INTROG 174







INTENTA ROGAR 174

Volumen VIII - EXTRAS : Un enemigo en quien confiar (4)



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Al día siguiente, el editor en jefe del Rochester Independent recibió una llamada de protesta del obispo de la diócesis de Richmond. Resulta que la noche anterior, se había descubierto que la mujer loca que irrumpió en la habitación de  Padre Miller y fue llevada a la comisaría... en realidad era una periodista del periódico.

Pese a que la llamada pretendía ser una protesta, era más bien un intento de silenciar el asunto. Sin embargo, lejos de ceder, el editor en jefe no solo ignoró la presión, sino que urgió a su equipo a acelerar la investigación.


—Tenemos que publicarlo antes de que ellos logren frenarlo.


Desde ese día pasaron cuatro días frenéticos. Grace adelantó una entrevista con la víctima que estaba planeada para la semana siguiente, se dedicó por completo a reunir testimonios y fotografías como evidencia para armar un reportaje especial que ocuparía toda una página del diario.

Pero fue justo un día antes de la publicación cuando recibieron un golpe inesperado: un ataque preventivo del enemigo, en la forma más insospechada.



Devuélvanme a mi mamá, señor director.

Mi hija está en manos de una heroína de los derechos infantiles... que también es una abusadora.



Con estos titulares, un artículo que atacaba directamente a la periodista Chloe Regan apareció en una edición especial de una famosa revista femenina.

El contenido del artículo afirmaba que Chloe Regan mantenía una relación amorosa con el presidente del Rochester Independent.



[Denunciante: Se rumorea por todas partes que almuerza a diario en citas secretas con el presidente. Hay incluso quienes la han visto entrando con él a un hotel cercano a la oficina a la hora del almuerzo. Que una mujer tan vulgar, como una cortesana barata, sea considerada colega mía... me resulta profundamente ofensivo como periodista.

Dicen que hasta su hija, de apenas cinco años, llamó al despacho del presidente pidiendo que le devuelvan a su madre. ¿No es eso una señal de que la niña ya sabe del asunto? Es espantoso.

El esposo cuida de la niña en casa mientras esa mujer lleva el rol de cabeza de familia, pero por muy inútil que sea el marido, ¡pensando en los hijos, no se debería caer tan bajo!]



El denunciante anónimo decía ser colega de Chloe Regan. No era un personaje inventado por la revista: era evidente que había datos reales sobre ella, detalles que solo alguien de dentro del periódico podría conocer.


—¡¿Quién fue?!



¡PUM!



El editor en jefe arrojó la revista al suelo de la redacción con furia. La sola idea de que uno de los reporteros bajo su cargo estuviera detrás de este ataque, desprestigiando a una colega al pintarla como una adúltera sin escrúpulos, socavando así la credibilidad del reportaje que saldría a la luz al día siguiente, lo hacía hervir de rabia.


—¡¿Cómo puede este maldito traidor llamarse periodista?! ¡Esto sí que es una verdadera vergüenza para esta profesión! ¡Cuando descubra quién fue, no se la va a llevar barata!


Grace recorrió con la mirada, uno por uno, a sus compañeros encogidos y temerosos ante los gritos del jefe. ¿Quién lo había hecho?

Sabía que algunos veían raro que desapareciera a la hora del almuerzo. Sabía también que ciertos colegas se burlaban en voz baja de que su marido se quedara en casa cuidando de la niña. Pero nunca imaginó que fueran capaces de escribir una porquería digna de una novela barata.

Quizá, entre murmullos, tejieron sus propias fantasías, inventando una historia falsa que luego uno de ellos vendió al enemigo. Si todos participaron, ¿acaso importa quién lo entregó? Al final, todos eran igual de despreciables.

Asco.

La mirada de Grace hacia sus compañeros se volvió fría, desde los ojos hasta el pecho.

No era cualquier cosa. Habían atacado a su familia.

Con los dientes apretados de furia, siguió puliendo el reportaje, pensando tanto en Padre Miller como en sus cómplices.

Si abandonaba la denuncia por culpa de esta campaña de difamación, entonces esa difamación sin pruebas sería lo único que quedaría como verdad.

Publicó el reportaje.

Pero ya era una batalla perdida.

Tal como se esperaba, todas las diócesis mencionadas en el reportaje calificaron los crímenes de Padre Miller como rumores infundados y sin base. Aunque en público lo negaron con discreción y guardaron silencio, era imposible creer que se limitaran solo a una respuesta tan digna y mesurada.

Grace, en su reportaje de denuncia, insinuó que el artículo sobre su vida privada en la revista femenina era parte de una campaña de difamación para silenciarla. Fue entonces cuando la revista la demandó por difamación.


—¡Rochester Independent debe despedir de inmediato a Chloe Regan!


Frente al edificio del periódico, comenzaron a congregarse feligreses para protestar. Exigían, enloquecidos, que se revelara el nombre de la víctima; como Grace se negaba a hacerlo, la acusaban de inventarlo todo.


“Hereje.”

“Una delirante que se cree una heroína.”

“No es periodista, es una novelista frustrada.”


Le dijeron de todo.

Incluso apareció un grupo de mujeres que nunca había oído mencionar, exigiendo que una mujer con fallas morales no podía representar a las demás. La acusaban de obstaculizar el camino de otras mujeres que sí merecían respeto.

Los anunciantes comenzaron a retirarse.

Fue entonces cuando Grace entendió lo que realmente se siente al ser víctima de una cacería de brujas.

Pero lo que más le preocupaba no era ella misma, sino Ellie. En el jardín infantil, aún no sabían que su madre era Chloe Regan. Pero si el otro bando descubría qué jardín era, no dudarían en difamarla frente a los demás padres, señalándola como una mujer corrupta.

Quiero renunciar.

Cuando la oscuridad comenzó a nublarle la mente, este pensamiento empezó a acosarla constantemente.

Pero si renunciaba, sería como admitir que las mentiras eran ciertas.

Grace seguía resistiendo con los dientes apretados… hasta que, en la fiesta de cumpleaños de la amiga de Ellie, una madre soltó un comentario cargado de veneno mientras charlaban sobre cotilleos:


—Con tanta gente exigiendo que la despidan y la empresa sin hacer nada… ¿no será que de verdad es la amante del presidente del periódico?


Así es como el mundo ve las cosas.

Se desmoronó por dentro. Esa ilusión tenue de que las voces de odio solo eran una artimaña del enemigo, de que los verdaderos lectores sabrían reconocer la verdad… se hizo añicos.

Y con eso, la fuerza se le fue por completo.

¿Por qué tengo que soportar esto?

¿Por qué debo caminar sola por un camino donde nadie me apoya, aguantando este trato humillante?

¿Justicia? ¿Un mundo mejor para todos?

Si al final, es mi propia familia la que ha acabado siendo víctima de la injusticia...

