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Clank, clank, clank.
Leon escuchó el sonido de las ruedas del tren corriendo por las vÃas y luego abrió los ojos cuando otros sonidos empezaron a unirse a la mezcla.
El sol se estaba poniendo y gruesas gotas de lluvia golpeaban la ventana. Se quedó mirando el agua que se deslizaba en una lÃnea oblicua y soltó una carcajada ahogada.
Es una mierda.
El tren aminoró la marcha cuando apareció una vista familiar de la ciudad contra un cielo gris y rojizo.
Estábamos de vuelta en Winsford. Sin ella, en el aniversario exacto de un mes de su desaparición.
Leon garabateó con una pluma estilográfica en una servilleta sobre la mesa.
1 mes.
31 dÃas.
744 horas.
44.640 minutos.
2.678.400 segundos.
SabÃa que no tenÃa sentido, que era un cálculo que sólo aumentarÃa mi dolor, pero no podÃa parar.
2.678.401 segundos. 2.678.402 segundos. 2.678.403 segundos....
«Ha....»
Con un suspiro, el sonido de su pluma estilográfica sobre la mesa resonó con dureza en la vacÃa cabina de primera clase.
HabÃa pensado en todas las eventualidades, pero nunca habÃa esperado que ella regresara sola, porque cada una de ellas habÃa sido diseñada para evitar que él regresara sin ella.
Pero no podÃa, ni querÃa, esperarla impaciente allà donde habÃa desaparecido. Sabiéndolo, utilizaba la excusa de los papeles de prisionero de guerra y las investigaciones como pretexto para quedarse en el norte y esperar a que llegara la ceremonia de nombramiento de caballero.
El calendario de actos reales suele tener una antelación mÃnima de medio año y, sin embargo, menos de un mes después de anunciar el nombramiento de caballero en el discurso de Año Nuevo, la familia real avisó de que la ceremonia tendrÃa lugar.
Estaba claro que la familia real lo utilizaba para aplacar la publicidad negativa que habÃa recibido recientemente.
A finales del año pasado, en vÃsperas de la operación, los rumores de que el rey era el beneficiario efectivo de una empresa conjunta que acababa de adjudicarse los derechos de explotación de la mina de diamantes de Bria circularon en los cÃrculos financieros y acabaron llegando a la prensa sensacionalista.
Por supuesto, era un rumor que León habÃa difundido con la certeza de que estarÃa a su lado en ese momento, asà que el momento era oportuno.
Era comprensible que la opinión pública no fuera favorable a la inversión del segundo nombre de la familia real. Si salÃan a desmentirlo, el rumor se confirmarÃa, asà que la familia real lo descartó como rumor con 'fuentes reales anónimas' en la prensa, hizo un tortuoso trabajo de manipulación de la opinión pública entre bastidores.
Luego, justo a tiempo, aplastó a los rebeldes y les robó el protagonismo.
Estoy seguro de que el rey estaba agradecido por el rescate, sin darse cuenta de que León era el enemigo que le habÃa ahogado.
De todos modos, volvÃa de pasar una semana en la capital para asistir a ese maldito espectáculo de payasos. Era una ceremonia de nombramiento de caballero, en un palacio real, no recordaba cómo eran los ojos del rey cuando le vio.
Mientras se celebraba la aburrida ceremonia en una sala abarrotada, él estaba perdido en sus propios pensamientos distantes y feos.
Me pregunto si estará escuchando la radio en alguna parte, me pregunto si verá mi foto en el periódico.
De vez en cuando tenÃa el impulso de mirar alrededor de la multitud, buscando una cara que no deberÃa estar allÃ.
Toc toc.
De repente, un golpe en la puerta del compartimento contiguo resonó en la pared, rompiendo la interminable charla que se habÃa prolongado durante horas a través de las finas paredes. Muy pronto, alguien llamó a la puerta de este camarote.
«Su Excelencia»
Su asistente personal, Pierce, abrió la puerta, custodiada por soldados en el exterior, mostró su rostro.
«En breve llegaremos a la estación central de Winsford. Por su seguridad, todos los pasajeros desembarcarán en....»
Leon hizo un gesto con la mano a Pierce, que empezó a balbucear algo que ya sabÃa, giró la cabeza hacia la ventanilla. En cuanto el auxiliar se marchó y cerró la puerta tras de sÃ, el tren aminoró la marcha y apareció un andén gris.
El andén estaba flanqueado por soldados privados enviados por la Comandancia para vigilarlo. Cuando el tren se detuvo, cinco o seis de ellos se acercaron corriendo. Mientras los soldados vigilaban la puerta del compartimento de Conde Winston, los pasajeros subÃan y bajaban, el andén se llenó de gente.
No fue hasta diez minutos más tarde cuando sonó un silbato y las puertas de los demás vagones se cerraron al unÃsono. El soldado que permanecÃa fuera llamó cortésmente a la puerta y el Conde salió del tren.
Elizabeth frunció los labios mientras seguÃa a Jerome fuera del tren. Era su costumbre cuando no estaba contenta.
Leon, que habÃa viajado solo en el compartimento contiguo, alegando que tenÃa que trabajar, ya estaba fuera y de pie en el andén.
'Ese chico no sabe cogerle la mano a su madre como un caballero, eso que es .... Soldado, después de todo'
Elizabeth, que habÃa esperado en secreto una coincidencia semejante, se sintió bastante ofendida por el hecho de que su hijo mayor, que iba a convertirse en conde, hubiera sido captado por los fotógrafos del andén al bajar del tren y fuera publicado en los periódicos de mañana.
