LA VILLANA VIVE DOS VECES 381
El sueño de la mariposa (48)
A pesar de que ya era hora de que Artizea llegara, seguía sin aparecer, Skyla comenzó a dar golpecitos impacientes con los pies. Marquesa Camellia sonrió al ver la actitud de su hija.
—Solo espera un poco. No es un trayecto corto, así que es difícil que llegue exactamente a tiempo.
—Pero ya es la hora del almuerzo.
Skyla había puesto todo su empeño en la reunión de hoy. Preparó los juguetes con los que jugarían, seleccionó los libros que quería mostrarle e incluso revisó que su telescopio estuviera en perfectas condiciones. También se aseguró de que el almuerzo y los aperitivos estuvieran listos, lo que hizo que Marquesa Camellia no pudiera evitar reír con incredulidad.
—Cuando crezcas, seguro que administrarás muy bien el hogar. Incluso sabrás organizar banquetes a la perfección.
—¿De qué está hablando, mamá? ¡Eso es trabajo de mi esposo!
Skyla respondió con orgullo, encogiéndose de hombros. Marquesa Camellia sonrió divertida ante la actitud de su hija.
Aunque no lo decía en palabras, estaba claro que Skyla apreciaba de verdad a las niñas de la Casa Ducal de Evron. Era curioso que, siendo una niña que solía quejarse de que sus compañeros de edad eran infantiles y aburridos, esta vez estuviera tan entusiasmada por reunirse con ellas.
'No está mal'
A pesar de ser hija de Milaira, la custodia de Artizea ya había pasado a la Casa Ducal de Evron, así que no había razón para evitar su cercanía. Además, Artizea Rozan se convertiría, como mínimo, en marquesa Rozan. Si lograba crecer lejos de la influencia de su madre, existía la posibilidad de que, al llegar a la adultez, recuperara los derechos sobre su familia.
Era una oportunidad para establecer relaciones fuera del dominio del marqués de Luden. Y si Artizea llegaba a convertirse en la futura duquesa de Evron, aún mejor.
Pero más allá de todo eso, como madre, era un alivio ver que su hija había encontrado una buena amiga.
—Mamá, tengo hambre.
Luca, que estaba en el suelo coloreando, empezó a quejarse. Skyla se cruzó de brazos y le reprendió con firmeza.
—Espera un poco más. ¿Vas a estar comiendo cuando lleguen los invitados?
—Pero tengo muuucha hambre…
Justo cuando Luca dejó escapar un grito agudo, la Jefa de Criadas abrió la puerta para anunciar la llegada de los invitados.
—Los invitados han llegado.
Marquesa Camellia dejó el libro que estaba leyendo y se puso de pie. Skyla, más impaciente, salió corriendo primero.
La villa era pequeña. Como era un lugar destinado únicamente para el descanso en familia, ni siquiera contaba con un salón de recepción.
Cuando Marquesa Camellia salió con Luca, Artizea acababa de bajar del carruaje. Lysia ya se había adelantado y había saltado fuera momentos antes.
—Hola, lady Skyla.
—Bienvenidas, Lady Artizea, Lady Lysia.
Marquesa Camellia sonrió con ternura al ver a las pequeñas saludarse con la elegancia de verdaderas damas.
—Esta es mi madre.
—Es un placer conocerla, marquesa Camellia. Soy Artizea de la Casa Rozan.
—Soy Lysia de la Casa Morten. Acompaño a Lady Artizea.
—Encantada de conocerlas. Skyla las ha estado esperando con mucha ilusión.
Al escuchar eso, Skyla se sobresaltó y rápidamente llevó un dedo a sus labios, como pidiendo que no dijera más. No quería que se notara cuánto había esperado este encuentro.
Pero Marquesa Camellia no tenía intención de ocultar los sentimientos de su hija.
—Luca, tú también debes saludar.
Luca, que solo tenía seis años, intentó esconderse tímidamente detrás de las faldas de su madre, pero ella lo sacó de su escondite. Con las mejillas sonrojadas, él finalmente saludó con timidez.
—H-hola… soy Luca.
—¡Hola!
—El hermano menor de Lady Skyla es realmente adorable.
Artizea y Lysia, que no tenían hermanos menores, miraron a Luca con entusiasmo. Skyla, en cambio, no podía entenderlo; para ella, su hermano pequeño solo era una molestia. Sin embargo, para Artizea y Lysia, que siempre habían sido las más pequeñas en sus hogares, un niño de seis años resultaba encantador.
Pero, al fin y al cabo, ellas también tenían solo ocho años, lo que hizo que Marquesa Camellia no pudiera evitar sonreír.
—Skyla, entonces guíalas tú. Si necesitan algo, avísame.
—Sí, madre.
Skyla respondió con seriedad. Marquesa Camellia no tenía ninguna preocupación y regresó a la sala de estar. También era hora de darle un refrigerio a Luca.
Skyla llevó a las dos niñas hacia una puerta lateral. Lysia, extrañada, preguntó:
—¿Entramos por aquí?
—¡Porque hoy vamos a dormir ahí!
Skyla exclamó con orgullo.
