LVVDV 398






LA VILLANA VIVE DOS VECES 398

El sueño de la mariposa (65)




Preocupado por si Artizea estaría en la residencia ducal, lo primero que hizo Cedric al llegar fue preguntarle a Ansgar por su paradero. Si ella estaba en casa, planeaba enviarla de inmediato al alojamiento de Pavel en el palacio de la emperatriz; no quería que el incidente de hoy la afectara.


—Salió a reunirse con Obispo Nikos y aún no ha regresado.


Afortunadamente, Artizea no estaba en casa. Cedric escribió una breve nota pidiéndole a Nikos que la retuviera hasta tarde, la entregó a un sirviente y se dirigió a la enfermería con Graham.

El rostro del médico estaba sombrío.


—No hay heridas mortales. Está fuera de peligro. La mayoría son contusiones, abrasiones y una pequeña hemorragia interna, pero nada grave; se recuperará pronto. Tuvo que suturarle algunas heridas en el cuello y el rostro. Quedarán cicatrices.

—¿Otra vez?

—El daño en el tobillo es considerable. Originalmente fue una fractura simple, pero al no recibir tratamiento y seguir trabajando, el hueso sanó mal. Será una discapacidad permanente.

—......

—Además tiene una dislocación habitual en el hombro... aunque eso no es lo más preocupante.


El médico, veterano de la frontera norte como cirujano militar, hablaba con profesionalidad, pero su expresión estaba llena de inquietud. Graham, incrédulo, preguntó:


—Si eso no es lo grave, ¿entonces qué lo es?

—El trauma psicológico es severo.


El médico miró hacia detrás de la cortina que hacía de divisoria. Cedric, decidido a ver por sí mismo, la corrió.


—P-p-por favor... no hago nada mal... no he hecho nada malo...


Un niño que no parecía tener más de 14 o 15 años se encogió al verlos, arrastrándose boca abajo mientras balbuceaba con voz aterrorizada.

El médico hizo una mueca de compasión. Cedric, sin darse cuenta, apretó los puños.

Graham tenía mucha menos experiencia que Cedric y el médico presenciando secuelas de violencia. Había tenido amigos brutales y participado en peleas a puñetazos. También había visto golpear a sirvientes.

Pero esto no era el resultado de una simple pelea o violencia pasajera. Sabía que las heridas de guerra, los castigos crueles o el abuso prolongado podían quebrar la mente de una persona, pero nunca había imaginado una escena así.

Cedric se arrodilló junto a la cama para calmar al niño. Luego le hizo un gesto a Graham.


—Por favor, agáchese. No lo asustemos más.

—Ah.


Era absurdo pedirle a un gran duque que se inclinara frente a los sirvientes, pero Graham, olvidando por completo todo protocolo, dobló el torso de inmediato. Un médico, atropellándose, le acercó una silla.

Cedric habló con voz suave:


—Estás a salvo. Y no tengo intención de castigarte.

—N-no… por favor…


Balbuceó el joven, con una pronunciación arrastrada, como si tuviera la boca lastimada. Cedric decidió que era mejor no presionarlo. En ese estado de terror, ni siquiera podría denunciar lo ocurrido con claridad.


—Quédate tranquilo. No volverás a la residencia de Marqués Rosan. Yo te protegeré.


No sabía si el chico había entendido sus palabras o si asentía por miedo a una respuesta negativa, pero este movió la cabeza con gesto aterrorizado.

Cedric se dirigió al médico:


—Será mejor darle un sedante y que descanse. Cuando se calme, su estado mejorará.

—Sí, Su Alteza.


Hizo una seña a Graham para que se retiraran y salió tras la cortina divisoria. Mientras el médico preparaba un vaso de agua y la medicina, Graham salió detrás de ellos.

Finalmente, logró hablar:


—Voy a enfrentar a ese bastardo de Lawrence.

—Su Majestad el Emperador cubrirá este asunto.


dijo Cedric con frialdad.


—Ya lo hizo antes, cuando Lawrence cazaba humanos en el otro mundo. Aunque ahora los príncipes y princesas están vivos, dudo que la consideración hacia ellos sea distinta.


No compartiría su poder, pero encubrir crímenes era otra cosa. Incluso era probable que cediera más, precisamente porque no lo veía como sucesor.

El rostro de Graham se tiñó de furia.