Su inconsciente hijo estaba allÃ, solo, en un bautismo de flashes de cámara, ¿qué estaba haciendo? Los ojos de León no estaban puestos en la cámara, sino en la cosa equivocada.
Una persona desaparecida.
Leon no podÃa apartar los ojos de esas tres palabras. El folleto de personas desaparecidas estaba clavado en la columna del andén junto a otro en el que se pedÃan pistas sobre los restos de los rebeldes de Blanchard.
Veinteañera. Ojos verdeazulados. Pequeño lunar bajo el ojo izquierdo. Complexión delgada. Embarazada, dará a luz en mayo.
Los folletos que buscaban mujeres estaban clavados en todos los postes. No era de extrañar que estuvieran esparcidos por todo el reino.
En las calles, los folletos de persona desaparecida se pegaban personalmente, pero en los puestos de control y los puertos fronterizos se publicaba un aviso de búsqueda a nombre del cuartel general del ejército el dÃa de su desaparición. Puede que se fuera con su tÃa al extranjero.
Probablemente muy pronto.
Basándose en el testimonio del jefe, tienen una estimación de la cantidad de dinero que cogió de la caja fuerte. Era dinero suficiente para unos meses si huÃa sola, sin contactos ni ayudantes, a finales de primavera necesitarÃa mucho.
Asà que se envió una orden de búsqueda a casas de empeño, joyerÃas e incluso vendedores.
No por la mujer, sino por el anillo.
El cálculo era que si no conseguÃa huir del paÃs, venderÃa el anillo que él le habÃa dado para pagar el parto. EstarÃa a punto de dar a luz y no podrÃa ir muy lejos, asà que él estrecharÃa el cerco a esa zona, rastreando hospitales y centros de obstetricia.
Advirtió a la mujer en su cabeza, con la mirada fija en la palabra ojos turquesa del folleto, no en el nombre ni en la foto.
Sabes que te cogerán dentro de unos meses de todos modos, asà que ahórrate las molestias. Vas a tener que bajar el tono de tu testarudez y volver en paz.
Es una locura pensar que tal vez se esconde porque teme el castigo que le infligirán. Tal vez deberÃa haber escrito una palabra amable en el folleto.
Normalmente este serÃa un momento para la burla, pero el rostro de Leon permaneció duro.
HabÃa pasado un mes, asà que su estómago debÃa de haber crecido y su cuerpo pesarÃa más. Recordaba vagamente haber leÃdo que era el momento en que el peso empezaba a pasar factura.
Y que ya deberÃa haber sentido el parto.
Empezaba a sentir las miradas. Leon apartó la mirada del folleto y entró en la estación de tren. Pero sus pensamientos seguÃan pendientes de aquel pequeño trozo de papel.
El maldito folleto no tenÃa nombre ni foto, sólo un boceto, fue una elección que hice porque no querÃa ponerla en peligro si los rebeldes sabÃan que estaba huida.
También distribuà el folleto como persona desaparecida en lugar de como criminal, aunque sabÃa que no atraerÃa mucho la atención pública, sólo por su seguridad, en caso de que algún idiota con un innecesario sentido de la justicia le hiciera daño si sabÃa que era una rebelde huida.
Lo más destacado del folleto era la recompensa. EquivalÃa al sueldo de dos años de una familia de clase media, pero, por alguna razón, aún no se habÃa recibido ni una sola propina creÃble.
Mientras se dirigÃa al vestÃbulo de la estación de tren, rodeado de séquitos y soldados privados, Leon apretó los ojos.
¿Estará viva?
SabÃa que la mujer no podÃa haberse quitado la vida. TenÃa una insólita obsesión por la vida. El hecho de que hubiera huido con dinero y armas demostraba que no tenÃa intención de renunciar a ella.
Pero, ¿Cómo es que no hay rastro de ella con vida?
Su determinación por encontrarla pronto se convirtió en desesperación por hallar cualquier rastro de ella. A medida que pasaba el tiempo, sus esperanzas se hacÃan más modestas.
En cuanto entró en el vestÃbulo, fue bombardeado con disparos de cámaras y vÃtores.
«¡Su Alteza, el Conde, por favor mire hacia aquÃ!»
«¡No empujen! ¡Vuelvan!»
En el vestÃbulo de la estación de tren, ciudadanos y periodistas pululaban como hormigas. Los de seguridad se abrieron paso entre la multitud cada vez más numerosa, abriendo paso a Winston.
A pesar de sentirse como un payaso, Leon no parecÃa aminorar el paso. En lugar de eso, se detuvo en el ocasional bautismo de flashes y miró fijamente a la cámara hasta que su visión se ennegreció.
Interiormente, repitió los mismos pensamientos que habÃa tenido cada vez que se habÃa puesto delante de la cámara desde aquel dÃa.
Esta foto la verÃa ella en el periódico.
¿Debo sonreÃr o no sonreÃr? ¿Qué expresión debo poner en mi cara para que vuelvas?
¿Debo fingir que te compadezco? ¿Debo derramar una lágrima? ¿Debo escribir y sostener un cartel en el que te diga que te portes bien y vuelvas inmediatamente?
SeguÃa sin tener una respuesta. Ya no la conocÃa.
En la plaza frente a la estación de tren habÃa una limusina blanca. Era obvio que el repintado del coche nuevo, que habÃa sido encargado en negro sólo dos meses antes, en un color tan llamativo habÃa sido obra de la vanidad de su madre.
Y qué demonios con decorarlo con lazos y banderas. ParecÃa creer que estaba haciendo un desfile.
