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El tranvÃa se detuvo delante de un enorme plató cinematográfico en medio de un campo. La gente que trabajaba para la empresa cinematográfica salió corriendo, Grace bajó del tranvÃa y entró en el edificio más alto.
Subió en el ascensor hasta el último piso y abrió las puertas antiguas, donde su jefe, que habÃa llegado antes, la saludó desde detrás de su escritorio, inclinando su taza de café.
«Buenos dÃas, Anna»
«Buenos dÃas, Sra. Tate»
Grace se dirigió directamente al sofá de invitados situado en el centro de la sala y abrió su bolso. Mientras sacaba las revistas y los periódicos que habÃa cogido al entrar y los colocaba sobre la mesita, la otra oficinista, que habÃa llegado justo a tiempo, sacudió la cabeza.
«¿Eh? CreÃa que a Anna no le tocaba recoger revistas»
«Eh... sólo son cotilleos....»
«¿Cotilleos?»
Señora Tate miró la revista que Grace tenÃa en la mano y sonrió significativamente.
«Supongo que Anna querÃa leerlo»
«En realidad no, haha....»
Grace sonrió satisfecha. Dobló la revista para no ver la cara del hombre y lo colocó sobre la mesa, luego se sentó rápidamente en su escritorio.
Sobre mi mesa habÃa una nota que parecÃa haber dejado el jefe anoche. Las instrucciones para mecanografiar la carta y enviarla por la mañana estaban garabateadas en negrita al final.
Grace sacó una hoja de papel de lujo con el logotipo del estudio estampado en pan de oro y la deslizó en la máquina de escribir.
Grace trabaja en la empresa cinematográfica. Al principio la habÃan contratado como mecanógrafa en el segundo piso de abajo, pero hacÃa un mes que habÃa llamado la atención de Sra. Tate, la secretaria del presidente, le habÃan ofrecido un trabajo como ayudante de oficina de la secretaria del presidente.
El sueldo era mucho mejor, asà que no lo rechacé. Ninguna ayudante de secretarÃa se cruzarÃa jamás con aquel hombre.
Era la primera vez que tenÃa un trabajo con el único propósito de ganar dinero, pero habÃa tenido que adoptar un nombre falso. Por las dudas, mencioné el lugar equivocado donde vivo.
[Héroe de Blackburn: El último hombre en pie]
Grace se quedó un momento mirando el cartel de la pelÃcula y luego bajó la mirada hacia la máquina de escribir.
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[Té con Conde Winston]
Grace inclinó la taza de té y miró la portada de la revista que Señora Tate tenÃa en la mano mientras estaban sentadas una frente a la otra en la mesa de la sala común. No la habÃa leÃdo, asà que no sabÃa qué se estaba inventando la reportera de la revista, pero como alguien que se habÃa visto obligada a tomar el té con aquel hombre innumerables veces, no era algo que pudiera recomendar.
Si se trataba de una revista brillante, serÃa lo más parecido a la verdad.
Mientras murmuraba sarcasmos para mis adentros, Señora Tate, que estaba almorzando y mirando la revista, la admiró.
«De verdad, impresionante. Pareces el protagonista nato de una pelÃcula»
'¿Protagonista nato, dices? SerÃa la de un villano nato'
Grace respondió para si con sarcasmo mientras le daba un mordisco a su sándwich.
Estaba a punto de estrenarse una pelÃcula basada en la Operación Blackburn. Escondida en el gueto y criando a una niña, Grace no sabÃa mucho de lo que pasaba en el mundo hasta que firmó el contrato de trabajo y se dio cuenta de que la productora de la pelÃcula le habÃa contratado sin querer.
'Odio la mala suerte'
Me gustaba cuando ignoraba lo que pasaba en el mundo, porque asà no tenÃa que verlo y oÃrlo en los quioscos y en la radio todos los dÃas. Han pasado casi tres años desde que se convirtió en 'Héroe de Blackburn' y sigue en el candelero. Si es un soldado, se supone que debe hacer su trabajo y estar callado, asà que ¿por qué está flirteando con la prensa?
«No sé cómo es tan bueno para ser tan joven»
Grace dio un gran mordisco a su manzana y la masticó con fuerza mientras Señora Tate volvÃa a deshacerse en elogios hacia el bastardo.
Todo fue gracias a la habilidad de alguien.
Pero, en cierto modo, también era del hombre. Al fin y al cabo, era él quien habÃa hecho que Grace traicionara a las personas a las que habÃa dedicado su vida.
«Y también es guapo»
Señora Tate levantó las manos ante el comentario del otro empleado.
«No es solo que sea guapo, es más que eso. En persona es incluso mejor que en las fotos...»
Giró la revista para mostrar a Grace un rostro que ya conocÃa bien, señaló el cartel de una pelÃcula en la pared.
«Es incluso más guapo que el actor que lo interpreta. Me deja sin aliento»
Impresionante, sÃ.
Al no comprender el motivo del rubor de Grace, su jefe añadió.
«Es porque no ha visto al auténtico»
La única persona que habÃa visto al hombre en carne y hueso, desnudo, se mordió el labio para reprimir una risita.
Señora Tate, que habÃa conocido al hombre hacÃa más de dos años, cuando hablaban de la producción de una pelÃcula, aún hoy se sonrojaba y se deshizo en elogios.
«Tiene una gracia natural, una ligereza de modales, pero tiene peso, habla muy bien. Es refinado y elegante, de verdad»
A Grace se le retorció el estómago, pues sabÃa muy bien cómo aquel hombre aparentemente noble podÃa convertirse en un bruto humilde en su presencia.
«Es encantador, a partir de ese dÃa, la definición de encanto en mi diccionario es Conde Leon Winston»
Se le hizo la boca agua y Grace dejó caer la manzana. Dio un sorbo a su té, intentando calmar la agitación de su estómago.
«Es un soldado estoico, lo que lo hace bastante erótico»
«Puaj....»
Vomité el té que estaba bebiendo.
«¿Estás bien?»
«SÃ, urgh»
Su colega de la mesa de al lado le tendió una servilleta, los ojos de Señora Tate se entrecerraron. Grace se limpió rápidamente la comisura de los labios, cogió su taza de té y se levantó.
Estoico.... Pues parece que sÃ.
Mientras enjuagaba la taza de té en el fregadero, Señora Tate se burló de ella con un comentario sarcástico.
«Oh, parece que Anna, a pesar de tener hijos, aún no lo entiende. Qué peligroso es el momento en que un hombre, que parece la encarnación de la templanza, se transforma en una bestia descontrolada en la cama»
Lo sé. Lo sé demasiado bien, ése es el problema.
