.

Duque Qi no se rió.

Lo que Li Weiyang dijo no era una mentira, en su sencilla frase se escondía una verdad clara:

Este imperio —el de la familia imperial, los Pei, los Chen— es el campo de batalla de otros.

La familia Guo no debería involucrarse.

Lo que deben hacer los hijos de Guo es proteger su propia casa.

Meterse a ciegas en luchas de poder solo traerá ruina.

En este caos político, él solo deseaba que sus hijos lo comprendieran.

No se trataba de vivir escondidos, pero tampoco de alargar la mano más allá de donde deben.

No podía decírselo con todas las letras, pero al escuchar las palabras de Weiyang, sintió alivio.

Nunca pensó que sería ella, la que no era hija verdadera del clan Guo, quien mejor entendiera su forma de ver el mundo.

El principio de la familia Guo es guardar, resistir.

Nunca buscan provocar, ni invadir, pero eso no significa que sean débiles.

Y si alguien se atreve a profanar su puerta, no dudarán en cortar esa mano invasora.

Duque Qi dijo en voz baja:


—Lo que Jia’er dijo está bien. Ante este mundo caótico, frente al poderío de ciertos enemigos, debemos saber ceder y evitar confrontaciones directas. Pero ceder no es temer. Escúchame bien: con la familia Pei, debemos andar con cautela, esperando el momento oportuno. Nunca actuar sin pensar. ¿Lo has entendido?


Todos escucharon con atención, sin decir palabra.

Guo Cheng miró a Li Weiyang con una sonrisa, de pronto comprendiendo por qué su padre la había traído hoy.

Aunque no fuese hija de sangre, ella había comprendido el estilo de la familia Guo:

Defender sin atacar, en el caos, tener determinación.

Como hoy, al tratar con ** y Guo Teng —si Guo Dun hubiese actuado, ya habría ido a gritarles sin pensar.

Pero eso no habría resuelto nada.

Solo habría empeorado la situación.

Li Weiyang, en cambio, supo contenerse, trazar un plan paso a paso:

Primero dividir el frente de Guo Teng y Liang Yují, luego eliminarlos uno por uno.

Esa mente calculadora, esa astucia, esa es la forma correcta de proteger una casa.

Pero… ¿realmente era eso lo que ella sentía en el fondo?

Al salir del estudio, Li Weiyang se detuvo bajo el alero del corredor, mirando cómo se alejaba Duque Qi.

Caminaba solo, lentamente, con una silueta que parecía especialmente solitaria y desolada.

Lo de hoy… seguramente le había dolido en el alma.

La mayor diferencia entre la familia Guo y Li Weiyang era esta:

Ellos valoraban los lazos humanos por encima de todo.

Incluso cuando sabían que alguien los traicionaba, seguían aferrados a los recuerdos, a la sangre, a la familia.

Pero Li Weiyang no era así.

Si alguien le hacía el más mínimo daño, ella podía borrar todo el pasado sin piedad y tratar al otro como a un extraño, frío y ajeno.

Ella era, en esencia, una egoísta extrema.

Así que, aunque entendía al duque, no podía sentir lo mismo que él.

Solo había dicho esas palabras para complacerlo, para que confiara en ella.

Porque, en el fondo, esperar a que el enemigo entre por la puerta para reaccionar… ya es demasiado tarde.

Y ella, no es alguien que espere sentada.

De pie en el corredor, se quedó perdida en sus pensamientos.

Desde que llegó a la familia Guo, sentía que estaba actuando una obra de teatro.

Una representación agradable, en la que debía encarnar a la buena hija: dulce, bella, respetuosa, elegante, y mesurada.

Nada más.

Todo lo demás… no tenía nada que ver con ella.

Y precisamente porque creía que era una obra, se permitía involucrarse emocionalmente.

Porque creía que era una farsa, se dejaba llevar por el papel de hija, llegaba a ver a Madame Guo como a una verdadera madre.

Pero ahora…

Esa identidad del pasado, aquellas viejas ideas, comenzaban a diluirse en su mente.

Como si el único yo real que quedara fuera este: Guo Jia.

