La Elección de Afrodita 63
Justicia
"¿TodavÃa no me crees? ¿Aunque ahora mismo sea un desastre para ti?"
"No es asÃ" dijo él, avergonzado.
"Mmm"
Murmuró ella. Su intención era seducirlo, pero ella, a su vez, se habÃa excitado. Bajó la tela y dejó al descubierto su pecho.
"Me gusta todo lo que me haces, incluso me encantan tus pequeños instrumentos"
"¿Debo ir a buscarlos?", preguntó él con voz ronca.
"No, es a ti a quien quiero"
Ella lo acercó, con su pecho contra el suyo. Le susurró al oÃdo:
"Hazme lo que quieras"
Lo besó.
"Pero por ahora, sólo tú, sólo te quiero a ti"
"¿Será suficiente?", preguntó él, con la voz baja.
"SÃ, por favor" dijo ella, apretando contra él "Rápido"
Él pareció confundido por un momento, y luego sus grandes manos la abrazaron. Mientras cedÃa a su seducción, se reÃa en voz alta de su propia felicidad.
* * *
La noticia de que Ares habÃa invadido el santuario de Hefesto y habÃa sido aplastado bajo una roca se habÃa extendido como un reguero de pólvora en el Olimpo. HabÃa que agradecérselo a Hermes. HabÃa difundido el chisme a lo largo y ancho, ya que habÃa sido testigo de todo el asunto desde una aldea cercana. Le dio a su aburrida existencia algo por lo que vivir, según sus propias palabras.
Por lo tanto, para cuando Hefesto y Afrodita terminaron de hablar y se vistieron. Los doce olÃmpicos habÃan llegado a su santuario.
"¡Hola a todos!", dijo Zeus con grandilocuencia, "HacÃa demasiado tiempo que no nos reunÃamos todos asÃ"
"¡Afrodita!"
Zeus puso una sonrisa al verla salir a recibirlos.
Afrodita puso una sonrisa sardónica.
"Vaya, vaya, ¿a qué debo el placer?" dijo Afrodita con fingida felicidad, "¿Por qué están todos los olÃmpicos pululando por mi porche. PodrÃan haber llamado a la puerta"
"La puerta estaba cerrada", dijo Zeus, "Y no querÃamos molestar"
"Oh Zeus, siempre tan educado" sonrió Afrodita "¿De qué sirve una puerta cerrada cuando tu hijo ya ha encontrado en su autoridad la forma de irrumpir en el hogar?"
La sonrisa de Zeus se volvió tensa. Al menos, fingÃa ser cortés, lo cual era mucho más de lo que otros olÃmpicos podÃan lograr en ese momento. Afrodita lo habrÃa reprendido más, ya que no se excusaba de maltratar también a Hefesto. Pero no estaba tan enfadada con él como con Hera. Zeus, como rey de los dioses, sà habÃa tratado con justicia a Hefesto, por lo que ella no tenÃa ningún agravio hacia él.
"Mocosa maleducada" dijo Hera con vehemencia "Entrega a Ares"
Sin embargo, con Hera, Afrodita no tuvo reparos en contener su ira. Miró a su alrededor para ver a Ares todavÃa aplastado bajo la roca. "¿Tienes que mantenerlo asÃ?", dijo Hera, con la voz temblorosa.
"Es muy brutal. Debe estar completamente desfigurado bajo esa cosa"
La situación de Hera fue acompañada por un resoplido de risa desde el fondo. ¿Era Atenea? ¿Apolo? ¿Artemisa? Fuera quien fuera, no sentÃan ningún afecto por Ares. Tal vez la mayorÃa de los dioses fueron arrastrados por la Reina de los Dioses, de mala gana, para protestar por la liberación de Ares. ¿Quién podrÃa rechazar a Hera cuando ella se puso en marcha, de todos modos? Hera se giró para dirigir una mirada de muerte a cualquiera que se estuviera riendo.
Afrodita sonrió radiantemente.
"Bueno, es justo recuperar lo que queda de él, creo", obligó Afrodita, "Pero eso no lo decido yo"
"¿Qué quieres decir con eso, tonta insolente?", tronó Hera.
"Este santuario pertenece a Hefesto", dijo Afrodita alegremente, "PertenecÃa a Hefesto cuando tu hijo consideró oportuno invadirlo, y sigue perteneciendo a él cuando tú estás aquà para recuperar al autor. Asà que es lógico que pidas permiso al dueño del santuario. SerÃa preferible que todos mantuviéramos la cabeza frÃa y resolviéramos esto como dioses racionales. Con esto quiero decir que, por favor, mantengas un tono de respeto y educación mientras pides permiso"
"Afrodita, no es necesario..." dijo Hefesto apresuradamente.
"Hay toda la necesidad" le cortó Afrodita "Es un intruso que representa una amenaza para ti, y para mÃ. Tenemos que celebrar un juicio para castigar al autor como seres civilizados. Intentó hacerte daño. Si dejamos que los criminales se vayan asÃ, ¿qué otros planes malvados habrá en el futuro para hacernos daño de nuevo? ¿Puedes garantizar que todo saldrá bien?"
Afrodita dirigió una mirada a Hefesto para que se callara.
"¿Intentó hacerle daño?" preguntó Zeus, incrédulo. "¿Es eso cierto, Afrodita?"
"SÃ, señor Zeus", dijo Afrodita, "Declaró con mucha pompa que estaba aquà para matarlo. Es un delito grave que un dios olÃmpico mate a otro, ¿no es asÃ?"
Afrodita indicó el corte de la herida en la frente de Hefesto.
"Puedes ver la evidencia por ti mismo"
Los dioses se quedaron boquiabiertos. Jadearon al ver que la herida en su frente era profunda.
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