'Qué despilfarro de dinero'
Conducir por el centro de Winsford en la ridÃcula limusina era un calvario. Las miradas de la multitud nocturna que iba y venÃa del distrito de los teatros se clavaban en él. Un coche que iba delante de él se apartó a un lado de la carretera y, al pasar el coche de Leon, el conductor se levantó el sombrero en señal de saludo.
Leon le arrebató el bastón a Jerome, que estaba sentado frente a él. Golpeó con la punta ribeteada en marfil contra la ventanilla entre el asiento del conductor y el trasero, el conductor, que antes habÃa estado tocando ostentosamente el claxon, se dio la vuelta.
«Pare»
Cuando se calló de inmediato, Leon le devolvió el bastón a su hermano y cerró los ojos.
«¿Por qué pones esa cara? Los soldados son soldados....»
El viaje en coche fue un coñazo por una razón más. En el tren, tenÃa que viajar en un compartimento distinto al de su madre, aunque fuera por trabajo.
«Actúa como un general triunfante»
El ceño de Leon se arrugó. Mejorar significaba volver de una batalla ganada. Él habÃa perdido. Desastrosamente. Asà que la calurosa bienvenida le pareció una burla.
«Está muy lejos de ser un general»
«Dios mÃo, no digas cosas tan siniestras, Jerome. No soporto pensar que tu hermano se ponga el uniforme hasta que oiga la voz del general»
León, que seguÃa en silencio con los ojos cerrados, fue llamado por su madre, que se sentó a su lado.
«León, ya es suficiente con que hayas recuperado tu tÃtulo de caballero y vengado la muerte de tu padre, ahora deja el ejército»
«Creà que habÃamos acordado no hablar más de eso»
«Sólo lo digo por tu bien»
Su madre añadió con voz punzante.
«Se supone que debes ir cuando aplaudan»
León apretó los dientes ante eso.
¿Quién no lo sabe? Ojalá lo supiera yo.
Mientras cortaba en silencio su rabia y su autodesprecio, su madre comenzó su exagerada exhibición de pucheros.
«Estás cansado, has tenido mucho que atender mientras has estado en la capital, has estado entrando y saliendo de palacio y de fiesta durante dÃas.....»
«Supongo que te retirarás un tiempo al campo para recuperarte»
«Jerome, me encantarÃa, pero cuando vuelva a Halewood, seguro que me recibirán con una montaña de invitaciones. Es molesto»
Asà que 'Madame' Winston ha estado en la capital todo este mes, orquestando los preparativos para el baile de caballeros.
Para ser un evento formal, no hay mucho que coordinar. De hecho, ni Jerome, que observaba desde la barrera, ni Leon, que estaba lejos, sabÃan que su madre habÃa estado ocupada haciendo las rondas del séquito real a diario.
No era una petición de tÃtulo de caballero, pues ya se lo habÃan concedido. Era una petición de caballerÃa en nombre de su difunto padre. Sólo para ser conocida como Madame Winston, no Lady Winston, sino Gran Madame Winston, el tÃtulo dado a la viuda de un viejo conde.
Pero luego se puso celosa de que Gran Duquesa Aldrich escuchara algún dÃa la voz de la Condesa, que ella nunca habÃa oÃdo. Su madre dijo algo más que habÃa estado en sus labios desde el anuncio del tÃtulo de caballero.
«Estoy decepcionada, por no decir otra cosa. Leon, creo que precipité demasiado tu compromiso. Para ser sincera, acepté la oferta del Gran Duque a la ligera, pensando que te ayudarÃa a conseguir un tÃtulo de caballero....»
Su madre puso los ojos en blanco en señal de desaprobación.
«No sé lo que el Gran Duque tiene reservado para ti, Leon, este no es un tÃtulo que obtuviste gracias a tus propios esfuerzos»
Siempre habÃa una trampa al final de cada palabra correcta.
«Por supuesto, yo te di a luz y te crié. No lo olvides»
Mientras conducÃan fuera del centro de Winsford y a través del campo, los comentarios despectivos de su madre sobre el Gran Duque continuaron.
«Ahora, odio decirlo, pero a mà tampoco me gusta mucho la Gran Duquesa, tú no estás haciendo ningún esfuerzo por acercarte a la persona que será tu esposa. León, ¿te ha llamado alguna vez la Gran Duquesa para saludarte? No que yo sepa, me pregunto por qué no eres más cercano ....»
Jerome, que no habÃa estado escuchando, interrumpió.
«Estoy seguro de que mi hermano añadirá algo más. De hecho, no creo que haya novia más digna del honor de nuestra familia que ella»
Elizabeth miró a su segundo hijo desde el otro lado de la mesa y luego le lanzó una mirada mordaz.
«¿Por qué te pones del lado de la Gran Duquesa y no de tu querido hermano?»
Leon resopló en voz baja mientras escuchaba:
«Porque es a la Gran Duquesa a quien ama Jerome, no yo»
«Nuestra familia ya no es la misma. No, no ha cambiado. Hemos recuperado nuestra dignidad original. PodrÃamos haber encontrado una pareja mejor, incluso si te hubieras casado con la familia del Gran Duque, podrÃamos haber conseguido un trato mucho mejor»
Los dos hermanos se quedaron mirando por la ventana, sin responder a lo que habÃan oÃdo tantas veces.
«Parece que el Gran Duque se ha dado cuenta de que tu posición ha cambiado. El año pasado querÃa posponer la boda, ahora tiene la osadÃa de exigir una fecha a toda prisa, asà que lo negué rotundamente. ¿No fue agradable?»
León volvió a apretar los dientes cuando el Gran Duque se convirtió en tema de conversación. De pronto recordó las palabras del brindis del Gran Duque en la celebración posterior a la ceremonia de nombramiento como caballero.
