HDH 891




Hombres del Harén 891

Regreso (FIN)





—¿Otra vez pelean?


Latil, que había vuelto temprano y decidió aprovechar el tiempo restante para trabajar, se llevó las manos a la nuca al escuchar el informe de que los miembros del harén estaban discutiendo otra vez.


—¿Y ahora qué pasó?


Como ya había terminado sus tareas, se levantó de un salto.


—¿Quiénes son? ¿Klein?


El sirviente respondió con una sonrisa incómoda:


—No. Es Sir Meradim y Sir Girgol.

—¿Otra vez esos dos…?


Latil soltó un gruñido, exasperado, pero de pronto sus ojos se abrieron como platos.


—¿Girgol? ¿Girgol está peleando?


¡Pero si Girgol se había ido con el Gran Maestro y ni siquiera estaba aquí!

El sirviente no sabía que Girgol se había marchado después de avisar. Después de todo, Girgol era conocido por desaparecer sin decir nada.

Además, como Meradim y Girgol solían andar por ahí discutiendo a cada rato, el sirviente, al ver la reacción de la Emperador, se sobresaltó aún más y respondió atropelladamente:


—S-sí.

—¿Dónde?

—En el invernadero…...


Latil salió corriendo antes de que el sirviente terminara la frase. Iba tan rápido que los cortesanos que pasaban ni siquiera tuvieron tiempo de saludarlo.

Al abrir violentamente la puerta del invernadero, se encontró con flores en plena floración por todas partes. El aroma intenso de las flores lo envolvió como una explosión, y por un instante, contuvo la respiración.

Latil había evitado entrar aquí desde que Girgol se fue, por miedo a extrañarlo aún más. Solo Zai'or había estado cuidando el lugar, entrando ocasionalmente cuando necesitaba algo.

Pero ahora, tras meses sin visitarlo, el invernadero estaba repleto de flores primaverales. Al respirar lentamente, la fragancia densa pero suave llenó sus pulmones.

'¿Acaso Zai'or arrancó todas esas plantas raras y flores de cabeza? ¿Por qué solo hay flores normales?'


—¿Tanto han crecido las flores que ni siquiera se ve la casa de Girgol al fondo del invernadero?


Además, le habían dicho que Meradim y Girgol estaban peleando, pero no se escuchaba ningún ruido de discusión.

'¿Ya terminó todo?'

Latil avanzó paso a paso entre las flores, mirando distraído aquellas gigantescas nubes algodonosas de pétalos.

De pronto, un ramo de flores rozó su brazo con suavidad.

Al volverse, vio un enorme ramo... o mejor dicho, a alguien cuyo rostro estaba completamente oculto tras él.


—¿Girgol? ¿Eres tú, Girgol?


Aunque preguntó, el ramo no se movió.

Pero no necesitaba una respuesta para saber quién era. En las cinco manos que sostenían el ramo, brillaban los anillos que Latil le había regalado.

Su corazón comenzó a latir con fuerza. Lentamente, empujó el ramo hacia abajo. A medida que las flores cedían, unos ojos risueños fueron revelándose.


—¿Qué tal has estado, Jovencita?


Latil arrojó el ramo a un lado y lo abrazó con fuerza.


—¡¿Dónde te habías metido?! ¡¿Por qué tardaste tanto en volver?!


Aunque estaba feliz de verlo, la voz le salió cargada de reproche.

Una fuerza desobediente y poderosa atrajo todo el cuerpo de Latil hacia él, haciéndolos tambalear.

Antes de darse cuenta, Latil había derribado a Girgol sobre el lecho de flores. Su cabello y el blanco de su abrigo se esparcieron entre los pétalos.

Recostado sobre aquel mar de flores, Girgol acarició con sus manos engalanadas de anillos la mejilla, la oreja y el borde de los ojos de Latil.


—Te extrañé. ¿Y tú, señorita?

—Yo te pregunté primero. ¿Dónde estuviste? ¿Qué hiciste? ¿Por qué tardaste tanto?

