LESVAC 244

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La Emperatriz se volvió a casar 244

Todos se devanan los sesos



Duque Elgy estaba desconcertado por la desaparición de Heinley.

'Desapareció justo después de decirme que pensaba responder a la Alianza.'

Como Navier no le dio detalles precisos a Elgy, el contexto debía de ser de carácter confidencial... 

'¿Acaso se había marchado para borrar las pruebas de su implicación en el fenómeno de la disminución del maná?'

Esa era una de las razones por las que Navier podría ocultar la información. Además, Heinley le había pedido ayuda una vez para recuperar las piedras de maná. Sin embargo, todavía era difícil determinar cómo desapareció Heinley. O en qué situación se encontraba ahora. Sobre todo porque Elgy sabía que, para empezar, no sería fácil atrapar a Heinley.

En ese momento, escuchó unos pasos silenciosos cerca. También sintió una mirada sobre él. Al levantar la cabeza, Elgy vio a una joven que le resultaba familiar. La había visto en el Imperio Oriental. Seguía a Navier en ese entonces. 

'¿La trajo aquí Navier?'

Aunque recordaba su cara, no podía recordar su nombre. De hecho, ¿alguna vez había oído su nombre?

En cualquier caso, no tenía motivos para actuar como si se conocieran. Se limitó a sonreír y asentir, como si fuera una completa desconocida.

"Odiaba a Rashta más que a nadie en el mundo entero. Ahora mira quién está aquí. Alguien a quien odio aún más." 

El comentario sarcástico le sorprendió.

'¿De qué está hablando?'

Elgy se detuvo y miró hacia atrás. La joven le miraba fijamente, con los puños apretados. La joven le miraba fijamente, con los puños apretados. 

"Eres repugnante."





El Duque Elgy parpadeó, asombrado.

"¿Me estás hablando a mí?"

"¿Acaso hay alguien más aquí?" 

Ella miró a su alrededor.

"¿Quién eres?"

"Rivetti Rimwell."

En cuanto oyó su nombre, le vino a la mente. Rashta había soltado maldiciones sobre ese nombre muchas veces. La hija del Vizconde Roteschu. ¿Se había enterado de que él llevó a Ahn al templo durante la prueba de sangre?

"La Señorita Rashta estará encantada de oír eso. Se lo haré saber cuando me reúna con ella en el infierno."

El Duque Elgy respondió con calma. Realmente no le había molestado. Se dio media vuelta y siguió caminando.

Rivetti se quedó mirando su espalda, confundida.

***

Después de recibir la noticia de que Bohean Azul se había puesto del lado de la Alianza, llegaron más noticias. Esta vez, se trataba del pronto regreso de los equipos de comercio de Luipt.

El día en que los equipos llegaron a la capital, en vez de recibirlos en el palacio, decidí salir al camino de los carruajes y darles la bienvenida directamente.

Ahora que Bohean Azul se había distanciado de nosotros, debía prestar más atención a Luipt, que muy probablemente se convertiría en nuestro aliado. Además, estos grupos de comercio habían emprendido un largo y arriesgado viaje por nosotros.

Sin embargo, no fui la única que fue a reunirse con los equipos de comercio. 

"Estamos aquí porque este encuentro concierne a nuestros países. Pero, ¿qué hacen aquí todas estas personas?"

"Es nuestro primer comercio intercontinental."

Murmuró el Gran Duque Kapmen.

"Probablemente sienten curiosidad."

Los representantes de otros países se reunieron en el inmenso jardín para esperar la llegada de los equipos de comercio. Todos parecían deseosos de saber cómo había salido el comercio intercontinental. Cada uno informaría a su respectivo país, independientemente de si los resultados fueran buenos o malos. Si fueran buenos, tal vez esos países querrían participar en el comercio.

Kapmen, como líder de la misión, debía redactar rápidamente un informe. Pero primero quería ver los resultados con sus propios ojos. Esperamos fuera a la hora estimada en que llegarían los equipos.

Pronto apareció un (el primer) carruaje.

"Guau!"

Exclamó alguien entre la multitud. Yo habría hecho lo mismo si hubiera estado sola.

¿Regresaron dos equipos a la vez, o se había duplicado el número de carruajes? Conté muchas más personas en este equipo que cuando partieron por primera vez. Y ni siquiera se habían visto todos los carruajes.

Incluso desde la distancia, me di cuenta del drástico aumento del número de personas en el equipo. ¿Por qué son tantos? Cuando el primer carruaje entró en los jardines, todos los embajadores y funcionarios estallaron en aplausos.

El primer carruaje rebosaba de alfombras con diseños inusuales. El de detrás contenía tesoros de oro y plata de innumerables formas y cofres deslumbrantes que pedían ser abiertos. Detrás, vislumbré muebles exóticos y alimentos que deben haber sido congelados por magia de hielo.