¿Dónde está la justicia para nosotros?


—¿Qué es esto?

—Mi carta de renuncia.


Finalmente, Grace escribió su carta de renuncia y se la entregó a Señor Burrell.

Él, en lugar de aceptarla de inmediato, le tendió una pila de cartas de aliento enviadas por los lectores. Pero Grace ya estaba demasiado agotada, tan exhausta que ninguna palabra de ánimo era capaz de devolverle las fuerzas.


—He causado demasiado daño a demasiada gente.


Asumo la responsabilidad por todo esto y presento mi renuncia.


—Chloe, no te dejes vencer tan fácilmente por las artimañas de esos miserables. Además, esta fue una investigación autorizada por el periódico. La responsabilidad es colectiva, no solo tuya.

—Pero fui yo quien propuso este reportaje. Me corresponde a mí asumir la responsabilidad.


Y si puede... por favor entregue esto al presidente junto con mi renuncia.

Grace le tendió dos elegantes cajas de regalo y una carta.


—Era un detalle de agradecimiento por lo de la comisaría. No imaginé que terminaría dándoselo como despedida.


Dígale que lamento profundamente haberlo arrastrado a un escándalo tan malicioso por mi culpa.

Y, ya que tengo entendido que está casado, también pídale disculpas a su esposa de mi parte.

Señor Burrell la miró con una mezcla de impotencia y pesar, luego soltó un largo suspiro.


—Sé muy bien lo duro que ha sido todo esto.


Tómate una semana. Descansa, desconéctate, vuelve a pensar en todo con calma.

Pero aun así, Burrell no rechazó la renuncia. La guardó en el interior de su chaqueta.













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Esto es lo primero que deberías ver.


Nada más comenzar la reunión, Campbell puso sobre la mesa justo lo que él ya se había imaginado.

No había movido ni un dedo y, sin embargo, había conseguido exactamente lo que quería.

Debería estar contento.

Entonces, ¿por qué me siento así?


—Según una fuente del Ministerio de Finanzas, el gobierno planea implementar nuevas regulaciones a partir del próximo año.....


Durante todo el informe de Campbell, él no logró concentrarse. Por culpa de eso, la reunión se alargó más de lo habitual.

Una vez que Campbell se marchó, se quedó solo, contemplando en silencio lo que había quedado sobre el escritorio, hasta que alguien llamó a la puerta.

Por si acaso, guardó lo que tenía en el cajón. Pero quien lo buscaba no era una amenaza, sino el mayordomo.


—¿Qué ocurre?

—Hace una hora vino la señora.


Se levantó de inmediato, dispuesto a preguntar dónde estaba ahora, pero el mayordomo se adelantó.


—Y hace más o menos media hora, salió hacia la playa con las niñas.


Grace regresó tres horas más tarde.

Leon, mientras entraba al húmedo baño matrimonial, repleto del calor de la ducha reciente, carraspeó levemente.


—Pero miren quién está aquí. ¿La famosa reportera Chloe Regan, en mi casa y a estas horas? ¿Acaso ha ocurrido un asesinato?


Grace, con el cabello recogido en un moño alto y el cuerpo sumergido en un mar de espuma dentro de la bañera, detuvo un instante la copa de vino tinto que sostenía y soltó una breve risa.


—No, claro que no. Eres la periodista que denuncia la violación de los derechos de la infancia, ¿cierto?


Señora periodista, lo único malo que le he hecho a una criatura fue mentirle diciendo que Santa Claus existe.

La sonrisa de Grace se iluminó un poco más esta vez.


—Si no quieres que revele al mundo que papá es un mentiroso.....


dijo mientras levantaba el dedo índice y lo movía hacia él con picardía


—Entra.

—A sus órdenes.


Leon se soltó la corbata, la arrojó a un lado, se acercó a Grace.













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El baño había sido corto, pero la larga noche apenas comenzaba.


—¿Qué tal este?


Grace, buscando en el vestidor un vestido de noche para la cita de esa noche, sacó uno de seda plateada y se lo sostuvo frente al cuerpo desnudo, evaluándolo al espejo mientras giraba un poco.

Leon, sentado en una chaise longue junto a la ventana del vestidor, con nada más encima que una bata de baño y una copa de vino en la mano, no respondió. Solo bebió.


—¿Tampoco este?


La respuesta no vino de su boca, sino de más abajo. Si eso se erguía, era señal de descalificación. Demasiado provocativo.


—¿Entonces qué se supone que debo ponerme?


Sacó cinco vestidos más y le pidió su opinión, pero cada vez que lo hacía, Leon respondía igual: con su erección.

Grace, frustrada, terminó soltando una burla con fastidio.


—¿Qué quieres, que me ponga un saco de papas con la etiqueta “producto premium de Columbia”?

—Mmm...


Leon se frotó el mentón, como si realmente lo imaginara, entrecerró los ojos con picardía.


—Se me hace agua la boca. Descalificada.

—…Estás loco.


Al final, Grace eligió el vestido que más le gustaba: uno de un azul medianoche. Ese tono no solo le favorecía a ella, sino que también armonizaba con los ojos de Leon.

Fue entonces cuando él también empezó a prepararse. Eligió una corbata del mismo tono que el vestido de Grace y se colocó unos gemelos y un reloj que combinaban con las joyas que ella había elegido.

Mientras ella se aplicaba el labial, le echó una mirada fugaz al reflejo de Leon en el mismo espejo. Él, con las manos en el cabello, se peinaba hacia atrás el flequillo suelto con pomada.

Tal vez la razón por la que a Leon le gustaba tanto el rostro desnudo de Grace —sin maquillaje— era la misma por la que a Grace le gustaba más cuando él no se ponía pomada y dejaba que su cabello rubio cayera naturalmente sobre la frente.


—¡Ah, que me haces cosquillas!


Él se ofreció a ponerle el collar, pero aprovechó el momento en que Grace levantó el cabello para besarle insistentemente la nuca expuesta. Como no se despegó de ella ni mientras terminaba de maquillarse, acabó empapado con su perfume.

Apenas llegaron al lugar de la cita —a solo diez minutos en coche desde casa—, Grace exhaló profundamente, como si acabara de alcanzar un éxtasis electrizante.


—Ah… se siente como si el pecho se me abriera de golpe.


Leon, en cambio, sentía justo lo contrario: el pecho se le cerraba.

El jardín de verano de la ópera estaba abarrotado de gente que intentaba exprimir hasta la última gota del verano antes de que el otoño se lo llevara. A Leon nunca le gustaron las multitudes, así que le costaba entender cómo Grace podía sentir que por fin respiraba en medio de ese gentío.

Pero una pareja ideal no es aquella que coincide en todo, sino la que sabe respetar las diferencias.

Bailaron en la pista, aún calurosa a pesar de la brisa del río; rieron, conversaron, escucharon música en el bar, y bebieron. O mejor dicho, Grace fue quien bebió sin medida.