«Espero sinceramente que Conde Winston, habiéndose sacudido por fin todas las manchas del pasado, tenga un nuevo comienzo tan limpio como la nieve que cayó anoche»
El Gran Duque sabÃa que ella se habÃa ido. No sólo se alegraba de que se hubiera ido, sino que la trataba a ella y a su hijo como si fueran manchas sucias.
Tuvo que resistir el impulso de desenfundar su pistola y hacerles un panal en el acto; no era responsabilidad de León.
Ya veremos. Algún dÃa, cuando ella vuelva.
***
«Excelencia, felicidades»
En cuanto el coche se detuvo frente a la casa principal, el mayordomo abrió la puerta con el rostro radiante.
«Todos le estábamos esperando, pase por favor»
El mayordomo señaló la entrada de la casa principal, abierta de par en par. El vestÃbulo del primer piso estaba desnudo, salvo por la alfombra que conducÃa a la escalera. Los jornaleros de la mansión, vestidos con uniformes idénticos, esperaban para saludar a su amo, pero Leon empujó la espalda de Jerome en su lugar.
«¿Dónde está su equipaje?»
preguntó a la criada que estaba junto al mayordomo. Señora Bellmore asintió con las manos juntas.
«Lo he empaquetado como me ordenó»
Las pertenencias de la mujer de la pensión Blackburn fueron llevadas a la mansión por Señora Bellmore. Las pertenencias de la Familia Riddle en el sótano también fueron trasladadas a la dependencia. Eran pruebas pertenecientes al ejército, pero en el campo su palabra era ley.
Con la respuesta que querÃa, Leon se dio la vuelta y se marchó. La dependencia tenÃa un aire anticuado, como un mausoleo para un ataúd. Era una sensación que nunca habÃa tenido al mirar las dependencias.
Atravesó la verja de hierro, ahora desprotegida, abrió la entrada principal del edificio. El clic, clic, clic de la puerta al abrirse y el sonido de los pasos al subir las escaleras habÃan sonado tan vacÃos hacÃa apenas un mes.
Leon se devanó los sesos mientras se dirigÃa al tercer piso. TendrÃa que volver a revisar las cosas de la mujer. Tal vez verÃa algo nuevo en un lugar nuevo, con ojos nuevos.
Pero primero tenÃa que lavarse el cansancio y el malestar de su viaje anterior, como era su costumbre, tragó saliva al abrir su puerta.
«León, ¿estás contento?»
La pregunta socarrona que la mujer le habÃa hecho la última vez que habÃa salido de este lugar habÃa penetrado ahora en su cerebro como un eco.
Apretó los dientes.
Ahora empezaba a tener visiones. La mujer apoyó una mano en el estómago y sonrió, levantando suavemente las comisuras de los labios. Igual que aquella mañana.
Detrás de aquella dulce sonrisa, probablemente se estaba riendo de mÃ.
No alargó la mano para intentar coger la visión. Leon pasó junto a la visión de la mujer y entró en el dormitorio.
Lo primero que le llamó la atención en el dormitorio vacÃo fueron las cosas que ella habÃa dejado.
Zapatillas a sus pies, un gorro de lana de punto, una caja de anillos, un cuenco de bombones de cristal y un catálogo del ático.
«Maldita sea....»
Al oÃdo y la vista les siguió el olfato.
El olor familiar de su cuerpo mezclado con el cÃtrico de la colonia que le habÃa comprado se derramó en León, su pecho se apretó como si hubiera algo tras lo que esconderse.
Huyó de su dormitorio y se dirigió al cuarto de baño, donde se despojó de la ropa y se metió en la ducha, tratando de ignorar los rastros de la mujer que una vez más se habÃa abalanzado sobre él.
Con el sonido de su corazón palpitando en sus oÃdos, ahogado por el torrencial aguacero, Leon luchó contra el impulso de mirar atrás.
Si miraba atrás, habrÃa una mujer. Una mujer disfrutando descaradamente de un baño de burbujas sola en su bañera.
De hecho, en cuanto abrió la puerta de su habitación, tuvo una tonta expectativa. Si abro esta puerta, ella podrÃa estar allÃ.
No, habÃa estado pensando eso desde el momento en que abrà la puerta de la dependencia: ella debe estar en algún lugar de esta dependencia.
A partir de ese momento, la dependencia era donde ella estaba; no existÃa sin ella.
Luchó contra el impulso de registrar toda la dependencia, desde la cámara de tortura del sótano hasta el cuarto de servicio del desván.
¿Realmente necesitaba estar tan seguro de que ella no estaba all�
Era como desesperar a un bibliotecario.
Un loco. Un idiota. Ni siquiera estoy seguro de estar lo bastante cuerdo para creer que las visiones son reales.
Me burlé de mà mismo mientras salÃa de la ducha.
Sus ojos se clavaron en la mujer del espejo. Mientras se secaba el pelo húmedo, se quedó ensimismado y le arrebató la toalla de la mano.
No, para empezar no tenÃa una toalla en la mano.
Chak.
Fragmentos de espejo, grandes y pequeños, cayeron sobre el lavabo blanco y puro, seguidos de un goteo, goteo, goteo de sangre carmesà que manchó los fragmentos.
Leon se agarró al borde del lavabo con ambas manos y miró la sangre y los fragmentos, respirando con dificultad. Pero por muy hondo que respirara, su respiración no se calmaba.
Realmente estaba perdiendo la cabeza, tenÃa que enfrentarse a ello antes de perderla aún más.
Estaba equivocado.
