BATALLA DE DIVORCIO 32
'Este maldito pervertido... ¿Qué clase de acto grotesco es este?'
Sabía desde el primer encuentro que no era normal, pero cada vez era más escandaloso.
Como si disfrutara del juego cruel, Maxim repetía el mismo acto: untar crema en los labios de Daisy y chuparla con deleite.
—¿Así sabe el cielo?
Mmm, mmm. Susurraba entre besos húmedos.
'Dios los cría y ellos se juntan'
Era la misma frase que Daisy había soltado antes al probar el pastel, aunque él lo decía con una vulgaridad que rozaba lo obsceno.
—Está jodidamente delicioso.
—Pero qué hago… Yo no creo que vaya al cielo.
Hasta Maxim compartía la misma preocupación que Daisy. ¿Un desalmado como él piensa en el más allá? Aunque, considerando su historial, probablemente había mandado a más gente al infierno que ella.
—No es que no pueda ir, es que no debo. Un monstruo como yo no pertenece allí.
—……
—Así que no vayas sola. No podría seguirte.
Maxim tenía una extraña claridad sobre sí mismo. A diferencia de Daisy, que aún luchaba por redimirse, él parecía haber aceptado su condena.
—Deja de rezar y ven al infierno conmigo. Contigo, hasta el averno sería divertido.
Aunque sus palabras eran retorcidas, sonaba casi alegre.
Los besos, inicialmente breves, se volvieron más profundos. Daisy sintió cómo su cuerpo respondía, traicionándola.
—Joder… No puedo más.
Maxim resopló, subiéndose sobre ella con intención clara.
'¿Debería sacar el revólver?'
Era irónico: el arma que él le había dado para "protegerse" ahora era su única salida. Debería empujarlo, amenazarlo, apuntarle a la sien… Pero algo la detenía.
Cuando sus lenguas se encontraron, Daisy notó el dulzor residual de la crema. Era adictivo. Incluso el jadeo excitado de Maxim empezaba a tener sentido.
Al separarse, un hilo de saliva los unió.
—¿Qué tal si… probamos aquí también?
Maxim lamió la crema de la punta de su nariz.
¡Asqueroso! ¿Por qué narices…?
Daisy parpadeó, sobresaltada, él rió entre dientes.
—Perdón, ¿te asusté?
Mordisqueó su nariz antes de besarla de nuevo.
—Qué tierna eres.
Un escalofrío le recorrió la nuca. Se sentía como presa siendo devorada viva, pero, inexplicablemente, disfrutaba cada segundo.
—Yo ya te probé a ti… Ahora te toca a ti comerme a mí.
¿Qué diablos planea? La curiosidad la enloquecía.
Maxim separó sus labios con un dedo.
—Ábreme… Así.
Al unirse sus bocas otra vez, la crema se derritió entre lenguas y paladares. Cada roce intensificaba el calor en su vientre.
Cuando Maxim inclinó la cabeza para profundizar el beso, Daisy sintió algo húmedo escaparse entre sus piernas.
'…No puede ser. Imposible'
El escalofrío que recorrió su nuca al entender la naturaleza de ese líquido fue instantáneo. Pero la sensación húmeda y pegajosa que resbalaba entre sus nalgas era demasiado real para ignorarla.
'¿En serio esto es lo que me excita? ¿Fingir que duermo mientras me besan y... mojarme?'
Era irremediable.
Daisy nunca admitiría que ese hombre depravado la había excitado.
Pero, por mucho que lo negara, sentía cómo sus bragas se empapaban, cómo el calor se adhería a su piel con vergonzosa claridad.
'¿Acaso yo también soy una pervertida?'
Cuanto más lo pensaba, menos derecho tenía a insultar a Maxim.
Lo peor era que no era la primera vez.
Incluso antes de que él regresara de la guerra, Daisy había tenido sueños... íntimos.
Tras rezar frente a su retrato pidiendo su salvación, en sus sueños lo abrazaba y se perdía en placeres que nada tenían de celestiales.
'Al final, caí ante los susurros del demonio.'
Le repugnaba su propia hipocresía: rechazarlo de día, pero derretirse ahora con sus besos.
Tal vez, como ya habían cruzado esa línea antes, se convencía a sí misma de que "esto no contaba".
'Estoy dormida. Él es el pervertido que aprovecha. Yo no tengo culpa'
Patético.
Sus besos sabían a "cielo", sí. Como ese primer bocado furtivo de pastel robado a medianoche: un placer culpable que sabías dañino, pero imposible de rechazar.
Por eso había evitado consumar el matrimonio. No solo por miedo a su tamaño, sino a perderse en ese abismo de placer y olvidar quién era.
'Besa demasiado bien para ser un principiante'
En la boda estuvo demasiado aturdida para notarlo. Sabía lo básico sobre sexo, pero nunca imaginó que solo los besos la incendiarían así.
'Era mi primera vez. Lo aprendí en libros'
Mentiras. Recordar sus excusas le provocaba náuseas.
La falta de aire —y los besos interminables— le nublaban la vista. Cuando un gemido escapó de sus labios, Maxim se separó.
—¿Te ahogabas? Lo siento.
La observó con ojos oscuros, hasta que una sonrisa maliciosa apareció en su rostro.
—Pero ¿cómo demonios llegó crema hasta aquí?
Su lengua recorrió su clavícula antes de chupar la piel.
'Debí derramarla al tirarme a la cama.'
—Oh, aquí también.
'¿Dónde más...?'
Desesperada por abrir los ojos, Daisy contuvo un quejido.
—Bueno, con unos pechos como los tuyos, es normal que caiga aquí.
—......
—En el pezón. Adorable.
Maldito sea. Otra vez obsesionado con mis tetas.
—¿Te lo limpio?
No. Justo cuando Maxim inclinó la cabeza, Daisy reaccionó.
Fue un movimiento instintivo.
En un giro brusco, lo tumbó bajo su peso y empuñó el revólver que escondía bajo la almohada, apuntando a su frente.
—...¿Qué pretendes hacer con alguien que duerme?
—Por fin despiertas.
Maxim sonrió, sin un ápice de miedo. Como si aquella locura fuera normal.
—Pero ¿cómo eres tan rápida?
—¿Qué?
—Derribarme de un movimiento, y con este cuerpo... No es algo que cualquiera pueda hacer.
Sus ojos, antes juguetones, se afilaron de repente.
—¿Recibiste entrenamiento especial, acaso?
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