Ya de regreso, mientras caminaban hacia el ascensor privado del penthouse, Leon sostenía a una Grace que no paraba de tambalearse.


—¿Te divertiste hoy?

—Por supuesto. Muchísimo, de hecho.


La lengua le tropezaba tanto como los pies.


—Me caíste muy bien. Si el puesto de esposa sigue vacante, llámame a este número, señor loco guapo.


Intentó sacar una tarjeta de presentación de su clutch, pero después de varios intentos fallidos, simplemente se lo entregó entero a Leon. Sus borracheras, ahora como antes, seguían haciéndole reír.


—Cariño...


Apenas entraron en el ascensor, Grace se le colgó encima y empezó a suplicar como una niña caprichosa:


—Hazlo. Anda, hazlo. Mmm, ¿sí? Si no lo haces, hoy no te dejo dormir.
Asure: Diablos señora ... esa es la voz, una mujer que tome la rienda :v

—Una mujer que se queda dormida en cuanto toca la cama no debería hablar tan alto…


Lo que Grace quería que él hiciera era imitar a Ellie. Justo ahora, ella se comportaba como una niña para que él imitara a su hija. No le gustaba hacerlo, pero cada vez que accedía, Grace aplaudía encantada, como si fuese lo mejor del mundo. Y eso que él apenas cambiaba el tono o las palabras con un mínimo de esfuerzo.

Era absurdo que Grace siempre pidiera aquella tontería, más absurdo aún que Leon, pese a quejarse, siempre terminara haciéndolo.


—Mamá quiere a Ellie más que a nadie en el mundo.


Grace sonrió de oreja a oreja.


—Es verdad. Pero mamá también quiere muchísimo a papá, y a Liv.

—Entonces ya no tiene sentido decir quién es el número uno.


Leon besó la frente de su esposa y, a pesar de todo, volvió a complacerla cuando ella le pidió que siguiera:


—Ellie es una princesa, así que todo lo que haga Ellie es de princesa.

—Exactamente.


La risa de Grace era tan adorable que, sin que ella lo pidiera, él improvisó una más. Y eso fue un error.


—Ellie se siente triste en su corazón.

—Ha…


Al principio, era risa. Pero cuando Grace se tapó el rostro con ambas manos, la risa se transformó en llanto.

Leon sintió que la borrachera se le pasaba de golpe. La rodeó con los brazos, alarmado.


—Grace, ¿Qué te pasa?

—Yo también... yo también me siento triste en el corazón.


Y si tú te sientes así, a mí también me duele.

Pero no le dijo que parara.


—Llora. Está bien. Llora todo lo que necesites.

—Sabes bien que ocultarlo no hace que el dolor desaparezca.


Leon abrazó a su esposa, tal como lo hacía cuando sus hijas lloraban, la consoló.

Grace, que había llorado con más fuerza por un momento, entre sollozos, logró sacar una frase con voz quebrada.


—Lo siento.

—¿Por qué?

—Es nuestra primera cita en mucho tiempo, yo sólo lloré como una niña......

—¿Crees que no lo sabía?


De hecho, lo sabía desde el principio. Durante toda la cita, Leon pensó que la sonrisa de Grace estaba exagerada. El hecho de que se sumergiera aún más en el baile y el alcohol que de costumbre, o más bien, que se entregara a ellos con desesperación, no le pasó desapercibido. Era evidente que intentaba ocultar el dolor en su corazón.

Pero pensó que al menos lo había olvidado con el alcohol.


—¿Viste el artículo? Sabes que no es verdad, ¿verdad?


Grace se aferró a él, preguntando.


—¿Por qué preguntas lo que ya sabes?


Grace esbozó una sonrisa, como si se sintiera aliviada, pero rápidamente su rostro volvió a deformarse por la tristeza.


—Lo siento.

—No has hecho nada malo. ¿Por qué te disculpas?


Es injusto que tú, que no has hecho nada, tengas que disculparte como si fueras la culpable. Las disculpas de Grace tocaron una fibra sensible en Leon.


—¿Por qué soy así?

—¿Qué quieres decir con eso?

—Siempre he estado huyendo. Pero ahora decidí no huir y pelear. Pero no está funcionando. Hice todo lo que pude… y esto es todo lo que conseguí.


Dijo que había hecho todo lo posible. Sí, ella estaba equivocada.

Enfrentar las cosas de frente no es la única forma de no huir y pelear.

El fanatismo no es algo que solo ellos tengan.

Tú también lo tienes.

Con solo una mirada, aquellos fanáticos a sus pies habrían destrozado a cualquiera... y aún así, ella eligió enfrentarlos sola.

Qué Dios más patético.













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Cada sábado por la noche, la zona de ocio en el centro de Rochester se llenaba de gente que buscaba aliviar la fatiga de la semana, como una multitud de hormigas. Sobre sus cabezas, los neones brillaban tan intensamente que dolían en los ojos, con los nombres de cantantes y comediantes famosos.

Cuando se salía de las calles donde los tranvías pasaban y los cabarets y bares de jazz estaban alineados, de inmediato se desplegaba un mundo completamente diferente. Incluso los callejones detrás del distrito de ocio, aunque eran lugares de diversión, parecían más una guarida.


—Hola, guapo caballero.

—¿Te tomas un descanso? Esta noche puedo ser lo que sea para ti.


Mientras cruzaba el callejón húmedo, las mujeres semidesnudas que se apoyaban en la acera le hicieron señas a un hombre de mediana edad. El hombre ignoró sus insinuaciones, se bajó más el sombrero de ala ancha y apuró su paso.

En el momento en que él giró hacia un callejón, las prostitutas detrás de él comenzaron a gritarle insultos, refiriéndose a él como un 'gusano' y despreciándolo por su orientación sexual.


—Qué miserables. Cuando amanezca, irán a la iglesia a confesarse, rogando para que puedan ir al cielo cuando mueran, después de haber maltratado a esos gusanos que despreciaban.


El hombre se adentró en un callejón donde se encontraban los jóvenes que vendían sus cuerpos.


—Lo siento, monseñor.

—Si realmente lo sientes, por favor, mantente alejado por un tiempo.


Gilbert Miller, siguiendo los consejos del monseñor, trató de ser prudente, pero después de un mes, ya no pudo soportarlo más. El tener que tirar a la basura todos sus bienes, debido a una maldita reportera, hizo que soportar la situación fuera aún más difícil.

Después de todo, solo tenía que ser cauteloso en los lugares donde los fieles y la congregación pudieran verlo. Este callejón era un refugio del diablo, donde ni siquiera los ojos de Dios llegaban.


—Hola, guapo.


Hombres dispersos a lo largo de la acera le hicieron señas, pero aquellos con barba no eran de su agrado. La decepción crecía a medida que se acercaba al final de la calle.