Mordiéndose nerviosamente el labio y limpiándose la taza de té con un paño, Grace repitió mentalmente el sueño de esta mañana.
Una auténtica locura.
«Antes de morir, al menos una vez, quisiera estar bajo la ‘pistola’ de un hombre asà ......»
Señora Tate susurró la palabra pistola en voz baja y sonrió como una adolescente traviesa.
«DeberÃan dispararme»
Sintió un cosquilleo en la parte posterior de las rodillas al recordar todo lo que aquel hombre le habÃa blandido, desde la 'pistola' de Señora Tate hasta una pistola de verdad. Grace hizo una mueca y volcó la tetera sobre su taza de té.
En serio, ese lunático de pacotilla....
Su mente retrocedió hasta la última vez que se habÃan visto, cuando Señora Tate habÃa dicho algo inútil sobre una pistola.
El hombre mordió suavemente la punta del arma que Grace apuntaba hacia él, esbozando una sonrisa con los ojos entrecerrados. Luego, deslizó la lengua lentamente por el cañón, igual que cuando acariciaba su cuerpo.
Joder....
Volvió a sentir aquel cosquilleo entre las piernas, igual que entonces.
Apreté los ojos y me froté la frente, pero una compañera gritó detrás de mÃ.
«¡Anna, está rebosando!»
«¡Ahhhh!»
Levanté la vista de mi taza de té, que chorreaba por el desagüe del lavabo.
«¿Por qué estás tan despistada hoy, eh?»
«Oh... mi hija me despertó muy al amanecer, jaja»
Grace dejó por fin el té y se sentó a la mesa con las manos vacÃas
«Por cierto, pude volver a ver al verdadero Conde Winston en el estreno»
«Envidia»
El alarde de Señora Tate hizo que su compañera hiciera una mueca de dolor. Grace recogió su plato con indiferencia. Se alegró de no necesitar ayudante para el estreno de un mes después.
«Fue con la Gran Duquesa, ¿verdad? Una pareja de lo más inverosÃmil, ¿no?»
Su colega abrió de un tirón la revista que tenÃa delante, los ojos de Grace se clavaron en la foto de la portada, apartó la mirada como una persona en llamas.
«La Gran Duquesa es un poco demasiado sencilla para el conde, pero ¿Importa el aspecto en un matrimonio sin amor?»
«SÃ, pero a mà no me parece un matrimonio sin amor»
La mano de Grace se congeló mientras barrÃa las migas de la mesa.
«...¿Qué quieres decir?»
Ninguna de las dos mujeres pareció darse cuenta de que 'Anna', que hasta entonces se habÃa mostrado indiferente a los cuentos de Conde Winston, habÃa mostrado interés por primera vez.
«Se lo oà decir a Sir Grant el otro dÃa»
Sólo éramos tres en la sala de descanso del despacho del jefe, mi colega bajó la voz hasta convertirla en un susurro. La fuente no era un cotilla, sino el jefe. Grace contuvo la respiración, pues la fuente parecÃa tener cierta credibilidad.
«En la fiesta, a Virginia Roche se le cayó la llave de su habitación de hotel delante del conde, éste no quiso recogerla»
«¿La llave de su habitación de hotel?»
Virginia Roche fue la mejor actriz de su época, un sÃmbolo de sensualidad. Cuando estás en el negocio del cine, te enteras de los cotilleos de los actores aunque no quieras, ella nunca dejaba de llevarse a un hombre a la cama una vez que lo tenÃa en el punto de mira, porque era una belleza impresionante.
Según un colega, a lo largo de la noche, Roche flirteó con el hombre, pero éste permaneció ajeno y acabó declinando cortésmente, diciendo algo asà como.
«Dijo que sólo serÃa leal a una mujer el resto de su vida»
«Vaya, qué natural, qué romántico»
«Y si esa mujer no es la Gran Duquesa, ¿Quién será?»
Grace rió en voz baja mientras volvÃa a recoger sus migajas. Si no es la Gran Duquesa, entonces quién.
HabÃa oÃdo que mantenÃa una relación con Jerome Winston, me preguntaba si habrÃa cambiado entretanto, pero eso era ridÃculo.
Sólo a una mujer... ¿Lealtad? Eso era ridÃculo. A un súbdito que quiere mi lealtad.
Y lealtad era una palabra cargada, porque lo que le estaba ofreciendo a Grace no era lealtad, era obsesión.
«Rechazar una noche caliente con Virginia Roche para ser casto con la mujer que se convertirÃa en tu esposa. Ojalá los hombres aprendieran de eso»
Grace se burló interiormente del comentario de su superior.
Por cierto, vas a ir a una fiesta con una actriz. ¿Crees que vale la pena comprarla?
«Anna»
Grace fulminó con la mirada la portada de la revista y levantó la vista, sorprendida, cuando su superior la llamó por su nombre.
«¿S�»
«¿Qué tiene planeado Anna para el fin de semana?»
«Oh, voy a ir a los grandes almacenes con mi hija. Quiere una corona de princesa»
«Hmm, vale....»
Su Superior y las compañeras de trabajo de Grace, que no tienen hijos, se quedaron atónitas ante su comentario. Ella se alegró de que no estuvieran tan interesadas como para preguntarle cómo se llamaba su hija, pero le decepcionó no tener a nadie con quien compartir las alegrÃas y los retos de la paternidad y el derecho a presumir.
«¿Otra vez vas a pasar el fin de semana con tu hija? DeberÃas tener una cita, Anna»
«SÃ, asà es. ¿Cuántos años dices que tiene?»
«Dos años y medio»
«¿No es lo bastante mayor para necesitar un padre?»
Grace sonrió irónicamente, dándose cuenta de por qué su superior le habÃa preguntado por sus planes para el fin de semana. Señora Tate habÃa intentado emparejar a Grace con Norman, el publicista del jefe. Una cosa serÃa que su superior fuera la única que hiciera de casamentera, pero el problema era que Norman también estaba interesado en Grace.
«Por cierto, se me olvidaba, tengo que enviar algo al Teatro Paramoor hoy más tarde»
Grace salió corriendo de la sala común. Metió las cosas para mañana en una caja y las dejó en la sala de correo del primer piso, donde encontró una pila de revistas sobre su escritorio.
«Anna llévate todas las revistas del mes pasado, las voy a tirar de todas formas»
Grace no podÃa negarse ni tirarlas cuando su jefe decÃa eso a sus espaldas, asà que murmuró un gracias vacÃo y empujó la pila de revistas con el nombre del hombre en una esquina hasta el rincón de su escritorio y se sentó.