Debe admitir que se equivocó por completo desde el principio. Siempre que se relaciona con Grace Riddle, las cosas no salen según sus planes, no porque ella sea astuta, sino porque él es arrogante.
Primero, la tonta criada no podrÃa ser una espÃa.
Segundo, ella podrÃa ser domesticada.
Tercero, su hijo se convertirÃa en una correa para sujetar a la mujer.
Cuarto, ella volverá a él después de ser abandonada por su camarada.
Quinto, podrán arreglar su relación rota si este maldito mundo elimina las heces de odio que ha depositado entre ellos.
Sexto, séptimo y más y más, la arrogancia me ha llevado a innumerables errores de juicio.
Estaba cegado por mi propia codicia y creÃa conocerla bien. Entonces, cuando suelte mi codicia, ¿la veré?
No, no serÃa asÃ. PodrÃa renunciar a todos sus otros deseos, pero no podrÃa acabar con su deseo por ella.
Todos los cálculos y conjeturas que haga ahora para encontrarla serán erróneos porque sigue cegado por su codicia. Leon lo sabia, pero ya sabia que no acabarÃa con esta locura hasta el dia en que ella volviera.
«Ha....»
De repente se quedó estupefacto.
¿El dÃa que ella vuelva? Ella va a volver. Esto es un locura.
Tengo que admitirlo ahora.
Ella no va a volver. Ella lo ha abandonado.
Ella no desapareció. Ella lo abandonó.
El Blanchard en su cabeza se burló de la negativa de León a aceptar la verdad, incluso cuando se le dijo repetidamente, como una oveja obligada a beber un veneno mortal.
«No, ahora me arrepiento de amar a Grace»
De amarla. De dejar de amarla. De arrepentirme de amarla. Incluso de llamarla por su nombre a voluntad.
Nada de eso le resultaba fácil a Leon, él lo hacÃa todo con facilidad. Ella se enfurruñó en su presencia, como si lo mereciera.
Bastarda arrogante, ¿Qué eres?
Pero incluso entonces, Leon lo sabÃa, nunca serÃa capaz de decirle que se arrepentÃa de haber amado a Grace, aunque tanto ella como él estuvieran igual de abandonados.
Al final, era él quien no era nada.
No le habÃa mostrado nada más que la verdad. Y él fue, después de todo, el que desbloqueó su lavado de cerebro. Y sin embargo, Leon fue tratado por ella como nada menos que un traidor.
Incluso después de prometerle un futuro en el que dejarÃa todo lo que tenÃa en sus manos, ella le dejó. No, le abandonó.
Justo cuando estaba a punto de completar la tarea que habÃa puesto sobre sus hombros y dejar atrás las crueles burlas, bromas y traiciones que a ella le habÃan infligido durante años en el pasado, ella le abandonó.
SÃ, sigue siendo asÃ.
TodavÃa le abandonó tan fácilmente; ni siquiera pudo tirar un espejo roto.
Los fragmentos le desgarraron el corazón, no el dorso de la mano.
Levantando la cabeza, Leon miró el espejo hecho añicos y se arrepintió. Se maldijo por la ridiculez de destruir un simple espejo, uno que habÃa pertenecido a la mujer, uno que habÃa sido su favorito, uno que habÃa hecho más que reflejarla de vez en cuando.
Sólo cuando rompió el espejo se dio cuenta de que habÃa querido dejarlo todo aquà exactamente como ella lo habÃa dejado. Se sintió como un idiota por pensar semejante tonterÃa.
Todo lo que ella habÃa tocado alguna vez se habÃa convertido en una reliquia que él debÃa conservar para siempre y, por si fuera poco, incluso habÃa recogido algo que ella habÃa tirado y se lo habÃa traÃdo. Hiciera lo que hiciera, era un idiota.
Su rostro agrietado emitió una carcajada de autodesprecio en el espejo. Los estallidos intermitentes de risa se marchitaron gradualmente y finalmente se apagaron.
Él no era diferente. Leon Winston no era más que otra pieza de su pasado que habÃa desechado.
Unas manos manchadas de sangre agarraron su rostro deformado. Lágrimas carmesà rodaron por sus mejillas.
Si este lugar parecÃa un mausoleo, no era porque lo fuera. La dependencia era la tumba del pasado abandonado de Grace Riddle.
Leon Winston se pudrirá en este ataúd con el pasado que Grace Riddle abandonó.
***
El café estaba bastante desierto en un dÃa laborable, una hora antes de la hora del té.
«Asà que, anoche....»
Los camareros, apiñados en el mostrador con la radio encendida y charlando, giraron hacia la entrada cuando la puerta se abrió.
«Bienvenido»
Tras intercambiar miradas de desconcierto, uno de ellos se acercó al cliente. Era el tipo de cliente que uno no esperarÃa encontrar en una cafeterÃa a estas horas de un dÃa laborable.
Una persona de mediana edad, que a primera vista parecÃa de clase trabajadora, ocupaba una mesa en la barra. También estaba inesperadamente sola.
«Un café».
«SÃ, una taza de café, ahora mismo se lo traigo»
En cuanto volvió al mostrador después de tomar su pedido habitual, la puerta se abrió de nuevo.
«Bienvenido»
Esta vez era una clienta habitual a estas horas de un dÃa laborable.
Una mujer joven con un sombrero cloche de color vino tinto adornado con una cinta negra y una capa negra con ribetes de piel en los extremos se detuvo en la puerta y miró a su alrededor.
A primera vista parecÃa adinerada. En este café, no lejos del barrio de las boutiques, era habitual que las señoras entraran a estas horas para relajarse con una taza de té o charlar con las amigas después de ir de compras.