—¿Acaso ese pajarito no te dio mi mensaje?


Girgol sonrió con una dulzura inquietante mientras Latil lo interrogaba. Era evidente que, si el grifo no había transmitido el mensaje, habría problemas.


—Me dijeron que te fuiste con el Gran Maestro.


Latil contuvo sus preguntas y respondió a regañadientes.


—Así es. Vaya, por una vez sí cumplió.


Solo entonces Girgol alzó las comisuras de sus labios y, con el pulgar, levantó también las de Latil.


—¿Por qué esa cara triste? ¿No estás contenta de que haya vuelto?

—Pensé que habías desaparecido para siempre.

—Parece que, al final, ese pájaro no te dijo nada...

—¿Así que ahora eres más fuerte?


Cuando Girgol intentó incorporarse, Latil presionó con fuerza sus hombros, haciéndolo volver a caer sobre el lecho de flores. Girgol parpadeó, fingiendo sorpresa.


—Parece que la Jovencita ha ganado fuerza.

—¿Fuiste tras el Gran Maestro todo este tiempo? ¿Has vuelto para quedarte?


Latil le acarició uno a uno los anillos en los dedos mientras preguntaba, pero esta vez su voz sonaba más vulnerable.


—Ahora te toca responderme a ti.


Cuando le dio esos anillos, creyó que se quedaría a su lado. Pero después de verlo marcharse sin dudarlo, seguido del Gran Maestro, pensó: "¿De qué sirven estos anillos?" Aunque, ahora que había regresado, tal vez sí tenían algún propósito.

Girgol, inusualmente dócil, respondió:


—Fui a ver qué hacía.

—Ajá.

—No hacía nada interesante, así que me aburrí y volví.


Latil soltó una risa.


—¿Qué significa "nada interesante"?

—Vivía en una casita. Cultivaba hierbas solo.


Latil recordó la humilde cabaña donde Arital, el Gran Maestro y Siphisa solían quedarse. ¿Habría estado allí?


—Ya veo.


Mientras murmuraba, fingiendo indiferencia, Girgol le mostró la única mano sin anillos.


—A veces debo ir a asegurarme de que se porte bien. Pero ahora, si ese tipo se mueve, sabré adónde va.


¿Había usado los anillos para rastrearlo? Latil sintió curiosidad, pero no preguntó. En cambio, arrancó un tallo floral y lo enrolló alrededor del dedo vacío de Girgol, como un anillo improvisado.

Pero el frágil aro de flores parecía demasiado débil para sus largos dedos. Esas pequeñas flores aferrándose a su piel se veían tan vulnerables como las promesas entre ellos.

Al verlo, el corazón de Latil se encogió.


—Aunque te vayas de vez en cuando… ¿seguirás volviendo, verdad?


Girgol observó el torpe anillo de flores, inclinó la cabeza y, de pronto, lo arrancó y se lo llevó a la boca, masticándolo con una sonrisa. Luego, besó la frente de Latil.


—Siempre lo he hecho, Jovencita. Solo que no te habías dado cuenta.
















⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















—Marqués Savlé. Ahora que Girgol ha regresado, informa a los consortes que cenaremos todos juntos.


Apenas volvió a su despacho, Latil, eufórica, dio la orden al Chambelán.

Este, que ni siquiera sabía que Girgol había desaparecido siguiendo al Gran Maestro, encontró curioso el entusiasmo de la Emperador. Pero, obedeciendo, envió mensajeros a cada uno de los consortes para comunicarles el deseo de Su Majestad.

Latil, radiante de alegría, se dirigió a sus aposentos.

'Hoy es un día especial, debería vestirme con esmero. No, espera... Si llego tarde, los mejores asientos podrían convertirse en un campo de batalla otra vez'

Sin embargo, el pensamiento fue breve. Recordó cómo, en su ausencia, los consortes solían terminar peleando, así que desistió de cambiarse de ropa y fue directamente a buscar a Tasir.