Antes, miraba las acciones de la familia Guo como quien ve un cuadro, con distancia.

Pero hoy… ella intervino.

Siempre creyó que no le importaban realmente,

pero al ver a Guo Teng… se detuvo.

Y se dio cuenta: lo que habían hecho Guo Teng y **, lo que habían intentado contra la familia Guo… le había molestado.

En ese instante, por primera vez, se sintió parte de la Familia Guo.

Zhao Yue la observaba en silencio, sin atreverse a hablar.

El sonido de sus pasos en el pasillo resonaba como un eco lleno de pensamientos pesados.

Ella era Li Weiyang, no Guo Jia.

Ella no vino a este lugar para disfrutar de una familia feliz.

Vino para vengar a su familia y destruir a Emperatriz Pei.

Y sin embargo, ahora… se había convertido en la hija de la familia Guo.

El miedo la estrangulaba.

La oscuridad crecía en su corazón, devorando cada pensamiento, cada emoción, como un enjambre de langostas…

Su pecho hervía como una estampida.

Ella vino por venganza.

¡Venganza!

Guo Cheng ya se había adelantado unos pasos, pero de pronto se detuvo y se giró para mirarla.

Su mirada era intensa, ardiente, como si pudiera atravesar el alma.

Li Weiyang también se detuvo, mirándolo fijamente.

Guo Cheng sonrió:


—¿En qué piensas? Tienes una expresión… tan seria. Y tan impenetrable.


Li Weiyang reflexionó un instante y respondió:


—Solo estaba recordando lo que dijo padre hoy.


Estás mintiendo.

Guo Cheng lo supo de inmediato, pero no la confrontó. En cambio, dijo con calma:


—Hoy me sentí muy feliz. Porque por fin… te vi como parte de la familia Guo. Desde el momento en que te paraste frente a la abuela, sin pensarlo siquiera, yo… te lo agradecí sinceramente. De verdad.


Frente a su rostro sereno y hermoso, una emoción que ni ella misma supo nombrar empezó a crecer en su interior. Una mezcla de melancolía, quizá algo de congoja.

Se había convertido en Guo Jia.

Y con eso, empezaba a experimentar la calidez, el afecto, la dicha que esa identidad le ofrecía.

Por eso… se conmovía. Porque ya no era un papel. Era la realidad.

Li Weiyang sonrió apenas, giró y bajó los escalones.

De pronto, un fuerte viento sopló, levantando el borde de su vestido.

Dentro de la ancha manga, su puño se fue cerrando poco a poco.

No importa si era Li Weiyang o Guo Jia.

Ella había venido a la capital con un solo propósito: venganza. Y ese propósito jamás cambiaría.

Tarde o temprano, pondría la soga alrededor del cuello de Emperatriz Pei. Quien había matado a su familia… pagaría con la misma moneda.

Y todos los que la rodeaban —Princesa Lin’an, Príncipe Heredero Yongwen— ninguno se salvaría.

Li Weiyang miró el jardín repleto de flores en su máximo esplendor, suavemente curvó los labios en una sonrisa.

¿Por quién empezar?

Naturalmente, por Princesa Lin’an.

Pero ella era la hija favorita de la Emperatriz.

Su estatus era intocable, su influencia en la corte, enorme.

Incluso después de su grosería en la última ocasión, nadie se atrevió a reprenderla seriamente.

Por tanto, si quería acabar con ella, primero debía empujarla hacia la locura.

Solo así podría erradicarla de un golpe.

Pero… ¿cómo hacer que Princesa Lin’an perdiera el control?

Esa era la gran pregunta.

Li Weiyang sonrió ligeramente.

Para destruir a alguien, primero hay que atacar su punto débil.

¿Y cuál era el de la princesa?

La respuesta era obvia:

Jiang Nan, el cuarto joven maestro de la familia Jiang.

Ese mismo que, en la oscuridad, movía los hilos para quitarle la vida a ella.

Actualmente, Jiang Nan permanecía oculto en la residencia de la princesa, siempre en las sombras, sin dejarse ver. Y atraparlo… no sería nada fácil.

