LA VILLANA VIVE DOS VECES 382
El sueño de la mariposa (49)
—¡Señorita, despierte!
—Mmm… uuung…...
Alice corrió las cortinas de par en par. Artizea enterró el rostro en la almohada y dejó escapar un quejido lastimero.
—Vamos, levántese. A partir de hoy, sin importar lo que pase, dijo que iría temprano por la mañana al campo de entrenamiento.
—Mmm…...
—Anoche se quedó leyendo hasta tarde otra vez, ¿verdad?
—No… tan tarde…...
—Voy a tener que pedir que apaguen todas las lámparas de su habitación después de las nueve de la noche. Si no duerme lo suficiente a su edad, no crecerá bien.
Incluso sentada en la cama, con los ojos entrecerrados, Artizea respondió sin energía:
—Mmm…...
No era que no intentara dormir temprano, pero aunque lo hiciera, despertarse en la mañana seguía siendo igual de difícil.
Se levantó tambaleándose y fue a la habitación contigua, donde ya la esperaba un recipiente con agua tibia para lavarse.
Después de mojarse la cara y las manos, se sintió un poco más despierta. Alice, que había abierto todas las ventanas, la siguió y la hizo sentarse en la silla del tocador.
—Le ataré el cabello en un moño alto. De todos modos, va a bañarse después.
—Mmm…...
Artizea respondió con voz adormilada. Alice sonrió al verla.
—Ya que ha tomado la decisión, debe esforzarse. El joven maestro también está en el campo de entrenamiento ahora.
Artizea bostezó y trató de abrir bien los ojos. Lo sabía perfectamente.
Después de que Alice terminó de atarle el cabello, miró el reloj: eran las siete de la mañana. Cedric aún debía estar en el campo de entrenamiento.
Se apresuró a ponerse su ropa de ejercicio y salió.
—¡Ánimo, señorita!
Alice la despidió agitando la mano.
Artizea Rozan tenía trece años.
Su prometido, que siempre había sido maduro para su edad, ya tenía dieciocho. Para una niña de ocho años, alguien de trece era como un amor platónico y distante, pero para una de trece, alguien de dieciocho parecía demasiado lejano.
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El campo de entrenamiento privado de Cedric, ubicado dentro de la mansión, no era muy grande, pero era más que suficiente para su uso personal.
Desde que abrió los ojos en este cuerpo a los trece años hasta ahora, nunca había faltado a su entrenamiento matutino, salvo cuando estaba en altamar. Sabía bien que, en cualquier situación, lo único en lo que podía confiar plenamente era en su propio cuerpo.
'No sería incorrecto llamarlo un pasatiempo'
Las personas tienden a querer hacer lo que se les da bien y evitar lo que les cuesta. Además, para él, fortalecer su cuerpo era como recorrer un camino que ya había transitado antes, lo que hacía que el proceso fuera mucho más eficiente.
—¡250!
El escudero que contaba a su lado gritó el número. Cedric dejó la gran espada que sostenía y tomó la toalla que le ofrecían para secarse el sudor del rostro y la nuca.
Desde que se terminó de equipar el campo de entrenamiento, había permitido a Artizea y a Lysia usarlo si querían. Lysia lo visitaba con frecuencia, pero Artizea casi nunca venía, salvo en los días de lluvia, cuando caminaba en círculos por allí.
Bueno, era normal que no quisiera hacer algo en lo que no era buena. Cedric tampoco esperaba más de ella.
Aun así, estaba más saludable de lo que él recordaba. Ahora podía bailar con facilidad e incluso saltar la cuerda. Aunque su coordinación seguía siendo baja y a veces se volvía torpe y lenta, al menos su resistencia había mejorado. Incluso había aprendido a montar a caballo.
Pero, a diferencia de la danza o la equitación, los ejercicios de fuerza parecían no interesarle en absoluto.
'Debería invitarla a montar a caballo esta semana, si tengo tiempo'
Justo cuando pensaba eso, la puerta del campo de entrenamiento se abrió un poco, y Artizea asomó la cabeza.
—¡Ah!
Su rostro mostraba sorpresa. Cedric sonrió y, como ya era costumbre, le extendió la mano.
—¿Dormiste bien? Te has levantado temprano.
—¿Durmió bien, señor?