«No olvides enviar las invitaciones para el estreno esta semana»
«SÃ, Señora Tate»
Grace sacó una carpeta de su archivador, con la etiqueta 'Héroes de Blackburn: estreno y asistentes a la fiesta' en el anverso. HacÃa tiempo que habÃa informado a los asistentes de la fecha del estreno, ahora habÃa llegado el momento de enviar las invitaciones formales.
Saqué un paquete de cartulinas y sobres elegantes y desenrosqué el capuchón de mi estilográfica. Se quedó mirando un momento el nombre que encabezaba la lista de invitados en la parte delantera de la carpeta, luego garabateó lentamente las primeras palabras de la tarjeta.
Mi querido Conde Leon Winston.
Querido.
Alargó deliberadamente sus trazos y los enrolló con gracia. Nunca escribÃa asà en la casa de campo, asà que si el hombre veÃa alguna vez esta invitación, no la reconocerÃa.
Terminé de escribir la invitación y la levanté. Mientras sacudÃa la tarjeta para secar la tinta, Grace estableció contacto visual con el hombre. El otro empleado habÃa vuelto a dejar la revista sobre la mesita, dejando a la vista la foto y el titular.
[¡Conde Winston y Gran Duquesa Aldrich van a casarse!]
Llevará a la Gran Duquesa al estreno.
Grace no lo sabÃa, pues otro empleado se encargaba de confirmar a los invitados y reservar los hoteles. Tampoco querÃa saberlo.
Sus manos se apretaron al contemplar su rostro feliz y sonriente.
¿Cómo te atreves a olvidarme y seguir con tu vida?
Si no fuera por el riesgo de que la localizaran, ya habrÃa llamado o escrito. Grace deslizó la tarjeta seca de tinta en el sobre, resistiendo el impulso de escribir en el interior de la invitación: 'Enhorabuena, cariño'
Yo también me caso ahora.
Grace cumplirÃa 30 años el próximo mes de abril. Cuando era más joven, solÃa imaginar que a los 30 tendrÃa marido e hijos. Ahora que ya tenÃa una hija, lo único que necesitaba era un marido para completar la familia que imaginaba.
Era feliz viviendo sola con Ellie, pero a veces necesitaba a alguien con quien hablar, alguien con quien sincerarse. También estarÃa bien que Ellie tuviera un padre.
Y mientras la veÃa convertirse en una niña, no podÃa evitar desear tener otro bebé.
No quiero volver a pasar por esas infernales náuseas matutinas, pero quizá la próxima vez sea diferente. Tal vez fuera una reacción al hecho de que era hija de aquel hombre horrible y yo no querÃa tener hijos.
Y tal vez....
Quizá si tuviera otro hombre, dejarÃa de soñar con él.
Él es el único hombre que el cuerpo de Grace conoce. El único hombre que su cuerpo conoce es él.
Si pudiera reducir a Leon Winston del único hombre con el que ha compartido su cuerpo a sólo otro de esos hombres, si pudiera diluir sus encuentros amorosos con él a sólo uno de tantos, tal vez podrÃa borrar por completo el recuerdo que su cuerpo tiene de él.
«Dicen que nunca se olvida la primera vez, haré todo lo posible para que esta noche sea una que nunca olvides, aunque quieras»
Grace inclinó la taza de té y sonrió al recordar las palabras que él le habÃa dicho la primera vez que la habÃa violado.
En realidad, el recuerdo de aquella primera experiencia escandalosa ya estaba embotado. Aquel hombre le habÃa hecho cosas mucho peores y, en retrospectiva, lo que le habÃa hecho aquel dÃa parecÃa cómicamente insignificante. El primer dÃa sintió como si el mundo se acabara y el suelo se derrumbara a su alrededor, pero de algún modo Grace sobrevivió y escapó, ahora está sentada, tomando té y reflexionando sobre el dÃa.
Al fin y al cabo, fue la última que quedó en pie.
Además, aquel dÃa estaba tan agotada que apenas recordaba nada. Lo único que recuerdo con claridad es la mirada de la bestia que me miraba fijamente.
Respiré hondo involuntariamente.
«Sally»
La puerta se abrió y el corazón de Grace se hundió en cuanto oyó la voz del hombre.
«SÃ, señor Grant».
Era Roger Grant, el presidente de la compañÃa cinematográfica. El hombre, que acababa de entrar en la cincuentena, se dirigió directamente a su colega de la mesa contigua a la de Grace y le preguntó algo. La otra oficinista se llamaba Sally.
El nombre que el hombre habÃa utilizado para llamarla justo antes de matarla.
«Sally»
«Quiero quedarme mucho tiempo bajo su mando, Capitán»
Maldita sea. ¿Por qué otra vez ....?
Era como un perro entrenado para salivar al oÃr una campana.
«¿Por qué se ruboriza mi futura estrella?»
Aturdida, Grace fue sacada de su ensueño por su jefe.
«Quiero que guardes esa mirada pÃcara para las cámaras, no para mi despacho»
Cuando el jefe volvió a sacar un tema sin sentido, Grace sonrió incómoda y cambió de tema.
«La carta se envió a Myers esta mañana»
«Bien»
Mientras el jefe se dirigÃa al despacho del presidente, el hombre que habÃa estado de pie a lo lejos, mirando a Grace con recelo, se acercó.
«Hola, Anna»
«Hola»
El hombre, de unos 30 años, se puso delante de su escritorio y dijo su habitual galimatÃas.
«No tiene ni idea de que estaba deseando ir a trabajar en cuanto llegué ayer del trabajo»
Quizá esas confesiones deberÃan reservarse para el jefe, pensó Grace, sonrió satisfecha mientras agachaba la cabeza y escribÃa la invitación al estreno.
«Estaba tan emocionada por ver la radiante cara de Anna esta mañana que pasé la noche en vela, pero no tienes idea de cuánto me desanimó cuando Sir Grant me dijo que fuera al estudio»
«Es la misma cara todos los dÃas»
«Una cara igual de hermosa»
El hombre hurgó en el bolsillo interior de la chaqueta de su traje y sacó dos entradas para el musical, agitándolas ante los ojos de Grace.
«Me pregunto si estará igual de guapa el fin de semana, ¿me concedes el honor de averiguarlo?»
«Lo siento, pero tengo un compromiso de fin de semana»
Desde atrás, parecÃa escucharse la reprimenda de Señora Tate: 'Es una cita con tu hija'
El hombre que le gusta a Grace ya ha sido rechazado varias veces en sus intentos de pedirle una cita, pero no sabÃa rendirse. Probablemente ahora se retire con una expresión de perro mojado, pero mañana por la mañana volverá a lanzarle indirectas a Grace.