Fue entonces cuando vio a un niño, agazapado detrás de una pila de cajas. Parecía tener unos doce años. Al detenerse, el niño levantó la vista hacia sus zapatos, al mirarlo, su rostro era inmaculado, con una expresión de puro temor. Lo miraba con ojos llenos de miedo.

Aunque era obvio que no había hecho esto antes, el niño claramente había sido empujado a las calles por la insistencia de su madre, una prostituta.


—Lo encontré.


Gilbert sacó un billete del bolsillo de su abrigo y se lo mostró al niño. El niño miró fugazmente hacia el hombre elegante que estaba parado al final del callejón. Probablemente, era un proxeneta.

Cuando el proxeneta dio su consentimiento, el niño asintió con la cabeza y se levantó. Incluso aceptó sin dudar cuando le dijeron que si dejaba que le tomaran fotos, recibiría más dinero. Era un día de suerte para él.

Gilbert siguió al niño hasta un viejo edificio al final del callejón. Mientras subían las escaleras que crujían como si fueran a colapsar, los ecos de los gritos de las prostitutas y los gemidos de los drogadictos resonaban por el pasillo.

Era un infierno que haría que incluso Dios frunciera el ceño y apartara la mirada. Así que, sin importar lo que él hiciera, Dios no lo vería.


—Este es mi hogar. Los adultos no están aquí.


El niño abrió la puerta del último departamento en el tercer piso. Después de echar un vistazo al desorden que había en el interior, Gilbert entró, el niño cerró la puerta tras él.

En ese momento, la oscuridad lo envolvió. El edificio estaba tan apiñado que la luz no podía entrar por las ventanas, y ni siquiera podía ver el suelo.

Gilbert, buscando al niño con la mano, preguntó en la oscuridad:


—¿No tienes luz?

—Sí.


La voz no era la de un niño, sino la de un hombre adulto.



¡TAC!



El sonido del interruptor siendo accionado hizo que la luz se encendiera, tiñendo la oscuridad con un resplandor amarillo. No era solo por el color de la bombilla. En ese instante, cinco hombres corpulentos, que no estaban allí cuando entró, lo rodeaban.

Lo habían atrapado.

Se decía que había grupos que, fingiendo vender su cuerpo, atraían a los incautos para luego robarles. Y, sabiendo todo eso, él no podía haber llegado allí con las manos vacías.


—¡Huh! ¡Ugh!


Cuando intentó sacar la pistola de su abrigo, uno de ellos le agarró el brazo. La fuerza era tan brutal que sintió que su brazo podría romperse con el más mínimo movimiento.

Finalmente, Gilbert no pudo resistir la fuerza de los cinco hombres y le arrebataron la pistola. Mientras registraban su cuerpo y comenzaban a sacar sus pertenencias, él rogó:


—Llévenlo todo, pero por favor, déjenme la vida.

—¿Qué vamos a hacer? Yo tengo otras ideas.


Justo antes de que se encendiera la luz, la misma voz que le había respondido antes se oyó nuevamente. Un joven hombre caminaba lentamente desde una de las habitaciones. Era un rubio desconocido, que contrastaba totalmente con el barrio empobrecido, vestido con ropa cara. El látigo de montar que llevaba también aumentaba la sensación de desconcierto.


—Como prometí.


El hombre hizo sonar una gran moneda entre sus dedos y la lanzó hacia el niño que había estado observando la escena en silencio desde una esquina. El niño corrió y la atrapó.


—Eso también es para ti.

—¡Gracias!


El hombre señaló los billetes que habían caído del bolsillo del abrigo de Gilbert, el niño rápidamente los recogió antes de desaparecer por la puerta del apartamento.


—Vuelve a tu lugar.


¿Era él el líder? A la orden de este hombre, los secuaces de inmediato arrastraron a Gilbert hacia una habitación. A diferencia de la sala, que estaba hecha un desastre, la habitación estaba peligrosamente limpia. Las ventanas estaban cerradas, los únicos muebles eran dos sillas metálicas.

Uno de los hombres forzó a Gilbert a sentarse en una de las sillas y lo ató con un cinturón de cuero, sujetándolo por las muñecas y la cintura.


—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué... qué están haciendo...?


Cuando uno de los hombres intentó meter un trapo en su boca, el hombre rubio negó con la cabeza.


—No hace falta un bozal. Grites lo que grites, nadie te escuchará aquí.


Con esas palabras, la preocupación en los ojos de Gilbert aumentó aún más, el hombre se acercó a él, tomando asiento en la silla frente a él. Tras la indicación de otro joven que estaba de pie detrás del rubio, los secuaces salieron todos de la habitación. La puerta se cerró, dejando solo a Gilbert y al rubio dentro.

El hombre, aparentemente el líder, apoyó los codos en sus rodillas y descansó su barbilla en las manos entrelazadas, mirando fijamente a Gilbert en silencio. Sus ojos tenían una luz tan débil que no parecían humanos. Gilbert comenzó a sentirse incómodo, no podía leer sus intenciones, y el nerviosismo lo invadió.

Finalmente, el hombre rompió el silencio.


—Padre Gilbert Miller.


Sabía mi nombre. No había visto mi billetera antes, ¿cómo lo sabría?

Un escalofrío recorrió a Gilbert, quien se encogió de miedo, sintiendo una premonición ominosa.


—¿Sabes quién soy?

—N-no, no lo sé.

—No importa que no sepas mi nombre. Pero lo que sí debes saber es que soy el esposo de Chloe Regan, la periodista.

—Ah......

—¿Quieres que sea yo quien diga lo que no puedes?

—N-no......

—Ah, eres ese hombre patético con la esposa infiel.

—.......

—Y también eres su amante.


Frente a su confusión, el hombre estalló en una risa maníaca.


—Es cierto. Yo soy el dueño de Rochester Independent.


Lo que parecía una locura, de repente, tenía sentido. Ahora comprendía por qué esa mujer no había sido despedida y por qué podía seguir metiéndose donde no le correspondía, como un oso hormiguero sin miedo.


—Ahora soy el hombre con el que mi esposa ha tenido una aventura. ¿No es gracioso? Campbell, ¿Qué piensas?


El hombre preguntó a su subordinado detrás de él, ambos comenzaron a reír. Al principio parecía una risa burlona, pero cuando se calmó, el hombre no dejó de sonreír.


—Incluso con los rumores, al final mi esposa y yo seguimos siendo un hombre y una mujer. De alguna manera, es tremendamente romántico.


Aunque claramente había venido a vengarse, el hombre parecía sorprendentemente contento. Gilbert, lleno de una pequeña chispa de esperanza, preguntó cautelosamente:


—¿Qué es lo que quiere?

—Primero, tendrás que escuchar mi historia. Ese es el primer paso.


