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Anillo Roto: Este matrimonio fracasará de todos modos 103

Sirenas y soldados (9)




Marquesa Barca le siguió, frunciendo ligeramente el ceño.


«¿Te ayudé y me ignoras?»

«Gracias»

«Mírate»

«Sé que tienes asuntos que atender, pero me temo que no puedo»

«Como siempre, Capitán Escalante, eres rápido de reflejos. Necesito un favor, no otra cosa»

«Ha.......»


Kassel se detuvo en seco, mirando a Marquesa Barca, luego movió la cabeza hacia Inés, como hipnotizado, después volvió a la Marquesa como si recobrara el sentido.


«¿Qué pasa?»


La Marquesa miró a un lado y a otro entre él y la distante Inés con una sonrisa cómplice, como si la cortesía se hubiera quedado en casa por hoy, luego se levantó sobre sus patas de urraca y le indicó con un gesto que se agachara.

Cuando Kassel se inclinó de mala gana, ella le susurró al oído.


«El ayuda de cámara de la residencia oficial»

«......?»

«Pues... ese apuesto joven que Inés dijo que trajo del Castillo de Pérez... ¿Cómo se llamaba?».

«Raúl Valán»

«¡Sí, Raúl Valán! ¿Puedes enviarlo esta tarde a la residencia Barca?»

«.......»

«Necesito que me lo prestes urgentemente»


Levantó la vista sin contestar. Había un atisbo de reproche en sus ojos cuando giró hacia la Marquesa. Como si le pidiera que pagara por los servicios de su criado. La Marquesa se encogió de hombros.


«Está en la Tercera Flota desde hace dos días. No volverá hasta dentro de una semana, sería un desperdicio. Además, es muy listo...... Nuestro mayordomo se pierde un cálculo de vez en cuando, quiero que Valan vuelva a mirar los libros»


¿Por qué aprovecharías la ausencia de tu marido para revisar los libros?

La acusación de traicionar al teniente coronel carecía de sentido para él, pues de todos modos ambos engañaban en público. Pero pedir un chupete es pedir un asalariado, al que Inés quiere como a su propio perro.......

Los perros eran superiores a la gente corriente, al menos en lo que respecta a Inés. Era molesto en lo que hacía cuando se aburría, a veces aún quería deshacerse de él, pero no hasta el punto de querer lanzárselo a una mujer de mediana edad como un chupete. Porque aunque él odiara verlo de pies a cabeza, era precioso para ella.......

Kassel se pasó la mano por las orejas como si no lo hubiera oído. Era la forma que tenía Ortega de decir: 'Me lavo los oídos porque lo que acabo de oír es muy sucio'


«No le haré ningún daño, daré al capitán y a su esposa una muestra especial de mi buena voluntad, pagaré generosamente al muchacho por su trabajo, te lo pediré prestado durante unos días»

«Le pago un sueldo. Es una suma considerable, así que no creo que necesite ingresos extra

«Eso lo decidirá Sr. Valan. Él también está interesado en mí, así que sería una agradable diversión... Y de todos modos, la mansión funcionaba bien antes del ayuda de cámara, ¿no?».

«Como quieras»

«¿Seguro...? ¿Quieres decir que puedo hacer lo que quiera con Valan?»

«Sí. Depende de ti. Le diré que huya»

«No hagas eso»

«Si no quiere que se lo coman, lo hará él mismo»


Y para sorpresa de Inés, tuvo el buen sentido de buscar primero a Raúl Valan, antes de arrancarle el trapo de Calstera. Si supiera que todo esto era por el bien de Inés....


«Huye»

«¿Qué?»


Pero era un sueño que no podía hacerse realidad, pues él no podía contarle lo que le habían hecho a su perro favorito.


«La Marquesa desea pedirte prestado a partir de hoy»

«¿A mí?»


preguntó Raúl, desconcertado, pero pronto se dio cuenta de las implicaciones y puso una cara sutil. No parecía demasiado sorprendido, pero se dio cuenta de que le habían ofrecido este tipo de cosas con bastante frecuencia.


«Los gustos varían, estoy seguro de que no eres el único....»

«¿Ayudaría a alguno de ustedes si fuera?»

«¿Ayudaría?

«Sólo un poco»


Kassel se sintió desconcertado por un momento ante la inesperada pregunta. ¿Hasta dónde llega este bastardo con la lealtad...?


«...Creo que decirle que huya sería una respuesta suficiente»

«Quieres decir que no eres de ayuda... Entonces no iré»


Habría dado gustosamente su cuerpo si hubiera podido ser de alguna ayuda. Miró un momento a Raúl Valan, desconcertado, aunque fue un gesto amable para evitar que le pillara el carruaje del Marqués en el boulevar.

Se sintió un poco competitivo, como era su costumbre, luego desechó la tonta idea, pues no podía vender su cuerpo de casado por Inés. Giró y vio a Verbeek aún inquieto al lado de Inés.

La maravillosa fuerza esclava de Raúl Valan volvió a quedar relegada al fondo de mi mente.

Teniente Verbeek, si se le podía llamar así, era sobrino de Conde Verbeek, dos rangos por encima de él, antiguo compañero de armas en la misma flota. Gracias a él, Kassel se enteró de mucha información que no quería saber. Por ejemplo, con cuántas mujeres casadas se había acostado Verbeek, cuántas «vírgenes» había recogido... No sabía las cifras, presumía de ello como si fuera un logro.