«¿Viene con un grupo?»
preguntó el camarero al acercarse, ella negó con la cabeza y se quitó el sombrero y los guantes a juego. Un fino anillo de oro brillaba en el dedo anular de su mano izquierda, el camarero hizo un gesto cortés alrededor de la sala, añadiendo su tÃtulo.
«Señora, por favor, tome asiento donde le resulte más cómodo»
De los muchos asientos disponibles, la mujer eligió uno justo detrás del hombre que acababa de entrar. Sólo cuando ella se sentó, el camarero se dio cuenta de que el bulto en la parte delantera de su capa no era una ilusión óptica.
«¿Segura que no le importa?»
«SÃ, estoy bien»
La embarazada se sentó de espaldas al desconocido, apenas a un brazo de distancia de él, a pesar de la evidente incomodidad, escudriñó el menú que habÃa sobre la mesa sin quitarse las gafas de sol.
Era difÃcil verle los ojos a través de las gafas de sol, pero debÃa de ser guapa, porque el pintalabios rojo brillante no le quedaba fuera de lugar.
«Mmm....»
La mujer dudó un momento, acomodándose detrás de la oreja el pelo oscuro que le llegaba a la mitad de la nuca, luego pidió.
«Té con crema, por favor»
«SÃ, un té con crema, listo. Lo traeré enseguida»
Cuando el camarero se alejó, Grace suspiró y se palmeó el estómago.
«SÃ, yo también tengo hambre. Aguanta»
Estas fueron las palabras que le dirigió a su bebé, que le dio patadas en la barriga durante todo el trayecto desde la estación del tranvÃa.
A los 6 meses, sus movimientos eran mucho más pronunciados y activos. No sé si tenÃa voluntad propia o qué, pero no puedo decir cuántas veces me despertó por su constante alboroto.
Me preguntaba si serÃa un niño porque estaba muy enérgico todo el dÃa.
Sinceramente, no me importaba el sexo. Sólo querÃa deshacerme de él porque era pesado y molesto.
[¿Es el nuevo miembro de la familia real un prÃncipe o una princesa....]
Envidia.
Grace suspiró pesadamente mientras escuchaba en la radio la noticia de que a la reina sólo le faltaban seis semanas para dar a luz a su tercer hijo. TendrÃa que permanecer asà al menos hasta mayo.
Esperar a que le sirvieran el té y los bollos ya se estaba volviendo tedioso. Grace metió la mano en el bolso que tenÃa a su lado, sacó uno de los muchos periódicos que habÃa metido en él y lo extendió sobre la mesa.
¿Otra vez no?
En cuanto pasó a la primera página, frunció el ceño. HabÃa hecho contacto visual con el hombre.
Me invadió la irritación. No puedo creer que vaya a verle todos los dÃas cuando apenas he escapado.
Esperaba una avalancha de artÃculos inmediatamente después de su captura, pensé que se calmarÃa poco después de fin de año, pero el anuncio sorpresa del nombramiento como caballero, los reportajes especiales y la ceremonia de nombramiento hace unos dÃas. Llevaba un mes en todas las notas y en todos los periódicos, una historia interminable.
Columnas, análisis, viñetas de cuatro paneles, incluso una sección de entretenimiento en portada, polÃtica, economÃa y sociedad.
Vaya, te has convertido en toda una gran estrella.
Aun asÃ, después de aparecer en la portada tras la ceremonia de investidura, pensé que los artÃculos empezarÃan a disminuir, pero no. Ahora hay un artÃculo en la página tres con el tÃtulo ‘El regreso del héroe’ debajo de una foto que dice que León Winston ha regresado a Winsford.
'Lo ha conseguido. Un tÃtulo de caballero, un ascenso, venganza. Tu padre estarÃa orgulloso'
Grace sonrió tranquilamente al hombre. Las comisuras de sus labios se crisparon.
En la fotografÃa, Leon Winston seguÃa tan alto como un cisne, tan perfecto como un dios. Cómo podÃa esperar que se arruinara en cuanto ella desapareciera.
No. Si sigue buscándome, nunca conoceré el rostro que se oculta tras esa máscara.
Grace sonrió, subiendo de nuevo las comisuras de sus labios. Esta vez, las comisuras de sus ojos se crisparon.
'Hola, cariño. ¿Cómo te va sin m�'
¿Te tomo el pelo asà por teléfono?
Grace soltó un pequeño suspiro y arrugó el periódico, hojeando las páginas de un tirón. Cuando llegó a la sección de anuncios clasificados, bajó hasta los anuncios de trabajo.
Sólo habÃa una palabra que buscaba en todos aquellos anuncios.
Carnicero.
Era la palabra que el ejército revolucionario de Blanchard utilizaba para referirse a sà mismo en secreto. Se comparaban a sà mismos con carniceros, llevándose los cerdos de la corona.
Tras la incursión en Blackburn, los anuncios en los periódicos de carniceros, o de trabajos como carniceros, aumentaron en número. Si el anuncio contenÃa un número ininteligible enmascarado como número de teléfono, o daba la ubicación aproximada de un matadero poco probable en la ciudad, era el código de un autoproclamado remanente del Ejército Revolucionario.
Los que habÃan logrado escapar de su base de operaciones o de sus casas seguras en todo el reino se reunÃan en nuevos escondites y reclutaban a otros remanentes.
Aún no tenÃan lÃnea telefónica y no sabÃan cuándo tendrÃan que mudarse a un nuevo escondite, asà que cuando el periódico anuncia carniceros, la gente que ya ha encontrado refugio cerca pone un anuncio de búsqueda, dando una hora y un lugar para reunirse.