Artizea se acercó con el rostro ligeramente sonrojado. Su cabello estaba recogido en un moño alto, lo que indicaba que hoy venía con determinación. Su ropa de entrenamiento, en cambio, parecía casi nueva.
—¿Vienes a ejercitarte?
—Sí. H-hoy empezaré a entrenar temprano por la mañana.
—Buena decisión. ¿Quieres comenzar con unos estiramientos?
Cedric ya estaba por terminar su entrenamiento, pero no podía desaprovechar esta valiosa oportunidad.
Artizea, aún con las mejillas rojas, respondió:
—N-no se preocupe. Lo haré sola. No quiero interrumpirlo.
—No es una molestia. Vamos, empecemos con el calentamiento.
Artizea sintió ganas de llorar. Su plan era simplemente observar a Cedric entrenar mientras saltaba la cuerda, nada demasiado exigente. No es que no quisiera esforzarse, pero tampoco esperaba ser sometida a un entrenamiento tan riguroso.
Sin embargo, ya fuera porque Cedric no lo notaba o porque lo hacía a propósito, la hizo sentarse en el suelo y empezó a estirar sus extremidades con firmeza.
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Antes de que el día realmente comenzara, Artizea ya estaba exhausta y arrastrando los pies de regreso a su habitación.
Alice, al verla en ese estado, no pudo evitar reír.
—¿Fue difícil?
—… Creo que voy a morir…
Sus articulaciones parecían a punto de romperse. No, tal vez realmente se habían roto.
Habían acordado verse en el campo de entrenamiento a la misma hora mañana. Cedric mencionó que como ese era el momento en que terminaba su propio entrenamiento, podría ayudarla todos los días.
Artizea sentía una mezcla de alegría y desánimo. No, más que eso, sentía miedo.
Pero Alice, que sabía que el joven maestro no la había obligado a hacer más de lo que podía, solo sonrió.
—Es solo el cansancio por el sudor. Después de un buen baño, se sentirá mejor.
—Mmm… Gracias…
Artizea se dirigió al baño, donde Mary ya la esperaba.
—Buenos días, Mary. ¿Dormiste bien?
—Buenos días, señorita. ¿Es cierto que hoy hizo ejercicio?
—Sí…
—¿Por qué está tan desanimada?
—Lord Cedric es demasiado estricto…
Durante los últimos cinco años, Artizea había sido una joven obediente y responsable, pero la única tarea que seguía evitando era el entrenamiento físico. Mary, al escucharla, sonrió.
—Lo hace porque se preocupa por usted.
—Lo sé…
Artizea se sumergió por completo en la bañera de agua caliente y murmuró:
—Creo que Cedric aún me ve como una niña…
Si no fuera así, no la sujetaría con tanta facilidad ni la forzaría a hacer esos estiramientos sin ningún tipo de reparo.
Mary reprimió una risita. Sabía perfectamente cuánto apreciaba Cedric a Artizea, pero no creía que un chico de dieciocho años tomara tan en serio a una niña de trece. Después de todo, la había cuidado casi como a una hermana menor desde que ella tenía ocho años.
—Cuando sea toda una señorita, las cosas serán diferentes.
—Quiero crecer rápido…
Artizea murmuró, algo que repetía con frecuencia, aunque la razón variaba cada vez.
—No hay prisa. Aún tiene mucho por aprender y muchas cosas por hacer. ¿Quiere que le lave el cabello?
—No, puedo hacerlo sola.
—Entonces la esperaré afuera. ¿No tenía planes de ir a la universidad hoy?
—Sí, tengo una cita con el profesor Nivea.
—Entonces prepararé un atuendo adecuado.
Cuando Mary salió, Artizea permaneció un poco más en la bañera, dejándose relajar por el agua caliente. Tal como había dicho Alice, después de eliminar el sudor y calentar sus músculos, se sintió un poco mejor.
Al revisar el reloj, decidió salir del baño y se envolvió el cabello en una toalla. Cuando abrió la puerta, Alice ya la esperaba con un peine en la mano.
—Alice, ¿no llegarás tarde? Tienes clases, ¿no?
—Todavía tengo tiempo. Solo quería secarle el cabello antes de irme.
—No puedes llegar tarde. Ve de una vez.
Artizea la apresuró.
—No se preocupe. Desde este mes, solo tengo dos clases. Me graduaré en la primera mitad del año.
Alice había estado asistiendo a la escuela gracias al apoyo de Cedric desde los doce años.
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