—¿Ya se marcha, Su Majestad?


Tasir, sorprendido, miró su reloj mientras se ajustaba la chaqueta.


—Faltan todavía 30 minutos.

—Es que van a pelear.

—Ah... Sin duda lo harán.


Asintiendo resignado, Tasir se vistió de nuevo con su atuendo de trabajo y siguió a Latil.

Sus esfuerzos dieron fruto: al llegar al comedor, solo estaban ellos dos.


—Perfecto. Hoy cenaremos en paz.


Aliviada, Latil ocupó el lugar principal de la mesa. Tasir, como Esposo Oficial, tomó asiento naturalmente a su derecha.

Pasaron unos diez minutos antes de que Jaisin entrara en el salón. Al ver a Latil, sus ojos brillaron de alegría.


—¡Su Majestad! ¡Qué temprano ha llegado!


Tras confirmar que ningún otro consorte había llegado aún, Jaisin, eufórico, ocupó el asiento a la izquierda de Latil.

Tres minutos después, fue Klein quien apareció en el comedor.


—¿Eh? ¿Su Majestad ya está aquí?


Al ver a Latil, Klein se sorprendió, pero su ceja se torció al descubrir a Jaisin sentado junto a la Emperador.

Él había planeado llegar temprano para asegurarse ese lugar. Que Jaisin se le hubiera adelantado le resultó profundamente molesto.

Claro que, si algo le molestaba, siempre podía solucionarlo.


—De haber sabido que Su Majestad vendría tan pronto, yo también habría llegado antes.


Klein, con una sonrisa dulce como la miel, se acercó, empujó a Jaisin sin miramientos y ocupó su silla.

Jaisin, desplazado en un abrir y cerrar de ojos, parpadeó confundido mirando al vacío antes de entender la situación. Cuando por fin reaccionó, abrió la boca para protestar... pero, desanimado, optó por cambiar de sitio sin oponer resistencia.

Klein, indiferente al drama, le lanzó a Latil una sonrisa radiante.


—Klein... ¿Qué crees que haces? Jaisin llegó primero.


reprendió Latil, justo cuando Ranamoon entraba al comedor.


—Klein. Levántate.


Latil saludó a Ranamoon con un gesto mientras insistía. Klein, refunfuñando, obedeció...

...solo para que, en el instante en que se levantó, Ranamoon se deslizara con naturalidad en el asiento vacante, como si fuera su derecho divino.


—......


Latil quedó boquiabierto. Miró alternativamente:

El rostro imperturbable de Ranamoon.

La mueca indignada de Klein, que había perdido su lugar dos veces en un minuto.


—¿Cree que pelearán?


preguntó Tasir, doblando su servilleta con deleite (su puesto a la derecha de la Emperador era inquebrantable, después de todo).


—¿Por qué lo haríamos?


Ranamoon arqueó una ceja, fingiendo inocencia.

Latil abrió y cerró la boca como un pez, luego miró a Jaisin, quien ahora tenía la frente literalmente pegada a la mesa en actitud derrotista.

La Emperador dudó: ¿ordenar a Ranamoon que se levantara? Pero... ¿y si era sincero? ¿O esto era otro movimiento calculado?

Mientras deliberaba, Sonnaught entró al comedor y, sin ceremonias, se plantó en el espacio entre Ranamoon y Latil.


—¿Su Majestad me necesita?


preguntó erguido, como si no fuera un muro humano interrumpiendo la cena.


—¿Planeas... pararte ahí?

—Prefiero estar de pie. Así estoy cómodo.


Ranamoon frunció el ceño.


—Resulta incómodo comer con alguien bloqueando la luz. ¿O acaso eres un candelabro decorativo?

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo?


Cuando Sonnaught respondió con total seguridad, el rostro frío de Ranamoon mostró una ligera grieta.

Pero antes de que los dos pudieran enzarzarse en una verdadera discusión, Kallain apareció de la nada. Sin que nadie notara cuándo había llegado, observó el enfrentamiento entre Sonnaught y Ranamoon y, sin decir palabra, empujó a un lado la silla de Ranamoon.