Y el anuncio que vio la semana pasada tenÃa este crÃptico mensaje.
Miércoles 2 p.m., Café Dalia, Dunwich.
Grace llevaba dÃas viajando a la Ciudad Dunwich, en el centro, buscando el Café Dalia. HabÃa preguntado a taxistas, comprado la guÃa telefónica local y buscado, lo habÃa encontrado.
El hombre de mediana edad sentado detrás de ella estaba fuera de lugar en este café del centro de la ciudad. Era la primera vez, pero ya apestaba a 'camaraderÃa'
Grace suspiró en silencio mientras escuchaba el ruido que hacÃa el hombre que tenÃa detrás.
La parte superior de la pirámide ya se habÃa derrumbado, pero debajo seguÃan intentando engañar y embaucar. Quizá los miembros fugitivos de la cúpula intentaban reconstruir la pirámide. Cuanto más aprendÃa, más me daba cuenta de que mi madre tenÃa razón.
Es una secta.
Se detuvo, sus ojos seguÃan escudriñando el periódico. Encontró otro anuncio sospechoso de carnicero. Grace sacó un lápiz y un cuaderno del bolso.
Jueves.... 10am....
Al final del anuncio habÃa varios números de teléfono. Era una contraseña, cada número tenÃa asignada una grafÃa. Grace, que habÃa memorizado la tabla de descifrado por el tedio de usarla en el pasado, descifró rápidamente el código.
«Después....»
Un suspiro escapó de sus labios mientras descifraba la ubicación.
'De verdad... ¿tengo que ir hasta allà esta vez?'
Estaba a más de cuatro horas en tren.
'Por favor, reúnanse en un solo lugar, ¿s�'
Mientras murmuraba para sà misma, un camarero se acercó con una bandeja de té con crema en la mano. Grace metió rápidamente el periódico y el cuaderno en el bolso.
«Aquà tiene el té con crema que ha pedido. Si necesita algo más, no dude en pedirlo»
«Gracias»
El té que el camarero tuvo la amabilidad de servirme tenÃa el tono justo de rojo. Al verter la leche en la cremera, unas nubes blancas se elevaron de la taza roja.
'Utilizas buenas hojas de té'
Sorbà el té con leche, removà con abundante azúcar y cogà los bollos del plato. Partà el bollo caliente por la mitad y empecé a untar un lado con mermelada de fresa, pero la golosa empezó a alborotarme el estómago de nuevo.
Asure: Pongo golosa xq ya se que va ser mujer y no hombre la bebé, por la imagen que publicaron en el volumen 4, asà que en sà no es spoiler :v
'Vale, espera'
Doy un mordisco al bollito con una gruesa capa de nata cuajada sobre la mermelada de fresa.
«Bienvenido»
Oà abrirse la puerta detrás de mÃ. Giré rápidamente y vi a un hombre joven, vestido de forma inapropiada para la ocasión, de pie en el umbral y tanteando el interior.
«Aquà tiene»
El camarero se acercó, el joven sacudió la cabeza y se acercó. Grace volvió a darse la vuelta y tomó otro bocado de bollo. Detrás de ella, oyó un breve intercambio de conversación sobre si estaban buscando al carnicero, luego el sonido de unas sillas siendo arrastradas.
Los dos hombres bajaron la voz hasta susurrar, pero lo bastante alto como para que Grace pudiera oÃr si bajaban la guardia.
Una embarazada hambrienta con un bollo en la boca no es sospechosa ni da miedo.
Para cuando Grace estaba untando mermelada y crema en la otra mitad del bollo, la conversación habÃa dado un giro tangencial.
«Somos tres, contándome a mû
«Será incómodo por el poco espacio, pero podemos acomodar hasta tres. ¿Dónde están los otros dos?»
«A una hora en tranvÃa de aquÃ....»
Los dos hicieron planes para traer al resto del grupo y reunirse de nuevo en el barrio por la noche para ultimar los preparativos. Grace vació su taza de té apresuradamente y sacó cuatro monedas de oro de su monedero, colocándolas sobre la mesa.
Una vez fuera, se colocó detrás de una esquina a dos edificios de distancia y observó la entrada del café. Al cabo de un rato, el joven salió primero, se dirigió al otro lado y desapareció.
Al cabo de unos dos minutos, un hombre de mediana edad salió por fin de la cafeterÃa. Mientras caminaba hacia ellos, Grace abrió su bolso y sacó algo rápidamente.
Cuando pasó junto a ella por la esquina, ella le dio la espalda y fingió arreglarse el maquillaje.
«El maquillaje es molesto, de verdad»
En el espejo de la polvera, se dio cuenta de que le faltaba labial en varios sitios. Sacó un labial y rellenó rápidamente los huecos, entrecerrando los ojos al final del callejón. El hombre se alejaba, tranquilamente, como si no supiera que le seguÃan.
Grace lo siguió, dejando un amplio hueco. Las tiendas se hicieron cada vez más escasas y los tendederos entre los edificios empezaron a cruzarse por encima. Como era de esperar, el hombre se dirigió a los barrios bajos cercanos.
«Whoa....»
Suspiró y se detuvo. Era arriesgado continuar; sus ropas caras eran eficaces para eludir la persecución de Winston, pero seguirlo, especialmente en los barrios bajos, era imposible.
Grace giró hacia un grupo de niños acurrucados en un callejón.
«Hola, niños»
Los niños, que estaban dibujando algo en el suelo con un trozo de tiza, levantaron la cabeza y la miraron.
«¿Viste al hombre que acaba de pasar?»
«Sû
Contestó el mayor de los chicos.