Después del banquete, la familia Guo pensó que ya no volvería a aparecer, pero claramente subestimaron su descaro.

Al día siguiente, volvió con regalos lujosos, delante de Duque Qi, le rogó que intercediera ante el emperador para absolver a Guo Teng.

Li Weiyang no lo presenció, pero Guo Dun lo describía con entusiasmo, diciendo:


—El tío mayor estaba llorando a mares en el estudio de padre, empezó a hablar de cuando cazábamos renacuajos de niños, siguió hasta que crecimos, estudiamos, jugamos juntos… Padre estaba con la cabeza a punto de estallar. Pero claro, al fin y al cabo son familia, no puede echarlo ni reprenderlo duramente. Y con esa cara de arrepentido, llorando y sollozando… parecía de verdad sincero.


Li Weiyang sonrió.


—¿Tú crees… que algún día un tigre se volverá vegetariano?


Guo Dun se quedó pensativo un momento y dijo:


—Por supuesto que no. Comer carne es su naturaleza. Sí, tienes razón. El tío mayor ha resentido a padre durante tantos años… ¿Cómo va a arrepentirse de la nada?


Guo Cheng sorbía su té, los ojos medio cerrados:


—Todo esto es por el segundo tío. Dicen que su hijo adoptivo ha hablado bastante en la cárcel… lo ha traicionado por completo. Así las cosas, el castigo no será leve. Por muy frío que sea, Guo Teng sigue siendo su hermano de sangre. ¿Cómo podría ver con sus propios ojos cómo lo decapitan?


Desde la puerta, Guo Dao se apoyaba tranquilamente y los observaba. Entonces, con una media sonrisa, intervino:


—No se molesten en disuadirlo. Padre es un noble con título de Duque, siempre ha sido compasivo. Mientras él interceda, es posible que la sentencia de muerte se conmute por destierro. Una lástima, claro… sería demasiado benévolo para ese tipo.


Li Weiyang sopló con delicadeza las hojas que flotaban en su té. Respondió con frialdad:


—¿Quién dijo que queremos detenerlo?


Los tres hermanos Guo compartían con ella una misma opinión sobre sus dos tíos: ninguno de ellos les inspiraba el más mínimo afecto. Por el contrario, solo sentían repulsión, un odio sordo que apenas sabían explicar. Si desaparecieran mañana, no lo lamentarían en lo más mínimo.

Pero al oír las palabras de Li Weiyang, los tres se miraron entre sí con desconcierto.

Fue Guo Dun, el más ingenuo, quien no pudo evitar preguntar:


—¿Qué quieres decir, hermana?


Li Weiyang respondió con tranquilidad, sin apuro:


—Padre es un hombre firme en sus principios. Nunca se deja llevar por las palabras. Tratar de persuadirlo sería inútil. Y además… si no hace nada por su propio hermano en un momento así, aunque los que entienden sabrán que fue por el daño profundo que nos causaron, la mayoría simplemente nos verán como fríos y crueles. Eso afectaría el nombre de la familia Guo. Aunque padre no valore demasiado los lazos fraternos, entenderá el momento y actuará como debe.


Así que… mejor darle una salida digna, ¿para qué hacernos los difíciles?


—En cuanto a Guo Teng… ¿No es mejor el destierro que la muerte? Toda su vida fue arrogante y orgulloso. Ya es una humillación que haya terminado entre rejas. Si lo mandan al exilio, tres mil li de distancia, degradado a esclavo… eso sí que lo destruiría por completo. Y lo más importante: ha hecho demasiados enemigos. En un viaje tan largo y solitario, ¿Quién puede asegurar que llegue vivo a su destino? Perro sin amo… ¿para qué preocuparnos por él?


Los tres hermanos se miraron entre sí, asombrados.

No podían creer la cantidad de pensamientos que tenía esta joven.

La habían subestimado.

Ella no solo pensaba en vengarse, sabía cómo hacerlo lentamente, con crueldad calculada.

Más despiadada que cualquiera de ellos.