Lo hizo con tanta fuerza que, a pesar de que Ranamoon aún estaba sentado, la silla se deslizó suavemente sobre el suelo, como si estuviera sobre hielo.

Ranamoon, furioso, estuvo a punto de protestar, pero antes de que pudiera decir nada, Kallain también empujó a Sonnaught a un lado.

Luego trajo otra silla y la colocó junto a Latil.

Tasir se sujetó el estómago, apoyando la frente sobre la mesa mientras trataba de contener la risa.

Latil, en cambio, decidió mantenerse en silencio para ver hasta dónde llegarían.

Pero justo en el momento en que Kallain, el aparente ganador, se sentó triunfalmente en la silla… él y su asiento desaparecieron por completo.

En su lugar, ahora estaba Gesta.


—¡¿Dónde lo enviaste, Gesta?!


Latil, sin poder aguantar más, se levantó sobresaltada. No era lo mismo simplemente empujar a alguien a un lado que hacer que desapareciera del comedor.


—Si adivinas, te lo devuelvo.


Conde Lancaster respondió con tono burlón, sin el más mínimo atisbo de remordimiento.

Latil sintió que la sangre le subía a la cabeza y se llevó una mano a la nuca.

'Estos desgraciados…'

En ese momento.


—¿Todos se reunieron solo para darme la bienvenida?


La voz de Girgol sonó a sus espaldas.

¿Y este cuándo llegó?

Tan pronto como Latil se giró, sorprendida, Girgol la levantó en brazos de un solo movimiento y se echó a reír.


—Pero prefiero estar a solas con mi querida Jovencita.


En otro momento, Latil habría disfrutado un poco de su efusiva muestra de afecto.


—Bájame.


Pero, después de la interminable disputa por los asientos entre sus consortes, Latil estaba tan furiosa que solo pudo ordenar con una expresión seria.

Al notar que su rostro no tenía ni una pizca de diversión, Girgol chasqueó la lengua y la dejó en el suelo.

'Siempre lo mismo. Da igual si llego temprano o tarde, aquí siempre hay una pelea'

Mientras se frotaba las sienes, Latil miró alrededor y contó a los presentes. Al verificar quiénes habían llegado, notó una ausencia.


—¿Y Meradim?


Preguntó a uno de los cortesanos que estaba cerca de la entrada.

Tasir fue quien respondió.


—Ah… Dijo que no vendría porque no quería ver a Girgol.


'¿Es en serio? ¿Es que todos hacen lo que les da la gana?'

Latil suspiró, sintiendo que su paciencia estaba a punto de agotarse. Entonces vio que Girgol seguía de pie junto a ella y se dirigió a Gesta.


—Gesta, hoy la cena es en honor a Girgol, así que dale el asiento junto a mí. Y trae de vuelta a Kallain.


Tan pronto como terminó de hablar, Gesta se levantó de inmediato.


—Está bien… Pero mi corazón está herido, así que me iré antes…


Sin esperar respuesta, salió del comedor de inmediato.

Latil lo vio marcharse con la boca entreabierta, mientras Tasir se mordía los labios para contener la risa.

Girgol, por su parte, se sentó en su nuevo asiento con una gran sonrisa.


—Este lugar sigue igual.


Latil se masajeó la frente palpitante y, forzando una sonrisa, asintió levemente.

Luego negó con la cabeza y, mirando a los sirvientes que estaban congelados en su sitio con expresiones aterrorizadas, ordenó que trajeran la comida.

'Sí… Enfadarse solo me agota más. Así es como deben ser los Hombres del Harén, ¿no?'



<FIN>


Asure: Buenas madrugadas chiques, segun la pagina de Naver, hasta el cap. 891 (Historia principal) termina la versión libre .... Los siguientes capítulos (Extras) es paga .... cualquier cosa se estara publicando en el chat grupal
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