Gilbert quiso preguntar qué tipo de primer paso, pero el hombre no respondió. En su lugar, miró con ternura el látigo que tenía en la mano y le preguntó a su subordinado que estaba detrás de él:


—Sabes, he estado deseando esto por un tiempo. Qué bien que finalmente llegó el momento. Campbell, ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Parece que han pasado más de dos años.

—No ha sido tan largo como pensaba.

—¿Qué tal si fuma uno después de tanto tiempo?


El subordinado, sacando una caja de puros de su abrigo, hablaba con un tono militar. Y además, con un acento del continente.

El subordinado parecía ser un exmilitar del continente, el autor, con su esposa periodista, parecía manejar a tipos como jefes de la mafia o dueños de medios de comunicación. A medida que entendía más sobre la identidad del autor, se volvía menos claro, no más nítido.

El hombre miró con cierto pesar la caja de puros que le ofrecía su subordinado, pero negó con la cabeza.


—Lo sabes. A mi hija mayor no le gusta. Ya de por sí, últimamente está en su fase rebelde y pasa el día diciendo ‘Te odio, papá.’ No quiero que me odie aún más.


Cuando el subordinado retiró la caja de puros, la mirada del hombre se dirigió a Gilbert.


—Sobre esa hija que apareció en el artículo, ¿qué opinas? Ahora que conoces la historia, ¿te das cuenta de lo absurda que era la mentira?

—Eso... eso fue lo que yo dije......

—Por supuesto que no. El obispo probablemente presionó al periodista de esa revista y sobornó a una rata de mi periódico.

—Sí, sí. Así fue, el obispo......


Al escuchar la confesión, el hombre sonrió de manera fría y cortó las palabras.


—Bueno, de todos modos, lo que hiciste fue un intento por cubrir tu crimen, así que eres el culpable.

—A la esposa del señor director, la periodista, le ofreceré mis disculpas...

—¿Esposa...?


El hombre repitió la palabra 'esposa' en voz baja, como si saboreara la palabra, luego volvió a murmurarla.


—La gente habla de eso tan fácilmente, pero el mundo no sabe lo difícil que fue para mí conseguirla.


Mirando al vacío, como si estuviera recordando el pasado, continuó:


—Si supieras cuánto tiempo dediqué a hacerla mi esposa, lo que tuve que sacrificar, pensarías que estoy loco. Una mujer con un marido loco no se debe tocar. Yo fui capaz de destruirme a mí mismo por ella, así que no me digas que no puedo destruirte a ti.


Un mal presentimiento le recorrió la espalda, helándole la sangre. Gilbert intentó razonar, suplicando una solución pacífica, pero el hombre insistió en que era su turno de hablar, comenzó un relato incomprensible sobre por qué se dirigía a él.


—Para ser sincero, nunca me gustó que mi esposa trabajara. Podría vivir como una reina, mimada por todos, si tan solo se quedara tranquilamente a mi lado. ¿Por qué insistir en pasar por tantas dificultades?



¡Zas!



El látigo en la mano del hombre resonó con un golpe seco contra la pata de la silla de metal.


—Pero, por otro lado, lo entendía. Incluso yo me siento inquieto cuando me quedo en casa. Además, siendo una mujer que ha vivido toda su vida haciendo solo lo que otros le ordenaban, es comprensible que quisiera probar hacer algo por su propia voluntad.


Por eso también sentía lástima, añadió el hombre.


—Le dije que hiciera lo que quisiera, pero eso no significaba que la dejaría completamente libre. Incluso su libertad debía estar dentro de mis límites, ¿no crees?


Los 'límites' del hombre se referían a un periódico al borde de la bancarrota.


—Yo siempre he manejado periódicos conservadores, ¿sabes? Pero si hay dos bandos, un buen estratega debe tener peones en ambos. Así que no está mal tener un par de periódicos progresistas bajo mi control.


Por supuesto, se burló el hombre, ese límite, que no se sabía si era para encerrar o proteger a su esposa, esos peones, eran más bien sanguijuelas que devoraban sus fondos en lugar de cumplir su papel.


—Mirándolo en retrospectiva, todo lo relacionado con esa mujer siempre me ha traído pérdidas. Pero la existencia misma de esa mujer es una recompensa que supera todas esas pérdidas juntas, así que, al final, solo he obtenido ganancias.


Su mirada, que hasta entonces había estado perdida en el aire como si contemplara a su esposa ausente, se giró bruscamente hacia Gilbert. Sus ojos, antes nublados como por efecto de las drogas, se volvieron escalofriantemente fríos.


—De hecho, esperaba que se cansara y renunciara por su cuenta. Y hace poco, recibí su carta de renuncia, tal como yo quería.


Solo al escuchar las siguientes palabras comprendió que lo que hasta ahora le había parecido un rodeo, en realidad había dado en el clavo.


—Pero, ¿por qué será? Debería estar feliz, pero no lo estoy. ¿Por qué crees que es?

—¡Ugh!


El hombre punzó el pecho de Gilbert con la punta del látigo.


—Solo entonces me di cuenta. Yo quería que mi esposa se divirtiera un poco y se cansara para renunciar por su cuenta, no que la lastimaran y la echaran.



Drrrk.



El hombre se levantó de su asiento sin previo aviso. Gilbert, pálido de terror, suplicó:


—Lo, lo siento mucho. De verdad lo siento. Si me deja ir, yo......

—Tus disculpas no son suficientes. ¿Crees que una simple palabra puede sanar las heridas de mi esposa?

—Entonces, ¿qué debo...?

—Si has cometido un error, debes pagar por él.

—Yo, yo... entonces, admito mi culpa y me entregaré para pagar mi deuda......

—¿De qué estás hablando? No pienso juzgarte moralmente. Yo no soy una persona moral. Soy un egoísta que solo se preocupa por lo suyo.


El corazón de Gilbert se desplomó al comprender que el hombre planeaba tomarse la justicia por su mano.


—Para ser sincero, me da igual si el mundo es un infierno en la tierra. Con que mi casa sea un paraíso, me basta. ¿No crees? Pero si ese mundo infernal se mete con mi esposa e hijas, entonces sí que me importa.



Pak. Pak



Con cada paso que daba el hombre, Gilbert intentaba escapar arrastrando la silla hacia atrás. Era inútil.


—¿Quién te crees que eres para hacer llorar a una mujer a la que ni siquiera yo he hecho llorar?

—¡Agh!




¡Pum!



La silla pateada por el pie de León se volcó hacia atrás. El hombre, atado a ella, cayó golpeándose la cabeza contra el suelo y comenzó a temblar convulsivamente, sollozando. Al ver cómo se oscurecía la entrepierna del hombre, León frunció el ceño.

Hasta ahora, los que había interrogado, fueran ineptos o no, al menos tenían algún tipo de entrenamiento. Este era el primer civil puro que se enfrentaba a algo así. En otras palabras, era la primera vez que alguien se orinaba con solo una patada a la silla.

