Anillo Roto: Este matrimonio fracasará de todos modos 237
Emiliano (3)
—......
—A eso... normalmente se le llama castigo.
—.......
—Porque el mayor consuelo de la muerte es el olvido.
Emiliano habló en un tono bajo, mirando más allá del hombro de Kassel, hacia la colosal estatua de un apóstol.
Anastasio, el apóstol de Dios con los ojos cerrados, los observaba desde lo alto con los brazos cruzados sobre el pecho, como un sarcófago erguido en una cripta. Tal como registraban las escrituras sobre su primera muerte: "de pie, pero como un muerto; yacente, pero como quien resucita".
Los pliegues de la túnica que cubrían sus pies, los párpados caídos, las pestañas esculpidas con minuciosidad... La figura parecía un hombre gigante. Casi divino.
Los ojos color miel de Emiliano, que habían vagado por el rostro de piedra como buscando un rastro, descendieron finalmente hacia Kassel.
—Yo... no recibí castigo alguno.
—........
—Solo morí voluntariamente, sin recompensa. Sin ser liberado.
Kassel recordó el sol de Sevilla derramándose sobre el cabello cenizo de Emiliano, las olas rompiéndose en fragmentos de luz. El retumbar de cascos acercándose, que se sentía primero en las plantas de los pies antes que en los oídos. El olor a sal traído por el viento del oeste.
Memoria. ¿Memoria?
—Me atreví a preguntarme... si usted también recibió ese mismo castigo.
—...Qué disparate.
—¿Ha mirado al apóstol detrás de usted?
—........
—¿Recuerda... el momento en que murió por última vez?
Una mirada, más clara que nunca antes, se clavó en él.
—A mí solo me queda un recuerdo.
—...Dije que lo recordaba todo.
—Solo lo que ocurrió en mi vida insignificante.
—Porque tú lo quisiste, lo recordé todo. ¿Desde cuándo?
—Desde el principio.
—........
—Desde antes de que algo ocurriera en este mundo... salvo que yo "volviera a nacer".
Kassel reconoció el viento feroz que rozó por un instante el frágil rostro de Emiliano.
Esa mirada ardiente que rogaba que él fuera como él. El egoísmo desesperado que nubló por un segundo su bondad. Y entonces.......
—...Al final, no eras como yo.
—........
—Por eso solo recibiste la misericordia de un sueño.
La irónica paz que sintió al confirmar que Emiliano no era como él.
—Porque usted, Lord Escalante, nunca fue tan estúpido como yo.
—........
—Nunca tomó las decisiones equivocadas.
¿Qué fue esa desesperación que nubló sus ojos bondadosos, como un hechizo momentáneo? Este idiota parecía haber estado atrapado en una isla desierta durante décadas, esperando que apareciera alguien, cualquiera.
Que un barco se acercara, que naufragara frente a esa costa, que alguien que entendiera esa soledad insoportable llegara, alguien atrapado en la misma prisión, para no estar tan solo... Aunque fuera el esposo de la mujer que amaba. Aunque fuera un hombre que quisiera matarlo.
Esa hambre voraz. Esa soledad que se parece a la inanición. Ese instinto de supervivencia.
—Lord Escalante... siempre ha sido magnífico.
Emiliano estaba limpio otra vez. Todo había desaparecido en un instante de sus ojos. Solo quedaba la razón, la voluntad bondadosa aplastando todo lo demás.
Un asco reverencial. Alivio porque tú no eres así.
—Dios debe amarle, como es debido.
Kassel se pasó una mano por el rostro distorsionado y dejó escapar una risa vacía. Sin saber cómo me destroza. Sin saber lo que has hecho...
—...No entiendo nada de lo que dices. Nunca lo he entendido. Lo único que me viene a la mente es...
—Si no sabe que volvió a nacer, es una bendición.
—........
—Si no volvió a nacer, es una bendición aún mayor.
—........
—Si no lo arrojaron de vuelta al centro de su vida... significa que es inocente, libre de pecado. Y si aun así hay recuerdos que se filtran en su mente, sueños...
—........
—Es Dios intentando ayudarle esta vez.
El aliento atrapado en su garganta se cortó. ¿Cómo puede tener esos ojos llenos de fe mientras dice herejías? Esa mirada de "quiero ayudarte". ¿Sabrá que quise matarlo?
Para enterrar las respuestas para siempre. Para eliminar el lugar al que Inés podría regresar.
Si supiera lo que quise hacer con esa luz...
—Perdona, pero suenas como un loco.
—Lo sé.
—Y yo debo estar aún más loco que tú.
Apretó los dientes mientras miraba el altar vacío. Como una flor solitaria en un matorral, solo el Dios primordial pintado por Emiliano tenía color en toda aquella pared de piedra desnuda.
Kassel desafió a esa deidad. Una blasfemia que nunca en su vida había cometido.
—...Desde hace tiempo, tengo fragmentos de recuerdos. Es extraño llamar "recuerdo" a algo que nunca viví... pero en el momento, es vívido. Como si estuviera allí: el aire, los olores, hasta los sonidos lejanos traídos por el viento. Y luego... se corta. Como si se apagara una luz.
—........
—Cuando alguien intentó matarme... supe que eso también había ocurrido antes.
—........
—El cuadro de Sevilla... me partió la cabeza por un momento. Sevilla, sí...
—........
—Vosotros estabais en Sevilla ese día.
—........
—El día que moriste.
Las palabras salieron como si las escupiera. Emiliano asintió lentamente.
