La Emperatriz se volvió a casar 245
Heinley está llorando
"¡Quiero convertirme en un amante de Su Majestad!"
Me quedé mirando al Embajador del Reino del Norte, perpleja.
Laura resopló y se tapó la boca. Cuando la miré, se dio la vuelta rápidamente, fingiendo no reírse. La cara del embajador se puso roja. Aun así, no apartó la mirada de mí.
"Lo siento. No planeo tener amantes."
Más importante aún, ¿por qué pidió una cosa como esa? ¿Recibía Heinley peticiones así de concubinas potenciales? Probablemente no, ¿verdad? ¿Qué se supone que debo hacer?
A pesar de que rechacé al embajador con firmeza, seguía sintiéndome perturbada. Mientras caminaba de vuelta a mi habitación, Laura no podía contener su emoción.
"¡El Emperador debería haber estado aquí para presenciarlo! Ah, qué lástima."
"¿Qué habría tenido de bueno?"
Laura sonrió.
"Para inquietarlo. Así no usará el trabajo como excusa para dejarte sola tanto tiempo mientras se divierte por ahí."
Laura pareció enfadarse al decir esto. Cerró los puños y frunció el ceño.
"¿Cómo pudo marcharse tanto tiempo apenas nacieron los gemelos? ¡No tiene sentido!"
La desaparición de Heinley era un asunto estrictamente confidencial. Sólo sus más íntimos colaboradores lo sabían. Mis ayudantes no sabían nada, y yo tampoco les comenté nada a mis damas de compañía.
Desafortunadamente, su ausencia parecía casi un abuso para Laura y la Condesa Jubel.
"¡Cuando el Emperador vuelva, tendrá que darle una dura reprimenda, Su Majestad!"
"Supongo que lo haré."
Tienes preocupado a todos, Heinley. Si te ibas a un lugar peligroso, debiste haber llevado un guardia, tonto.
Ahora yo también estaba molesta.
Sin embargo, un momento después, el humor de Laura mejoró de nuevo.
"Ese embajador fue muy cómico. Se nos acercó de la nada."
'Ciertamente.'
Cuando vi al Embajador del Reino del Norte, pensé que venía por el mismo motivo que los demás. Después de que el equipo de comercio volvió de Luipt con un montón de riquezas, los embajadores de todos los países solicitaron una audiencia para hablar sobre el comercio. Todos hicieron la misma pregunta, como si se hubieran puesto de acuerdo de antemano.
— ¿Cuándo comenzará el comercio en serio?
Después de decirles que envié a otros dos equipos de prueba por razones de seguridad, todos pidieron participar también. Por supuesto, les di a todos la misma respuesta.
***
"Su Majestad dice que el ambiente actual no es bueno. ¡No habrá más comercio hasta que las cosas se calmen!"
Resopló el Embajador de Samoneaux.
"¿Crees que se enteraron de las cartas que envió la Alianza?"
Murmuró el Embajador de Bohean Azul.
El Duque Elgy y el Emperador Heinley tenían una relación única. Si el Duque hubiera descubierto el contenido de la carta, sin duda se lo habría contado al Emperador Heinley.
El Embajador de Bohean Azul no podía decírselo a los demás, pero empezaba a sospechar de esa familia de la realeza tan problemática.
"Puede que a Luipt le hayan interesado nuestros productos, pero eso no significa que a la gente del Continente Wol le vayan a gustar los productos de Luipt. ¿Cierto?"
Preguntó otro embajador.
"Exactamente. Si el comercio será unilateral, no hay razón para continuar."
Los embajadores refunfuñaban. A ninguno de ellos le gustaba el éxito que había tenido el comercio preliminar del Imperio Occidental. El equipo de comercio de prueba no había traído demasiados artículos de valor. Sin embargo, habían vuelto con toda la gloria.
Para empeorar las cosas, el representante de Luipt, el Gran Duque Kapmen, había anunciado que sólo comerciaría a través del Imperio Occidental. El resto podía intentar comerciar con otros países de Hwa, pero esos países no parecían tan abiertos a los extranjeros como Luipt.
Los embajadores detestaban ver cómo daban fruto unas vides que no podían tocar.
Solo entre ellos, el Embajador del Reino del Sur se mordía la lengua. Tenía muchas cosas en la cabeza.
'Su Majestad ha dicho que el ambiente actual no es bueno— ¿Insinuaba que le había ofendido que los otros países condenaran al Imperio Occidental al ostracismo?'
Si aislaban al Imperio Occidental, como planeaba la Alianza, ninguno de ellos recibiría ni una migaja de este comercio...
El embajador reflexionó sobre esto.
'¿Deberíamos apoyar a la Alianza, luchando contra un país poderoso por el orgullo de nuestro país? ¿O deberíamos tragarnos nuestro orgullo para tener ventaja?'
A decir verdad, todos los embajadores gruñones estaban haciendo cálculos similares. ¿Qué postura les beneficiaría más?
Pero ninguno de ellos podía decidir por sí solo un asunto de tal magnitud. Uno a uno, se fueron marchando en silencio. Su única opción era hablar con sus reyes y conocer la opinión de sus líderes.