«¡Norman, deja de ligar con mi estrella y ven aquÃ!»
grita el jefe desde detrás de la puerta entreabierta de su despacho, Norman levantó el bombÃn a modo de despedida y se dio la vuelta.
No era precisamente guapo, pero era simpático y desprendÃa la vibración opuesta al hombre. Es un publicista bueno y bien pagado. En muchos aspectos, parecÃa un buen marido y padre. Pero Grace, que no estaba interesada en el matrimonio, naturalmente no estaba interesada en los hombres.
Cuando no le interesaba el matrimonio.
«Norman»
«¿S�»
Cuando Norman giró para ir al despacho del presidente, Grace exclamó impulsivamente.
«Esta tarde no tengo ningún compromiso»
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El lánguido sol de la tarde entraba a raudales por los altos ventanales, la fluida conversación se veÃa interrumpida por el tintineo de las tazas de té y alguna que otra carcajada.
El ambiente del salón, donde tenÃa lugar la entrevista, no podÃa ser más cordial.
«Hace tres años que fuiste el héroe de la Navidad»
Una periodista, que parecÃa tener más o menos la misma edad que el Conde, sonrió con un brillo hechizante en los ojos.
«Como periodista que soy, debo decir que tu popularidad nunca parece decaer, incluso he oÃdo decir a Sir Pearce que el Conde sigue recibiendo cartas de amor de todo el paÃs»
El Conde, que estaba sentado con las piernas cruzadas en un sillón con su traje gris, esbozó una modesta sonrisa, la periodista que tenÃa enfrente enarcó una ceja.
«Lo considero más una carta de apoyo que una carta de amor»
«Oh, a tus fans no les hará ninguna gracia oÃr eso, ¿verdad?»
«¿Qué quieres decir? ¿Fans....?»
El conde frunció ligeramente el ceño y emitió un gemido de incomodidad. ¿Ese hombre también hace esos sonidos sucios en la cama? La periodista, soltando un botón de la blusa que le apretaba el cuello, agitó su libreta como un abanico en la mano.
«No soy más que un simple soldado y el jefe de una familia, asà que creo que la palabra 'fan' no sea la palabra adecuada»
«Aun asÃ, eres más popular que la mayorÃa de las estrellas de cine»
La periodista sacó de su bolso el número de octubre de la revista y lo abrió.
«Cada temporada, Modern Lady realiza una encuesta de popularidad entre sus lectoras, en la de este otoño, Su Excelencia ha sido elegido el hombre más atractivo»
La periodista me mostró uno a uno los primeros puestos de la encuesta, con Conde Leon Winston a la cabeza de la lista de hombres con los que casarse, hombres a los que besar, hombres con los que pasar la noche, etc. El Conde, que habÃa estado todo el tiempo con la mano en la frente y la mirada oblicua, frunció el ceño y dijo
«Es un honor, pero me gustarÃa ser el número uno de una sola mujer»
«Oh Dios ....»
La periodista se sonrojó, tapándose la boca con una mano.
«El corazón me late con fuerza en el pecho. Esa única mujer debe de ser Ald....»
«De todos modos, mi credo es ser leal a una sola mujer de por vida»
La reportera anotó rápidamente las palabras del Conde en su cuaderno y juntó las manos como si estuviera soñando.
«Un hombre que será leal a una sola mujer el resto de su vida, qué soldado tan leal eres. Estoy segura de que recibirás muchas más cartas de amor si dices eso. Realmente sabes cómo hacer palpitar el corazón de una mujer y, por cierto, tienes la habilidad de hacerlo palpitar tanto que sólo hay una mujer para el resto de tu vida»
El Conde escuchó tranquilamente a la sonrojada reportera y el interminable torrente de adulaciones. Pierce, sentado en un rincón observando, tenÃa una expresión divertida.
'¿Qué le pasa?'
Riéndose y hablando con una periodista. No es el tipo de conde que se hartarÃa de una mujer tan parlanchina y constantemente coqueta.
'¿Se ha convertido en otra persona?'
Desde principios del año pasado, el Conde le habÃa ordenado de repente que aceptara entrevistas con los medios de comunicación que antes habÃa rechazado. No sólo eso, sino que incluso dictaba la dirección de los reportajes.
Como soldado, el Conde era muy reacio a aparecer en público. Sin embargo, una vez que probó la fama nacional, se le abrieron los ojos a cosas nuevas.
No sabÃa si fue por eso, pero le ordenó que seleccionara sólo emisiones de radio nacionales y periódicos y revistas de distribución nacional.
Quizá el estatus de la familia era ahora tan diferente que la calidad de la prensa ya no era importante, pero cuando se ordenó a la prensa sensacionalista que aceptara entrevistas siempre que se distribuyeran a nivel nacional, Pierce se quedó perplejo.
'¿Y por qué una revista femenina?'
Los medios previstos para la entrevista de hoy eran revistas femeninas. De las que se encuentran en los quioscos de las estaciones de tren y en los pasillos de los supermercados.
De todos modos, desde hacÃa casi dos años, Conde Winston era el misterio más difÃcil de Pierce.
«Oh, no....»
El Conde suspiró mientras consultaba su reloj, con el extremo de la manga blanca que le cubrÃa la muñeca izquierda.
«Me encantarÃa continuar nuestra conversación, pero tengo otra cita»
No habÃa próxima cita. Probablemente el Conde volverÃa directamente a sus dependencias y no reaparecerÃa hasta mañana por la mañana.
«Oh, bueno, antes de que te vayas, supongo que podrÃa hacerte unas fotos para la revista ....»
El Conde asintió, la periodista hizo un gesto al fotógrafo sentado a su lado, comenzó la sesión. El Conde no puso objeciones mientras el fotógrafo se movÃa por el salón, desde la ventana hasta el piano, para encontrar la composición y la iluminación adecuadas.
Pierce observaba perplejo.
«Excelencia, por favor, mire a la cámara»
Leon miró fijamente a la cámara, repitiéndose a sà mismo Esos son sus ojos en ese objetivo. Grace verá esta fotografÃa. Era muy fácil sonreÃr ante aquel pensamiento.
Mira bien, Grace. Estoy sonriendo. ¿No te da rabia? Llama ahora mismo y hazme enfurecer. Por favor.
Después de una entrevista tan tortuosa, por fin llegó el momento de echar a la periodista.