León intercambió una sonrisa incrédula con Campbell y luego miró al hombre tirado en el suelo, mojando sus pantalones como un niño.


—Vaya, parece que hoy olvidó el pañal, padre.


Ante la mención del pañal, los ojos del sacerdote se abrieron enormemente. Mientras un shock y un terror de otra índole comenzaban a nublar su mirada, León esbozó una sonrisa burlona.


—Parece sorprendido de que conozca sus gustos secretos.


La madrugada del día siguiente al arresto de Grace, el guardaespaldas de León, siguiendo órdenes de recuperar el coche y la cámara de Grace, hizo un descubrimiento inesperado al llegar a la iglesia.

Padre Miller había sido visto tirando algo en el contenedor de basura de una parada de autobús no lejos de su residencia y luego entrando corriendo a su alojamiento. En la caja que había desechado, se encontraron objetos que un soltero de mediana edad no debería tener.

Biberones, chupetes y un gorro y pañales de talla adulta.

Había oído rumores de gente con parafilias que se excitaban fingiendo ser bebés, pero los había tomado por habladurías. Quién iba a decir que eran ciertos.

Qué de cosas.

Para Leon, ser asociado con un pervertido tan repugnante era injusto y humillante.

Aparte de lo asqueroso, estos objetos no solo no respaldaban el reportaje de Grace, sino que tampoco podían usarse como prueba de un delito. Aun así, pensó que podrían ser útiles en algún momento, así que los guardó. Y, efectivamente, resultaron útiles.


—Ahora será el turno del mundo entero de sorprenderse al conocer los gustos secretos del padre.


León hizo un gesto a Campbell, quien abrió la puerta y dejó entrar a los guardaespaldas que esperaban afuera. En sus manos llevaban los objetos que Padre Miller había tirado. El rostro del sacerdote, al adivinar lo que iban a hacer, palideció hasta el blanco.


—Bien, mi historia ha terminado, así que pasemos a la siguiente etapa. Por supuesto, ya no me ensuciaré las manos.


Tal como dijo, sus hombres se encargaron de preparar la siguiente etapa. Los guardaespaldas levantaron a Padre Miller y le quitaron toda la ropa.


—La única desventaja del matrimonio es que uno debe renunciar a los juegos que disfrutaba cuando era soltero. Pero tiene ventajas que superan eso. Escucha bien. Ah, qué consejo inútil para un sacerdote.


León rió por haberle dado una oda al matrimonio a un sacerdote que había hecho votos de celibato, luego añadió con una mueca:


—Y más aún para alguien que está a punto de morir.


El sacerdote palideció y se tambaleó.


—¿Dijiste que te llevaras todo y me dejaras vivir? Yo te devolveré todo lo que tiraste y me llevaré solo tu vida.


Levantó el pañal grande que estaba en el suelo con la punta del látigo y sonrió.


—Ah, por supuesto, tu honor también.


Parecía importarle poco lo que dijera el hombre.


—Sa, sálveme, por favor. Haré lo que sea...

—Será mejor que terminemos rápido y nos vayamos. Tengo que ir a leerles un cuento a mis hijas antes de que se duerman. Y por supuesto, no debo olvidar el beso de buenas noches.


León miró su reloj y apuró a los guardaespaldas. Al ver que sus súplicas no funcionaban, el hombre escupió y comenzó a maldecir.


—¡Tú, tu esposa y tus hijas arderán en el infierno!

—Bueno, le pregunté a un demonio que conozco bien y dijo que el infierno está tan lleno de sacerdotes sucios como tú que no hay lugar para mí. Ah, pero dijo que sí hay lugar para ti, así que no te preocupes.

—¡Sí! ¡Intenta matarme! ¡Volveré como un fantasma y te violaré el trasero!

—Vaya, ¿y con esa boca vulgar has estado predicando la palabra de Dios?


Padre Miller pronto quedó en una figura grotesca, desnudo, con un gorro de bebé y un pañal puesto.


—No me gustan los bebés aparte de mis hijas, pero nunca los he encontrado repugnantes. Este es el primero.


Los ojos de Leon se entrecerraron involuntariamente.

Al recibir su permiso, Campbell sacó un frasco de pastillas de su bolsillo. El sacerdote, al reconocer su contenido, tembló y pronunció una maldición como última voluntad:


—¡Demonio! ¡Cómo te atreves a burlarte del mensajero de Dios! ¡Dios no te dejará impune!


León soltó una risita y transmitió la respuesta divina:


—Oh, necio. En este mundo, solo mi dios es el verdadero dios. El mensajero de un falso dios que se atrevió a blasfemar al verdadero dios morirá a manos de un fanático.


Pronto, Padre Miller tragó a la fuerza el polvo de bendición que había estado escondiendo en la palabra de Dios y olvidó todo.












⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅










—¡Kyaaaak!


Un grupo de mujeres reunidas en la calle gritó y se dispersó en todas direcciones. Todo por el hombre de mediana edad que apareció de repente desde un callejón.

Desnudo, con un gorro de bebé y un pañal puesto. El hombre tenía una apariencia indescriptiblemente extraña, como si fuera un lunático.


—¡Uwaaaaa!


Gritaba palabras incomprensibles como un salvaje, persiguiendo a la gente que pasaba por la calle principal. Su andar y su mirada eran inestables, como si estuviera borracho.

Al final, una multitud se agolpó en la calle para ver al 'bebé gigante'. El hombre rió como un loco hacia la gente que lo rodeaba y luego intentó abalanzarse sobre un grupo de jóvenes, pero fue golpeado con un puñetazo y cayó al suelo.

El hombre se levantó tambaleándose. Cuando el joven que lo había golpeado lo amenazó de nuevo, se dio la vuelta y huyó. El lugar donde se metió corriendo fue justo delante de un tranvía que pasaba por la avenida en ese momento.



¡Kuáng! ¡Kiiiiik!



—¡Kyaaaaaak!


De nuevo, los gritos de mujeres resonaron en la calle principal. La multitud ahora se agolpaba frente al tranvía detenido. En medio de todo, Leon, de pie en la azotea de un edificio no muy lejano, confirmó con sus binoculares la figura del hombre tendido en el suelo, en una condición aún más grotesca que la de llevar un pañal, sonrió.

Había preparado un camión para atropellarlo después de que llamara la atención lo suficiente, pero el tranvía se había encargado de su trabajo.


—Definitivamente tengo buena suerte.


Siendo un hombre amado por Dios, era lo natural.













⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅










La grotesca muerte de Padre Miller fue solo el primer paso en la venganza de León.

Gracias a la billetera que había en el pañal, se confirmó rápidamente que el hombre que murió drogado y causando disturbios en el centro la noche del fin de semana era Padre Miller. Pero el pañal no solo contenía una billetera.

Al día siguiente, el caso comenzó a ser noticia a gran escala. El inicio fueron los periódicos que poseía León, pero en un día otros también se lanzaron a la carrera por la primicia y el aumento de ventas.