La forma en que llegaron los carruajes, dejando deliberadamente a la vista sus valiosos bienes de comercio, hizo que pareciera sacado de un cuento infantil.

"Han vuelto con más de lo que llevaron."

El Gran Duque Kapmen se quedó boquiabierto, con una expresión peculiar en el rostro. Vimos llegar uno a uno los enormes carruajes.

"¿Qué ocurre?"

"Viendo lo mucho que han traído, me pregunto si mi país ha salido perdiendo en esta negociación."

Por primera vez desde la desaparición de Heinley, me reí. Kapmen también se rió. Nuestras risas quedaron sofocadas por las exclamaciones y alabanzas de los embajadores y funcionarios extranjeros. Por fin, el líder del equipo de comercio bajó del tercer carruaje de la fila. Sonrió ampliamente mientras se acercaba a mí.

"¿Qué tal ha ido?"

"¡Fue espléndido! ¡Un gran éxito, Su Majestad!"

"¿De verdad?"

"Luipt tiene tanto interés en nosotros como nosotros en ellos. La familia real me ofreció toda la ayuda que pudiera necesitar. Pude hablar con comerciantes locales de allí...".

El líder se detuvo al notar la multitud de personas atentas a lo que decía. Miró a su alrededor y sonrió,

"Se lo explicaré con más detalle más tarde."

***

"¿Dónde está el Gran Duque Kapmen?" 

Desde ayer, el Gran Duque estaba ocupado preparando su informe sobre el equipo de comercio. Habló brevemente con el cochero de cada carruaje y luego se fue deprisa a trabajar. Al día siguiente, intenté encontrarlo para felicitarlo, pero no pude.

Su ayudante parecía exhausto cuando me recibió en la puerta del Gran Duque.

"Ahora mismo, está reunido con embajadores de otros países. Ya no recuerdo con cuántos más se ha reunido. Le visitan embajadores de todas partes."

Esos embajadores debieron darse cuenta, una vez que vieron los carruajes repletos, de que los productos exóticos y desconocidos animarían a las personas a abrir sus carteras.

"Dile que vine a verlo."

Por ahora, no debía entrometerme en sus asuntos.

"Um, ¿Su Majestad?"

"¿Tienes algo que decirme?"

"Sí. El Gran Duque me pidió que le dijera que no importa qué ofertas presenten los embajadores de otros países, no olvidará la promesa de Luipt al Imperio Occidental. Tiene derechos exclusivos de intermediación y recibirá la parte prometida."

"Gracias por decírmelo."

Había estado sumamente preocupada desde la traición de Bohean Azul. Pero fue un alivio que las cosas con Luipt fueran mejor de lo esperado.

Sin embargo, el canciller pareció preocupado incluso después de que le expliqué la situación.

"Su Majestad, si el Gran Duque Kapmen insiste en bloquear el comercio con otros países y los fuerza a pasar por el Imperio Occidental, ¿no perderán los demás países el interés por Luipt y comerciarán en cambio con otros países del Continente Hwa?"

Sacudí la cabeza.

"Eso no sucederá. Luipt es el país más amistoso del Continente Hwa. Los otros no tratarán con el Continente Wol."

"¿Estás seguro?"

Murmullos circulaban por el palacio del Imperio Oriental.

"Sí. Mientras caminaba con normalidad, de repente miró a un lado y empezó a susurrar. Actuaba como si hubiera alguien a su lado."

Cada vez más funcionaron se reunían para escuchar la historia.

"Eso da miedo. ¿Dijo algo el médico del palacio?"

"Lo negó, diciendo que no pasaba nada."

"¿Podría ser realmente una maldición?"

Algunos de los funcionarios se estremecieron.

"¿Qué maldición?"

"La maldición de la Señorita Rashta."

De repente, alguien se acercó y tosió. Todos los funcionarios se sobresaltaron. Sus bocas se cerraron tan pronto vieron al secretario del emperador. Un funcionario hizo una reverencia de saludo, y el resto siguió su ejemplo.

El secretario frunció el ceño.

"Cuidado con lo que dicen. No difundan tonterías."

Palidecieron e hicieron una reverencia más profunda. Debían tener cuidado con lo que decían sobre el estado emocional del emperador. Especialmente si realmente se encontraba mal.

"Pueden retirarse."

El secretario sacudió la mano y los funcionarios se dispersaron rápidamente. Ya solo, el secretario los observó marcharse, luego dio media vuelta y siguió su camino, hacia el lugar donde tradicionalmente se reunían todos los secretarios.

El Marqués Karl ya estaba allí, caminando de un lado a otro con las manos en la espalda. Parecía preocupado. Cuando apareció el Conde Pirnu, el Marqués se apresuró a acercarse a él.

"¿Cómo está?"

"Sigue diciendo disparates de vez en cuando."

El Conde Pirnu sacudió la cabeza.

"Esta vez lo oyeron más personas. Todos los funcionarios lo encuentran muy extraño."

