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León miraba impasible su reflejo en la ventana mojada por la lluvia.
Otra medalla más. Apretó los ojos y giró la cabeza hacia otro lado cuando ante sus ojos pasó una medalla que le pareció que olÃa a sangre. Era inútil cerrar los ojos y girar la cabeza hacia otro lado cuando se trataba de una ilusión que se aferraba a su cabeza.
«Ah, Mayor Winston»
Leon se dio la vuelta al oÃr pronunciar su nombre. Comandante Davenport entraba en el despacho del secretario del comandante.
«Ha estado esperando»
No me extraña que me llamara. Leon siguió al Comandante hasta el despacho. Cuando se sentó detrás de su escritorio y le ofreció asiento, el comandante puso los ojos en blanco.
«¿Qué te ha pasado en la mano?»
Preguntó, fijándose en los vendajes de su mano derecha. Leon se sentó en la silla frente a su escritorio sin responder. Como si su expresión pétrea fuera suficiente respuesta, el comandante sacó un puro de color caramelo oscuro de su caja de puros y se lo tendió. Leon lo cogió sin preguntar.
«Debe de ser tu primer dÃa en el Mando desde la operación»
El comandante no volvió a hablar hasta que se disipó el humo que le habÃa impedido ver.
«¿Qué le parecen sus aposentos privados?»
Leon exhaló una larga bocanada de humo blanco y asintió distraÃdamente.
«No está mal»
A partir de este año, León fue el jefe del Primer Cuerpo Especial de Misioneros, en lugar del jefe de la sección de inteligencia interior del Mando Occidental.
Para erradicar a los últimos rebeldes de Blanchard, se necesitaba una fuerza especializada con poderes jurisdiccionales y tropas: una unidad de contrainsurgencia creada por el Cuartel General del Ejército con la aprobación del Rey y del Parlamento.
Por supuesto, fue León quien hizo la petición. SerÃa una buena forma de cazar a una mujer mientras recorrÃa el paÃs en nombre de la aniquilación de los rebeldes. Sólo Comandante Davenport sabrÃa de alguien en las altas esferas que pidiera una unidad de las Fuerzas Especiales por pura codicia personal como aquella.
«Mira, siento lo de la chica»
El Comandante miró fijamente a Leon a la cara y luego soltó.
«Yo fui como tú una vez, estuve perdido durante un tiempo después de aquel incidente, cuando su madre desapareció mientras yo corrÃa de un lado a otro intentando limpiar el desastre. Pero si ella no se hubiera ido y yo lo hubiera sabido todo, habrÃa sido una tragedia aún mayor»
Bajó la voz a un susurro y continuó con una voz que no sabrÃa decir si era reconfortante o medicinal.
«El amor se enfrÃa y las heridas se curan, es hora de que ella y tú sigan caminos separados. Tienes un futuro brillante por delante. No puedes perder todo lo que tienes por lo que has perdido»
«Comandante»
Leon rompió el silencio, tirando su puro al cenicero.
«¿Estás seguro de que eso es lo que piensas? ¿De que lamentas que se haya ido?»
No sólo preguntaba por la desaparición de la mujer. Leon habÃa borrado los registros y el testimonio de Grace Riddle como parte de su investigación.
Las ratas de Blanchard, desesperadas por hablar de los crÃmenes de la mujer, se callaron cuando les dijo que les quemarÃa la lengua con un puro si pronunciaban su nombre antes de preguntar.
Hizo borrar todos los registros sobre ella y su identidad.
Una de sus primeras órdenes tras asumir el mando total de la insurgencia fue entregar al Primer Grupo Operativo todo el material y los archivos insurgentes dispersos por el paÃs. Eliminó de ellos todas las referencias a 'Pequeña Riddle', haciendo creer que Angela Riddle nunca habÃa tenido una hija.
Además, la identidad que figuraba en el certificado de nacimiento encontrado en el equipaje de la mujer habÃa sido registrada como muerta hacÃa mucho tiempo, por lo que ya no estaba en el mundo.
Borrar sus datos era lo que querÃa el Comandante. Debió de sentirse como sentado sobre espinas, preguntándose si su historia se mezclarÃa en los registros y testimonios.
«Seguro que te alegras de que hayan desaparecido las pruebas de su mala conducta»
El comandante puso los ojos en blanco ante su sarcasmo.
«Bueno, estoy seguro de que no estás precisamente encantado de que haya desaparecido»
HabrÃa estado bien que todas las pruebas se hubieran destruido limpiamente, pero la mujer que es la mayor prueba y testigo de sus fechorÃas está ahà fuera, en algún lugar del mundo. Para un comandante que vive con una bomba de relojerÃa que puede estallar en cualquier momento, debe sentirse como si faltara el detonador.
«Mayor Winston»
El Comandante se tranquilizó y cambió de tema.
«No te das cuenta de que te he llamado hoy por una razón diferente, ¿verdad?»
Por supuesto. Leon no habÃa olvidado los términos del trato. Colocó el sobre que habÃa estado apoyando en la pata de su silla sobre el escritorio del comandante.
El comandante abrió el sobre y estudió su contenido. La expresión del autor no se iluminó cuando obtuvo lo que querÃa, y con razón. El sobre contenÃa los registros y pruebas de la operación 'Mar del Rey Sol' de la base de operaciones, todos los cuales eran directa o indirectamente relevantes para el comandante.
«Espero que no tengas una copia»
Leon movió la cabeza negativamente. Ninguna copia. Otras cosas, por supuesto.
En cuanto hubo terminado sus asuntos, regresó al cuartel general del Primer Grupo Operativo, un piso más abajo. A diferencia de hace media hora, la oficina era un caos. Los soldados se arremolinaban y varios oficiales mantenÃan acaloradas conversaciones telefónicas con alguien.
«Mayor, ya está aquû
El primero de los oficiales en ver a Leon, acurrucado alrededor del mapa en una conversación seria, saludó.
«¿Qué ocurre?»
«Tuvimos otro informe hace un rato»
Campbell, que no pasó por alto el sutil cambio de semblante del capitán al responder, añadió rápidamente.