Disculpe si esto suena duro para Grace, que cree que la prensa es justicia, pero la prensa es, en general, una hiena.

Ciegos ante la competencia por los artículos sensacionalistas, los reporteros publicaron tal cual el testimonio del forense de que el sacerdote tenía un chupete metido como si fuera un falo artificial. La prensa amarilla incluso publicó en primera plana la foto del cadáver del sacerdote con el pañal puesto.

Gracias al testimonio de las prostitutas que afirmaron que Padre Miller había ido por su propio pie al callejón donde había hombres que se vendían y luego había salido corriendo con esa apariencia extraña también por su propio pie, las sospechas de linchamiento o venganza ni siquiera pudieron surgir.

El sacerdote, al que se creía inocente, se había rebajado a sí mismo hasta el punto de....

Mientras el sacerdote, al que se creía inocente, moría demostrando personalmente su sucio escándalo, la opinión pública se invirtió en un instante.



[Las dos caras horribles de Padre Miller]

[La solitaria lucha de una reportera contra una enorme iglesia]

[¿Persecución religiosa? En realidad, ¿persecución de la prensa?]



El objetivo de Leon no era solo Padre Miller. Quien realmente llevó a Grace al límite fue Obispo Merrick, jefe de la diócesis de Richmond.



[Que una manzana esté podrida no significa que todas las manzanas de la caja lo estén. La desviación personal de un sacerdote merece ser condenada, pero es hora de que todos unamos fuerzas para que los verdaderos creyentes que sirven fielmente a Dios no se conviertan en víctimas inocentes]



Cuando el obispo emitió una declaración intentando cortar por lo sano, Leon tomó prestado el método de movilización de organizaciones progubernamentales que él mismo usaba.



[¿Es cierto que su hijo denunció a Obispo Merrick por lo que le hizo Padre Miller?]

[Sí, es cierto]

[Entonces, eso significa que el Obispo también conocía los crímenes de Padre Miller]



Los actores que contrató se hicieron pasar por las madres de las víctimas, dando entrevistas en la radio y organizando protestas frente a la iglesia y el parlamento. Por supuesto, el obispo también movilizó a fanáticos para detener las protestas, pero los guardaespaldas que Leon soltó fueron demasiado para ellos.

Justo cuando agarró al Obispo por el tobillo, que intentaba cortar por lo sano y huir, León sacó su siguiente carta.



[Desde las donaciones hasta el dinero de las apuestas ilegales]

[Prostitución, sífilis y Obispo Merrick]

[Obispo Merrick, revela que el Papa también es homosexual]



Investigó al obispo y reveló lo que había dicho en reuniones de póquer y los registros médicos de su médico personal. Un escándalo por día, incluso anunciando el titular del artículo del día siguiente al final de cada nota.

La estrategia de León atrajo poderosamente la atención, el caso ocurrido en una iglesia de un suburbio del este se extendió a toda Columbia y, finalmente, al extranjero.

Como si lo hubieran estado esperando, siguieron las revelaciones de las malas acciones de los sacerdotes, los medios de comunicación, incluida la radio, se burlaron de ellos. A nivel local, las visitas a las iglesias y las donaciones disminuyeron como una marea baja.

¿Habría sido fatal la revelación de la vida privada del Papa? La Santa Sede, que siempre había guardado silencio ante tales asuntos, finalmente intervino.

Al final, Obispo Merrick no solo fue destituido, sino incluso excomulgado.

La iglesia, que pensaba que su oponente era solo el presidente de un pequeño periódico y una reportera novata, debió haber sufrido un gran golpe. Al ver que la situación se invertía repentinamente y que se desarrollaba una guerra de revelaciones como si se hubiera estado esperando, la diócesis pareció darse cuenta de que había una figura detrás de todo.

Por supuesto, no solo ellos, sino que León quería que todo el mundo se diera cuenta y lo demostraba abiertamente. Que la reportera Chloe Regan tenía un fanático con poder y dinero detrás de ella.

Ahora nadie se atrevería a tocar a su dios.

Encargarse de la revista femenina que publicó artículos falsos por instigación del Obispo fue mucho más sencillo. En una situación en la que la opinión pública ya los miraba con malos ojos, Leon los demandó bajo el nombre del presidente de Rochester Independent, inmediatamente publicaron un artículo de corrección y disculpa.

Cazar a la rata que vendió rumores falsos fue un poco más complicado.

Utilizando los periódicos que poseía Leon, les quitó a los principales anunciantes de la revista femenina, empeorando su situación financiera, luego fingió que pondría anuncios de una importante empresa de la que era el principal accionista en los espacios vacíos, solo para cancelarlo en el último momento. Por supuesto, la revista se mostró desesperada, como si fuera a arrodillarse y suplicar.

Se pusieron en contacto diciendo que querían reunirse, así que Leon envió a Burrell en su lugar.


Parece que fue obra de un tal Jack Crespo de nuestra sala de redacción. Dice que vendió los rumores que circulaban en la empresa no por dinero, sino a cambio de un puesto como reportero en el periódico económico del mismo grupo de medios.


Burrell informó desde la cafetería de un hotel en un barrio rico de Rochester, pero no estaba seguro de si su jefe lo estaba escuchando correctamente. Parecía completamente absorto en el niño sentado en el cochecito.


Apá. Come.

—No, esto es de Liv.

—Ah...


El jefe le dio un trozo de scone con mermelada de fresa y nata a su hija de un año, que se parecía mucho a 'Chloe Regan', luego le limpió la boca con una servilleta. Luego, mientras seguía mirando a su hija con una sonrisa complacida, dio la orden sobre Jack Crespo.


—Burrell, despídelo.

—Por supuesto, señor.

—Campbell, córtalo y dáselo.

—Sí.


Al ver la respuesta sin dudar de Campbell, parecía haber entendido todo, pero Burrell no. Pensó que decir 'córtalo' era una repetición accidental de 'despídelo', pero ¿'dáselo'? Burrell solo pudo resolver esa inquietante pregunta cuando se quedó a solas con Campbell al salir del café.


—Disculpe, señor Campbell, ¿Qué ordenó cortar el jefe?


Campbell sonrió amargamente y se llevó dos dedos a los labios, haciendo un gesto de cortar. Al darse cuenta de que significaba cortar la lengua, Burrell palideció.


—Nunca pensé que sería verdad......


Burrell miró hacia atrás al café. Mirando al caballero que disfrutaba elegantemente de su té, tenía una expresión confusa, incapaz de conectar lo que había oído y lo que había visto.


—El jefe tiene una dignidad casi aristocrática. Después de todo, la gente del Viejo Continente es diferente.


Burrell le decía a menudo esas cosas a Campbell. *Se nota*, pensó. *Por otro lado, hay aspectos que no se notan.*


—Por si acaso, no tiene que tener miedo. Es una persona generosa con su gente. Por supuesto, eso es cuando no lo traicionan y hacen bien su trabajo.