Li Weiyang hizo una pausa, alzó la vista hacia Guo Cheng y preguntó con calma:


—Solo que… escuché que últimamente el tío mayor y Princesa Lin’an están muy cercanos. ¿Es así?


Guo Cheng se sorprendió, pero luego asintió:


—También lo he oído, un poco. Pero no es raro. Él anda pidiendo favores por lo de Guo Teng. Princesa Lin’an tiene muchas conexiones, influye bastante en la corte… Si no hay a quién más recurrir, es natural que se acerque a ella.


Li Weiyang sonrió ligeramente:


—Sí… Solo que, además de esa razón, me temo que puede haber otra.


¿Otra? ¿Aparte de pedir ayuda a Princesa Lin’an para salvar a Guo Teng? ¿Podría tener algún otro motivo?

Todos lo pensaron un momento. Fue Guo Cheng quien primero respondió:


—El tío… es Ministro de Guerra. Tiene el favor del Emperador. No necesita involucrarse en luchas por el trono. Si se acerca a Princesa Lin’an, está acercándose a Príncipe Heredero Yongwen. Y un ministro que se alinee tan abiertamente con un príncipe… No creo que sea tan imprudente. Yuan Ying está ligado a Duque Qi por sangre materna, eso es otra cosa. Pero el tío no tiene ese respaldo.


Li Weiyang suspiró suavemente:


—Nadie mueve un dedo sin buscar beneficio. Antes tenía el apoyo de Guo Teng, todo iba bien. Pero ahora que ha perdido a su brazo derecho, ve que Príncipe Jing se lleva bien con Duque Qi… y que Príncipe Xu también aparece con frecuencia por aquí… Si yo fuera él, también estaría nerviosa.


Con su mente de villano, seguro cree que estamos tramando algo para eliminarlo. Y querrá adelantarse. No sería raro.

Pero claro… con su fuerza actual, no puede sacudir los cimientos del ducado. Así que usar esta oportunidad para pasarse al otro bando… no sería tan extraño.

Guo Cheng reflexionó un instante y asintió:


—Sí… es muy posible. En ese caso, debemos ser más prudentes estos días.


Li Weiyang lo miró con una sonrisa:


—¿Y no sería mejor pasar al ataque, en vez de quedarnos a la defensiva, tercer hermano?


Antes de que Guo Cheng pudiera abrir la boca, Guo Dun ya exclamaba sorprendido:


—¿No dijiste ese día, frente a padre...! Ah, ¡eres tan astuta! ¡Engañaste a propósito a nuestro padre!


Li Weiyang sonrió con dulzura y dijo:


—Sabías perfectamente que padre es recto hasta lo terco, ¿y aun así le soltaste que apoyarías a Príncipe Jing? ¿No era obvio que te buscarías un castigo? En realidad, el tercer hermano piensa igual que ustedes, pero finge ser un niñito obediente, diciendo que hay que seguir el rito y la ley. Esas palabras sirven para engañar a padre, pero hasta tú caíste... el tonto aquí fuiste tú.


Guo Dun se quedó completamente mudo, mientras Guo Cheng y Guo Dao soltaban una carcajada. Guo Cheng, señalando a Li Weiyang, dijo:


—Entre todos nosotros, tú eres la de las mejores ideas. Anda, dime, ¿cómo deberíamos atacar?


Li Weiyang soltó una risa suave. Su hermoso rostro, bañado por la luz del sol que se colaba entre rendijas, adquirió una ligera sombra.


—Depende de qué quieran lograr.


Guo Cheng frunció levemente el ceño y preguntó:


—¿Y si quiero eliminar el problema de raíz?


“Eliminar el problema de raíz”... eso significaba matar a **. Y no sólo a **, también a su familia. Para Li Weiyang, esa frase no dejaba lugar a dudas. Ella sonrió ligeramente.


—Eso no es tan difícil. Lo que sí, no esperaba que el tercer hermano fuera tan despiadado.


Una frialdad cruzó por el rostro de Guo Cheng.