La villa tenía una pequeña torre anexa que, a pesar de tener solo cuatro pisos, parecía bastante alta en comparación con la casa principal, que solo tenía dos.
Cuando llegaron al segundo piso, las escaleras se convirtieron en una estrecha escalera de caracol. Lysia observó con cierta inquietud, pero Artizea, aunque un poco sin aliento, logró subir sin detenerse.
En la cima de la torre había una habitación espaciosa con un enorme telescopio astronómico en el centro. En lugar de camas, había tres colchones bajos acomodados en el suelo.
El lugar estaba decorado con cojines de varios colores, cómodos sillones y adornos en forma de estrellas.
—¿No es increíble?
—¡Wow!
Artizea, impresionada, se olvidó incluso de recuperar el aliento. Lysia también quedó boquiabierta. Skyla tenía razones para presumir.
—Cuando mi madre me regaló el telescopio astronómico por mi cumpleaños el año pasado, también me dio esta habitación.
—¡Es asombroso!
Artizea y Lysia la miraron con genuina envidia. Nunca habían visto una habitación tan maravillosa.
Skyla, completamente satisfecha con su reacción, dijo animada:
—Entonces, dejemos nuestras cosas aquí y vayamos a almorzar. Comeremos junto al arroyo.
—¡Sí!
Las tres niñas bajaron corriendo las escaleras, compitiendo por quién llegaba primero.
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Fue un día maravilloso.
El almuerzo junto al arroyo fue delicioso, y la cena, que compartieron con Marquesa Camellia y Luca, estuvo envuelta en una atmósfera cálida y elegante.
Al principio, Skyla intentó mantener cierta distancia para conservar la compostura, pero a los ocho años, a los niños no les toma mucho tiempo abrir sus corazones.
Observaron las estrellas con el telescopio, hablaron sobre los libros que Skyla había leído y escucharon las historias de constelaciones que Lysia conocía. No fue hasta que Marquesa Camellia, sospechando que las niñas aún estaban despiertas, subió a la torre, que finalmente decidieron acostarse en sus colchones.
—Mañana tenemos que levantarnos temprano.
dijo Skyla, tratando de convencerse a sí misma, aunque sin poder ocultar su pesar.
Lysia rió con alegría.
—Yo puedo despertarme incluso al amanecer. ¡Las despertaré a las dos!
—¡Yo también me levanto a tiempo! Tengo un reloj despertador.
Skyla insistió con determinación.
Artizea, que en realidad tenía dificultades para despertarse temprano, prefirió quedarse callada y no participar en la competencia.
A través del gran tragaluz, el cielo estrellado se extendía sobre ellas como un manto infinito. Artizea, tumbada, lo observaba en silencio, absorta, hasta que se dio cuenta de que Skyla la estaba llamando.
—¿En qué piensas tanto?
—Solo… se siente como si estuviera soñando.
Respondió con voz adormilada y soñadora.
Nunca había pensado que tendría algo parecido a amigas. Dormir en una habitación tan increíble, contemplar el cielo nocturno, ser invitada a la mesa de una familia, disfrutar de un picnic junto al arroyo, usar un telescopio… Nunca había sabido que esas cosas existían.
Se sentía feliz. Y, al mismo tiempo, por alguna razón, también se sentía triste. No entendía por qué, y mucho menos cómo describir aquella sensación.
Seguía mirando el cielo, atrapada entre el sueño y la vigilia, cuando de repente Lysia se incorporó de un salto.
—¡Durmamos juntas!
—¿Eh…?
Lysia arrastró su colchón hasta colocarlo junto al de Artizea. Al ser de plumas de ganso, era ligero y fácil de mover incluso para una niña.
—¡Yo también quiero!
Skyla vaciló. Pensaba que mover el colchón no era propio de una dama y que dormir juntas no era algo que hicieran las personas adultas. Pero al final, no pudo resistirse y se unió a ellas. Lysia le ayudó a arrastrarlo.
Artizea se incorporó sorprendida. Ahora, los tres colchones estaban juntos, formando una gran cama en la que las niñas se sentaron en círculo, mirándose bajo la luz de las estrellas.
Lysia soltó una risita traviesa.
—¿Hacemos una guerra de almohadas?
—Eso es infantil… ¡Ah!
Antes de que Skyla pudiera terminar de hablar, recibió un golpe de almohada en la cara. Inmediatamente se lanzó a la revancha. Lysia, riendo, intentó escapar de rodillas mientras lanzaba un cojín… que terminó golpeando a Artizea.
—¡Eso no se queda así!
Con un brillo de determinación en los ojos, Artizea se levantó con su almohada en mano. Skyla y ella se miraron y, sin necesidad de palabras, formaron una alianza. Pero, al final, ni siquiera juntas lograron vencer a Lysia.
A la mañana siguiente, ninguna de las tres pudo despertarse temprano.
Cuando Marquesa Camellia subió para llamarlas a desayunar, encontró a las tres niñas profundamente dormidas, enredadas unas con otras. Al ver la escena, sonrió con ternura y decidió dejarlas descansar hasta que despertaran por sí solas.
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