«Es información sobre el escondite de los restos de los rebeldes»
«Misión cumplida. Buen trabajo»
Leon perdió rápidamente el interés y se dirigió a su propio despacho, escondido en la parte trasera del cuartel general. Al pasar por delante del despacho del ayudante, lanzó una mirada al escritorio de Campbell. Uno de los dos teléfonos no paraba de sonar, el que sólo habÃa recibido llamadas de la mujer. El otro teléfono habÃa estado sonando sin parar durante todo el dÃa, pero ese apenas habÃa sonado.
Su mente volvÃa a acelerarse.
«Niels, ¿la persona que llamó era una mujer otra vez?»
«SÃ, señor»
«Oh, tengo un buen presentimiento sobre esta. El informante debe estar en lo cierto, otra mención honorÃfica»
Leon se detuvo al abrir la puerta de su despacho al oÃr la conversación a sus espaldas.
Una mujer. Un informe. Un informe preciso. Una mujer, otra vez. Un extraño sexto sentido comenzó a actuar.
«¿Qué significa eso?»
Volvió a la oficina para verlo más de cerca.
«Oh, no es gran cosa, pero últimamente hay una superstición en la oficina que dice que si la informante es una mujer joven, el caso siempre es un éxito»
«¿Es porque el informe es exacto, supongo?»
«SÃ, Mayor»
Los ojos de León, que llevaban muertos un mes, empezaron a brillar de nuevo.
«¡Tráeme los registros de los informes, ahora!»
***.
«Ugh....»
Grace entró en la habitación del hotel, se quitó los zapatos y el sombrero y se tumbó en la cama.
«Ah… ahora sà siento que puedo vivir»
Gimió de dolor. Mis piernas, mi espalda, todo estaba rÃgido. Antes, un viaje de cuatro horas en tren no me habrÃa dejado tan cansada.
Tumbarme en la cama sin quitarme la ropa ni lavarme nunca habrÃa ocurrido.
«Tuve que tomar un descanso....»
Grace suspiró mientras se quitaba el fino anillo de oro que llevaba para fingir que estaba casada y lo colocaba en su mesilla de noche. El reloj de la mesilla marcaba las nueve de la noche.
Al menos deberÃa desmaquillarme.....
Me iba a quedar dormida si me quedaba aquà tumbada. Asà la 'espera' terminarÃa mañana al amanecer.
Cuando habÃa estado en el tren, habÃa hecho planes ambiciosos para darse un baño cuando llegara al hotel, pero ahora ni siquiera tenÃa fuerzas para levantarse y desvestirse un momento. Grace se quitó lánguidamente el abrigo y la ropa, uno a uno, los amontonó en una tosca pila a un lado de la cama. Esto asustarÃa al hombre de la disenterÃa.
«Ah... esponjoso»
Estiró las piernas y dejó escapar un gemido complacido. En el camino de vuelta, un hombre de negocios del mismo compartimento le habÃa recomendado este hotel por sus tarifas baratas y sus buenas instalaciones, era cierto.
«Wow....»
He estado rebotando de hotel en hotel desde que me escapé de Blackburn. Al principio no era mi intención. HabÃa planeado ir directamente de Anderton a Royal Roads, reclamar la herencia de mi madre, conseguir un pasaporte falso y coger un barco para salir del paÃs en un puerto del sur.
Pero, con las prisas, habÃa olvidado que Navidad era festivo.
Para colmo, coincidÃa en viernes, el dÃa después de Navidad también era festivo.
Asà que el Banco Patrimonial Real no abrirá hasta el dÃa 28, 3 dÃas después, para cuando Grace encuentre su herencia, ya habrÃa cuadrillas por todo el reino buscándola.
Para entonces, ya habrÃa renunciado a huir al extranjero, pensando que todos los puestos fronterizos y puertos tendrÃan una lista de personas buscadas.
Al menos de momento.
VolverÃa a intentarlo cuando tuviera a su bebé. Las mujeres embarazadas que cruzan la frontera son raras, pero las jóvenes normales son habituales, asà que pensó que podrÃa fingir el color de sus ojos y hacerse pasar por ciega.
El problema era que necesitaba dinero para aguantar hasta que naciera el bebé. El dinero que habÃa recibido de Nancy Wilkins y lo que habÃa robado de la cámara acorazada del sótano no era suficiente para mantenerse en un hotel hasta que tuviera al bebé.
Era peligroso alquilar una habitación y permanecer demasiado tiempo en un mismo lugar. Sin nadie que la mantuviera, era imposible pasar desapercibida. Ir y venir atraerÃa la atención de los lugareños, habÃa muchas posibilidades de que el hombre la pillara.
Asà que pensó en esperar a que la gente se cansara de los panfletos y dejara de prestarles atención, entonces buscarÃa un lugar donde alojarse en una gran ciudad.
Al final, se dio cuenta de que la única opción era un hotel, pero menos mal que tenÃa su herencia.
La herencia de su madre consistÃa en 30 diamantes de dos quilates y 20 lingotes de oro de 10 onzas. En total, la herencia, que pesaba menos de un kilo, era suficiente para comprar hasta seis casas nuevas en el área metropolitana.
El efectivo que tenÃa ahora, más el dinero de la venta de los lingotes de oro, era suficiente para financiar su huida hasta que pudiera marcharse al extranjero. Fue un golpe inesperado de buena suerte que el precio del oro se disparara con el auge de la economÃa en los años siguientes.
Sin más remedio que mudarse al otro lado del paÃs, Grace decidió hacer algo más productivo.
Decidió hacer algo más productivo: encontrar los escondites de los rebeldes e informar sobre ellos.
Deja que el pasado sea pasado y sigue con tu vida.
Sólo un poco más.
Iba a vivir para mà misma y a no tomar partido nunca más, pero cuando vio los anuncios en los periódicos, los remanentes se estaban poniendo en contacto entre sà e intentando recomponer sus filas, no pudo soportarlo.
La única persona que podÃa detenerlos era la que mejor conocÃa su modus operandi, asà que ayudarÃa a Leon Winston, ese bastardo, hasta que se fuera.
«Maldita sea....»
Grace suspiró, mirando su abultado vientre.
'Ojalá pudiera salir pronto.......'
DejarÃa atrás al bebé.
