LVVDV 396






LA VILLANA VIVE DOS VECES 396

El sueño de la mariposa (63)




El Gran Ducado de Evron se sumió en el caos al ver al herido que Lysia y Alphonse traían consigo.


—¿Qué diablos ha pasado, por todos los cielos?


Los guardias se agolparon en tropel mientras bajaban con cuidado al sirviente malherido del carruaje. Los criados llegaron corriendo con una camilla.

El rostro de Lysia, que intentó seguir hasta la enfermería, seguía pálido, sin rastro de color. No lloraba, pero no era por serenidad, sino por una congoja tan profunda que ni siquiera podía derramar lágrimas.

Alphonse le sujetó los hombros con suavidad para detenerla. Solo entonces ella pareció notar su presencia, sobresaltada, y él le habló con ternura:


—Tranquila. No hay huesos rotos ni desgarros musculares graves. Tras el tratamiento y un poco de reposo, se recuperará.


La vida del herido no corría peligro, ni quedaría secuelas permanentes. Lo preocupante era el shock emocional, desproporcionado para la gravedad de las heridas, pero el descanso lo aliviaría.

Lysia, tras calmarse un poco con sus palabras, inspiró hondo y se dio dos palmadas en las mejillas.


—Lo siento…

—Nada de disculpas. Ha sido un susto terrible, ¿verdad?


Alphonse se arrepintió. No debería haber subestimado el impacto de llevar a Lysia al palacio de los Rosan. Jamás imaginó que presenciaría una escena tan brutal.

Ella mordió su labio inferior hasta blanquearlo.


—¿Tía…? ¿Sabría Lady Tía de esto?

—Difícil saberlo…


Seguro que sí, pensó Alphonse. A juzgar por la actitud de Lawrence, ese hombre no se habría contenido ni delante de su hermana. Quizá cinco años atrás, cuando él aún era un niño, no habría llegado a los extremos sádicos que vieron hoy… pero sin duda algo sabría.

Y Lysia también conocía la respuesta. Las lágrimas rodaban por sus mejillas en silencio, como gotas de lluvia deslizándose por un cristal.

Alphonse suspiró, resignado. Era inevitable. Sacó un pañuelo y lo colocó en la mano temblorosa de Lysia. Ella se secó las lágrimas con gesto torpe, pero al ver que seguían brotando, enterró el rostro en el pañuelo y dejó escapar un sollozo ahogado.


—Es cruel… demasiado cruel. ¿Cómo puede alguien… hacer algo así?


Quizá habría podido aceptarlo si Lawrence hubiera golpeado a alguien en un arrebato de ira, o incluso en medio de una pelea. Hasta la furia más violenta habría sido menos… repulsiva.

Pero él no había sido diferente a su yo habitual. Incluso con esa sonrisa leve, casi disfrutona, en los labios. Incluso cuando, al ser descubierto por Lysia, se había acercado a ella con falsa dulzura, como si nada de aquello importara.

Era demasiado. Lysia era demasiado joven para digerir la existencia de alguien así.


—Se… se lo diré a Su Alteza Cedric.

—Sí.


Alphonse volvió a suspirar. No creía que eso solucionara nada, pero Lysia jamás podría cerrar los ojos ante semejante horror. Y él mismo habría hecho lo mismo.














⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
















Cedric se encontraba en el salón privado de Pavel. Graham también estaba allí.

Era común que los cuatro hijos de la emperatriz se reunieran ocasionalmente, pero era raro ver a los tres varones juntos en palacio durante el día. Por lo general, Cedric solía visitar solo a Pavel, y reservaba las discusiones sobre Evron para Eloise.

No esperaba encontrar a Graham allí. La sorpresa le tiñó la voz.


—Pensé que estaríais ocupado en esta época.

—No tanto como para dejar de ver a mis hermanos menores.


Graham respondió con una sonrisa serena, pero Cedric intuyó que tras esa calma se escondía cierta tensión. Algo le inquieta, pensó.

Hacía poco que Graham había asumido el cargo de Inspector General del Oeste como Gran Duque Altín. El puesto en sí ya era una responsabilidad abrumadora para alguien como él, que apenas superaba los veinte años, pero detrás se enredaban también problemas políticos.

El motivo era simple: la decisión de enviarlo al Oeste no la había tomado el emperador Gregor, sino Eloise.