—Lo que ellos han hecho en palacio no iba dirigido sólo a ti. Su verdadero objetivo siempre ha sido destruir a la familia Guo. Si seguimos cediendo, les damos tiempo para respirar, lo único que haremos será criar al tigre que luego nos devore. No soy de los que toleran así porque sí. Así que, si tienes una idea para deshacerte de ese peligro, la seguiré sin decir una palabra. Y no sólo yo.


Se giró, echando un vistazo a Guo Dun y Guo Dao.


—Si ustedes dos sienten que no pueden hacerlo, pueden irse ahora mismo. Pero por el lazo de hermanos que compartimos, no digan nada a padre.


Guo Dun se enfadó enseguida:


—¡Tercer hermano! ¿Qué clase de palabras son esas? Si hay una forma de eliminar esa amenaza, por supuesto que participo.


Guo Dao pensó unos segundos y luego asintió.


—Yo también.


Li Weiyang le echó una mirada a Guo Dun, pero negó con una sonrisa.


—Tú no. Eres demasiado franco... y no lo bastante encantador.


Guo Dun la miró como si se hubiese quedado sin palabras. Tardó un buen rato antes de balbucear:


—¿Y eso qué tiene que ver con ser encantador?


Li Weiyang sonrió:


—Mucho. Más de lo que crees. Y algo muy importante, además.


Los tres notaron que hablaba con segundas, pero por más que le preguntaron, no quiso explicar más. No pudieron evitar llenarse de dudas. Entonces, Li Weiyang hizo un gesto con la mano hacia Guo Dao:


—Quinto hermano, ¿no frecuentas a menudo los prostíbulos elegantes? Incluso has tenido alguna que otra historia de amor con las chicas, ¿no?


Guo Dao se sonrojó. Era un tipo desenfadado, de carácter libre, conocido por su talento y belleza. Además, los lugares que frecuentaba no eran burdeles ordinarios, sino sitios refinados, donde iba con amigos a escuchar música, contemplar la luna y admirar a las cortesanas. En cuanto a esas chicas, sólo había coqueteos ligeros, nunca nada serio. Su padre sabía que no se pasaba de la raya, así que nunca le dijo nada. Pero que Li Weiyang lo expusiera así delante de todos... no pudo evitar sonrojarse.


—Eso...


Pero Li Weiyang sonrió aún más, encantada:


—Entonces, tú eres el indicado.


Guo Dao se quedó boquiabierto. No sabía qué se traía entre manos Li Weiyang, sólo la oyó decir lentamente:


—Hace un momento, Guo Wu me entregó una carta. Dice que en estos días vendrá a visitarme en persona. Para entonces, quinto hermano, te tocará a ti demostrar de qué estás hecho.


Al día siguiente, Duque Qi presentó una petición ante el Emperador, confesando no haber sabido contener a su hermano y pidiendo ser juzgado por ello. El Emperador, recordando su carácter generoso y justo, considerando que el conflicto entre Guo Teng y Guo Su era de vieja data y bien conocido por todos, determinó que la culpa no recaía sobre el duque. Así, no le responsabilizó en absoluto. Duque Qi aprovechó entonces para solicitar al emperador que perdonara la pena de muerte de Guo Teng. Este gesto fue muy bien recibido por numerosos ministros de la corte, quienes elogiaron su magnanimidad, alabando que incluso frente a un hermano que lo había traicionado sin reservas, aún pudiera mostrar tal grado de indulgencia. Como resultado, el emperador realmente conmutó la pena de muerte de Guo Teng por el exilio, exactamente como Li Weiyang había previsto.

A raíz de esto, ** parecía mostrarse aún más agradecido hacia Guo Su, el contacto con la casa de Duque Qi se hizo cada vez más frecuente. Para los de fuera, toda esta disputa había acabado por reconciliar a ambas familias. Una situación digna de celebración. Pero, ¿quién podía ver las turbulencias ocultas bajo la superficie? ¿Quién podía prever los cambios que se avecinaban?