La tensión, que estaba a punto de relajarse, solo se intensificó con las palabras añadidas de Campbell. Burrell, dándose cuenta tardíamente de que había puesto un pie en un territorio más peligroso de lo que pensaba, sudó frío.

Un esposo que secretamente ayuda a su esposa en sus asuntos externos, fingiendo ser un héroe anónimo. Lo que había pensado que era un juego de niños romántico era en realidad una misión terriblemente seria.













⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅










La luz del sol de principios de otoño que se derramaba por los altos ventanales del solárium del ático, que hace un momento cosquilleaba las plantas de los pies de la niña, ahora le llegaba hasta el cuello, sin que ella se diera cuenta de cuándo se había arrastrado tan silenciosamente.


—Te va a deslumbrar.


Grace acercó suavemente a Liv, que dormía la siesta en el diván. Aun así, la niña no se despertó. Parecía profundamente dormida, hasta el punto de no notar que Milkie, la gata blanca de su hermana mayor a la que tanto temía, estaba acurrucada a su lado.

Qué alivio que en esto no se parezca a su padre ni a su hermana.

Grace volvió a tomar las tijeras que había dejado a un lado y comenzó a recortar artículos de los periódicos apilados. Estaba haciendo un álbum de recortes sobre el caso de Padre Miller. Después de pegar el último artículo en el álbum, Grace lo hojeó desde el principio.

Su mano seguía pasando las páginas hacia adelante y hacia atrás, centrando su atención en el artículo sobre la muerte de Padre Miller. En las primeras páginas, periódicos que habían criticado a Chloe Regan ahora la elogiaban en los artículos posteriores. Sus ojos, repasando el momento en que el tono cambiaba como si se volteara un panqueque, se dirigieron al hombre al otro lado de la habitación.

Leon estaba sentado frente a Ellie a una mesa de ajedrez. Su postura, esperando el movimiento de su oponente, era relajada, a diferencia de la de Ellie.

Abrazar con fuerza a Muffin con un brazo significaba que estaba ansiosa. Con la otra mano se frotaba el entrecejo, mirando el tablero de ajedrez con una seriedad que era la misma expresión que ponía su padre cuando estaba pensando profundamente. Aunque no podía ver bien el tablero desde donde estaba, sentía que sabía el resultado.


—Hing... Perdí otra vez.


Tal como pensaba. No tardaron ni cinco movimientos en llegar al resultado. Leon levantó en brazos a la niña, que abrazaba su muñeca y bajaba la cabeza.


—Pero hoy fue una partida bastante reñida, así que seguramente ganarás la próxima vez.


Él consoló y animó a su hija decaída, pero nunca la dejaba ganar. Eso era muy de él.


—¿Cómo va a ganarle una niña de cinco años? Ni siquiera los adultos pueden ganarle.


Grace fingió que hablaba del ajedrez, pero en realidad no era así.


—Ellie perdió porque tiene sueño. [Bostezo]......


Ellie se frotó los ojos y bostezó. León entrecerró los ojos con disgusto y cubrió la boca abierta de la niña con su mano.

Como si lo que decía sobre tener sueño fuera cierto, pronto Ellie se acostó junto a Liv y se durmió abrazando a Milkie y Muffin. León llamó a la criada para que bajara las persianas y luego se sentó junto a Grace, bebiendo té mientras ella hacía anotaciones en el álbum de recortes. Entonces, de repente, preguntó:


—¿Fuiste a la morgue?

—Sí, fui.

—¿Adivino? Empezaste revisando las uñas de las manos y los pies, ¿verdad?

—¿Me ves tan tonta? No dejarías rastros de algo que tú ordenaste.

—A pesar de no haber dejado rastros, supiste que solo el amante era obra mía. Qué romántico.


Parecía que León había captado el verdadero significado de las palabras de Grace sobre que ni siquiera los adultos podían ganarle.


—Eres un hombre al que realmente da miedo tener como enemigo.

—Tú también fuiste mi enemiga en un tiempo. ¿Me tenías miedo? No lo parecía en absoluto. Probablemente yo te tenía miedo a ti.


Grace soltó una carcajada, pero rápidamente se tapó la boca y susurró cuando los niños se movieron.


—Ver que al final llamé 'mío' a mi enemigo demuestra que eres un hombre temible, ¿verdad?

—Esas palabras fueron bastante agradables de escuchar.


Este hombre sonríe a menudo, pero ocho de cada diez sonrisas brillantes son falsas. Sin embargo, cuando sonríe tenuemente con ojos que parecen saborear algo, siempre es sincero.


—Aunque soy un hombre temible, ¿no soy el mejor amante?

—Ay, ¿ahora qué tontería vas a decir?

—Te vengué. Logré una revolución. Incluso te di dos hermosas niñas rubias. Cumplí todos tus deseos de toda la vida, así que soy el mejor amante.

—Uf...

—¿Me equivoco?

—......


Por un lado, su arrogancia era exasperante, pero por otro, no podía refutarlo. ¿No había sido así también esta vez?

Pensó que podía vencer la injusticia con la justicia, pero una vez más se sintió frustrada al darse cuenta de que solo con la justicia no se podía ganar, al mismo tiempo, confirmó una vez más el afecto de este hombre.

También esta vez, lo que la salvó del abismo no fue una causa justa en el mundo, sino el afecto de un hombre.


—Gracias, Leon.

—No necesitas agradecerme. Solo hice lo que era obvio como tu eterno aliado.

—...Esas palabras me emocionaron mucho.


Cuando terminó la lluvia de besos sorpresa de Grace, León la miró a los ojos con sus labios aún unidos y susurró: —Grace, no lo olvides. Siempre me tendrás a mí.—

Solo a mí.

La mujer, que se acurrucaba en sus brazos derramando lágrimas de emoción, parecía no comprender en absoluto el verdadero significado de sus palabras.

No lo olvides. La única persona que se quedará a tu lado hasta el final soy yo. Así que, ¿por qué no abandonas este maldito mundo y me eres fiel a mí a partir de ahora?

Pero desde su primer encuentro hasta ahora, ¿cuándo había obedecido Grace sus deseos de inmediato? Grace levantó la cabeza, se secó las lágrimas y apretó el puño con fuerza. Como alguien que enciende su espíritu de lucha.


—Después de todo, la única persona que me apoya eres tú. Para que el apoyo de mi único aliado no sea en vano, trabajaré aún más duro.


Grace, en realidad soy tu enemigo.

De repente, se había convertido en un formidable enemigo.

Asure: Pagina 188/353 .... chiques acabamos el primer arco, disfruten .... feliz domingo (PD: si hay suficientes comentarios, mas de 12, por el dia de la mamacita, tendran doble racion) .... disfruten

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