—Ese puerto... lo había visitado muchas veces. Nada nuevo. Pero, por extraño que parezca, "yo" no lo reconocía. Tan vívido, y sin embargo... no era mi Sevilla.
—........
—Digo cosas que nunca dije. Los demás me hablan con palabras que nunca escuché. Inés... era el secreto de Óscar. Óscar me hablaba de su "esposa".
—........
—Inés ni siquiera estaba allí, yo no entendía nada, atrapado en esa alucinación ridícula... y aun así supe que esa "esposa" de la que hablaba con arrogancia era ella. En un instante.
Kassel volvió lentamente la cabeza hacia Emiliano. Su mirada, que momentos antes había desafiado a Dios, ahora se posaba sobre él con una cortesía casi irónica.
Emiliano, por primera vez, parecía genuinamente sorprendido.
—¿Es esto algo que tú no recuerdas? O......
—.......
—¿Es una historia que nunca escuchaste en tus memorias?
—...Lo único que conozco es una única vida de poco más de veintidós años. Cuando conocí a Lady Inés, ella estaba a punto de convertirse en la princesa heredera...
—Sí. También vi esa época. Un día, él hablaba de su 'prometida'. Lo más extraño es que, aunque ahora soy el esposo de Inés......
—........
—Me pareció obvio, como si el cielo se hubiera volteado. Miré a Óscar, que no parecía tener más de diecisiete o dieciocho años, y supe que Inés se casaría con él.
—.......
—Ahora, mirando a un Óscar más bajo que yo, me ahogaba en una desesperación tan horrible que... por un momento, me convertí en ese niño extraño.
Como un rayo, todas las emociones de ese joven lo atravesaron. Pero él, para ser exactos, ese niño de catorce años, no entendía su propia angustia.
¿Por qué me siento así? ¿Por qué me desespera algo que ya sabía? Inés Valestena... a quien ni siquiera amaba tanto...
—Todo era fragmentario, desconectado. Por eso finalmente pensé que debía estar loco.
—.........
—La primera vez que recordé tu rostro fue al ver un cuadro de Sevilla. Un rostro que juraría no haber visto jamás, pero en cuanto lo recordé, solo pensé: 'Quiero matar a este bastardo'.
—........
—Juro que nunca te había visto antes, pero tu maldito cabello, tus facciones, cómo me miras... esa cara que solo había visto claramente en mis alucinaciones, está aquí. En Bilbao.
—Señor Kassel.
—Entonces tú eres la prueba de que no estoy loco.
Esa escena de Inés ahogándose como si estuviera bajo el agua, esos cuatro años, todo lo incomprensible... por fin encajaba.
Ella lo había enfrentado en un pequeño puerto. Con un niño en brazos. Su garganta se cerró. Inés, abrazando a un niño que no era suyo, mirando a su 'esposo'...
Que Emiliano existiera frente a él era la prueba de que todas esas visiones eran reales.
La historia seguía envuelta en niebla. Pero la respuesta era clara.
—Yo sería la prueba de que no estás loco.
Inés había amado a este hombre.
Quizás incluso pensaste que podrías amarme a mí. Esa noche, ese amanecer... cada expresión, tu calor, cómo me mirabas, cómo me tocabas... todo parecía decir amor. O algo cercano. Que tú también...
'Pero esta vez te reconocí.......'
Quizás me reconociste.
'De pronto quise tener un hijo. Kassel'
Ah.
'Quiero tener tu hijo'
Ah...
Kassel se hundió en un torrente de lágrimas silenciosas. Su rostro estaba empapado. Podía sentir la mirada atónita de Emiliano, pero más clara que el hombre frente a él, estaba Inés.
'...Escalante, ¿viniste a matarme? Como un perro de Óscar.'
Inés escondiendo a su hijo en sus brazos, mirándolo como si él fuera un asesino. Ese día, lo llamó 'perro de Óscar'. Como si él pudiera matar a su hijo. Como si fuera un simple criminal.
Como si realmente creyera que él mataría a su hijo. Su hijo. La sangre y carne de Inés Valestena...
'Si aún le sirves a Óscar, no toques ni un pelo de mi esposo o mi hijo. También puedo matarte. Claro, sería más fácil matarme a mí'
Que me amabas.
¿Cómo pude pensar siquiera que era posible?
'Si matas a mi familia, tendrás que arrastrarte sobre mi cadáver o sobre el de Óscar'
Ni siquiera necesitabas amenazarme. No podría lastimar a este bastardo. Porque es el hombre que amas. Porque apostaste tu vida por él.
No dije que, como un idiota, ya había salvado a tu esposo. Que lo encontré antes que el príncipe heredero, antes que tu hermano. Que le di a ese estúpido una ruta de escape.
El rostro desesperado de Inés, acorralada, era hermoso. Vestida con ropas harapientas, llenando sus ojos de odio hacia él... ella, amando a alguien con esa intensidad, era devastadoramente hermosa.
No podía soportar los celos. La envidia hacia este hombre insignificante era insoportable. Por eso no pude lastimarlo. No pude obedecer las órdenes.
Desde el principio hasta el final.
'...Lo siento, Kassel. He estado demasiado nerviosa estos días. Este niño se llama Luca'
En el momento que pronunció el nombre del niño, el rostro marchito de Inés Valeztena se iluminó brevemente.
Ah. Así era el amor.
Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Realmente me motiva. O puedes dejar una votación o un comentario 😁😄
0 Comentarios