LESVAC 144

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La Emperatriz se volvió a casar 144

Navier enfadada



Antes de irse a la cama.

Sovieshu consiguió calmarse después de mucho sollozar, y comenzó a lamentarse profundamente. Se consideró un tonto por comprar una pintura de Navier de forma impulsiva.

'Cuántas personas van y vienen a limpiar mi habitación... Peor aún, hubo personas que vieron la pintura mientras estaba siendo colgada en la pared.'

Metiéndose bajo las sábanas, Sovieshu se comprometió a quitar la pintura de allí mañana.

Sin embargo, lo que hizo Sovieshu a la mañana siguiente no fue quitar la pintura. Primero llamó al pintor del palacio. Cuando el pintor del palacio llegó, le mostró la pintura y le ordenó,

"Cambia la dirección en la que miran los ojos de la pintura."

"A qué ojos se refiere..."

El pintor preguntó cuidadosamente. Había dos retratos en la pintura, ambos mirando en direcciones diferentes. Navier miraba a un lado y Sovieshu miraba a Navier. Dependiendo de la dirección en la que miraran los ojos, las sensaciones que transmitía la pintura cambiarían drásticamente.

Aunque el pintor le preguntó, pensaba que Sovieshu le diría que cambiara la dirección en la que miraban sus ojos.

"Haz que Navier me mire."

Pero la petición de Sovieshu fue todo lo contrario de lo que esperaba el pintor.

El pintor se quedó desconcertado por un momento. ¿Habla en serio?

Sovieshu tenía una expresión indiferente. Al menos, no parecía que estuviera bromeando. Bueno, nadie bromearía con algo así.

Cuando el pintor asintió y dio un paso atrás, Sovieshu se sentó en la cama sintiéndose más a gusto y volvió a apreciar la pintura.

*** 

Gran Duque Kapmen, Heinley, McKenna, los funcionarios involucrados y yo, nos reunimos para discutir lo ocurrido en Whitemond. Lo estuvimos discutiendo durante varias horas.

"¿Ha habido alguna disputa recientemente? No desde nuestra perspectiva, sino desde la de Whitemond, un acto que podría haberles molestado."

"No, hasta ahora no había ningún problema."

"¿Qué hay del Embajador de Whitemond? ¿Sabe algo al respecto?"

"También está confundido y se está poniendo en contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores."

"El equipo dice que no hicieron nada malo, pero de nuevo, esa es nuestra versión de la historia, ¿no? Quizá hicieron algo malo sin darse cuenta, Su Majestad."

Surgieron diversas opiniones, pero la razón por la que detuvieron al equipo seguía siendo una incógnita.

McKenna dijo con preocupación,

"Lo peor que podría pasar es que Whitemond haya actuado así por estar disgustado con que Occidente se autoproclamara un Imperio. Si ese fuera el caso, será un poco... no, será un gran problema."

Heinley asintió y ordenó,

"Eso es cierto. Marqués Ketron. Pregunta a los de Whitemond a qué se debe esta acción."

"Sí, Su Majestad."

"Gran Duque Kapmen. Por favor, dígale a su subordinado que se quede cerca, y esté atento a la situación."

"Así lo haré."

Después de casi tres horas de reunión, el Marqués Ketron se marchó apresuradamente con sus seguidores. ¿Está bien confiar en él? Mientras observaba su espalda distante con la mirada perdida, Heinley dijo a mi lado,

"No creo que sea tan tonto."

Sin embargo, ya había actuado como un tonto una vez. Había intentado acrecentar el escándalo entre Christa y Heinley, ¿no?

... De hecho. Hubo mucha gente que vio el encuentro secreto entre Christa y Heinley, así que probablemente calculó que era una mentira por la que valía la pena arriesgarse, y actuó en consecuencia.

Aun así, Heinley conocía al Marqués Ketron mejor que yo. Así que asentí porque confiaba en Heinley, no en el Marqués.

Heinley también asintió, entonces nos miramos el uno al otro, unidos por un sentimiento común.

Pero no duró mucho. En cuanto recordé cómo nos separamos la última vez, me sonrojé. Cuando giré la cabeza bruscamente, Heinley se apresuró a tomar mi mano. 

En ese instante. El Gran Duque Kapmen miró fijamente a Heinley, atónito, y se marchó como si estuviera huyendo, murmurando que tenía asuntos urgentes que atender. No sé qué estaba pasando por la cabeza de Heinley para que el Gran Duque Kapmen se marchara de esa forma...

"Reina."