No mucho después, Guo Wu llegó en carruaje, ligera como una mariposa, a visitar personalmente a Li Weiyang. Había preparado meticulosamente su visita: iba vestida con elegancia, con un equilibrio perfecto entre sencillez y esplendor, lo justo para no parecer excesiva pero tampoco quedarse corta en belleza. Tras unos minutos de espera, se escuchó el tintinear de las joyas, y Li Weiyang entró al salón rodeada de doncellas, con una sonrisa suave en el rostro:


—Querida prima, lamento no haber salido a recibirte como se merece tu visita.


La mirada de Guo Wu se detuvo en el costado del cabello de Li Weiyang, donde lucía una peineta de jade con forma de rama floral, decorada con piedras preciosas. Las borlas colgantes brillaban bajo la luz del sol. Aunque su rostro mantenía una sonrisa, en el fondo de sus ojos se agitaban la envidia y el resentimiento. ¿Por qué Guo Jia merecía tenerlo todo? Si Guo Su no le hubiera arrebatado la posición de duque, la joven señorita del ducado habría sido ella, Guo Wu. El odio en su corazón crecía sin cesar, pero su expresión permanecía serena.


—Jia'er, hacía mucho que quería venir a verte, pero temía que no me recibieras.


Li Weiyang sonrió:


—Ay, prima, no digas eso. Yo paso los días aquí aburrida, tener alguien con quien conversar siempre es bienvenido. Si deseas venir en el futuro, mi casa estará siempre abierta para ti.


Las construcciones de la residencia de Duque Qi, sus jardines, la cantidad de sirvientes... todo provocaba una profunda envidia en Guo Wu. Cuando vio el fastuoso salón, las joyas exquisitas y las bellas doncellas que rodeaban a Li Weiyang, su celos llegaron al límite. Pero era una mujer de mente aguda y corazón profundo; todo ese veneno lo guardó para sí, y respondió con una alegría fingida:


—Entonces seguro que vendré seguido a molestarte.


Ambas intercambiaban sonrisas mientras se sentaban a charlar. Li Weiyang se mostró educada, aunque ni fría ni cálida en su trato. Por su parte, Guo Wu se mostraba deliberadamente afectuosa, sacando a colación todo tipo de temas interesantes. A diferencia del encuentro anterior, esta vez no mencionó ni una sola palabra sobre Príncipe Xu, Yuan Lie. A pesar de su juventud, Guo Wu era muy culta, versada en música, ajedrez, caligrafía y pintura. Era una mujer con verdadero talento. Cuando deseaba agradar a alguien, resultaba difícil no sentirse atraído por su encanto. Sin embargo, por dentro, Li Weiyang se sentía distante, aunque en su rostro se dibujaba una sonrisa algo ausente. Cuando Guo Wu empezó a hablar de las nuevas modas florales, Li Weiyang se giró repentinamente hacia su sirvienta, Lian Ou, y preguntó:


—¿Dónde está Zhao Yue?


Una leve incomodidad cruzó el rostro de Lian Ou:


—La hermana Zhao Yue salió desde temprano y aún no ha regresado.


Zhao Yue era la sirvienta más cercana a Li Weiyang, inseparable de ella en todo momento, algo que todos sabían. ¿Cómo podía no estar presente? Una chispa de sorpresa cruzó fugazmente el corazón de Guo Wu, aunque su expresión permaneció tranquila mientras continuaba charlando con Li Weiyang.

Cuando ya casi era la hora de comer, Li Weiyang sonrió con suavidad:


—He mandado preparar algunos platillos, ¿por qué no te quedas a almorzar conmigo?


Guo Wu, encantada, aceptó sin dudarlo. Pero en cuanto accedió, Li Weiyang se excusó con una sonrisa y se marchó, pidiéndole que esperara un momento. Pasó el tiempo y Li Weiyang no regresaba. Guo Wu preguntó a las sirvientas que habían quedado, pero todas respondían sin saber nada. Impaciente, se levantó para salir, pero fue detenida por Lian Ou. Entonces, la sirvienta personal de Guo Wu, con fingida indignación, exclamó:


—¡Mi señorita es una invitada noble, también es una Guo, una especie de medio anfitriona aquí! ¿¡Se han vuelto locas ustedes!?