El Conde Noreille, que había llegado primero, se masajeó la frente.

"Era mejor cuando tenía doble personalidad. Al menos era consciente de su condición y hacía lo posible por ocultarlo."

Sovieshu se había desmayado hacía unos días. Cuando volvió en sí, había recuperado la memoria. Pensando que el emperador se había curado, los secretarios se sintieron aliviados. Pero pronto, surgió otro problema.

El Emperador Sovieshu cumplía con todos sus deberes, pero con frecuencia se detenía en mitad de una conversación y miraba fijamente al vacío, o empezaba a murmurar como si hablara con una persona a la que nadie podía ver. Su comportamiento aterrorizaba a todos los que lo presenciaban.

Antes, los secretarios podían ocultar la pérdida de memoria y la doble personalidad del emperador.

Pero ahora, sus problemas se presentaban aleatoriamente en cualquier momento o lugar. Era impredecible, su condición imposible de ocultar. Al menos cumplía con sus obligaciones diarias, pero en esta condición no podía ocuparse de ningún asunto relacionado con otros países.

E incluso si su trabajo diario había ido bien hasta ahora, ¿por cuánto tiempo continuaría siéndolo? ¿Y si, durante un ataque de nervios, firmaba un documento escandaloso? Los potenciales problemas eran astronómicos.

Sin embargo, éstas eran sólo cuestiones secundarias. El mayor problema era que no podía realizar audiencias, uno de los deberes más importantes de un emperador.

La mayoría de los ciudadanos y visitantes extranjeros sólo veían al emperador una vez en la vida. Sólo disponían de una fracción de segundo en sus audiencias para juzgarlo. Si el emperador actuaba de forma extraña e incomprensible, dañaría irremediablemente su reputación.

"Esto es serio. ¿Por qué Su Majestad tuvo que sufrir esta condición ahora?"

"Incluso si Su Majestad se ocupa personalmente de los deberes importantes, es necesario que alguien se ocupe de los asuntos menores y de los temas internacionales."

"Estoy de acuerdo. Pero para que se recupere por completo, no debería trabajar demasiado. Necesita descansar."

Añadió el Marqué Karl. Entonces los secretarios se miraron y suspiraron.

"Veamos cómo evoluciona la situación por ahora."

Dijo finalmente el Conde Pirnu.

"Su Majestad aún no lleva mucho tiempo en este estado."

***

Sovieshu se detuvo frente al caballete y movió lentamente el pincel. Dorado. Escarlata. Blanco. Llenó el dibujo esbozado con los colores que quería. Eventualmente, dejó el pincel y cerró los ojos. Inclinó la cabeza hacia el techo y respiró hondo.

'Extraño.'

Podía ver el rostro de la niña delante de él, mirara donde mirara. Pero cuando intentaba pintarla, todas sus expresiones se superponían— sonreía, lloraba, fruncía el ceño— lo que le impedía dibujarla. Todo lo que podía reproducir eran dos impresiones: carmesí y dorado.

Un pensamiento repentino cruzó la mente de Sovieshu.

'Navier. Te llevaste al primogénito de Rashta contigo. ¿En qué estabas pensando?'

Obviamente, Navier odiaba más a Rashta y a su segundo hijo, pero nunca se había involucrado con el primogénito de Rashta. ¿Por qué rastrear a Ahn y llevarlo al Imperio Occidental?

A Sovieshu le dolía el corazón. De alguna manera, los dos se habían distanciado tanto que ya no podía comprenderla. Cuando planeó por primera vez recuperar a Navier, pensaba que la conocía mejor que nadie en el mundo. Ahora, su ego había sido tirado al suelo y pisoteado.

Asintiendo con decisión, Sovieshu se levantó.

Todo se reducía a sus pensamientos, a su mente. Creía conocer a Navier, pero no era así. Creía haber manejado el asunto con Rashta lo mejor posible, pero aún sufría horribles ataques de culpabilidad.

Durante sus actividades cotidianas, Sovieshu intentaba no pensar en Rashta. De una forma u otra, no sentía nada. Pero cada vez que su mente divagaba, se sentía desorientado, casi como borracho. Era entonces cuando le remordía la conciencia. Oía su propia voz retumbar en sus oídos.

'¿No sientes lástima por Rashta?'

Era más fácil descifrar la realidad de la fantasía cuando estaba solo. A solas, sabía que todo lo que veía debía de ser una alucinación.

Sovieshu agarró la campana para convocar a los sirvientes y la hizo sonar. Una vez que entró un sirviente, hizo un gesto hacia el caballete.

"Retira estos materiales."

El sirviente hizo lo que le ordenó y se marchó. Ya solo en la habitación, Sovieshu se dirigió al escritorio, sacó algunos documentos y los extendió.

'Manos a la obra.'

Las cosas iban mejor cuando trabajaba. Vaciaba su mente, por lo que no tenía tiempo para pensar en recuerdos desagradables.

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