«Eres aún más encantador en persona, es una pena que ni las imágenes ni las palabras puedan transmitir ese encanto, siento decirte que ya estoy deseando ver tu próxima pelÃcula»
Leon sonrió al cruzar la mirada con la periodista, que intentaba despedirse inútilmente. A la periodista le pilló desprevenido y le arrebató despreocupadamente el diario de la mano.
«Tengo que pedirte un favor sobre este comentario»
Los dedos de Leon golpearon la nota que rezaba 'Un hombre leal a una mujer de por vida'
«SÃ, cualquier cosa, sólo tienes que decirlo»
«Cuando escribas tu artÃculo, me gustarÃa pedirte que no identifiques a la única mujer como Gran Duquesa Aldrich ni te refieras a ella directamente»
Ante la mirada interrogante del periodista, Leon frunció ligeramente el ceño, como si estuviera preocupado.
«Me temo que no serÃa bueno para la reputación de la Gran Duquesa en los cÃrculos sociales tener su nombre constantemente en la prensa»
«Vaya, lo has dicho muy en serio»
La periodista se tapó la boca con la mano y se maravilló. Poco sabÃa que en realidad se debÃa a que no querÃa que Grace se hiciera una idea equivocada de que la estúpida prensa estaba difundiendo la tonterÃa de que la mujer a la que querÃa ser leal el resto de su vida era la Gran Duquesa.
«Eres todo un caballero. Eres un gran héroe, un Conde, un Caballero, tienes un corazón tan amplio y profundo, y, si es grosero decirlo, tan buen aspecto. Realmente eres un hombre que lo tiene todo»
Todo. Las comisuras de sus labios se crisparon mientras los forzaba hacia arriba, reprimiendo su ira.
«Gracias por acceder a ser entrevistado, ha sido un placer»
«Para mà también lo ha sido»
Sólo me divierte que Grace vea este artÃculo. Por lo demás, ha sido una asquerosa pérdida de tiempo.
[Leon Winston, El hombre que lo tiene todo]
La frase en la portada de la revista que el periodista le habÃa dejado como regalo lo estaba ridiculizando.
Vaya, tendré que corregir el artÃculo.
Leon se apartó un paso, arrebató la estilográfica de la mano de Pierce y cortó de un tajo el centro de 'El hombre que lo tiene todo'
Hombre vacÃo.
Leon Winston lo tenÃa todo, pero no tenÃa a Grace Riddle. Por lo tanto, era un hombre vacÃo, sin nada.
Enderezó la revista, la arrojó directamente a la humeante chimenea y devolvió la estilográfica a Pierce. Leon se burló mientras caminaba hacia la entrada principal del edificio principal. Pero su reflejo en la ventana no sonreÃa.
DecÃan que lo tenÃa todo. Un noble, un miembro respetado del consejo nobiliario, un gran héroe, un comandante militar con enorme autoridad y un consumado hombre de negocios. HabÃa alcanzado todo el éxito que un hombre podÃa buscar en la sociedad a una edad tan temprana.
Pero ésas son metas que hay que alcanzar, no metas que hay que tener. Eran como puntos de paso en un largo viaje, sin sentido una vez alcanzados. No habÃa un final significativo para su vida.
Al salir por la puerta principal, Leon levantó la vista. Soplaba una brisa fresca que esparcÃa hojas rojas y amarillas contra un cielo azul sin nubes.
Otoño.
El otoño en que la mujer se habÃa derrumbado con un terrible ataque de náuseas matutinas, en que habÃa hecho cosas tan crueles como fingir que le amaba y en que habÃa huido disfrazada de dama y criada.
Era la estación de la tortura.
Olfateó el aire otoñal como un perro adiestrado para salivar al oÃr una campana, esperando la nueva tortura de Grace.
Como si lanzaran un hueso a un perro hambriento, le daban oportunidades de perseguir pero nunca de atrapar. SolÃa maldecir esa crueldad, pero ahora envidiaba a su antiguo yo. Al menos entonces le arrojaban un hueso, aunque fuera sin carne. Ahora, ni siquiera eso. Se estaba consumiendo lentamente, muriendo de inanición.
'Grace, lánzame un hueso. Lo que sea, donde sea. Solo lánzalo. Seguro que quieres reÃrte mientras ves a un perro rabioso correr tras él'
Mientras se repetÃa las palabras, sus pasos se dirigieron naturalmente hacia la dependencia.
Tras volver a escuchar la conversación que habÃa mantenido con la mujer después de que huyera, habÃa captado un sentimiento constante.
«Ya no siento resentimiento ni interés por ti»
En una llamada, ella dijo, al final de la misma, dijo:
«¿TodavÃa me quieres? ¿Por eso eres infeliz?»
Con sorna.
Dijo que no tenÃa ningún resentimiento, pero me dejó una carta llena de resentimiento. El hecho de que la escribiera por última vez era la prueba de que no podÃa superarlo.
«Daisy está muerta, Sally está muerta, Grace Riddle está muerta, tú la mataste»
«Asà que supéralo»
Dijo que la olvidara y luego me acusó de haberlas matado.
«Quiero que te rÃas y de repente pienses en mà y te duela, quiero que me tengas clavado en ti como un clavo el resto de tu vida»
Él le dijo que olvidara, pero ella le dijo que no olvidara.
«Soy tu miseria y soy feliz»
Las palabras no tenÃan sentido, como la carta de un esquizofrénico. Quiere que le olvide, pero no puede olvidarme, quiere que sea infeliz.
Retrospectivamente, fue lo mismo en Newport, cuando, en su urgencia por alejarse de él, se detuvo y dijo e hizo cosas para hacerle daño.
«No te guardo rencor, no me interesas»
No seas ridÃcula. Apestas a resentimiento y a atención.
Grace tenÃa un problema con él.
Ése era el sentimiento que Leon habÃa captado.
No importaba que su esencia fuera el odio, no el amor. Aunque sólo fuera eso, era bueno tenerlo inculcado. Lo único a lo que Leon podÃa aferrarse ahora era a la emoción que querÃa borrar de su mente.
Grace, ¿no quieres que te suelte?
Yo tampoco dejaré que me sueltes. Estés donde estés, nunca podrás alejarte de mÃ.
Asà que me dirigà a la prensa.
Para que Grace, en algún lugar de este reino, se viera obligada a ver su rostro sin cesar, a oÃr sus noticias sin cesar, cada vez que encendiera la radio, cada vez que caminara por la calle.
Para mostrarle sólo cosas felices a una mujer que quiere verle sufrir. Que los medios de comunicación le alabaran como a un héroe ante una mujer que cree que es un villano. No necesitaba ver lo retorcida que me harÃa sentir.
Voy a atormentarte hasta que no puedas soportarlo más y aparezcas para atormentarme.