Lo pesara como lo pesara, habÃa más razones para dejarlo atrás que para llevárselo. De hecho, sólo habÃa una razón para llevárselo: '¿Por qué lo di a luz?' Una proposición sin convicción ni lógica.
Esta extraña sensación de responsabilidad que no sabÃa de dónde venÃa era incómoda. En primer lugar, no fue voluntad de Grace dar a luz.
La responsabilidad es del hombre que le hizo.
Ya tenÃa la vaga idea de que se la darÃa. Además, ya tenÃa la premonición de que este niño serÃa más de lo que ella podrÃa manejar.
Hoy se quedó callada cuando compró un bocadillo barato de pavo para comer, sólo bailó de emoción cuando comió un plato caro de salmón en el vagón restaurante del tren.
«IncreÃble… Tan exigente con la comida, igual que su...»
Grace suspiró para sus adentros.
Pero entonces pensó: ¿PodrÃa realmente ese hombre ser un buen padre? Después de todo, ese niño solo existÃa como una herramienta para los planes del hombre, una pieza en el tablero de ajedrez de la operación para eliminar el bastión rebelde, una ancla para mantenerla atrapada. No habÃa forma de que él pudiera sentir un afecto genuino.
El hombre ni siquiera sabe cómo amar en primer lugar.
Ella es una bastarda huérfana de madre, criada por un conde, él va a renunciar a Grace un dÃa y casarse con una Gran Duquesa, asà que es tan seguro como el fuego que ella va a ser una bastarda.
'Quizá deberÃamos enviarla a un orfanato o buscarle un buen hogar nosotros mismos'
Grace comprendió por fin lo que pensaba su madre.
«DeberÃa haberla enviado a un orfanato....»
Su madre no lo habÃa dicho porque no le gustara u odiara a su hija. Al igual que su madre querÃa que viviera una vida normal, Grace querÃa que su hija nonata creciera siendo normal.
Ella no sabÃa amar con normalidad, Grace tampoco.
Hay tantas parejas en el mundo que quieren tener hijos, yo no querÃa criarla a medias.
Tener dinero no significa que puedas criar a un hijo como es debido, eso lo veÃa en el hombre.
Además, no confiaba en mi capacidad para querer a un niño. Me sentÃa abrumada y desbordada. La idea de un feto seguÃa incomodándome.
¿Un feto?
Sólo entonces cayó en la cuenta Grace de que no se habÃa movido en absoluto desde que bajó del tren hacia el hotel hasta ahora.
¿Por qué no se mueve? Nunca habÃa estado quieto tanto tiempo.
Grace presionó el lugar donde el bebé solÃa dar patadas.
«¿Qué haces?»
Intenté hablar con el niño, pero no respondió en absoluto. Se le encogió el corazón.
Se levantó rápidamente y sacó la caja de bombones del bolso, que habÃa tirado al azar al suelo. Cogió uno de los bombones y se lo metió en la boca, masticándolo apresuradamente antes de saborearlo.
«¿Qué pasa, eh?»
SeguÃa sin responder. Me pregunté si algo habÃa salido mal.
«Hah.... Qué demonios».
Me preocupé en vano. Después del segundo chocolate, el bebé empezó a dar patadas. Grace dejó escapar un largo suspiro mientras se frotaba la zona del ombligo sensible a las patadas.
¿Estaba durmiendo? Me sorprende que se te haya ocurrido dejarme otra vez.
Grace trasladó la caja de bombones a la mesita de noche y volvió a tumbarse en la cama. Justo cuando pensaba que las patadas habÃan cesado, sintió un pequeño sonido regular en el estómago: puc, puc, puc.
Ahora sé que es hipo.
Es curioso que incluso los bebés nonatos tengan hipo. Era como si mi vientre me estuviera enviando código Morse. Grace, que habÃa estado intentando interpretar el hipo del bebé como un código, se echó a reÃr porque no tenÃa ningún sentido.
El hipo se hizo menos frecuente a medida que se recolocaba bajo las sábanas y, mientras se acariciaba la barriga para ver si se habÃa vuelto a quedar dormida, le susurró a su bebé en tono tranquilizador.
«Voy a vivir mi vida, tú vive la tuya»
Vive tu vida libre del yugo de tus padres, aunque sean malos como el infierno....
«Sigue viviendo»
***.
No es una superstición que si la informante es una mujer joven, es más probable que el informe sea exacto.
Cuando examiné los registros de denuncias y marqué sólo las que habÃan dado lugar a detenciones, me di cuenta de que todas las denunciantes eran mujeres jóvenes.
No es sorprendente que todas tuvieran nombres diferentes. Y las personas que llamaban eran todas diferentes, por lo que era imposible saber si tenÃan la misma voz.
Aun asÃ, Leon estaba convencido de que los 'miembros honorarios' de la Primera Unidad de Misiones Especiales eran todos la misma mujer, Grace Riddle.
Los informes eran bastante detallados. Y habÃa algo que todos tenÃan en común. La persona que llamaba siempre se identificaba como una conocida del partido o camarera de un café, pero nunca expresaba inquietud alguna por su anonimato.
Es ella.
Hasta ahora, he analizado en un mapa las ubicaciones de los escondites de los que ha informado, no hay tendencias. No sé cómo sabe dónde están, pero parece que simplemente se mueve en el orden en que los conoce.
Me preguntaba si alguno de los rebeldes capturados por su pista la habÃa conocido. Envié a Campbell a varios campamentos para entrevistarlos, consiguió algunas historias bastante interesantes.
Si ves a una mujer embarazada con gafas de sol, el ejército estará allà en unos dÃas.
Los rumores circulaban por los campamentos. Para ellos, era como la 'mujer de blanco', un sÃmbolo de mala suerte.
¿Cómo puede ser un sÃmbolo de mala suerte? ella es la informante.
Sólo darÃa el informe después de haber seguido a la mujer y confirmado con sus propios ojos la ubicación del escondite.
Peligrosamente.
«Ha....»
Esa intrépida mujer. Hay una recompensa por la cabeza de Grace Riddle entre el resto de la banda, ella ha estado viajando asÃ. Por su propia seguridad y la de su hijo, tenÃa que atraparla.
