La Elección de Afrodita 56
Un pacto entre dos dioses
Hefesto dudó, como un niño que hubiera olvidado cómo hablar. La verdad era que habÃa crecido sin poder expresar sus pensamientos sinceros, ni a su madre, ni a nadie más. Cada vez que lo hacÃa, era maltratado. Él querÃa que se quedara, por supuesto. Pero se sentÃa tan atrofiado emocionalmente que se sentÃa incapaz de expresarlo.
"Bueno, entonces", dijo ella, dándose la vuelta para marcharse, "no hace falta que lo digas si no puedes. Me iré"
Se dirigió a la orilla. Hefesto estaba atónito. QuerÃa detenerla de alguna manera
"¡Espera!" gritó tras ella.
"Está bien" dijo ella tranquilizadora "Adiós, Hefesto"
"¡No!" dijo él, corriendo tras ella, "¡No te vayas!"
Le divertÃa oÃrle correr tras ella, pateando la grava a un lado. Ella sonrió para sà misma, de espaldas a él. Caminó más rápido.
"Quédate aquÃ, ¿de acuerdo?"
Dijo él, agarrando sus mangas, y jadeando por haber corrido todo el camino "conmigo".
De alguna manera, la hizo sentirse mucho mejor al escucharlo finalmente. Ella miró los dedos de él agarrando el borde de su manga, como si tuviera miedo de tocarla. Se volvió hacia él, riendo, y le puso las manos en ambas mejillas. Era demasiado divertido. Su rostro agitado de color cobrizo, metido entre las palmas de las manos de ella, contrastaba fuertemente con sus manos blancas.
"DeberÃas haberlo dicho" le dijo ella "sigue haciéndolo, ¿vale?"
"¿Seguir haciendo qué?" preguntó él, confundido.
"¡Ser honesto!" dijo ella con alegrÃa "Sé que puede ser difÃcil al principio, pero será más fácil. Asà que sigue expresándote"
Se quedó tan callado que apenas se sintió tangible por un momento.
"¿Lo entiendes?", preguntó ella.
"SÃ, claro" dijo él apresuradamente "lo haré"
"De acuerdo entonces" dijo ella con alegrÃa "me quedaré aquà contigo"
AsÃ, dos jóvenes dioses hicieron un pacto mutuo para vivir juntos.
Limnos siempre habÃa sido una isla con muchas poblaciones humanas. Pero ellos se las arreglaban para convivir sin encontrarse con nadie más. Esto se debÃa principalmente a que vivÃan en un volcán que aún no estaba inactivo.
"Saludo a los Grandes"
Los dioses de la tierra siempre se dirigen a ellos con reverencia. SabÃan que Hefesto y la niña eran los olÃmpicos que se sentarán en el gran trono de los dioses. Les guardaban cierto temor y respeto. Se habÃan ofrecido a establecer un hogar en el volcán para que ningún humano pudiera interferir. Hefesto habÃa aceptado de buen grado su regalo. Su hogar se llamó Monte Moskilos.
La muchacha se interesó mucho por la casa que estaba tan extrañamente situada en el volcán, asà como por su trabajo. Intentó responder a todas sus preguntas, que eran interminables. Se sentÃa bien que alguien, además de él, se interesara por sus creaciones, su taller y todo lo demás. Era refrescante.
Se reÃa y hablaba más que nunca en su vida. Se sorprendió de este cambio en sà mismo. Nunca habÃa pensado que fuera posible que se sintiera en paz y feliz. Se acostumbró a su presencia y le gustó. Se sentÃa más vivo y esperaba con ansias el comienzo de cada dÃa. Nunca habÃa sabido que era posible estar cerca de la felicidad.
La chica le seguÃa todos los dÃas a su taller y miraba a su alrededor. Después de pasar dÃas tratando de entender sus herramientas, equipos y objetos, exhaló un suspiro.
"No lo entiendo, estas cosas no me resultan muy divertidas, por no decir otra cosa"
"Es justo" dijo él.
"¿Está bien?" preguntó ella.
"¿Qué?"
"¿Está bien que no me gusten las cosas que a ti te gustan?"
Preguntó ella. TodavÃa estaba descubriendo la manera de vivir en este mundo caótico. La mitad de las veces no conocÃa las reglas.
"¡Por supuesto!" dijo él, sorprendido.
"No a todo el mundo le gusta lo mismo. Está absolutamente bien tener intereses diferentes, siempre y cuando no degrademos a los demás por tener preferencias diferentes"
Jugueteó con su equipo, pensando en algo que crear.
"Pero tienes que aceptar lo que te haga" bromeó.
Ella se rió.
"¡Claro que sÃ!" dijo riendo "pero más vale que lo hagas aceptable"
Pasó la mano por las cosas a medio hacer que habÃa sobre la mesa. Sus dedos se detuvieron en un broche o lo que parecÃa un broche. "¿Esto también es para mÃ?", preguntó, cogiéndolo, "aunque no puedo decir lo que es en este momento".
"TodavÃa no" sonrió él "Son baratijas que hice al azar. Tengo que conseguir el material adecuado para hacer algo para ti"
Hefesto habÃa imaginado muchos accesorios hermosos para regalarle: brazaletes, tobilleras, cinturones tachonados de piedra lunar o luz de estrellas, etc. Su imaginación contenÃa más tesoros que el propio tesoro de Hades. Pero era tan difÃcil, casi imposible, encontrar los materiales adecuados en la tierra, y mucho menos en esta tierra estéril.
QuerÃa que su primer regalo para ella fuera algo magnÃfico y memorable. No tenÃa intención de regalarle cosas hechas simplemente de cobre, hierro u oro mezclado que habÃa podido encontrar con cierta dificultad. HacÃa baratijas para perfeccionar sus habilidades, de modo que si encontraba el material adecuado, podrÃa crear algo exquisito a la medida de ella.
"Ya veo"
Dijo, mientras dejaba el broche en la mesa de trabajo. Ella no pudo contener su sonrisa.
Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejar una votación o un comentario 😊😌.
0 Comentarios