Cuando intenté ir a otro sitio, Heinley me llamó y me apretó la mano repetidamente. Al mirar hacia atrás, tenía una expresión conmovedora.

"¿Vas a dejarme solo?"

Aunque su mirada era capaz de hacer estremecer el corazón de cualquiera, ya había descubierto que Heinley era un excelente actor. No podía saber si su mirada era genuina. Además, ¿quién hizo que nos sintiéramos incómodos en primer lugar?

"¿No es hora de trabajar?"

Al final, dije rotundamente, y me di la vuelta. No estaba mintiendo, ya que me dirigí directamente a mi oficina. Antes estaba en mi salón, pero ahora que esto había sucedido, iba a estudiar algunas cuestiones al respecto.

Era posible que el caso del equipo detenido en Whitemond no se solucionara en poco tiempo, así que tendría que considerar la posibilidad de incorporar otro equipo...

Pero antes de que pudiera llegar a mi oficina, Heinley se me acercó desde atrás.

"Reina, ¿estás enfadada?"

"Para nada."

"Pareces enfadada."

"No estoy enfadada. Es sólo que no respondo a tonterías. "

"Estás enfadada."

"¿No estás ocupado? Tú también debes ir a trabajar, Heinley."

A pesar de acelerar el paso, Heinley se mantuvo a mi lado. Quizá debido a sus largas piernas.

Eventualmente, me detuve y lo miré con los brazos cruzados. Heinley se detuvo al mismo tiempo y dijo, con una mirada terriblemente arrepentida,

"Lo siento. Estaba muy emocional en ese momento. Si hubiese sabido que te disgustaría tanto, no habría dicho nada."

"..."

"Pensé que nos estábamos acercando, pero ahora comenzamos a alejarnos... Realmente lo siento."

Heinley tomó mi mano firmemente y frotó el dorso de la misma con su pulgar. 

Escuchar sus disculpas me hizo sentir culpable. Yo era la que intentaba reducir el tiempo que pasaba con él en contra de mi voluntad.

Aunque me disgustó que dijera que sólo quería su cuerpo, Heinley también podía estar disgustado. Me había dicho en varias ocasiones que me amaba. ¿Quizá por miedo a no querer amarlo lo hice sentir solo?

Sentí un dolor en el corazón al recordar a Heinley sonriendo ampliamente junto a mis padres. Había decidido hacerlo feliz. ¿Cómo volvimos de nuevo a esto? 

Heinley puso sus manos sobre mi cuello, levantado mi rostro con sus dedos y mirándome fijamente a los ojos. 

"Reina. ¿por qué te ves tan triste? No quiero verte así."

Me sentí el doble de culpable que antes. Las palabras, '¿Estás actuando de nuevo?' Llegaron a la punta de mi lengua, pero el deseo de querer tirar de sus lindos labios junto a lo encantador que se veía me impidió hablar. 

Heinley, probablemente pensando que mi 'enfado' persistía, levantó mi mano derecha con sus dos manos y frotó suavemente su mejilla contra mi palma.

"No estés enfadada. ¿Sí?"

¿Cómo podría estar enfadada viendo su encantador rostro? Finalmente, me decidí.

"No estoy enfadada."

"¿De verdad?"

"Es sólo que..."

Tras dudar, confesé con sinceridad,

"Creo que lo que dijiste en ese momento podría ser cierto." 

Acababa de pensar en esto. Estaba luchando por no amar a Heinley, pero no podía evitar pensar que era encantador. En cierto sentido, ¿no amaba realmente sólo su cuerpo? Pero entonces, porque sentía este peso en mi corazón....

Sonriendo levemente, Heinley movió los labios un par de veces. Entonces, en el momento en que estaba a punto de decir algo.

Se escuchó un grito de la nada, "¡Joven Maestro, no puede ir por ahí!"

Al poco tiempo de mirar hacia la dirección de la voz para ver qué pasaba, un pequeño niño apareció de entre los arbustos.

¿Quién es?

Me quedé mirando al niño que nunca antes había visto, y Heinley dijo "Huh" frunciendo el ceño.

"¿Lo conoces?"

Cuando le pregunté por curiosidad, Heinley respondió ladeando la cabeza, "Sí. Lo he visto antes...". Aunque le parecía familiar, no lo recordaba bien.

Por el contrario, el niño reconoció a Heinley al instante y gritó,

"¡Papá!"

... ¿Papá?

Mirando a Heinley desconcertada, él sacudió la cabeza apresuradamente y exclamó como si lo hubiera recordado,

"Ah. Este es el sobrino de McKenna."

"Entonces tu..."

"No, este niño no tiene nada que ver conmigo."