Cuando recibimos el informe el miércoles pasado, dimos prioridad a localizar a la informante antes que a despejar el escondite. Rastreamos su teléfono y nos dimos cuenta de que habÃa llamado desde un Banco de Dunwich, pero el personal no la reconoció.
Aun asÃ, no iba a dormir en la calle, asà que comprobamos todos los hoteles de la ciudad y tuvimos cierto éxito.
Cinco noches en el Hotel Mayflower, Dunwich. Sola. Pelo oscuro. Se fue el miércoles y tomó un taxi a la estación de tren por la tarde.
Y ahà terminó todo.
En la estación de tren, encontró a un portero que dijo que la habÃa ayudado con su equipaje, pero que no sabÃa adónde iba. En el andén donde ella esperaba el tren habÃan parado cinco trenes sólo a esa hora del dÃa, las paradas posteriores de esos cinco trenes sumaban decenas de estaciones.
«Maldita sea....»
Leon murmuró el improperio mientras estiraba las piernas en el sofá, el soldado de guardia, que estaba sentado erguido en su mesa, en un rincón del despacho, tecleando algo, se puso rÃgido.
«Niels»
«SÃ, comandante»
«Creà haberte dicho que te fueras a la cama»
«No, Mayor»
Leon dirigió su mirada a la pared frente a él. Aún estaba oscuro fuera de la ventana, pero las manecillas del reloj señalaban poco antes de las 6.15 de la mañana.
«Bueno, para ti es casi la hora de salida. Yo no tengo hora de salida»
No habÃa salido del centro de mando desde el miércoles pasado.
«Hoy tampoco tengo....»
«No importa. Puedes irte cuando sea la hora»
murmuró León, interrumpiendo la mirada inútil del cabo.
«De todas formas, los demás se presentarán pronto al servicio»
Otro dÃa pasó asÃ. Sin ninguna cosecha.
Pop Pop.
La pelota de béisbol se elevó hasta una altura que casi tocaba el techo antes de caer de nuevo en su mano. Leon se recostó en el sofá, lanzando y atrapando la pelota de béisbol, volvió a pensar.
Estaba haciendo una audaz llamada de supervivencia en el lugar equivocado -no, en medio de la nada- y no lo sabÃa.
Cuatro informes hasta el momento. Con un intervalo de cuatro a diez dÃas.
La última llamada fue el miércoles pasado, asà que hoy, viernes, es el noveno dÃa.
Era hora de otra llamada.
León lanzó y atrapó mecánicamente la pelota de béisbol, repasando la información que habÃa recitado tediosamente durante los últimos dÃas.
Gafas de sol, sÃ, eso lo primero, porque los ojos son lo más decisivo.
Tal vez podrÃa conseguir que los rebeldes prohibieran las gafas de sol de alguna manera, pensó Leon, para eso harÃa falta un dictador.
Entonces también podrÃa prohibir el tinte para el pelo.
'Pelo negro.... Daisy con el pelo negro.... Grace Riddle de pelo negro....'
La comisura de la boca de Leon se crispó al pensarlo. Quizá no deberÃan prohibir los tintes.
Era todo un espectáculo para la vista, si hubiera estado delante de ella, le habrÃa subido la falda y le habrÃa arrancado la ropa interior. Lo que sucede a continuación es obvio.
«Joder....»
Camino por una ciudad llena de hombres con cara de querer abalanzarse sobre ellos, pero al menos puedo ver que soy el dueño. Nadie se atreverÃa a tocarlo.
Fiu. fiu.
El ruido sin sentido comenzó de nuevo.
Debes estar en buena forma para viajar por todo el paÃs.
Cuando la preocupación se calmó, el resentimiento asomó su fea cabeza.
No puedo creerlo.
Grace Riddle, me abandonaste, sin una última palabra.
Era una mujer que se habÃa permitido el lujo de guardar sus últimas palabras y su último puñetazo para su ex prometido, sin embargo lo habÃa abandonado sin decir ni una palabrota sobre ser un bastardo. Como si él no valiera la pena.
¿Y luego tuvo el descaro de llamar a mi oficina?
Eso fue cruel.
No quiere volver a verme, pero quiere seguir usándome.
Eso fue aún más cruel.
Agarré la pelota de béisbol con tanta fuerza que los tendones y los vasos sanguÃneos del dorso de mi mano se abultaron.
Thud.
Sonó el teléfono. Era el teléfono del centro de llamadas, que sonaba con fuerza.
Cuando el soldado al otro lado de la lÃnea le miró nervioso, Leon se levantó de un salto del sofá y ladró una orden.
«Haz lo que te digo»
«SÃ, señor»
El soldado tragó saliva y descolgó el auricular.
«Primer Grupo Especial. ¿En qué puedo ayudarle?»
El soldado levantó la cabeza en cuanto descolgó el teléfono y asintió enérgicamente a León, que se puso a su lado. La persona que llamaba era una mujer joven. Leon cogió inmediatamente el auricular.
[...¿Es este el lugar adecuado para tomar un informe?]
Sonaba un poco carrasposo. Era la voz familiar que habÃa oÃdo por la mañana.
El sonido de la voz de la mujer le produjo un pequeño escalofrÃo, que comenzó en el oÃdo y se extendió por todo el cuerpo. Sintió como si cada célula de su cuerpo se despertara, tuvo que apretar los dientes para resistir el impulso de preguntar dónde estaba ahora mismo.
Leon cogió el lápiz que habÃa sobre el escritorio y le sacó punta a la nota del soldado raso.
SÃ, asà es, ¿Dónde estás?
Incapaz de entender lo que la mujer habÃa dicho, habló por el auricular de su teléfono, repitiendo las palabras que él habÃa escrito.
«SÃ, eso es, ¿Dónde estás?»
[Estoy en Billford, Camden]
Leon tuvo que apretar aún más los dientes para reprimir una carcajada. Camden. Y Billford estaba a sólo cuatro horas en coche.
HabÃa puesto un pie en sus tierras sin importarle nada. Esto también le parecÃa una burla cruel.
[Alguien que vivÃa en el mismo callejón que él era aparentemente un rebelde....]
Estaba absorto en sus notas mientras ella hablaba.
Camden, Billford. LocalÃzalo.
