FELIZMENTE PSICÓTICA 102
—¡No…! No hagas eso…!
Lee Wooshin levantó sus caderas y, de un tirón, le arrancó la ropa interior. La banda elástica golpeó su piel con un chasquido antes de enrollarse alrededor de sus tobillos, mientras sus piernas caían sobre sus hombros.
El hombre apretó sus muslos carnosos y, con dedos ásperos, comenzó a frotar su conchita ya expuesta.
—¡Ugh…!
Un escalofrío recorrió su cuerpo, y los vellos de su piel se erizaron.
—Solo te golpeé el culo… ¿Por qué aquí estás tan mojada?
—Mmm… ¡D-debe ser sudor…!
Sintió cómo dos o tres dedos separaban sus labios con fuerza. Y, en efecto, estaba empapada: cada vez que él deslizaba sus dedos desde su entrada hasta el clítoris, un sonido húmedo escapaba.
Seo-ryeong mordió su labio con fuerza, conteniendo un gemido. Tiró de su cabello, pero solo logró que él inmovilizara sus muñecas.
Woo-shin observó fijamente su conchita abierta antes de, sin vacilar, enterrar su rostro en él.
—¡Ah…!
Pasó su lengua desde los labios hinchados hasta el rojizo interior, lamiendo con lentitud. Su boca amplia y cálida calmó la hinchazón, subiendo luego hacia el clítoris con presión firme. Seo-ryeong arqueó la espalda, al borde del delirio.
—¡No hagas eso…! ¡Mmmh…! Si eres como mi esposo, ¡entonces detente…!
—…Imposible.
Por un instante, pareció dudar, pero luego chupó con fuerza su clítoris y la entrada, haciéndola gritar.
—¡Hah…!
Un estímulo brutal atravesó su cuerpo. A diferencia de su marido, que se detenía cuando ella se lo pedía, Woo-shin ignoraba cada una de sus súplicas.
—¡Haah…!
Cada vez que sus mejillas se hundían, su sexo era succionado con fuerza. Aunque quería cerrar las piernas por el ímpetu que sentía, Lee Wooshin —como si lo adivinara— clavó su lengua más adentro.
—¡Mmm… Hah…!
Sin decir una palabra, Woo-shin separó aún más sus muslos y enterró el rostro. Hundió la lengua en la carne ya empapada y comenzó a mover la cabeza como si estuviera empujando.
—¡Ah…! ¡Ah…!
Apretó los labios para ahogar un grito, pero los sonidos escapaban igual. Incluso acostada, el aire le quemaba los pulmones y todo su cuerpo latía con fuego. Bajo la ropa que aún llevaba puesta, sus pezones se endurecían como piedras.
—Hng… Hah…!
Él giró la cabeza, separando su sexo con las manos como si fuera a besarlo. Lamió la hendidura con avidez, y a veces el sonido era tan húmedo y obsceno como el de sorber un caldo espeso.
La sensación de ser succionada le quemaba las plantas de los pies. Su mente estaba en blanco, como si alguien la hubiera vaciado con una pala, y el calor subía a su frente.
—Hh… Ugh…!
La lengua que lamía sus entrañas se adentró más. La superficie áspera del órgano frotó sin piedad sus labios hinchados, una y otra vez, como si encendiera una cerilla. Sus labios se secaron; su barbilla, tensa.
—¡Aaah…!
Al final, no pudo contenerlo. Su conchita palpitó, un torrente de flujo brotó.
—Uh… Hah…!
Su nariz prominente quedó enterrada en el vello oscuro y húmedo. Él embadurnó sus labios con aquel líquido pegajoso y siguió frotando. Verlo tan vívido, tan crudo, le cortó la respiración y nubló su vista. Seo-ryeong solo pudo aferrarse a las sábanas, impotente.
Woo-shin deslizó un dedo dentro de su sexo, ahora completamente relajado. Esta vez, la entrada fue obscenamente fácil. Rozó el clítoris y luego presionó justo dentro del orificio.
—¡Hah…!
Los dedos retorcieron sus paredes internas. Al revolver el líquido acumulado, un sonido licencioso y húmedo resonó.
Prefiero que lo hagas como antes… Como antes, solo con dolor. Solo dime que sentiré dolor.