A pesar de sus duras palabras, Heinley sonrió y cargó al niño de inmediato cuando éste se acercó corriendo, diciendo, "¡Papá!"

"¿Cómo has estado, Sally?"

"No soy Sally."

Pero parecía que ni siquiera recordaba su nombre.

"¿Eres Sen?"

Escuché un breve suspiro desde atrás, "Es Sebastian, Su Majestad."

Cuando giré la cabeza, McKenna estaba de pie con las manos en la cintura, como si estuviera molesto.

El niño también gritó a McKenna, "¡Papá!" 

"Lo siento, Su Majestad la Emperatriz. Es mi sobrino, no tiene nada que ver con el Emperador. Quería ver el palacio imperial, así que le di permiso para recorrer ciertas áreas. No sé cómo llegó hasta aquí."

Llamando a McKenna papá, el niño corrió hacia él. McKenna lo cargó e intentaba calmar al inquieto niño en sus brazos mientras decía que al pequeño le gustaba impedir que otras personas se casaran. Sus palabras no fueron buenas, pero era evidente que quería a su sobrino. 

Cuando sonreí pensando que era una linda escena, esta vez el pequeño me llamó a mí, "¡Papá!"

Heinley susurró, "Papá," riéndose como si lo encontrara divertido.

Después de mirarlo furtivamente, me acerqué al niño en los brazos de McKenna y acaricié su cabeza, entonces el niño lloriqueó para que McKenna lo bajara, y esta vez vino hacia mí. Era un niño muy simpático. 

"Pequeño, ¿cuántos años tienes?"

"Doce años..."

"¿Por qué mientes incluso con eso? Su Majestad, tiene tres años."

"¡Doce años!"

"¡Tienes tres años!"

Mientras observaba a McKenna discutir con su sobrino, una mujer que nunca antes había visto, estaba siendo llevada a la fuerza por unos caballeros.

Ella insistía en que, "¡realmente no soy una persona sospechosa! Pero cuando vio a McKenna, gritó con una cara que parecía a punto de llorar, "¡Gran Maestro!"

"¿Cómo es que volvieron a detenerte?" 

"Me detuvieron por armar un escándalo en el palacio imperial mientas iba detrás del joven maestro. ¡Gran Maestro, por favor, hágale saber a estos caballeros que no soy una persona sospechosa!"

Todos los miembros de la Familia McKenna son ruidosos.

No pude evitar reírme mientras McKenna revelaba la identidad del niño y de la mujer a los caballeros.

Al cabo de un rato, McKenna se disculpó con nosotros, llevándose al niño y a la mujer a otra parte. Mientras los veía alejarse, mis ojos de repente se posaron en Heinley.

Sovieshu estaba impaciente por tener su propio hijo. ¿Qué hay de Heinley? Por la forma en que cargó al niño del que ni siquiera recordaba bien su nombre, ¿es posible que Heinley también? 

Cuando estaba preocupada por si podría tener un bebé, Heinley me habló de los secretos de la cama de maná y sus palabras me dieron a entender que, incluso si realmente era infértil, esta vez podría tener un bebé. Sin embargo, a pesar de hacer el amor tan a menudo, seguía sin haber señales de estar embarazada. 

Sin darme cuenta, puse mi mano sobre mi vientre. Está plano... está plano. 

Me estremecí al recordar las palabras de Sovieshu. ¿Sólo porque la cama de maná restaura el cuerpo realmente podría tener un hijo? El hermano de Heinley y Christa nunca pudieron tener un hijo, ¿no es así?

Sí nosotros tampoco podemos tener un hijo...

*** 

Un hijo...

Sentada en una mecedora, me puse la mano en el vientre e intenté pensar en cómo se sentía ser madre.

No pude imaginarlo. ¿Habría sido diferente si hubiera tenido un hermano menor? Tampoco pasaba mucho tiempo con niños pequeños.  

De repente, recordé lo feliz que se veía Heinley mientras cargaba al pequeño niño, del que ni siquiera sabía el nombre. Aunque no dijo nada, ¿Heinley en su interior deseaba tanto un hijo como Sovieshu? Porque con un sucesor, su trono sería aún más sólido, ¿no?

Pero, ¿y si realmente soy infértil? ¿Se repetirá lo ocurrido en el Imperio Oriental? 

"¿Su Majestad?"

Mientras estaba allí sentada, sumida en mis pensamientos, la Condesa Jubel me llamó ansiosamente. Entonces, retiré la mano de mi vientre apresuradamente.

Pero sus ojos ya estaban llenos de preocupación. Era obvio que me había visto sentada acariciándome el vientre con la mirada perdida.