El soldado raso se irguió y siguió su gesto hasta el despacho del ayudante, cerrando la puerta tras de sÃ. Ahora se pondrÃa en contacto con la compañÃa telefónica y preguntarÃa por la operadora de Winsford que habÃa transferido la llamada. Rastreando la llamada hacia atrás, podrÃa localizarla.
[Viajando hacia el sur desde la intersección de las calles Newton y Belmont....]
Leon suspiró mientras se sentaba en el asiento donde habÃa estado el cabo, escuchando la voz de la mujer que parloteaba de forma anticuada y chismosa.
[Madison....]
La voz de la mujer se detuvo en ese momento. León, que habÃa estado escuchando su silencio en el ambiente tenso de una discusión silenciosa, habló primero.
«Hola, cariño»
Su voz era aún más grave de lo habitual al escupir las palabras, conteniendo las emociones que amenazaban con desbordarse.
La mujer permaneció en silencio durante mucho tiempo después de escuchar su voz, de repente se echó a reÃr.
[Hola. Llegas muy temprano, ¿eh?]
«Ahora no tengo que esperar a que te despiertes»
[Dios, ¿estás diciendo que soy demasiado dormilona?]
«Por supuesto que no. Todo lo contrario»
Los dos intercambiaron saludos con tal despreocupación que un extraño podrÃa haberlos confundido con amantes perdidos hace mucho tiempo.
«¿Has desayunado?»
[SÃ]
«Bien. Por cierto, ¿Cómo está el niño? Dile que su padre le echa mucho de menos»
Se oyó una risita al otro lado del auricular. Leon alargó la llamada todo lo que pudo para ganar tiempo de seguimiento, pero fue al grano.
«Nena, ¿Dónde andas vagando en este frÃo invierno sin mis cálidos brazos? Estoy preocupado por ti»
[No estoy vagando. Estoy muy bien en mi cálido y acogedor lugar sin ti]
«Eso lo sé muy bien»
Soltó una risita, preguntándose qué tenÃa de gracioso decir que sabÃa dónde estaba. Suspirando, Leon quitó la falsa jovialidad de su voz.
«Ahora podemos ser razonables por favor....»
[¡Oh, claro! ¡Felicidades!]
La mujer ni siquiera le escuchó y continuó felicitándole.
[¿Debo llamarte Su Excelencia Conde o Mayor ahora?]
«Hmm, pensé que no habÃas oÃdo de mû
[Bueno, por supuesto que sÃ. Estoy tan harta. Me siento como si estuviera cautiva, incluso cuando estoy lejos de ti]
«Bueno, si ese es el caso, prefiero ser atrapado....»
[Sabes que estás en deuda conmigo por todo esto, te estaré eternamente agradecida]
«Lo sé, por eso estaré en deuda contigo el resto de mi vida....»
Con la mirada fija en la puerta del despacho del ayudante, que seguÃa firmemente cerrada, interrumpió la conversación.
[Oh, cierto, tengo una confesión que hacerte]
«...¿Qué confesión?»
[Te mentÃ]
«Te perdono. Asà que vuelve»
Ella refunfuñó que él estaba siendo generoso sin siquiera escuchar lo que decÃa, luego hizo una confesión que Leon no habÃa pedido.
[En realidad, aquella noche habÃa cuatro personas involucradas en los asuntos de tu padre, no tres]
«¿Qué?»
[Te acuerdas de Fred Wilkins, ese meritorio traidor]
«Uh, por eso lo maté»
[Su padre, David Wilkins, también estaba en la casa de campo esa noche]
Leon agarró su lápiz como si fuera a romperlo al recordar haber visto el nombre en la lista de los lÃderes encarcelados del campo.
[Oà que cometió un error fatal, no sé cuál fue, pero vi a Jonathan Riddle padre consolando al TÃo Dave]
Leon apretó los dientes.
«¿Por qué me lo has ocultado todo este tiempo y ahora me lo dices?»
[¿Por qué no? Antes no, pero ahora tú y yo tenemos el mismo enemigo y nos ayudamos mutuamente]
«No sé si te estoy usando para vengarme o tú me estás usando para vengarte»
Murmuró Leon, luego dejó escapar un largo suspiro.
[¿Qué? ¿No lo atrapaste?]
«Está en el campamento»
[Entonces ¿Qué pasa?]
«Eres tú, una zorra»
Asure: acá se refiere a zorra (astuta), no la otra zorra (bitch)
Se enfureció cuando la acusó indirectamente de mentir sobre la muerte de su padre, entre otras cosas.
[Vaya, te he dicho la verdad, me vas a acusar asÃ, no te voy a ayudar en el futuro....]
No sé si hago esto porque me remuerde la conciencia o qué. La mano que sujetaba el lápiz se agitó cuando un ruido inesperado se mezcló con la voz emocionada de la mujer.
La débil nota grave era el milagroso sonido del tren. La nota aguda era sin duda el silbato que anunciaba la salida.
La mujer estaba en una cabina telefónica pública de la estación de tren.
En cuanto terminó de escribir la nota, Leon lanzó la pelota de béisbol a través de la puerta del despacho del ayudante.
Pak.
Un crujido sonó en el fino cristal de la puerta. Exactamente tres segundos después de que la pelota cayera al suelo, un soldado raso se acercó sigilosamente a la puerta y se asomó por la rendija. Leon le tendió la nota para que la viera mejor.
PolicÃa a las estaciones de Wilford Central y Oeste, ya.
El cabo asintió y cerró la puerta. Ahora vamos a seguir el guión y llamar a la policÃa para que coopere.
[...¿Qué ha sido ese ruido?]
Preguntó la mujer, haciendo una pausa para ver si habÃa oÃdo romperse la puerta.
«Oh no, algo se me resbaló de la mano»
[...]
Ella parecÃa pensar que él habÃa golpeado con el puño el escritorio.
«Oh, ¿por eso huiste, porque temes que me enfade contigo? No lo haré, asà que vuelve, ¿vale?»
HabÃa dos estaciones en Wilford. En cualquier caso, el objetivo de Leon a partir de ahora era entretenerla hasta que llegaran los agentes y la encontraran. Ya se le estaba empezando a secar la boca.