«¿Sabes dónde vive?»
«AllÃ, a la vuelta de la esquina, siempre va y viene»
Señaló la esquina por donde el hombre habÃa desaparecido antes, sin saber más.
«¿Por qué no le sigues y ves adónde va, pero no te acerques demasiado ni hables con él?»
Saqué una moneda de plata, la levanté y el chico se levantó de un salto, se sacudió el polvo de las manos y corrió hacia la esquina.
Volvió al poco rato, explicando emocionado.
«Hay un edificio azul al final del callejón de allÃ. Entré, pero no vi cuántos pisos tenÃa»
No necesitaba ir allÃ. Los militares buscarÃan como ratas de todos modos.
Grace le dio una moneda al niño con el brillo en los ojos, luego buscó en su bolso algunos chocolates y los repartió entre los niños que miraban con envidia.
«No le digas a nadie que te lo he pedido»
Dejó a los niños y salió a la calle. Se dirigió al primer banco que vio y se metió en una cabina telefónica. Era fin de mes, asà que el banco estaba abarrotado, nadie recordarÃa la descripción de la mujer que utilizaba el teléfono a esas horas.
«Por favor, póngame con el 5214 de Berkshire West, en Winsford»
Grace marcó el número familiar y añadió un nombre al azar.
«Soy Bridget Davis»
No tardó en oÃr la voz al otro lado.
[Esta es la Primera Unidad Especial, ¿Cómo podemos ayudarle?]
Su tono era tan militar como siempre.
«Hola. Vi su número en un folleto de 'Se busca' y llamé. ¿Es ahà donde aceptan pistas de insurgentes?»
Grace preguntó como si lo supiera todo.
[SÃ, asà es]
«Bueno, pensé que tal vez alguien que conocÃa era un rebelde»
Luego le di las descripciones de los dos hombres que habÃa visto en el café, la ubicación de su escondite, la hora y el lugar en que se reunirÃan esta noche.
Con eso, habÃa cumplido su propósito de venir a Dunwich, tuvo que marcharse sin un momento de respiro. Era sólo cuestión de tiempo que el astuto comandante de la Primera Unidad Especial se diera cuenta de la identidad del informante.
Fui directamente al hotel donde me alojaba, dejé mi equipaje en manos del conserje, lo cargué en un taxi y me dirigà a la estación de tren, donde compré un boleto de tren para mi próximo destino. El tren debÃa llegar en 30 minutos.
HacÃa demasiado frÃo para esperar fuera, asà que entré en la sala de espera del andén. Mirando los pocos asientos vacÃos, Grace se sentó en un banco frente a una columna.
«Te dejo aquû
«Gracias»
El mozo, que habÃa estado sujetando su maleta desde que ella bajó del taxi, la colocó plana a sus pies. Ella le dio una moneda de oro, él se inclinó cortésmente y se marchó.
Sólo llevaba una bolsa del tamaño de su torso. Si hubiera estado desnuda, habrÃa podido llevarla sin ayuda.
«Phew....»
Grace se puso de puntillas para estirar las pantorrillas entumecidas y miró al poste que tenÃa delante.
Veinteañera. Ojos azules verdosos. Pequeño lunar bajo el ojo izquierdo. Cuerpo delgado. Embarazada, dará a luz en mayo.
HabÃa un folleto en el poste preguntando por ella.
Grace se subió las gafas de sol al puente de la nariz y miró a su alrededor. Las ancianas parlanchinas y el hombre de mediana edad que revolvÃa papeles como si estuviera de viaje de negocios no le prestaron atención.
«Me pregunto... cuál es la historia»
Una joven sentada frente a ella se rascaba la cabeza mientras leÃa el folleto, pero no tenÃa ni idea de que podÃa preguntárselo a la embarazada del mismo banco.
Por eso lleva ropa cara y maquillaje suntuoso. Si pareces pobre, es fácil que sospechen que eres la mujer del folleto, pero ella estaba muy lejos del estereotipo de persona rica desaparecida.
‘¿Asà que ahora me buscan? ¿Ya no saben cómo gastar su dinero por todo el paÃs?’
Era una especie de burla sentarse delante de un folleto a buscarme. De todas formas, el hombre no lo sabrÃa.
De repente, Grace soltó una carcajada amarga.
El hombre ni siquiera la habÃa llamado por su nombre en el volante que la buscaba.
‘¿Qué se supone que voy a hacer con que digan mi nombre?’
Para sacudirse el pensamiento inútil, Grace abrió más pensamientos inútiles.
Nunca habÃa visto ese número de teléfono al pie. Quizá acababan de abrir uno nuevo sólo para ella. A veces sentÃa el impulso de marcarlo. ¿Una mansión? Imposible, eso es imposible. ¿Un centro de mando? No, aunque no reconozca la construcción....
Entonces mi mirada se desvió de nuevo a la gran recompensa.
Jesús, mira la cantidad. ¿Tanto quieres encontrarme?
Grace sacó un periódico del bolso y lo desdobló, con los ojos entrecerrados mientras miraba al hombre 'perfecto' de la foto.
Estás ardiendo por dentro ahora mismo, ¿verdad?
Asure: Feliz domingo chiques, página 91 de 579 ... otro megacapÃtulo (en teorÃa vendrÃa a ser hasta el capÃtulo 151 de la versión inglés aprox ... Para las q son curiosas, el capÃtulo 140 de la versión inglés corresponde a 3/4 del capÃtulo 135 de mi blog.
PD: Si veo mas de 30 reacciones y 10 comentarios, puedo publicar un capÃtulo adicional en el transcurso de la semana
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