DAUTYH 214










Domé a un Tirano y Huí  214

SIDE STORY - 75




Al inicio de su matrimonio, quizás debido a la enorme diferencia de estatus, Rachel era conocida como 'Gran Duquesa Cenicienta'

Su ascenso social fue tan abrupto que atrajo mucha envidia y resentimiento, convirtiéndola en un blanco frecuente de ataques. La mayoría de los rumores que intentaban desacreditarla estaban relacionados con la familia de Barón Veneta.

El Gran Duque recordó en ese momento algunos de aquellos incidentes. Se había asegurado de gestionar meticulosamente la reputación de la Gran Duquesa, hasta el punto de que ahora nadie los recordaba. Ni siquiera Dylan, con su obsesiva devoción por su hija, conocía esas historias.

Después de todo, el Gran Duque había sido en su época un hombre de inmenso poder en el Imperio, capaz de derribar hasta a los más influyentes. No podía permitir que nadie difamara a su esposa, así que cualquier persona que osara propagar falsedades era completamente aniquilada, erradicando incluso su linaje.

'Si las palabras de esa anciana fueran ciertas…'

Charlize también llevaría la sangre de la familia Veneta.

¿Fue solo un presentimiento?

El Gran Duque sabía que el parto de la Emperatriz era inminente. Y cuando recobró la conciencia de sus actos, ya estaba corriendo.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Ronan también tenía su propio sentido del honor.

Dylan, por su parte, no había intentado arrebatarle al Gran Duque su título ni su prestigio. Después de todo, seguía siendo la familia de Charlize.

El punto débil de Keira siempre había sido Ronan. Dylan lo sabía bien, pues conocía el profundo rencor de Charlize hacia los emperadores que habían asesinado a Ronan. Por ello, nunca lo atacó directamente, aunque sí había levantado un muro entre él y Charlize para evitar cualquier mala influencia.


—... Majestad.


El Gran Duque hizo una leve reverencia al ver a Dylan. Una situación inusual, sin duda.

Ni siquiera había sido invitado a la boda imperial. De hecho, esta era la primera vez que el Emperador se reunía con él en privado.

Pero Dylan no tenía tiempo para tratar con Ronan. El parto de Charlize era inminente. Y aunque ella fuera un ser trascendente, su edad hacía que este alumbramiento fuera mucho más riesgoso que el de Kaleon.


—Mi señor, ¿qué lo trae aquí a estas horas de la noche?


Aun así, Dylan se dirigió a su suegro con la debida cortesía.

No solían hablar demasiado, pero el Gran Duque había insistido en esta reunión. Era extraño. Siempre se había mantenido firme en los límites del protocolo, pero ahora parecía dispuesto a renunciar incluso a su dignidad con tal de hablar en privado con Dylan.

Esa urgencia lo inquietó.


—Tengo un mal presentimiento sobre el parto de Charlize.


El Gran Duque habló con voz confusa. ¿Sería solo el eco de una pesadilla? Tal vez, pero la imagen de Rachel llorando en su sueño había sido tan vívida que todavía le temblaban las manos.

Dylan también estaba en un estado de extrema tensión.

Como le había dicho a Kahu, Caos probablemente aprovecharía el momento del parto para iniciar la guerra. De hecho, acababa de salir de la habitación donde Charlize descansaba.

Pero no solo Caos representaba una amenaza. La inestable causalidad del destino haría que la futura princesa fuera atacada de alguna manera.

'No puedo predecir de dónde vendrá el peligro'

Por eso, había dispuesto medidas de defensa en todas las direcciones.


—Ya he tomado todas las precauciones necesarias. Todo lo que Charlize ve, la ropa que toca, las personas que la rodean, la comida que consume, el agua que bebe... Todo ha sido revisado y verificado una y otra vez.

—Lo sé.


El Gran Duque había corrido en plena noche exigiendo ver al Emperador, presionando a los sirvientes con urgencia. Sin embargo, ahora que por fin estaba frente a Dylan, dudaba en hablar.

Si pronunciaba aquellas palabras en voz alta, ¿sonarían como otra crítica hacia Charlize? No quería que pareciera así. Ya no.


—Hace tiempo, visité la casa de la familia de mi esposa. No iba con frecuencia, pero era la familia de la mujer que amaba, así que traté de valorarla y recordarla con cuidado.


El Gran Duque comenzó a hablar de manera desordenada. Dylan frunció el ceño, pero decidió escucharlo en silencio. La mirada del hombre era demasiado extraña como para ignorarla.


—Fue entonces cuando vi a una anciana en el feudo de los Barones.


El Gran Duque había terminado aquella conversación quitándole la vida a la anciana, pero no tenía intención de mencionar ese detalle.


—Tenía los ojos completamente blancos. Parecía ciega por la edad y tenía un aspecto miserable, con la baba escurriéndole de los labios. Murmuraba sola incoherencias a la distancia, como si estuviera completamente loca. Rachel estaba a mi lado y me explicó.


—'Era la niñera de mi abuela. Su memoria ya no es clara, pero mi familia sigue cuidándola'


La voz de Rachel tenía respeto, pero para el Gran Duque, no era más que una anciana llena de arrugas.


—Por alguna razón, me dio curiosidad y me acerqué. Estaba seguro de que la mujer era ciega, pero aún así, me miró. O quizás solo percibió mi presencia. En cualquier caso, me dijo lo siguiente:

—'La sangre de esta familia es especial. Solo dan a luz varones. En raras ocasiones, nace una niña... pero lo hace devorando el útero de su madre.'