—Tú aguanta. Yo no pienso hacerlo. Sabía que era una escoria, pero no que estaba tan loco. De haberlo sabido, habría actuado antes.


Tras soltar esas palabras, salió con paso firme.

Cedric sintió que su propia ira palidecía ante la rabia pura de Graham. Mientras él sopesaba consecuencias, calculaba repercusiones y negociaba con el Emperador, el otro simplemente ardía. Un regusto amargo le llenó la boca.

Aun así, lo siguió. No tenía intención de quedarse de brazos cruzados.














⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Cuando el carruaje con el blasón del Gran Duque Altin entró en la residencia del Marqués Rosan, los guardias vacilaron, sin saber cómo actuar.

Todos en la mansión sabían que Graham detestaba a Milaira y a Lawrence. Además, la mayoría de los guardias eran soldados enviados desde el palacio imperial.


—Ábranme. Ahora.


Graham abrió la puerta del carruaje y habló en persona, después de que los guardias intentaran bloquear el portón principal para informar primero a los de dentro.

Los guardias titubearon, pero al final cedieron. No tenían el valor de interponerse ante un gran duque de sangre real, cuya furia era evidente hasta en el último pelo de su cabeza.

El carruaje cruzó el portón y se dirigió hacia la entrada principal.

Bill, a punto de sufrir su segundo incidente del día, salió corriendo como un animal acorralado. Si hubiera sido el príncipe Pavel, quizá habría sido comprensible, ¡pero el Gran Duque Graham era un desastre en toda regla!


—B-Bienvenido, Su Alteza. ¿A qué… debemos este…? ¡Agh!


Graham ni siquiera lo miró y avanzó hacia el interior de la mansión.


—¿Dónde está Lawrence?

—¿Eh? A-Ah, p-por favor, permítame guiarles a la sala de re…

—He preguntado dónde está Lawrence.


La expresión de Graham dejaba claro que su paciencia colgaba de un hilo. Bill goteaba sudor frío. Si respondía con sinceridad, temía represalias; si no lo hacía, el peligro inmediato era Graham. Al final, cedió ante la amenaza más cercana.


—E-En la biblioteca, seguro. Dijo que iba a escribir cartas, así que…

—Por aquí.


Cedric tomó la delantera. Conocía bien la distribución de la residencia de Marqués Rosan, así que no necesitaban guía.

Bill, temblando como una hoja, de pronto tuvo un destello de lucidez —como si le hubiera caído un rayo— y salió corriendo hacia su habitación. Huir parecía la mejor opción en ese momento.













⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Cuando Cedric entró sin vacilar, Graham sintió un breve destello de curiosidad, pero no sospechó nada grave. 'Si está comprometido con Artizea, quizás ya ha visitado esta mansión antes'

Nadie intentó detenerlos mientras avanzaban más allá de las salas de recepción y los salones de banquetes, hacia las áreas privadas. Aunque, de haberlo intentado, los caballeros de Evron que acompañaban a Cedric los habrían neutralizado.



Clac.



Cedric abrió la puerta del estudio. Lawrence respondió con voz distraída, creyendo que era un sirviente al que había llamado:


—Aún no he terminado. Espera.

—Lawrence.


Al oír la voz de Cedric, alzó la cabeza sobresaltado y se puso de pie de un salto.


—¡Cedric!


No tuvo tiempo de soltar algún comentario sarcástico sobre si habría venido por algo tan trivial como un sirviente, porque Graham apareció tras Cedric.


—¡Su Alteza Graham! ¡Ghk—!


Antes de que pudiera reaccionar, Graham lo agarró por el cuello de la camisa.


—¡Pedazo de basura!



¡Crack!



Un puño cargado de furia se estrelló contra su mejilla blanca como porcelana, como si quisiera destrozarla.


—¡Ugh!


Atrapado por el cuello, Lawrence no pudo caer al suelo. Solo logró emitir un gemido ahogado. Cedric, horrorizado, agarró el brazo de Graham.


—¡No, hermano!


El problema no era que Lawrence hubiera recibido un golpe, sino que, si el Emperador se compadecía de él por esto, sería más difícil imponerle un castigo real.


—¿Qué ocurre? ¿Por qué tanto alboroto…?


Fue entonces cuando la voz de Milaira resonó desde el corredor.

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