[¿Asà que lo que estás diciendo es que mi trabajo como cebo ha terminado y que deberÃa volver a la trampa? Piénsalo. ¿Por qué querrÃa volver con el hombre que me infligió toda esa humillación, cuando tú no eres más que un bastardo que me utilizó para tus propios deseos]
«No te utilicé para mis propios deseos, estaba intentando desaprender tu lavado de cerebro, no me creÃas por muchas veces que te dijera la verdad, asà que no tuve más remedio que dejarte experimentar y ver por ti misma. Sé que es una forma radical de hacerlo, alejada del sentido común, pero sin mi hijo, habrÃas vuelto a estar bajo el mismo demonio que te dictó tu régimen de belleza y habrÃas sido utilizada igual»
[Excelente. Autodefensa o excusa. Intenta ser abogado cuando dejes la milicia]
«Como sea, mis métodos funcionaron al final, no puedes negarlo. Abriste los ojos a la verdad gracias a mû
[Oh, sÃ. Se me saltan las lágrimas gracias a ti. Qué negocio más rastrero el tuyo, sin pedir nada a cambio salvo que dé a luz a tu hijo y esté atada a ti el resto de mi vida. Dios mÃo, Excelencia, esto va a arruinar al Conde]
La mujer se burló sarcásticamente, y luego, con voz pesada, interrumpió.
[Yo obtengo mi venganza, tú obtienes tu tÃtulo de caballero, ese es el final de nuestro asunto]
«Te equivocas, tu venganza aún no ha terminado, por eso viajas por todo el paÃs con ese cuerpo, no hace falta, yo me encargaré de ellos por ti, los exterminaré sin que muevas un dedo»
[Lo único que puedes hacer es decirme que vuelva, ya me aburrÃ, adiós]
Mientras colgaba el teléfono, Leon cambió rápidamente de tema.
«Por si no te has dado cuenta, no soy el único que te persigue»
[Dime algo que no sepa]
«¿De verdad me referÃa a los rebeldes?»
La mujer se calló, inesperadamente.
«Los monárquicos también te persiguen»
[...¿Los monárquicos?]
«Recordarás que el inspector vino a las dependencias buscándote. El rey y el Gran Duque están detrás, descubrieron tu presencia cuando trataban de encontrar un punto débil para presionarme con el arma Sinclair»
[...¿Y aun asà me mantuvieron encerrada en lugar de dejarme marchar?]
Murmuró la mujer, enloquecida.
«La familia real y el Gran Ducado te siguen la pista, cuanto más poderoso me vuelvo, más desesperados estarán por encontrar mi punto débil»
La mujer se quedó estupefacta, sin habla. Leon habÃa tenido razón.
El hecho de que la Familia Real y la Casa del Gran Ducado también la estuvieran buscando era, por ahora, sólo una suposición por su parte. Por supuesto, ella no necesitaba saberlo.
«Incluso tu padre biológico está desesperado por encontrarte, porque conoces un secreto que le hará caer de una vez por todas»
León clavó una cuña, su agitación palpable incluso a través del auricular.
«Sabes mejor que nadie que puedo protegerte. Vuelve si quieres vivir»
Suspiró y murmuró.
[Cuando regrese, usarán la excusa de que todos me persiguen para encarcelarme]
«Encarcelamiento. Ya conocen mi plan»
[Entonces....]
Después de un momento de silencio, ella exigió.
[Ruégame]
Leon se quedó sin habla. Estaba claro que ella querÃa que le rueguen, pero él no tenÃa otra opción.
«Vuelve»
[¿Eso es rogar? Ruega como es debido]
Leon, que nunca habÃa suplicado a nadie en su vida, se tragó la amarga humillación que le subió a la barbilla y escupió las palabras con dificultad.
«...Por favor»
La mujer soltó una carcajada desgarradora, preguntándose qué le hacÃa tanta gracia, luego borró bruscamente la sonrisa de su rostro.
[Estás omitiendo algo importante]
Leon gimió, ahuecándose la cara con una mano, antes de volver a hablar.
«Lo siento, ha sido culpa mÃa, asà que vuelve, por favor»
Fue una advertencia más que una petición. No habÃa manera de que una persona inteligente se le hubiera escapado eso.
[Te disculpas con demasiada facilidad, no veo ningún signo de remordimiento]
«Estoy seguro de que no lo sientes por teléfono»
[Ya tienes mala actitud, ¿No dijo el gran capitán Winston que cuando ruegues, asegúrate de saber lo que quieres que se haga y cómo quieres que se haga]
La mujer hizo lo que él esperaba que hiciera. Golpeó el escritorio con el lápiz, dándole vueltas a las palabras que habÃa reunido en su cabeza.
«Fui duro contigo, te odié, fue demasiado y no lo volveré a hacer, te perdono por lo que me hiciste. Quiero hacer borrón y cuenta nueva contigo, asà que dame una oportunidad»
Ella no contestó.
«Por favor»
Volvió a suplicar, la respuesta fue escalofriante.
[Las promesas vacÃas no funcionan, Leon Winston]
El lápiz en la mano de Leon se quebró con un fuerte crujido. Lo que querÃa romper ahora era su propia garganta por haberle dicho esas palabras.
Ha ido a pagar por todas las cosas que le he hecho. Leon no tuvo más remedio que aceptarlo. ParecÃa un paso necesario para hacer borrón y cuenta nueva.
«Si quieres pagarme por toda la mierda que te he hecho pasar, ven y hazlo tú misma»
Urgh
La mujer resopló.
[Te equivocas, ya no te guardo rencor ni me interesas]
En ese momento, algo se agitó en las tripas de Leon.
[De todos modos, gracias por decirme la verdad, ahora seré una mancha en tu vida, que por lo demás es perfecta]
«¿Cuándo te he llamado mancha....?»
[Oh, vaya, veo a esos mensajeros que enviaste aquÃ, será mejor que me vaya]
«Eso....»
Estaba a punto de llamarla por su nombre. Ella lo llamó primero.
[León]
«¿Eh?»
[¿TodavÃa me amas?]
León cerró los ojos con fuerza.
«...Sû
[¿Asà que eres infeliz?]
«.......»
Mientras él seguÃa sin habla, ella colgó el teléfono. Dejando sólo una mueca a su paso.