En el rostro de Lian Ou apareció un gesto de desconcierto y temor, por lo que se hizo a un lado.

Guo Wu bufó con frialdad y salió del salón. Apenas había avanzado unos pasos cuando escuchó voces procedentes del jardín.


—Zhao Yue, no he sido injusta contigo, pero tú… ¿cómo pudiste hacer algo así? ¿Qué se supone que debo hacer ahora?


Era la voz de Li Weiyang.

Guo Wu se quedó pasmada. Se detuvo junto a un seto en flor y miró hacia el otro lado. En aquel patio, Li Weiyang tenía el rostro sombrío, mientras Zhao Yue estaba arrodillada junto a ella, visiblemente avergonzada. Se escuchaba a Zhao Yue decir:


—Señorita, yo… yo solo cometí un error momentáneo. Le ruego que me perdone…


Li Weiyang suspiró profundamente:


—Últimamente has estado actuando con secretismo, desapareciendo sin explicación. Mandé a alguien que te siguiera, descubrimos que has tenido contactos frecuentes con un hombre. Aunque no lograron ver claramente su rostro… ¡ese hombre existe! Te he tenido conmigo todos estos años, te consideraba de mi plena confianza. Siempre has sido prudente, trabajadora. Nunca imaginé que pudieras actuar de forma tan imprudente. ¿Cómo puedes encontrarte en secreto con un hombre, así, sin razón? Está bien. Por los viejos tiempos, dime quién es, y te dejaré marchar.


Pero Zhao Yue solo bajaba la cabeza, como si sollozara en silencio, sin pronunciar una palabra.

Guo Wu se sorprendió aún más. ¿Qué era todo aquello? ¿Zhao Yue, la más cercana a Li Weiyang, envuelta en un escándalo?

La voz de Li Weiyang se tornó severa:


—¿Aún no vas a hablar con franqueza?


Las lágrimas de Zhao Yue caían sin cesar, pero ni una sola palabra salía de su boca.

Li Weiyang, en tono bajo pero firme, sentenció:


—Hoy tengo visitas y no quería castigarte, pero tu falta de respeto ha cruzado mi límite. ¡Alguien, llévensela y denle una paliza con el bastón! Cuando hable, que la liberen.


Al escuchar aquello, Guo Wu sintió una extraña emoción. Justo entonces, una sirvienta gritó a su espalda:


—¡Señorita, la señorita prima ha venido a buscarla!


La voz alertó a Li Weiyang. Guo Wu, molesta, lanzó una feroz mirada a Lian Ou, que había venido siguiéndola desde el salón. 'De no ser por ti, entrometida, podría haber escuchado aún más secretos...' Pensó, frustrada. Pero ya que la habían descubierto, no había necesidad de ocultarse más. Caminó con paso firme hacia adelante, mirando a Li Weiyang con una sonrisa:


—¡Vaya! ¿Qué ha pasado aquí? ¡Jia’er, nunca te había visto tan enfadada!


El rostro de Li Weiyang, usualmente sereno, reflejó un atisbo de incomodidad. Miró a Zhao Yue y, como para restarle importancia, dijo:


—No es más que una sirvienta que me robó una joya valiosa. La estoy castigando, nada más.


¿Tan sencillo? A Guo Wu no le engañaban. Cuando una sirvienta comete una falta grave y tú ardes de impaciencia por sonsacarle algo, ¿pretendes hacerme creer que solo se trata de un hurto? Pero sonrió con dulzura y no reveló nada, comentando con falsa inocencia:


—Tenía entendido que esta muchacha era tu más leal ayudante. ¿También tiene las manos largas?


Li Weiyang hizo un gesto, una de las madamas del patio se llevó a Zhao Yue. Poco después, del pequeño pabellón cercano, comenzaron a escucharse los golpes secos y repetidos de los bastonazos. Guo Wu, con aire de preocupación fingida, dijo:


—Solo por una joya… ¿vale la pena poner en riesgo la vida de una persona? Todos sabemos que el corazón de Jia’er es compasivo. ¿Por qué no le perdonas la vida, como un acto de bondad?