«Ahora la mancha de mi nombre desaparecerá de tu vida perfecta»
Es curioso, no puedes olvidarme, igual que yo no puedo olvidarte a ti.
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El restaurante que Norman habÃa reservado estaba en Prescott, a 15 minutos en coche del estudio. Era un restaurante del centro, a una manzana del Teatro Paramoor, donde se celebrarÃa el estreno al mes siguiente.
«QuerÃa llevarte a un sitio más bonito, pero tuve que reservar en el último momento....»
Mientras Norman decÃa esto mientras se sentaban uno frente al otro en una mesita, Grace, que ha estado echando un vistazo al restaurante, giró hacia él y le saludó con la mano.
«No, aquà se está bien. Si hablamos de culpa, es mÃa por invitarte a cenar por capricho»
«No es culpa tuya. Sólo me alegro de tener una cita con Anna, aunque sea con poca antelación»
Grace devolvió la sonrisa al hombre que le sonreÃa amablemente, mientras jugueteaba con su desnudo dedo anular izquierdo bajo la mesa. Cuando estaba a punto de salir del trabajo, Señora Tate no paró de insistirle en que se quitara el anillo antes de irse. Para colmo, pasó toda la tarde sudando de nervios al rechazar la idea de su jefa, quien emocionada intentaba prestarle un vestido con un escote profundo.
«¿Dónde vive Anna?»
«Vivo en Greenfield»
En realidad, vivÃa en Hazel Brook, que estaba de camino a Greenfield desde el estudio.
«Te llevaré a mi coche de camino»
«Oh, no tienes por qué hacerlo»
«¿Asà que vas a coger el tranvÃa sola a estas horas de la noche?»
Por costumbre, mentÃa sobre dónde vivÃa y me metÃa en lÃos. Grace se dio la vuelta tras una breve discusión.
«¿Cuántos año dijo que tenÃa Norman?»
«31»
La misma edad que el hombre.
«¿Ha estado casado alguna vez?»
«No. He estado tan centrado en el éxito que no he tenido tiempo de pensar en el matrimonio, ahora que lo he conseguido, es hora de sentar la cabeza»
«Ya veo»
«Dijiste que Anna habÃa enviudado, ¿verdad?»
«Sû
«Siento oÃr eso»
No parecÃa tan desconsolado. El hombre extendió la mano al otro lado de la mesa y Grace se la cogió vacilante. El tacto y la temperatura desconocidos la hicieron sentirse extraña, pero aguantó.
Retiró la mano en cuanto vio a lo lejos que el camarero le traÃa la comida. Después, la conversación se vio interrumpida por la comida. Mientras cogÃa una cucharada de humeante sopa de almejas de su plato de sopa, Grace miró al hombre que tenÃa enfrente y pensó de repente:
'Quizá si salgo del paÃs con él, no me pillen'
Pensó, entonces se dio cuenta. No habÃa comprobado algo muy importante.
«Norman»
«¿S�»
«¿Alguna vez... has pensado en establecerte en otro lugar que no sea aqu�»
«Eh... ¿a dónde te refieres?»
Era un tema un poco prematuro para sacarlo en una primera cita. Tras un momento de vacilación, Grace adornó su historia.
«Tengo una tÃa en Columbia. Es minera de oro, muy rica, tiene un rascacielos y ella y su marido no tienen hijos, asà que no para de pedirme que vaya a Columbia, estoy pensando en mudarme allà cuando mi hija sea mayor»
No es exactamente algo que sacarÃas a colación en una primera cita, el hombre me lanzó una mirada de desconcierto, luego se enderezó y se rió.
«Un nuevo comienzo en un nuevo paÃs, lleno de sueños y esperanza. Parece una buena elección»
«...Lo es»
En realidad, no es una elección, sino una necesidad. Winston no podrÃa vivir aquà aunque renunciara a Grace.
Los restos rebeldes habÃan sido erradicados en gran medida, pero aún habÃa informes ocasionales de crÃmenes cometidos o bases asaltadas. Y los que cometÃan delitos menores sólo pasaban unos años en los campos antes de ser liberados en la sociedad. Tanto si se habÃan lavado completamente las manos como si no, Grace era su traidora.
Asà que si querÃa casarse, tenÃa que encontrar a un hombre que estuviera dispuesto a marcharse.
¿No deberÃa haber ido a Columbia y encontrado un hombre con el que casarse?
Empiezas a arrepentirte de tu cita impulsiva.
«Sé que hablé demasiado pronto, por favor, olvÃdalo»
«Oh, no, nunca se sabe lo que depara el futuro, estoy seguro de que hay muchas empresas al otro lado del océano que necesitan un profesional de las relaciones públicas con talento»
El hombre cambió naturalmente el tema hacia su carrera.
«Sé que suena a fanfarronada, pero después de más de una década en relaciones públicas, me llevan a cualquier parte»
«No es una fanfarronada, es un hecho. Por cierto, eres el publicista favorito de Sir Grant y llevas aquà mucho tiempo»
«Sólo llevo aquà tres años. Antes trabajaba para Sinclair Motor Company....»
¿Sinclair? El nombre le resultaba familiar.
«Después de aquello, la Familia Sinclair tuvo una serie de empresas que quebraron, asà que me trasladé a Grant Pictures»
De repente, Grace recordó. Un dÃa, en la cámara de tortura, el hombre trajo un extraño expediente de investigación y preguntó. HabÃa preguntado si los Sinclair, una respetada familia de empresarios, estaban compinchados con la Banda de Blanchard.
El hombre habÃa llevado alcohol a la cámara de tortura durante un rato y luego se habÃa encerrado allÃ.
No se parecÃa en nada al diablo codicioso que ella conocÃa, Leon Winston.
«¿Anna?»
«...¿S�»
Levantó la vista al oÃr la llamada y vio que Norman la miraba desconcertado.
«Oh, sólo un poco sobresaltada»
Cuando él le preguntó qué le pasaba por la cabeza, ella no supo qué decir, asà que se inventó una excusa.
«No sabÃa que todas las Empresas Sinclair habÃan quebrado»
«No todas quebraron. Gunpowder, de la que Sir Sinclair era presidente, cerró poco después....»
Desde la detención de Jeffrey Sinclair, los bancos han dejado de concederle préstamos y sus socios comerciales le han dado la espalda, de modo que, mientras algunas empresas han quebrado, otras se han mantenido a flote y siguen funcionando.
Los Sinclair, al parecer, habÃan perdido su antigua estatura y prestigio. Por el pecado de haber sido un obstáculo para los negocios secretos del Rey en varias ocasiones.