«¡Grace!»
Él la llamó, pero ella no lo escuchó.
***.
No la atrapé después de todo.
No, casi lo hice. Casi.
Fue capturada por oficiales en la estación central de Billford. El problema fue que los agentes no se dieron cuenta de lo astuta que era.
Se dejaron engañar por ella fingiendo estar de parto y fueron al hospital en vez de a la comisarÃa, mientras ellos miraban hacia otro lado, ella desapareció en el abarrotado hospital.
Desapareció de nuevo mientras él corrÃa de vuelta a Billford.
Una semana después, llegó una carta al cuartel general del Primer Grupo Especial, dirigida a Leon. El nombre del remitente estaba escrito con descaro: «Daisy Abington».
Cuando Leon la abrió, se sintió descorazonado.
Dentro habÃa una nota que explicaba cómo encontrar los mensajes de los rebeldes de Blanchard en los anuncios de los periódicos y cómo descifrarlos.
Era una expresión de intención de dejar de informar.
León aún tenÃa esperanzas. Estableció una fuerza alrededor de los escondites rebeldes y los puntos de encuentro que habÃa encontrado siguiendo las instrucciones de la mujer, por si aún no se habÃa desprendido de sus pensamientos vengativos y le seguÃa la pista.
Incluso intenté provocarles con falsos anuncios en el periódico, haciéndome pasar por un carroñero.
Pero pasó un mes y ninguna 'mujer embarazada con gafas de sol' apareció en el punto de encuentro ni en el escondite. Era sólo un montón de ratas.
En cuanto tuvo forma de confirmar su seguridad y paradero, volvió a desaparecer.
En ese momento, Leon se hartó y destrozó la última trampa con sus propias manos.
«Has visto mi cara en los periódicos, asà que no hace falta que me presente»
Leon se sentó con las piernas cruzadas frente a una mesa destartalada, sacó un puro y preguntó.
«Encantado de conocerte, Charles Henderson. No, Jonathan Riddle Jr.»
Sonrió con el rabillo del ojo, el hombre que estaba al otro lado de la mesa, mirándole en silencio, apretó los puños. Detrás de él, la mujer sostenÃa a un bebé en brazos, temblando. El niño, que parecÃa tener dos o tres años, se agarraba al dobladillo de la falda y miraba con los ojos muy abiertos a los soldados que registraban la casa.
Una docena de soldados rastrillaban la casa de un obrero en ruinas en la esquina de la granja Red Hill, mientras otra docena registraba el exterior.
En realidad no la estaban buscando.
Ya sé que no está aquÃ. Hemos estado vigilando este lugar desde antes de que desapareciera.
El propósito de la búsqueda era doble: encontrar algo que pudiera llevarnos hasta ella, y presionar a Jonathan Riddle Jr. asustando a su familia.
«Bueno, Joe....»
A juzgar por la forma en que la mujer jadeó y tiró de la manga de su marido, el segundo objetivo ya se habÃa conseguido.
«Oh, no.... Tu mujer parece bastante asustada, deberÃas haber llamado antes»
Mientras Leon se reclinaba en su silla y se burlaba, Jonathan Riddle Jr.
«Lento. Dos meses. Grace dijo que estarÃas aquà en un mes a más tardar»
La mano de Leon se congeló mientras se llevaba el puro encendido a la boca.
Estuvo planeando su huida desde entonces.
El puro le supo amargo en la boca incluso antes de darle un mordisco. Volvió a mover la mano en pausa, reprimiendo el amargo pesar de que deberÃa haberla atrapado en cuanto regresó a la estación de Chesterfield. Sus dientes se hundieron en la punta del puro.
«Porque no me conoce tan bien como parece»
Igual que yo no la conozco a ella.
«Campbell»
Los ojos de Leon se desviaron hacia Campbell, que estaba de pie detrás de él, abrió la carpeta que tenÃa en la mano y empezó a leer.
«Dirigió el asalto al tren correo de Oakley, colocó bombas en la ruta del desfile del vigésimo aniversario del rey, rezó por el asesinato del rey, se infiltró en el ejército como recluta, provocó incendios, falsificó identificaciones y documentos oficiales....»
La recitación se detuvo cuando Leon levantó la mano izquierda. Miró la cara de Jonathan Riddle Jr., que estaba cenicienta desde hacÃa un momento, sus ojos se arrugaron.
«No lo niegas»
Por supuesto que no. Todo esto se basaba en el testimonio de quienes habÃan participado en el crimen.
«Mereces que te lleven al campo ahora mismo»
El agarre de la mujer sobre la manga de su marido tembló visiblemente, mientras un sollozo incontrolable brotaba de ella, Leon le sonrió y añadió:
«Ah, tu mujer también participó en algo de esto, también....»
Jonathan Riddle Jr. apretó los dientes y dio la respuesta que querÃa.
«Responderé a cualquier pregunta que tengan, pero no toquen a mi mujer ni a mis hijos»
Leon fulminó a Campbell con la mirada, pronto los soldados estaban fuera, registrando el salón y la cocina. Cuando empezaban a sacar a las mujeres y los niños, el hombre los detuvo.
«No se preocupe. Sólo quiero hablar contigo en privado»
La caótica habitación pronto se calmó. Joe observó desde la ventana cómo Martha y los niños eran conducidos por los soldados a la casa del dueño de la plantación, luego se sentó de mala gana para enfrentarse al demonio cuando se lo ordenaron.
El demonio cogió un puro de una pitillera que habÃa sobre la mesa y se lo ofreció a Joe, que negó con la cabeza.
Winston le preguntó entonces si conocÃa toda la historia del exterminio. Joe no tenÃa ni idea, pues sólo se habÃa enterado por la radio y no se le habÃa acercado la gente de Blanchard desde aquel dÃa. Ante la 'amable' explicación de Winston, el rostro de Joe se torció.
«TodavÃa queda trabajo por hacer»
Maldita sea, ¿era esa la palabra?
La comprensión del papel de Grace en la caÃda de Blackburn dejó a Joe sin habla por un momento antes de que lograra recomponerse y preguntó.
«Entonces, ¿Qué quieres saber?»