Pero los ojos de Li Weiyang seguían fríos. No se dejó conmover:


—Este asunto no requiere que te preocupes, querida prima. Sé perfectamente lo que debo hacer. Volvamos, que he ordenado preparar algunos platos especiales…


No había terminado de hablar cuando una doncella irrumpió, claramente alterada:


—¡Ay, joven maestro! ¡No puede entrar! ¡De verdad no puede!


Acto seguido, un joven irrumpió en la escena. De aspecto apuesto y elegante, con su figura esbelta envuelta en una túnica blanca, caminaba a grandes zancadas. Su rostro, normalmente sereno y juguetón, se hallaba ahora cubierto de ira:


—¡Jia’er! ¡Deja libre a Zhao Yue! La persona con la que ella iba a encontrarse hoy… ¡era yo! Si tienes algo que decir, dímelo a mí directamente.


Todos se quedaron atónitos. En medio de su sorpresa, el corazón de Guo Wu no tardó en comprender: el amante de Zhao Yue no era otro que el quinto hijo de la familia Guo, Guo Dao. Siempre se había dicho que Guo Dao era un hombre libertino, de temperamento desenfrenado. Aunque no era famoso por revolcarse con cortesanas, sí gozaba del favor de muchas mujeres, al punto que incluso había disputas por él. Que Zhao Yue se hubiera enamorado de él, en realidad, no era nada raro.

Sin embargo, que un joven de una familia noble pusiera los ojos en una simple sirvienta del patio de su propia hermana... era algo que, por más que se entendiera, no dejaba de sonar mal. Y peor aún, Guo Dao ni siquiera estaba casado. Si esta historia llegaba a oídos del público, muchas de las doncellas bien nacidas —esas que sí eran un partido adecuado para él— tal vez empezarían a evitarlo.

Li Weiyang, evidentemente consciente de todo esto, cambió de expresión y dijo con severidad:


—¡Hermano, deja de decir disparates! ¡Zhao Yue robó mis joyas…!


Guo Dao pareció recién darse cuenta de que Guo Wu estaba presente. Su rostro mostró una chispa de sobresalto y, tras un breve momento, como si por fin cayera en la cuenta, su expresión se tornó incómoda. Forzando un cambio de tema, dijo:


—Oh… ¿es eso cierto?


Pero sus ojos seguían fijos en Guo Wu, como si la vigilara con cautela.

Guo Wu soltó una risita fría en su interior, aunque por fuera mostró preocupación sincera. Siguiendo el tono de Li Weiyang, dijo dulcemente:


—Hermano, ¿acaso aún no has comido? ¿Por qué no te quedas a almorzar con nosotras?


Pero Guo Dao no pareció muy dispuesto. Solo miró a Li Weiyang y dijo:


—No, mejor regreso por la tarde.


Aunque en su mirada se adivinaba cierta reticencia, finalmente se dio la vuelta y se fue.

Guo Wu, visiblemente confundida, preguntó:


—¿Qué… qué fue todo eso?


Li Weiyang sonrió levemente:


—No le prestes atención. Vamos a comer.


A lo lejos, aún se escuchaban los sonidos apagados de los azotes. Guo Wu inhaló profundamente y respondió:


—Está bien.


Li Weiyang caminaba delante, Guo Wu, a propósito, se quedó unos pasos atrás, tratando de distinguir bien los sonidos. Por más que aguzaba el oído, no había duda: era el golpe seco de la tabla contra carne, los gemidos ahogados de una mujer. Claramente le habían puesto un tapón en la boca.

Guo Wu esbozó una sonrisa helada mientras observaba la espalda de Li Weiyang.


—¿Quién no sabe que tú y Zhao Yue eran uña y carne? Esta actuación tuya, tan calculada… no sé si es real o no. Pero yo no caeré tan fácilmente en tu trampa.


Justo entonces, Li Weiyang giró y le dijo:


—Prima, ¿por qué caminas tan despacio?


Guo Wu levantó una sonrisa serena y respondió con dulzura:


—¡Ya voy!

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