"¿Es té de jazmín?"

Sonriendo, señalé deliberadamente la taza de té con el líquido amarillo claro en la bandeja que sostenía.

Los labios de la condesa Jubel se movieron ligeramente, pero actuando como si no lo hubiera notado, extendí la mano para agarrar la taza de té. En ese momento, escuché un profundo suspiro sobre mi cabeza.

Sorbí el té lentamente a propósito mientras trataba de encontrar una excusa en mi cabeza. Afortunadamente, Rose entró antes de que hiciera falta y dijo,

"Su Majestad, Su Majestad el Emperador está aquí."

"¿Ahora?"

Es un buen momento, pero... ¿por qué vino de repente?

Acabábamos de tener una reunión sobre Whitemond. Ni siquiera era la hora de cenar juntos.

Estaba bien si vino para intentar acabar con la atmósfera incómoda, pero... no podía evitar sentirme un poco nerviosa. Así como el Gran Duque Kapmen había venido de repente con malas noticias sobre el equipo enviado a Whitemond, era probable que Heinley tuviera algo urgente que decirme, ¿no?

Mi suposición era correcta.

"Reina, hay algo desagradable que debo decirte."

Heinley se sentó frente a mí y abrió la boca con dificultad.

"Se trata de esa mujer."

Era Rashta a quien Heinley se refería como 'esa mujer'. Y Heinley nunca habla de Rashta ni de Sovieshu delante de mí a no ser que fuera algo importante.

Enderezando mi postura, reprimí la creciente ansiedad.

"¿Qué sucedió?"

"Esa mujer contrató a un mercenario para asesinar."

El hecho de que Heinley me contara esto...

"¿Va detrás de mí?"

Pregunté, sintiéndome confundida y sin palabras. Pero Heinley negó con la cabeza.

"Va detrás de mi padre y de mi madre."

"¿Hablas de mi padre y mi madre?"

Sorprendida, mi voz se elevó naturalmente.

Habría sido absurdo que Rashta hubiera encargado asesinarme, pero me pareció totalmente descabellado que encargara asesinar a mis padres.

"¿Por qué?"

"Eso no lo sé. Ni siquiera son el tipo de persona que se enfrentaría a esa mujer abiertamente."

Heinley tenía razón. Mis padres son de los que se quedarían encerrados en su mansión si no quisieran ver a Rashta ni a Sovieshu. Por eso me pareció aún más extraño. ¿Por qué mis padres? ¿Y por qué ahora?

Los días en que Rashta era la concubina y yo la emperatriz eran cosa del pasado. Yo, ya estaba en el Imperio Occidental, y ella había tomado la posición de la Emperatriz del Imperio Oriental. Por qué tenía que atacar a mis padres ahora... Ah.

"Cree que mi familia se interpondrá en el camino de su hijo."

"Yo también creo que ese es el problema."

"¿Ese mercenario es muy hábil?"

Pregunté apresuradamente, sintiéndome muy preocupada. Pero entonces, Heinley dijo con una leve sonrisa, como para que me sintiera tranquila,

"No te preocupes, Reina. Mi informante cambió al mercenario contratado por esa mujer por uno de sus hombres."

"¿Un informante?"

"Sí. Por eso pude conseguir esta información."

"Ahh."

Presioné mi mano contra mi corazón. Escuchar las palabras de Heinley calmó un poco mi acelerado corazón.

"El plazo también es lo suficientemente largo, así que puedes estar tranquila por ahora."

La voz de Heinley era tranquilizadora, pero seguía teniendo una mirada seria.

"Pero puede haber contratado a más de un mercenario, así que no está de más tomar precauciones."

"Tengo que decírselo a mis padres. Es necesario reforzar su seguridad."

Respondí lo más calmada posible, pero una llama se encendió en mi interior.

Cuando estaba en el Imperio Oriental había pasado por alto las acciones de Rashta porque las mismas estaban bajo la responsabilidad de Sovieshu.

Sovieshu tenía mucho más poder que Rashta, y fue él quien la convirtió en su concubina, por lo que Sovieshu tenía que asumir la responsabilidad de las acciones y palabras de Rashta.

Además, se hubiera usado todo mi poder para suprimir a Rashta, habría acabado siendo vista como una emperatriz malvada. Al final, las personas simpatizan con los débiles.

Sin embargo, Rashta ahora estaba en posición de asumir la responsabilidad de sus acciones. ¿Pero lo que hace en cuanto tiene poder es intentar asesinar a mis padres?

"No puedo quedarme de brazos cruzados."

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