La opinión de Grace sobre la familia real no ha cambiado en absoluto, ni siquiera después de cambiar de opinión sobre el Ejército Revolucionario. Todos estaban igual de sucios, ella querÃa que cayeran como habÃan caÃdo los Revolucionarios.
«¿Qué ha sido de Geoffrey Sinclair?»
«Dicen que sigue en el campamento»
«Oh....»
«Oh, no te preocupes, no participé en ninguna actividad rebelde»
De repente, Norman levantó las manos y bromeó, una broma que a Grace no le hizo ninguna gracia.
«Al menos sigues vivo»
Masculló algo en voz baja y se recuperó justo a tiempo para ver la cara de sorpresa del hombre. Para quienes no conocen la verdad, Jeffrey Sinclair es un traidor. Qué extraño debe parecer mostrar preocupación por un hombre asÃ.
«No, sólo soy....»
«Eso es lo que yo también pienso»
«¿Qué?»
El hombre asintió, con el color subiendo, luego bajó la voz.
«La mayorÃa de la gente sigue viendo a los Sinclair haciendo negocios y piensa que el Estado deberÃa ponerles fin, que toda la familia está aliada con los rebeldes y que el Rey está siendo indulgente con su sentencia»
«¿De verdad?»
«No, no lo creo. Conozco a Sinclair porque he estado cerca de él. No es como la mayorÃa de los hombres de negocios, que ven a las personas como piezas de máquinas. Puede que no fuera amigo de la corona corrupta, pero no es el tipo de hombre que apoyarÃa a un grupo antigubernamental....»
Tienes razón, los rebeldes de Blanchard no tienen nada que ver con Sinclair.
Grace se tragó lo indecible y preguntó.
«¿Entonces cómo ocurrió?»
Lo dijo simplemente para que respondiera.
«No sé si has oÃdo ese rumor, pero....»
La respuesta del hombre pilló desprevenida a Grace. Una oferta por los derechos mineros de la Mina de Diamantes de Bria, el beneficiario efectivo de la empresa conjunta entre la Gran Duquesa y el Barón. Estas palabras salieron de la boca del hombre.
«¿Cómo supiste lo de Norman?»
«Lo supe por mis amigos del mundo financiero. En su dÃa corrió el rumor por el mundo financiero de que la detención de Geoffrey Sinclair tenÃa algo que ver con la puja, porque era uno de los postores»
Al parecer, el rumor ya habÃa circulado por el dominio público, disfrazado de hecho. Se preguntó cómo demonios se habÃa difundido. PodÃa proceder de cualquiera, dado el número de personas implicadas, pero Grace recordaba a Winston.
Si él lo habÃa difundido, debÃa de tener un propósito. Pero por mucho que lo pensara, no tenÃa sentido. ¿Por qué iba a hacer algo que me hiciera daño el hombre que estaba implicado en ello?
«Sé que algunos piensan que sólo soy una loca que dice locuras cuando hablo de cosas como ésta....»
El hombre parecÃa nervioso y actuaba como si yo hubiera sacado a relucir algo innecesario en la cita.
«No, a mà me parece plausible»
Grace sonrió tÃmidamente y removió la sopa con la cuchara. El problema era la verdad, no lo absurdo.
«Por cierto, la comida de aquà está deliciosa»
Lo decÃa como una distracción, pero lo decÃa en serio.
Mañana, ¿quizá sopa de almejas? A Ellie no le gustan las almejas porque le parecen arenosas, pero le encanta la crema de pollo, asà que quizá le apetezca.
Como siempre que como algo delicioso, pienso en mi hija.
Me pregunto si habrá cenado, qué habrá comido.
A Ellie la cuida una vecina que vive en el mismo edificio. Mientras Grace pensaba en su hija, el hombre habló de la nada.
«Cada vez que la veo tiene un pelo rubio muy bonito»
«Me lo he teñido»
«Oh....»
«En realidad, originalmente es castaño, como Norman»
«Ya veo, yo también me lo pregunté, aunque le sigue quedando bien»
«Oh, en realidad, mi hija tiene el pelo rubio natural, es de un color muy bonito, brilla tanto que no se parece en nada al falso que me teñÃ, cuando le hago una corona y se la pongo, parece una hada»
«Debe de ser guapa como Anna»
«Oh, sÃ, claro que no es sólo guapa, es más lista que sus compañeras, sus maestras de guarderÃa no se lo pueden creer ....»
En medio de su emocionada divagación, Grace dejó de hablar al fijarse en la expresión de la cara de su cita. Estaba sonriendo, pero no sabÃa cómo responder.
«Ah....»
«Te escucho, sigue»
Pero te aburres.
Siempre es asÃ. Te emocionas y empiezas a presumir de tu hija, luego te sorprendes a ti mismo.
«Norman no tiene hijos, ¿verdad?»
Movió la cabeza negativamente.
«Pero quiero ser padre algún dÃa»
Vaya, cuatro de diez.
Si quiere ganarse mi corazón, tiene que decirme que quiere ser el padre de mi hija.
Este hombre habla como si tuviera aceite en la lengua, pero no era lo bastante bueno. Espero un 10, él sigue dándome respuestas de 3 a 7. Malo.
Era aburrido, Grace también.
Obligándose a mantener el diálogo superficial, recogió su plato principal y el hombre preguntó.
«¿Postre?»
Grace negó con la cabeza.
Acabaron la comida sin postre. Cuando puso la mano en el brazo del hombre y salieron fuera, él puso la suya en el mÃo.
«¿Ahora Anna tiene que ir a casa, donde la espera su hija?»
El hombre preguntó con una expresión de tristeza mientras salÃan hasta la calle. Grace, en silencio, señaló con la mirada al otro lado de la carretera, donde el letrero de neón del hotel iluminaba la noche con su luz brillante.
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Puede que en la mesa sea aburrido, pero en la cama... quién sabe.
Grace caminaba por el pasillo del hotel, del brazo de Norman, repitiéndose las palabras como un mantra. Entonces dobló una esquina y estableció contacto visual con Norman. Tras un momento de incómodo silencio, preguntó.
«¿Te importa si no tomo una copa?»
«No puedo quedarme mucho tiempo»
«Ah, ya veo»
De nuevo silencio, Grace miró su mano en el brazo del hombre mientras caminaban hacia la habitación alquilada. Era una sensación extraña, la forma en que sentÃa su mano cada vez que la cogÃa. TenÃa la sensación de que querÃa acostarse con ella, no se equivocaba.
Lo estaba.
En cuanto abrà la puerta de la habitación del hotel y entré, se dio la vuelta.
«Anna... hah....»