—No la escuche, mi señor.

—Solo las hijas lo hacen. Se alimentan del vientre materno.

—Vieja loca.

—Había olvidado ese recuerdo. No, quizás quería olvidarlo.


Dylan nunca había escuchado esa historia antes.

A pesar de que el departamento de inteligencia de Lafeyak era el mejor del continente, nunca habían conseguido esa información. Eso solo significaba una cosa: el Gran Duque había silenciado el asunto con absoluta meticulosidad.

Ante la mirada serena de Dylan, el Gran Duque sacudió ligeramente la cabeza, como si intentara justificarse.


—No pretendo criticar a la Emperatriz. Quiero hablar de la princesa que está por nacer.


Dylan respondió en voz baja:


—Si está preocupado de que Charlize pueda lastimarse durante el parto, puede estar tranquilo. Charlize está más sana que nunca y ha llevado a cabo incontables preparaciones para la llegada de la princesa. Nos hemos asegurado de que solo la rodeen influencias positivas. Nada impuro ni maligno ha podido siquiera entrar en su campo de visión.

—……

—Incluso si, en la remota posibilidad, hubiera un espía infiltrado en su círculo más cercano, no habría servido de nada. Todo lo que ha tocado y visto ha sido puro y correcto.

—Lo que quiero decir es que… tal vez ese sea precisamente el problema.

—…… ¿Qué quiere decir?

—Si la hija es más excepcional que la madre, no se conformará con devorar su vientre… Al nacer, matará a su propia madre. Ese es el destino de las mujeres de esta casa.

—Eso fue lo que dijo aquella anciana.

—……

—Sí, eran las palabras de una vieja loca y los rumores de una casa noble que desapareció hace mucho. Pero, aunque Su Majestad lo crea o no… Si no le decía esto, sé que lo lamentaría el resto de mi vida. Y ya he tenido suficientes arrepentimientos…


La voz del Gran Duque temblaba. Dylan percibió un arrepentimiento genuino en sus palabras.

Después de todo, él era el padre biológico de Charlize. Padre e hija compartían ciertos rasgos en su apariencia.

Por un instante, Dylan pudo leer todo el interior del Gran Duque. No era que intentara empatizar con él; simplemente, como si fuera algo natural, los pensamientos del otro se desplegaron ante él como un mapa detallado. No era la primera vez que experimentaba algo así, aunque no lo hiciera intencionadamente.


—Si la princesa ha sido protegida con tanto esmero, si ha sido rodeada solo de cosas buenas, si ha sido salvaguardada con tanta rigurosidad…

—……

—Entonces, lo que intento decir es que… quizás sea aún más peligroso.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Dylan dejó de escuchar. Era un sonido terrible.

Sin embargo, sus pasos, que al principio solo lo alejaban de la escena, comenzaron a acelerarse poco a poco. Para cuando se dio cuenta, ya estaba corriendo. Como si el instinto del Gran Duque se hubiera contagiado en él.


—¡Su Majestad!

—¡Aaaah!


Y cuando abrió la puerta de la sala de parto, lo primero que se clavó en sus oídos fue el agudo grito de Charlize. Cuando dio a luz a Kaleon, también sufrió un dolor de parto insoportable. No era la primera vez que Dylan escuchaba un grito suyo.

Pero esta vez no era por eso.


—¡Su Majestad, algo está mal! ¡La emperatriz está en peligro!


Palabras que nunca deberían haber sido pronunciadas llegaron hasta sus oídos.

Las damas de compañía sollozaban, pisoteando el suelo con desesperación, mientras el médico lo miraba y gritaba.

En el breve tiempo en que se había ausentado…


—¡Debe elegir, Su Majestad! ¿La princesa o la emperatriz?


¿Qué había pasado?


—Si esto sigue así, ambas morirán.


Pero estaban sanos.

Hasta hace un momento, todo estaba bien.


—Por favor… salva al niño, Dylan… al niño…


¿Por qué estás llorando?

Un zumbido sordo llenó sus oídos. Su mente quedó en blanco.

Apartó a los médicos y corrió hacia Charlize, sujetando su mano con fuerza. Su piel estaba fría, como aquella vez, cuando la Séptima Concubina murió. Ese mismo frío se extendió hasta lo más profundo de su pecho.

'Esto no tiene sentido'

¿Su obsesión por protegerla la había puesto en peligro?

No. No podía ser.

Incluso si hubiera conocido la historia de la anciana antes, incluso si hubiera hablado con Ronan a tiempo, la causalidad habría buscado otra forma de hacer sufrir a Charlize.

'No puedo perderla ahora. No ahora. No así'

¿Qué había hecho mal? ¿Qué había pasado por alto? ¿Había sido imprudente? ¿Estaba pagando el precio?

Por mucho que se lo preguntara, Charlize no volvería a sonreírle de repente.

Sintió un déjà vu. No era la primera vez que veía morir a alguien que amaba.

Cuando era el decimotercer príncipe, Dylan estuvo presente en los últimos momentos de la Séptima Concubina. Y después, durante el funeral, fue Charlize quien le tendió la mano.

Por eso… esta escena, este sentimiento, era su peor pesadilla.

Incluso cuando su corazón se hundía, Dylan solo miró a Charlize con ternura. Escuchó atentamente.


—¿Charlize…?


Su voz era tan débil. Apenas podía oír su respiración.


—¡Su Majestad! ¡Debe elegir!


Pero ya no podía oír nada más.

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