Sus ojos, cargados de resentimiento, se clavaron en él por un momento.
—¡Mmm…!
Woo-shin succionaba con ferocidad sus muslos hinchados, respirando entrecortado. Sus dedos exploraban cada rincón de sus paredes internas como si quisieran dejar huella, mientras su lengua volvía a lamer lentamente el perineo. Su sexo, palpitante, se abría y cerraba solo, tragándolo con avidez.
—¡Hah…! Ins… instructor… ¡Hah…! Hng…!
Y entonces, cuando su clítoris fue succionado con fuerza, una explosión roja estalló tras sus párpados. Su cuerpo, sacudido por movimientos bruscos y decididos, alcanzó un pequeño clímax.
—¡Ah…! ¡Hh…! ¡Ugh…!
Sentía como si su vientre se retorciera. En algunos lugares, era la lengua la que la frotaba; en otros, la fricción de sus dedos. Su interior ardía sin fin. Intentó contener el temblor de sus caderas con todas sus fuerzas, pero de pronto su cuerpo se sacudió violentamente.
—¡Hah…!
El placer fue tan intenso que arqueó la espalda. La punta callosa de sus dedos, que hasta entonces habían estado masajeando sus paredes, presionó con fuerza un punto específico. El aire escapó de sus pulmones de golpe.
—Un… un momento… Instructor… ¡Hah…!
Pero Woo-shin, despiadado, comenzó a frotar ese punto sin piedad. Cuando sus caderas empezaron a levantarse involuntariamente, él extendió el brazo y presionó su vientre hacia abajo, inmovilizándola.
Eso la hizo sufrir aún más. Era como si estuviera recibiendo un chorro de metal fundido, incapaz de moverse.
—¡Hah…! ¡Hng…!
Retiró sus dedos hasta la entrada, solo para empujarlos de nuevo con movimientos rápidos y repetitivos. Sus nudillos gruesos atravesaban su interior derretido, golpeando una y otra vez ese mismo punto sensible.
Y así, torturándola persistentemente en ese único lugar, una descarga eléctrica la atravesó desde la coronilla hasta la punta de los pies.
—¡Ah! ¡Ah…! ¡Mmm…!
La visión se nubló, su cuerpo escapó a su control y tembló violentamente. No había dolor, solo un calor abrasador que la consumía.
Algo estaba mal en ella. Había tenido sexo placentero antes, pero nunca la habían arrastrado a un abismo así.
El sonido húmedo y obsceno de su interior resonaba sin orden. No podía respirar.
—¡Hh…! ¡Ugh…! ¡Hah…!
Su boca se abrió, dejando escapar hilos de saliva. Era como caer y volar al mismo tiempo, sin fin. Finalmente, algo caliente y espeso brotó de su sexo convulso. Woo-shin, como si lo hubiera estado esperando, retiró sus dedos y selló sus labios contra su entrada abierta.
—¡Hh…!
Él azotó su culo, como instándola a dar más. Y entonces, su vientre se estremeció en un espasmo, derramando otro torrente de líquido transparente.
El hombre ladeó la cabeza una y otra vez, ensanchándola aún más, bebiendo cada gota de su flujo. Su obstinación por no dejar nada atrás la hacía estremecer, al borde de un calambre eléctrico.
—Esto… esto va más allá de un simple fetiche… ¡Hah…!
Los sonidos húmedos de su boca trago tras trago continuaron sin pudor, mientras su nariz prominente presionaba su clítoris. Su cuerpo, hipersensible, se sacudía al menor estímulo.
—Hh… Basta… ya basta…
Woo-shin levantó sus piernas temblorosas y arrojó por fin la tanga que aún colgaba de sus tobillos.
Ella dejó escapar un suspiro, aliviada pensando que había terminado… hasta que, de pronto, él se encaramó sobre ella a cuatro patas y agarró su mentón con fuerza.
—……!
Sus ojos, brillantes pero vidriosos, como si ya no estuviera en sus cabales, eran algo que nunca antes había visto.