Ya sabÃa lo que iba a preguntar: dónde escondÃa a Grace.
Pero las preguntas de Winston estaban fuera de lugar desde el principio.
«¿Cómo te llamó?»
Joe frunció el ceño. Miró a Winston por un momento, luego contestó sin rodeos.
«Joe»
«SÃ, Joe. ¿Se llevaban bien tu hermano y tú?»
Joe asintió sin vacilar.
«Hmm... Bueno, supongo que debemos estar en buenos términos si ella te extorsionó dinero y me lo dio como regalo de Pascua»
La cara de Joe se contorsionó al recordar que habÃa recibido una gran suma de dinero de Grace la pasada Pascua, pero no tenÃa ni idea de que era suya.
Era un buen momento para estar despistado y persiguiendo el culo de una criada. Leon cortó el inútil preámbulo y fue al grano.
«Debió de acudir a usted en algún momento entre la noche del 23 de diciembre y la madrugada del 24. ¿De qué hablaron?»
HabÃa predicho que, una vez roto el lavado de cerebro de la mujer, se mostrarÃa vengativa. Pero el comportamiento de la mujer el dÃa de la purga habÃa sido más de traicionada y furiosa de lo esperado.
Leon se lo creyó. En sus conversaciones con él, ella debÃa haber descubierto algo, algo que él no sabÃa.
«Grace dijo que habÃa algo que querÃa preguntarme: si ella era el hijo de mi padre....»
Mientras Leon escuchaba a Jonathan Riddle Jr. en silencio, tuvo una extraña sensación. SentÃa que faltaba lo más importante.
«Eso es todo»
«No, eso no es todo»
Con un suspiro, salió humo blanco. Leon advirtió al bastardo, que seguÃa echando humo de rabia.
«No sabes quién soy. He pasado una década determinando las mentiras de tus camaradas, mi experiencia me dice que estás mintiendo ahora mismo. No intentes fingir»
La mujer era de carne y hueso, pero él siguió terco y argumentó.
«Ya no somos camaradas»
«SÃ, seguro que los hombres con los que compartirás celda en el campamento también lo piensan. No eres un camarada, eres un traidor»
Joe se estremeció ante la amenaza de ser enviado al campamento si no confesaba. Estaba lleno de hombres que han sido capturados por la traición de Grace. Seguramente tomarÃan represalias contra él y su familia.
Maldita sea. Joe tragó saliva, repitiendo las mismas palabras una y otra vez.
DeberÃan haberlo capturado ese dÃa.
Menos mal que habÃa dirigido sus flechas contra los perpetradores en vez de contra él, pero sólo habÃa delatado la ubicación de su base de operaciones, no el hecho de que se le echarÃan encima y se vengarÃan.
Tak. Tak.
Los pensamientos de Joe fueron interrumpidos cuando la punta de su dedo Ãndice comenzó a golpear la mesa con un ritmo constante.
Miró a Winston, que le estaba presionando tácitamente para que le contara todo. Estaba perplejo; no entendÃa por qué habÃa venido hasta aquà y exigÃa más cuando ya habÃa cumplido su propósito de vengar la muerte de su padre en la destrucción de la base de operaciones.
«¿Qué demonios quieres saber? Si se trata del paradero de Grace, no lo sé, eso es algo que quiero saber más que nadie»
Los ojos de Winston se endurecieron ante eso.
«Te he preguntado de qué estabas hablando»
«¿Por qué necesitas saberlo? Es un asunto privado entre mi hermana y yo, nada que ver con los rebeldes»
«Creà haberte dicho que dejaras de mentir»
Le espetó León en cuanto hubo apagado el cigarro sobre la desgastada mesa.
«Ugh....»
Maldita rata. Si no hubiera estado en malos términos con ella, ahora mismo le habrÃa hecho hablar como a cualquier otra rata. Leon le tiró del cuello y le miró fijamente a los ojos avellana, gruñendo.
«Te dije que me contaras todo lo que ella te dijo»
León lo soltó como si fuera a lanzarle una bofetada al todavÃa testarudo y sacó un nuevo puro de la vitola.
«Te daré tiempo para pensar en ello hasta que fume todo esto, sino hay nada, tú y tu mujer se van al campamento, los niños al orfanato»
El rostro de Jonathan Riddle Jr, visible a través del humo blanco, parecÃa bastante apenado. Se quedó pensativo, como si le pidieran que eligiera entre matar a su mujer o a sus hijos, cuando el cigarro le llegó a la altura del pulgar, se levantó de un salto.
Rebuscando en los armarios de la cocina, puso ante Leon un diario con las esquinas deshilachadas. Al hojear la portada, vio un nombre escrito con alfabeto.
«Ah, el diario de la infame zorra»
Joe fulminó con la mirada a Winston mientras éste empezaba a hojear el diario de su madre, luego se pasó una mano bruscamente por la cara.
Maldita sea. Maldición. Lo siento mucho, madre.
Fue un momento humillante, tanto para él como para su difunta madre. Ese demonio seguramente disfrutarÃa exponiendo a su némesis, su madre, por lo que era.
Pero contrariamente a las expectativas de Joe, el rostro de Winston palideció al pasar las páginas.
«.......»
Leon se quedó mirando la última página en blanco durante lo que pareció una eternidad, con la mano en su cigarro cada vez más corto.
«¿Esto... es lo que vio?»
Cuando Joe asintió, Leon se llevó una mano a la frente y cerró los ojos.
«Joder....»
Enviada por su hermano para averiguar la verdad que rodeaba su nacimiento y su belleza, la mujer se enfrentó a una verdad aún más horripilante, una verdad tan horripilante que es un milagro que no se suicidara en el acto.
Asure: Feliz domingo chiques, pagina 146/579 .... un capÃtulo más y terminamos el primer arco del volumen IV .... espero les guste la traducción
PD: igual que la semana pasada, si se llega a 40 reacciones + 10 comentarios (1 por persona) tendrán un capÃtulo más en la semana (técnicamente seria terminar el primer arco), el segundo arco por el nombre, parece que va nacer la hija .... asi que terminamos octubre con esto
Ey, estoy de vuelta ----> Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Ya tu sabes, no te exijo, es de tu bobo aportar o no, no te exijo :p
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