Hasta Cedric había recibido una confidencia aparte de ella sobre el asunto.


[Su Majestad me lo preguntó tres veces. "¿Seguro que no tienes otro motivo para mandar a Graham al Oeste?"]

[La autoridad de Lady Eloise es inquebrantable. ¿Acaso teme Su Majestad que usted esté planeando una purga?]

[Con solo dieciocho años y ya tan perspicaz. Podríamos sentarte en el Consejo Imperial ahora mismo.]


Eloise lo miró con satisfacción.


[Lo que más le preocupa es eso, ¿verdad? Aunque también teme lo contrario.]

[Si logra dominar el Oeste, se convertirá en una fuerza formidable. Al emperador le resultaría incómodo que mi hermano Graham lo consiguiera.]


El poder absoluto solo tiene un dueño. Un emperador y un heredero adulto no pueden evitar recelar el uno del otro. Y más aún ahora, cuando la relación entre el emperador y la emperatriz distaba de ser armoniosa.

Gregor sospechaba que, si Graham unificaba a las fuerzas occidentales bajo su mando y luego se aliaba con Riagan para respaldar a Eloise, su propia autoridad podría tambalearse. A Graham nunca le había caído bien su padre.

Al mismo tiempo, el emperador debía temer que, si Eloise ascendía al trono, su hermano aprovechara esa base para minar su poder.

Y, entre todo ello, seguía preocupado por la vida de su hijo.

Cedric, que ya se había distanciado de esas intrigas, esbozó una sonrisa amarga.


[Su Majestad es alguien que piensa demasiado.]

[¿Tú qué opinas?]

[¿Yo?]

[¿Crees que estoy intentando eliminar a Graham antes de tiempo?]


Cedric se sumió en un breve silencio antes de negar con la cabeza.


[No creo que Lady Eloise se rebaje a meterse en asuntos tan sucios. Pero, más que eso, dudo que mi hermano Graham llegue a ser jamás una figura política tan relevante.]

[Cierto. Si acaso, sentiría más amenaza por ti.]

[No diga cosas tan aterradoras.]

[No lo digo en serio. Tu ambición es hacer prosperar el Norte, y eso no contradice mis deseos.]


Eloise observó el mapa del Imperio colgado en la pared de su estudio antes de continuar:


[En el Oeste no hay fuerzas políticas dignas de mención. El Este está demasiado fragmentado, además de estar ahí el tío Roygar. El Norte te tiene a ti. Y en el Sur, Pavel ejercerá influencia a través de la Casa Ducal de Riagan.]

[Así es.]

[Deseo que la autoridad de la Familia Imperial llegue a cada rincón del Imperio. Y dado que tenemos a un Gran Duque joven, lleno de energía y sin nada mejor que hacer, ¿no es lógico enviarlo?]


Cedric esbozó una sonrisa. Aquella idea de extender el poder imperial por todo el territorio solo podía surgir de Eloise, una princesa heredera cuya legitimidad nadie cuestionaba. De lo contrario, cualquier otro pretendiente al trono habría priorizado eliminar o someter a sus rivales para asegurar su posición.


[De nada servirá si no logramos contener las oleadas de monstruos.]

[Por eso necesitamos ojos allí primero. Graham es directo, pero justo. Él será mis ojos.]

[Sí.]


Cedric asintió con la cabeza, aunque en su interior no acababa de entender por qué lo había llamado para hablar de esto.

Al ver su reacción, Eloise rió.


[Dale algún consejo a Graham.]

[¿Yo?]

[Tienes una visión mucho más estratégica que él. La última vez que hablamos, vi que habías reflexionado bastante sobre los problemas del Oeste.]


Entonces Cedric recordó de qué conversación se trataba. Había sido una charla sobre cómo el granero occidental podía solucionar los problemas de suministros del Norte, pero no esperaba que Eloise lo hubiera retenido en su memoria con tanto detalle.


[Dudo que mi hermano Graham preste mucha atención a los consejos de su hermano menor.]

[Si supiera que ese hermano menor ha estado maquinando estrategias por su bien, seguramente las escucharía... aunque solo fuera para halagarte.]


No le quedó más remedio a Cedric que esbozar una sonrisa amarga.

Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejar una votación o un comentario 😁😄

Publicar un comentario

0 Comentarios