Hubo muchos días en los que me lavé las orejas en su cara para decirle que se callara. Las mujeres casadas y las señoritas inexpertas y jóvenes... dos categorías que Kassel siempre rechazaba, por mucho que lo cortejaran, eran el principal objetivo de Verbeek. El sonido de su voz, proclamando con orgullo con cuántas mujeres casadas había compartido lecho en una sola noche, era un trago amargo.

E Inés era la mujer casada más famosa de Calstera en aquel momento.

Cuando Kassel por fin volvió a acercarse a ella, había llegado al punto de pensar que tenía que rescatarla. Kassel Escalante también estaba seco como un hueso, de ninguna manera iba a enamorarse de alguien con ese aspecto.

Pero una cosa era mirarle así, otra muy distinta intentar flirtear sutilmente con él de alguna forma tácita. Me ensuciaré los ojos y los oídos.... Pero cuando Kassel dio el último paso, Inés se echó a reír inesperadamente.

¿Riéndose......?


«Ah, Escalante»


Lo que había sido un título acartonado en la Comandancia, ahora lo llamaba Inés, fingiendo ser mayor. Kassel le dirigió una mirada sarcástica, luego miró a Inés mientras le rodeaba la cintura con el brazo. Unos ojos claros le devolvieron la mirada, como si estuvieran inmersos en algo agradable.


«¿Ey?»

«¿He interrumpido tu agradable conversación?»

«Estábamos hablando de ti, Kassel»

«¿Qué historia?»

«Bueno... ¿de qué debería decir que estábamos hablando, Señora?»


Sonriendo, Verbeek le dedicó su característica mirada forzada. Obviamente, no tiene esos ojos de rueda cuando se ríe, pero se esfuerza por parecer inofensivo. Porque lo es.


«Se trata de las señoritas monas de aquí que solían esperarte todas las misas»


respondió Inés con ligereza, lo que hizo sonreír a Verbeek. Este hijo de puta.......


«¿Llevan casi medio año esperando a que vuelvas? ¿Por qué no se lo dices....?»

«Qué más da. Yo se lo diré»

«No puedes evitarlo, ¿verdad?, es su destino... incluso las mujeres, incluso los mismos hombres a veces le miran asombrados por su aspecto, no hay nadie que no le mire»

«Bueno, el teniente también es muy observador»

«¿Cómo me atrevo a compararle con el marido de la Señora....»


Verbeek era un zorro al que Kassel ni siquiera podía nombrar. Cuando Kassel le lanzó una mirada silenciadora, Teniente Verbeek apartó por completo la vista, fijándola en Inés.


«Por supuesto, nunca has sido intachable en ningún sitio, pero te avergüenzas de ti mismo con una palabra de elogio, es agradable oír palabras tan dulces de una mujer hermosa.......»


Dice que no hay quien no le mire, pero es un embustero. Hace años, desde antes de la academia, que compite unilateralmente con Kassel, pero esto lo deja claro.

Verbeek no pretendía joderle ahora, pero tenía muchas ganas de ver qué podía hacer con Inés.


«Verbeek, creo que veo a tu novia por ahí»

«¿Qué?»


Los ojos le recorrieron los dedos, como si tuviera más de un amante, Kassel aprovechó la pájara, arrastrando a Inés lejos sin mediar palabra y dirigiéndose en otra dirección.


«No te molestes en darme las gracias»

«...¿Por qué? ¿Darte las gracias por qué?»

«No escuches a ese inútil hablar de cosas inútiles. Está sordo»

«No fue tan desagradable»

«Espero que no te haya tocado en ningún sitio»

«.......»


Los ojos de Inés se abrieron de par en par, sorprendida, como si no hubiera esperado que la pseudoparanoia le saliera así. Kassel se apresuró a explicarse.


«No. No es una de esas cosas raras... babosas»

«¿No?»

«Ese pájaro... Verbeek es un poco baboso»


Por supuesto, tenía muchos pensamientos raros y babosos. Sobre todo estos días. Pero éste era enteramente culpa de Verbeek.


«¿Una mujer?»


preguntó Ines brevemente. Cuando Kassel asintió, volvió a preguntar, esta vez en silencio: «¿Como tú?» Inmediatamente se dio cuenta del gran salto que había dado.

Pero ésta era diferente de la otra. Eran tan diferentes...... que resultaba difícil explicar lo diferentes que eran. ¿La misma fregona, pero ésta gris claro y aquélla negra?

Si Kassel había pasado sus breves vacaciones en Mendoza rodando, Verbeek se pasaba la mayor parte del año en Calstera, donde estaba destinado, rodando como un poseso. Podías contar con una mano el número de oficiales que te dirían que se habían aprovechado de su hija soltera. Se necesitarían cien dedos para contar el número de oficiales a los que les han robado a sus esposas por poco tiempo. Las plebeyas, las criadas y las peonas también estaban implicados de alguna manera.

Para decirlo sin rodeos, es una auténtica mierda. Aun así, era una mierda de plato, él no podía tener peor aspecto. Kassel tragó con fuerza.

Había llegado el momento.


«Sr. Kassel. ¿Puedo hablar con usted un momento?»

«......Señorita Noriega»


Era María Noriega, una hermosa joven de pelo rubio. A diferencia de las demás señoritas, era la única a la que no podía ignorar.

La única nieta de su mentor, Coronel Noriega.


«Si no le importa, me gustaría que me presentara a una señora»


Era tan evidente que María Noriega estaba enamorada de él que casi resultaba una maldición, aunque no fuera inoportuna. Kassel estudió el rostro de Inés con confusión.

No creía que debiera ofenderse, pero ¿y si de lo que acababan de hablar.......?

......¿Te estás riendo?

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