DAUTYH 217










Domé a un Tirano y Huí  217

SIDE STORY - 78




Su existencia era firme, tangible.

Pero percibir el paso del tiempo... eso era imposible.

Este lugar era oscuridad absoluta. Silencio infinito. Un vacío donde nada podía tocarse.

Si no hay luz, no hay color. Cerraba y abría los ojos, pero solo veía negrura.

Respiraba, pero no escuchaba su propio aliento. Murmuró, y ni siquiera su voz llegó a sus oídos.

No podía beber agua. No podía comer. Y sin embargo, sentía hambre. Sed.

¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy sola? ¿Qué demonios está pasando?

Intentó moverse, pero no había sensación alguna. Por más que estirara las manos o moviera los pies, no tocaba nada. No había resistencia. No había interacción.

¿Cuántos días han pasado?

No lo sabía. Hasta sus propios sentidos le mentían. Al principio, lo había soportado. Pero poco a poco, la duda la consumía.

Un terror primitivo se infiltraba en Charlize. Incluso cuando era Kira, su espada le daba algo a lo que aferrarse. Pero aquí... nada. Solo vacío.

Había resistido torturas brutales sin quebrarse. Pero ahora, su mente se desmoronaba por completo.

Que alguien... que alguien me salve.

No sabía cuántas veces había suplicado.

Cuántas veces había gritado, rogado, con una desesperación que quemaba.

Como si hubiera soportado una eternidad de sufrimiento.

Su garganta estaba seca. Cada paso imaginario sentía como si su carne se desgarrara, como si la sangre goteara de heridas invisibles. Como si su cuerpo entero se estuviera desintegrando.

Dolía. Pero al menos el dolor era un alivio.

Si ni siquiera tuviera esto... dudaría de mi propia existencia.

Quizá todo lo que había vivido era solo un sueño. Quizá nada de ello había sido real.


—Charlize.


En ese mundo negro como el carbón, una voz familiar se filtró como un rayo de luz.

'¿Dylan?'

Solo él la llamaba por ese nombre.

Fue el primer estímulo que recibió. Una alegría explosiva le sacudió el pecho. Necesitaba alcanzarlo.

Gracias a la tenue luz que la voz de Dylan había creado, por fin pudo ver su propio cuerpo. Flotaba en un espacio vacío, infinito, como un universo deshabitado.

¿Dónde estaba? Eso no importaba ahora. Extendió los brazos hacia aquel cielo iluminado, una y otra vez, con todas sus fuerzas.

Y entonces... alguien la tocó.

Un calor abrasador le recorrió la piel. Después de tanto tiempo sin sentir nada, ahora había contacto.

'Dylan... sácame de aquí'

Intentó gritar, pero sus pensamientos se disolvieron en ondas sin forma, incapaces de materializarse.

La tenue luz que había aparecido se esfumó en un instante.

'¿Por qué? ¡Acabo de escuchar la voz de Dylan!'

Silencio de nuevo.

Lo sentí... su calor en mis dedos... Pero desapareció, como si todo hubiera sido una ilusión.

'¿Por qué?'

Su mente volvió a sumergirse en la nada.

No fue hasta mucho después que Charlize pensó en Dylan. Y entonces, recordó quién era. No sabía por qué, pero hasta ese momento, no había sido ella misma. Como si ni siquiera hubiera existido.

Cuando el calor de Dylan volvió a rozarla, la confusión la invadió. Solo podía pensar con claridad cuando evocaba su imagen, así que se aferró a él con desesperación.

'No, no, no...'

Pero el calor de Dylan se desvaneció otra vez.

No te vayas.

¿A dónde vas sin mí?

No me dejes sola.

Charlize cayó de nuevo en la oscuridad.

Para no enloquecer, no dejó de pensar. Descubrió una regla: si no pensaba en Dylan, perdía hasta la conciencia de sí misma.

Así que llenó su mente con él.

'Dylan, Dylan, Dylan, Dylan...'

Solo repitiendo su nombre una y otra vez podía soportarlo.

A veces, muy de vez en cuando, escuchaba su voz. Sentía su calor. «Charlize», la llamaba. Estaba segura.

Él era el único en el mundo que podía probar que existía. Era como si la hubieran programado, pero su mente, normalmente aguda, ahora funcionaba con lentitud, como si estuviera sumergida en un sueño pesado.

La razón de Charlize, siempre afilada como una espada, estaba hecha jirones.

No hay nada. Solo Dylan.

'Dylan, ¿dónde estás? Por favor... sálvame'

Su alma estaba perdida.

Esos breves instantes en los que sentía a Dylan eran lo único que la mantenían cuerda. Sin ellos, en un mundo de puro dolor, ya se habría vuelto loca. Habría sido devorada por la nada.