Tiró de Grace para abrazarla y apretó su cuerpo contra el de ella. Su parte inferior ya estaba dura contra las piernas de ella. Se le puso la carne de gallina cuando sus manos empezaron a manosearla por la blusa y la espalda.
Grace giró involuntariamente la cabeza hacia un lado cuando sus labios se acercaron y le ofreció la nuca en lugar de los labios, ensimismada.
¿Qué ropa interior llevo hoy?
Por la mañana, habÃa estado tan ocupada cuidando de Ellie que ni siquiera recordaba qué ropa se habÃa puesto al final. Mientras esos pensamientos triviales la distraÃan, el hombre la empujó suavemente hacia la cama.
De inmediato, se quitó el sombrero y lo lanzó a una silla, seguido de su gabardina, que también terminó en el suelo. En el momento en que el fuerte aroma a tabaco impregnó el aire desde las prendas, su corazón comenzó a latir más rápido.
Ahora se quitarÃa el traje de chaqueta y lo colgarÃa en la pared, se sacarÃa el alfiler del cuello de la camisa y lo dejarÃa ordenadamente sobre la mesa.
¿Pero Norman llevaba alfileres?
De todos modos, por fuera estarÃa muy relajado. A Grace le pondrÃa nerviosa tener que observarlo.
Pero el hombre que tenÃa delante no tenÃa ninguna prisa por deshacerse de su ropa. Mi excitación se convirtió en agua frÃa cuando empezó a parecer alguien con prisas por ir al baño.
Espera, ¿de verdad?
jadeó Grace al darse cuenta de que habÃa estado comparando a mi cita con aquel maldito ninfómano, incluso hubo un momento en que, sin darme cuenta, habÃa superpuesto su cara a la de Norman.
¿Qué estás haciendo? Voy a acostarme con él, no me molestes. Si quieres participar, puedes sentarte en un rincón a mirar y llorar, Leon Winston.
Grace dejó de desabrocharse la blusa como desafiándole.
Ahora que lo pienso ....
No era el momento de preocuparse por la ropa interior. Necesitaba sacarse la pistola de entre las piernas. No querÃa revivir el dÃa en que Winston habÃa encontrado la pistola la primera vez que habÃa intentado abalanzarse sobre ella.
«Ah, Norman. Espera, espera, espera»
Mientras empezaba a desvestirse, Grace dio un codazo a Norman con la punta del zapato cuando empezó a subir a la cama sin terminar de desvestirse.
«Creo que será mejor que llame primero a la niñera, tengo que decirle que llego tarde....»
«Ah, claro»
«Mientras tanto, ¿quieres lavarte primero?»
«Oh... claro»
Norman se rascó la nuca, dándose cuenta de que habÃa tenido prisa y no se habÃa molestado en lavarse, se dirigió al cuarto de baño. Cuando la puerta se cerró tras él y empezó a sonar el agua, Grace desenfundó la pistolera que habÃa enrollado en la cinta de las medias y la metió en el bolso que tenÃa en el suelo.
«Whoa....»
Un suspiro resonó en la pequeña habitación del hotel. Sentada en el borde de la cama, Grace se miró la blusa, con un par de botones desabrochados, levantó la mano. Incapaz de abrochársela o desabrochársela más, bajó la mano y volvió a suspirar.
No podÃa ser.
SentÃa que estaba haciendo algo malo, pero no el tipo de cosa mala que le hacÃa palpitar el corazón.
Pero la venganza es buena para ese hombre....
No. ¿Por qué deberÃa acostarme con otro hombre para vengarme de él? DeberÃa acostarme con él porque quiero acostarme con él.
Dado el modo en que mi apetito sexual hervÃa incontrolablemente estos dÃas, era cierto que querÃa acostarme con un hombre. Norman era alto, guapo y bien dotado. No era mal tipo para una aventura de una noche.
Pero no querÃa.
Quizá si cerrara los ojos y lo intentara, todo irÃa bien. Es el único hombre con el que me he acostado.
Eso intentaba convencerse Grace mientras estaba sentada en la cama, bañada por el resplandor rojo de neón de la ventana, el sonido del jazz que sonaba fuera y el claxon de algún coche que se oÃa débilmente. En contraste con las coloridas y ruidosas calles, los únicos sonidos en la oscura habitación del hotel eran la ducha y la respiración de Grace.
El débil olor a cigarrillo hizo que Grace levantara la vista, sobresaltada. El hombre estaba apoyado en un rincón, fuera de la luz.
SÃ, quédate ahà y mira cómo jadeo con otro hombre.
Pero no dijo nada.
No podÃa ver su expresión en la espesa oscuridad. Lo único que veÃa era el resplandor del puro que tenÃa en la mano. De vez en cuando, la punta del puro se ponÃa roja y echaba una brizna de humo blanco. Luego se volvÃa negra, luego roja y otra vez negra.
En la luz de neón que parpadeaba nerviosa, Grace contuvo la respiración y no se movió. Incluso tuvo cuidado de tragar algún que otro bocado seco.
Al final, el incómodo silencio se hizo insoportable. En el momento en que se apagaron las luces de neón, Grace se deslizó sobre la cama, con los tacones de sus zapatos de tacón rozando la alfombra.
En ese momento, le agarraron el tobillo. Sin moverse, el hombre que se habÃa acercado a la cama y le habÃa rodeado los tobillos con los brazos no pareció agitarse lo más mÃnimo, cambió el cigarro que tenÃa en la boca a la otra mano y dejó escapar una larga bocanada de humo antes de romper el silencio.
«Grace»
El letrero de neón volvió a encenderse. Se me cortó la respiración al mirar los pálidos ojos azules del chico abandonado.
¡Pum!
Un fuerte bocinazo al otro lado de la ventana me devolvió a la realidad.
Vete a la mierda.
Grace enterró la cara entre las manos y gritó con todas sus fuerzas.
Sal de mi habitación de hotel, Leon Winston, por favor.
En realidad, el lugar que ocupaba aquel hombre estaba dentro de su cabeza.
«¿Anna?»
Grace levantó la cabeza al oÃr que yo -no, mi alias- la llamaba por su nombre. De la nada, Norman estaba delante de ella en bata de ducha.
«¿Qué ocurre?»
Mirando su rostro preocupado, Grace respiró hondo.
«Norman....»
Asure: Quédense con la intriga chiques, feliz domingo ... Página 521/579 .... ya terminamos el 4 volumen la semana que viene, disfruten
PD: A las curiosas que ven la versión inglés (capÃtulo 145.2)
Corresponde al capÃtulo 137 (3/4 de capÃtulo aprox) de mi blog
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