Desde que recuperó la vista, quizás lo que más se le grabó en la memoria fueran esos ojos de Lee Wooshin. Ojos que parecían indiferentes al mundo, cargados de hastío, pero que en un instante podían desbordarse de lujuria salvaje. De pronto, notó cómo su nuez de Adán se movía lentamente, con pesadez.
Mientras lo observaba sin poder apartar la mirada —su rostro enrojecido desde las comisuras de los ojos hasta los lóbulos de las orejas como si estuviera ebrio—, él se acercó cada vez más. Los resortes del colchón crujieron.
—Instructor… Mmm…!
Algo húmedo rozó sus labios secos por la sed. Sus bocas se abrieron, y una lengua ardiente invadió la suya con violencia, revolviéndose en su garganta —un lugar donde ni siquiera su miembro había llegado tan adentro—. Con una mano, Woo-shin le sujetó la mandíbula, forzándola a mantenerse abierta mientras sus lenguas se enredaban, a veces incluso fuera de sus bocas.
—¡Hh…!
El interior de sus mejillas tembló. Una oleada de calor incontrolable se alzó. Él cambió el ángulo una y otra vez, devorando sus labios. Sus colmillos rasguñaron el labio inferior, y su lengua gruesa exploró las glándulas salivales.
Pronto, una mano grande le arrancó de un tirón la blusa y el sujetador. Woo-shin ahogó un gemido húmedo al agarrar sus pechos redondos y generosos.
—Hah…....
Un quejido que sonaba casi a alivio. No era su primer beso, pero el placer turbio que sentía hizo que su vientre ardiera aún más.
Ella lo golpeó, incapaz de respirar. Sus labios, empapados de saliva, se separaron por un instante, y sus miradas se encontraron.
Sus ojos llameantes contenían mil palabras, pero Seo-ryeong apenas podía aspirar el aire que le faltaba.
Woo-shin, con el pecho agitado, besó su frente, la punta de su nariz, su filtrum… como un pájaro picoteando. Luego, murmuró con voz ronca:
—Hubo veces que quise tratarte bien… y otras en las que solo quise romperte. Así has sido conmigo desde el principio.
¿Desde el principio? ¿Cuándo fue eso? Mientras su mente nublada intentaba recordar, él —que la tenía inmovilizada bajo su peso— se incorporó de repente. Cruzó los brazos y comenzó a quitarse la camisa. Sus bíceps tensos y sus hombros esculpidos se elevaron, un aroma masculino la envolvió de golpe.
—......!
Seo-ryeong frunció el puente de la nariz sin darse cuenta. Había olido algo similar en su esposo, pero este aroma era más denso, más salvaje.
Él se sacudió el pelo estático y lanzó la camisa lejos. Los músculos forjados en combate cubrían por completo su torso.
Hombros, pecho, abdomen, pelvis… Ninguna parte estaba descuidada. Los surcos de sus abdominales, tallados como a cuchillo, se bifurcaban desde los oblicuos hasta el hueso de la cadera con una rudeza elegante.
Y cuando, por fin, se desprendió de los pantalones y el bóxer de un solo movimiento…
—…….
Seo-ryeong se quedó sin palabras.
¿Qué… era eso?
Esa cosa palpitante, erguida y brillante de líquido preseminal, era más grande y roja de lo que recordaba. Parpadeó repetidas veces, como si quisiera despejar una ilusión.
Los tendones pulsantes le dieron miedo. Los tatuajes que serpenteaban alrededor del miembro, recto como un tronco viejo, le parecieron casi sobrenaturales. Incluso carecía de vello. Su tono rosado pálido era a la vez obsceno y hermoso.
—Enciende… la luz, dijo con voz temblorosa.
Por más que clavó los ojos hasta sentir ardor, algo extraño le heló la nariz. Su visión se nubló, y todas las heridas no cicatrizadas volvieron a ella de golpe. De pronto, sin previo aviso, una lágrima cayó.
—Se parece… hip… a mi esposo… snf….
La voz le quebró mientras tragaba los sollozos. Solo quería escapar de Kim Hyun, aunque fuera por una noche. Pero no sabía si era rabia, despecho o puro shock lo que la sacudía ahora.
—En el cajón… hip… del salón… hay una lupa… Por favor… rápido….
Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejar una votación o un comentario 😁😄
0 Comentarios