Pero cada contacto, cada palabra suya, duraba apenas un segundo. Luego, él desaparecía por completo, Charlize volvía a quedar abandonada en el sufrimiento eterno.

Este lugar era el abismo. El vacío sin fin.

'¿Cuánto tiempo ha pasado...?'


—Charlize.


Si lo perdía esta vez, no sabía cuándo volvería a escucharlo. Al oír su voz, despertó de golpe.

Ya lo he dejado escapar demasiadas veces.

Es mi culpa. Mi pecado. ¿Cómo pude fallarle?

Corrió como si le ardieran los pulmones, aunque ni siquiera sabía dónde estaba corriendo.

'........!'

Entonces, como una recompensa, sintió calor en sus labios.

Al principio, se sorprendió. Pero luego se aferró con desesperación.

El beso se profundizó, con cada segundo, el mundo a su alrededor cobraba forma.

'Sin Dylan, mi mente se haría añicos. No podría existir'

Él era quien la rescataba de la nada. Su único salvador.

Su oído, muerto hasta ahora, empezó a captar el sonido de su propia respiración agitada. Su vista, antes ciega, distinguió por fin a Dylan: su pelo negro, sus ojos azules fríos.

Viniste a salvarme, ¿verdad?

No me abandones. No me dejes sola.

Saboreó su saliva. Solo el hecho de sentirla la hizo temblar de felicidad.

Él la sujetó con fuerza por la cintura, como si temiera que escapara. Con la otra mano, le inmovilizó la cabeza.

Quema. Es fuerte.

Su agarre era brutal, propio de un Santo. Imposible de resistir.

Pero ella no quería resistirse.

Solo quiero a Dylan.

‘Dylan...’

¿Acaso tenía una espada en la mano? ¿Qué demonios había pasado?

Charlize conocía su propio poder destructivo, así que soltó el arma de inmediato.




¡Clang!




El sonido metálico resonó contra el mármol al caer.

Frente a ella, Dylan estaba deshecho, como si hubiera librado una batalla feroz. Parecía herido.

¿Quién lo dejó así?

...¿Acaso fui yo?

Al ver un atisbo de lucidez en la mirada nublada de Charlize, Dylan no dudó. La besó de nuevo, más profundo, más urgente. Ella, presa de un terror inconsciente, se aferró a él como si fuera su único salvavidas.

Lágrimas rodaron por sus mejillas. Una reacción imposible si su mente estuviera completamente perdida.

Dylan había cometido errores, había experimentado, pero ahora lo tenía claro:

‘El verdadero fragmento de Ehirit’

Si un humano lo ingería, obtenía inmortalidad... a cambio de perder la razón y convertirse en un monstruo devorado por la sed de sangre.

El único momento en que recuperaba la cordura era cuando el fragmento dentro de Dylan la influenciaba.

Charlize había estado sumida en la locura desde que dio a luz a la princesa.

Solo porque Dylan era lo suficientemente fuerte para contenerla, el imperio seguía en pie.

Si hubiera sido más débil...

Ella habría matado al emperador, destrozado el palacio, aniquilado el sistema.

No solo habría destruido el imperio, sino que habría arrasado con toda la humanidad.

Los breves instantes de lucidez debían ser una agonía. Dylan lo sabía, tras observar los experimentos con Dietrich.

Charlize solo reaccionaba ante él, ante el fragmento que llevaba dentro.

Un roce casual durante el entrenamiento.

Un segundo de contacto.

Eso era todo lo que necesitaba para recuperar un ápice de cordura.

Dylan había luchado contra ella día tras día, esquivando sus golpes mortales sin contraatacar.

Si hubiera querido matarla, lo habría logrado en un día.

Pero someterla sin lastimarla le había tomado semanas.

Al final, Charlize no tenía ni un rasguño.

Dylan, en cambio...

Pero él ignoraba sus propias heridas.

Su teoría era clara:

Su esencia debía permanecer dentro de ella.

Solo así podría mantenerla cuerda.

Con cada beso, la energía violenta que rodeaba a Charlize se disipaba lentamente.

Pero...

‘La saliva no es suficiente.’

‘Necesito estar dentro de ella.’

Solo así el poder del fragmento duraría más.

Si detenía el beso, ella volvería a empuñar la espada.

Su esencia se desvanecería demasiado rápido.

Charlize no estaba en sus cabales.

Era inapropiado, pero...

Ella lloraba, abrazando su cuello con desesperación, como si el miedo a perderlo la estuviera enloqueciendo.

Un solo encuentro no bastaría.

Tan pronto como su influencia se desvaneciera, la locura regresaría.

Necesitaría repetirlo.

Periódicamente.

O Charlize perdería la razón para siempre.

El cuarto de parto estaba destruido. Nadie se atrevería a acercarse.

Dylan no lo pensó dos veces.

Agarró sus hombros y la empujó contra lo que quedaba de la cama.

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