***
'Ya veo cómo se siente un matrimonio de conveniencia.'
Pensó la Princesa Charlotte mientras apoyaba un pesado libro en su regazo. A la mayoría de los miembros de la realeza se les asignaban matrimonios arreglados. Cuando Charlotte le propuso matrimonio a Koshar, se consideró afortunada de casarse con un hombre tan apuesto.
Entonces, ¿por qué se sentía triste ahora?
Suspirando, la Princesa Charlotte cerró el libro. Hubiera sido mejor si nunca hubiera visto a ese Gran Duque tan sexy. Deseaba no haberse dado cuenta de que él estaba enamorado de ella. Entonces podría haberse sentido satisfecha con lo que tenía.
Pero sólo había visto al Gran Duque dos veces. No podía retirar su propuesta, armar un escándalo y decir, ¡he cambiado de opinión! No sabía si amaba al Gran Duque lo suficiente como para echar por tierra todo un matrimonio.
En medio de sus pensamientos, la Princesa Charlotte vio pasar al Gran Duque Kapmen, vestido con un atuendo revelador habitual en los países desérticos.
***
'Adorables.'
Observé a mis bebés de mejillas regordetas durmiendo plácidamente. Cualquiera diría que eran bonitos. No lo decía sólo porque fueran míos. Incluso un hada que pasara por aquí se quedaría hipnotizada. Seguramente nadie había visto antes unos bebés tan adorables.
¿Cómo podían tener los dedos de las manos y de los pies tan gorditos?
Los bebés se movían mientras dormían, tan tranquilos como siempre. Su única preocupación podría ser la continua ausencia de los abrazos de su papá pájaro cuando se iban a dormir a su nido.
Bueno, supongo que Kai también debía preocuparse de que Laura le picoteara las alas. Los observé, con el corazón encogido.
Mi primer pensamiento, después de que nacieron, fue preocuparme por todas sus arrugas. Además, me emocioné al darme cuenta de que uno de ellos tenía los ojos de Heinley. Salvo eso, no sentí nada más.
Y cuando los vi por primera vez como pajaritos, me pareció más fascinante que adorable. Al verlos dormir como bebés humanos, me parecieron adorables, pero no armé un escándalo. No como Heinley, exclamando,
— ¡Oh, mis preciosos bebés!
Pero de una cosa estaba segura: Esperaba que mis bebés estuvieran siempre en paz. Tal como estaban ahora.
Sin embargo, ¿cómo podía garantizarlo? De momento, había puesto el cebo a todos los países que la Alianza intentaba reclutar contra nosotros. Todos se preguntarían qué se adaptaría más a sus intereses: ¿unirse a la Alianza o comerciar con nosotros?
En el mejor de los casos, eso nos conseguiría algo de tiempo. Ellos tendrían que decidirse. La Alianza no estaría encantada si todos los demás países de repente empezaran a ganar tiempo. Y si la alianza tuviera a Heinley...
'Sovieshu.'
Él era la mayor variable. Aunque todos codiciaban nuestra ruta comercial con Luipt, el Imperio Oriental podía sostenerse perfectamente sin productos extranjeros. ¿De qué lado se pondrá el Imperio Oriental?
Mientras reflexionaba, un funcionario se apresuró a entrar en la habitación. Me informó de que el Comandante de la 4ª División de los Caballeros Transnacionales había venido a verme.
'¿Podría estar aquí por Heinley? ¿Provocar a los otros países ya había dado resultado?'
No, no puede ser. Incluso si ya hubiera escuchado las noticias, no podría haber llegado tan rápido. Y dudaba que los países se hubieran decidido ya.
"¿Qué desea hacer Su Majestad?"
"Llévenlo a la sala de recepción."
Luego besé a cada bebé en la mejilla, antes de salir al pasillo.
De repente, tuve una idea. Llamé al Vizconde Langdel para dar una orden adicional.
"Ve a buscar al Embajador del Imperio Oriental de inmediato. Dile que se esconda en el Salón Nocturno. En cualquier parte donde no lo puedan ver."
"¿El Embajador del Imperio Oriental?"
"Sí, tan rápido como puedas."
Una vez que el vizconde salió corriendo, volví a mi habitación en vez de ir a la sala de recepción. Laura acababa de despertarse, así que la tomé en brazos.
Mecí a mi pequeña Laura, haciendo tiempo para que el Embajador del Imperio Oriental pudiera esconderse en alguna parte del Salón Nocturno. Poco después de que el funcionario se marchara para conducir a Ángel a la sala de recepción, regresó a buscarme.
"Lo siento mucho. La bebé está llorando mucho. No puedo irme. Por favor, ruéguele a Sir Angel su comprensión, y pídale que espere un poco más."
El funcionario observó a la silenciosa bebé en mis brazos. Luego asintió, aún luciendo confundido, y se marchó.
Eventualmente, una vez que consideré que había pasado suficiente tiempo, convoqué al funcionario nuevamente.
"Cada vez que intento marcharme, la bebé empieza a llorar. Ella no se detendrá. Tendré que llevar a Laura conmigo, pero me preocupa que en la sala de recepción haga demasiado frío. ¿Podrías hacer que Sir Ángel me espere en el Salón Nocturno?"
El funcionario observó el rostro adormilado de Laura nuevamente con desconcierto. Pero se fue obedientemente a hacer lo que le había ordenado.
Esta vez, llevé a Laura conmigo al Salón Nocturno. Nada más entrar, vi a Ángel. Seguía resplandeciente, tal como sugería su nombre.
"Su Majestad. Espero que haya estado bien."
Ángel me saludó con una sonrisa, a pesar de todo el tiempo que le hice esperar. Actuó con mucha calma y naturalidad. Si no supiera que conspiraba a mis espaldas, me habría caído bien.
Es un desvergonzado. Pero yo también le saludé como si no pasara nada.
"Sí, he estado muy bien. Agradezco su preocupación."
"Escuché que tuvo gemelos. Esta pequeña debe ser uno de ellos."
Él se inclinó sobre Laura. Dentro de mí, deseaba que le diera una bofetada. Llevaba puestas las manoplas, así que no le dolería. Lamentablemente, sólo apoyó su cabecita contra mí, rehuyendo de él.
"Se parece a usted, Su Majestad."
Ángel miró a la bebé con fascinación. Mientras lo hacía, examiné la habitación en busca de sitios donde un adulto pudiera esconderse.
Sólo noté un lugar lo suficientemente grande. El Embajador del Imperio Oriental debe estar allí si recibió mi mensaje a tiempo. Me pregunto si puede oírnos.
Durante unos veinte minutos, Ángel se entretuvo hablando de los bebés. Le seguí la corriente, hasta que por fin mencionó la razón por la que estaba aquí.
"Parece que Su Majestad será una madre severa."
"¿Qué quieres decir?"
Mis ojos se entrecerraron.
"He oído que está presionando a los países más débiles utilizando su acuerdo comercial con Luipt."
"Si empujas a una persona que está en la parte superior de una escalera, todos los que están detrás se derrumbarán también."
"¿Me pregunto cuáles son ustedes? ¿La primera persona empujada o la que empuja?"
'¿Cuál crees tú?'
No me quedaré aquí de brazos cruzados mientras intentan derribarnos por detrás. Había tantas cosas que quería decir, pero en vez de eso sonreí. En mi formación como emperatriz, había aprendido a permanecer en silencio siempre que fuera posible. La mayoría de las veces, la otra parte oía lo que quería oír en el silencio.
"Me temo que me ha malinterpretado, Su Majestad. A quien apuntamos es al Imperio Oriental, no al Occidental."
Justo lo que quería.
"¿De verdad?"
"Sí. Así que, por favor, téngalo en cuenta cuando piense en el futuro."
Pero Ángel mentía. Ya había ido al Imperio Oriental y afirmado lo mismo.
A pesar de lo astuto que pudiera ser Ángel, nunca se habría imaginado que Sovieshu me contaría sobre su encuentro. Gracias a Sovieshu, sabía que estaba haciendo lo mismo con el Imperio Oriental y el Occidental. Así que evité caer en sus dulces palabras.
Ambos nos guardamos nuestros verdaderos pensamientos, sonriendo tranquilamente.
De repente, Ángel ladeó la cabeza.
"Cierto. He oído que a Su Majestad le gustan los pájaros."
"¿Es ese un rumor actual?"
"Sí. Por eso le he traído un regalo. ¿Quiere verlo?"
Entrecerré los ojos.
"¿Es un soborno?"
"Digamos que es una muestra de mi amistad. Mi objetivo es proteger mi amistad con el Imperio Occidental."
Qué endeble es tu amistad. Abrí la boca para rechazarlo. Mejor rechazarlo que aceptar un obsequio y que los demás interpretaran posibles alianzas. Pero antes de que pudiera decir nada, se aclaró la garganta.
"Es un pájaro grande. Y sus plumas doradas son preciosas."
Cerré la boca abruptamente. Un pájaro grande con plumas doradas... ¿Heinley? Me tragué mi negativa.
"Estoy intrigada."
Ángel entonces hizo una señal y la puerta se abrió. Entonces entró un caballero, vestido con el uniforme de la 4ª División de los Caballeros Transnacionales. Llevaba una gran jaula de pájaros. Pero estaba cubierta por una tela, así que no podía ver el interior.
Contuve la respiración, desesperada por no dejar ver mi ansiedad. Probablemente no sea Heinley. Es cierto que había hecho esto para comprobar si Ángel estaba implicado en la desaparición de Heinley, cierto. Pero no había forma de que hubiera capturado a Reina. ¿O sí?
¿Qué tal si Ángel atrapó a Heinley mientras se transformaba? Podría haberlo capturado y encerrado en la jaula.
La cabeza me daba vueltas. En ese momento, el caballero le pasó la jaula a Ángel. Ángel agarró la tela con una mano y me miró. Intenté mantener la compostura, mirando a Ángel en vez de a la jaula.
Finalmente, levantó la tela.
Jadeé.
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