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Anillo Roto: Este matrimonio fracasará de todos modos 80

Algunos perros sólo son buenos con las personas (4)



Sí, era amor.

Era amor, aunque la mujer que era entonces no fuera la misma que era ahora, aunque no fuera nada simpática... aunque tuviera una forma tan egoísta.

Por eso la Duquesa de entonces no se atrevía a renunciar a Inés. Para amarla a su manera.

Fue entonces cuando Inés, agotada, abandonó su resistencia.

Seguía sin hacer lo que su madre le decía, pero al menos la escuchaba, empezó a tragarse sus diatribas.

Necesitaba matar mi personalidad porque estaba segura de que había muerto dos veces y de que la vida iba hacia atrás, no quería recibir dos veces una nota de suicidio que dijera 'Me muero por tu culpa'.

Eso habría sido un sin.......

Todo era mejor que en la primera vida.

Duquesa Valeztena, que se había avergonzado tanto del lamentable estado de Inés que rara vez socializaba como antes, estaba de algún modo de mejor humor que cuando había estado en el centro de la sociedad.

A este paso, no habría intentado suicidarse, ni habría escrito en un papel.

Su patológico acoso a los que le rodeaban variaba de grado, por mucho que le ofendieran las palabras de la duquesa, resultaba casi entrañable para Inés, que conocía sus verdaderos colores. Sus divagaciones de borracho eran risibles.

La paciencia de Inés con su madre brillaba, al igual que sus locuras infantiles, como sus convulsiones. La Duquesa revivía su infancia siempre que podía. 'Me pregunto si se volverá loca y hará algo gordo', decía, para luego salir corriendo con el rabo entre las piernas.

'Por eso sigues tan asustada que me escribes así....'

No se puede jugar con la naturaleza de la Duquesa.

Ella habría irrumpido en Calstera hace mucho tiempo. La Duquesa, que ha entrado y salido de la alcoba de Inés, se ha entrometido con la princesa heredera y ha atormentado a su hija, que acaba de abortar, ni siquiera se acercará a la residencia de Kassel.

Así que una carta....




「Mi querida Inés.

Hace muchos meses que te casaste y dejaste Valeztena. Sé lo desagradecida que eres con tu madre, pero es deplorable que no se lo hayas dicho a tu padre... Pero, ¿Cómo pueden ser iguales los corazones de padres e hijos? En primer lugar, debo preguntarte cómo estás.

Espero que aún no hayas tenido hijos... Me temo que eres demasiado rígida para mantener a raya a tu marido. Me temo que no sirves para eso.

Capitán Escalante está de tu lado ahora, como lo estuvo en nuestra última comida, pero los hombres no son de fiar. La mayoría de ellos no lo son. Así que, Inés, debes tener hijos para asegurar tu posición. Una mujer sin hijos es un mero cascarón.

Hablando de cascarones, tu marido lo es, podría haber nacido en la calle, no en Escalante, haber estado rodeado de mujeres toda su vida. Así que si tu rufián, no, tu marido, considera oportuno darte un hijo cuando estén recién casados, hazlo. Aunque te odie, aunque le obligues a casarse contigo. Antes de que Capitán Escalante pueda consentirte y tener un hijo en otra parte.

Cuanto más tiempo vive un hombre con una mujer, más la considera una broma. Mira a tu padre. Si no hubiera tenido hijos, hoy no estaría vivo. Los hijos son el estatus de una mujer. Pobre o rica, noble o no.

Puedes pensar que soy ridícula, pero eso lo he aprendido viendo el comportamiento de tu padre. Tú lo eres todo para mí. El amor de una madre es ilimitado y no conoce el resentimiento... Ay, deberías conocer este amor.

La vida de una mujer sin hijos no es nada. Inés. Una mujer ni siquiera puede vivir sin un hombre. Pero si tiene hijos, puede vivir con su marido toda la vida, aunque sea una bastarda, como yo.

Me alegro de que Capitán Escalante sea tu marido. Cuando una mujer tiene marido, tiene una casa acogedora, criados y una vida cómoda. Para las mujeres nobles como nosotras, hay incluso una enorme casa solariega. Esa es una vida adecuada, todo lo que tienes que hacer en ella es producir un heredero. Eso es todo para lo que naciste como mujer.......」




«Sólo quémalo»


Inés le devolvió a Raúl la carta a medio leer, su paciencia se estaba agotando. Raúl la cogió sin hacer la menor pregunta y giró hacia el candelabro de la pared del salón que había quedado sin encender.

Es una vida graciosa y triste, si te fijas, cuando lo único que tienes son hijos a los que no quieres. Duquesa Valeztena era el epítome de una mujer que nunca debería tener hijos.

Si los amas de verdad, si son tu mundo, si son todo lo que tienes... Una vida cómoda, una vida adecuada, es una vida de atormentar a los demás y atormentarte a ti misma.

Inés pudo alejarse de su madre y pensar en su propia vida como nunca antes, pero no pudo resistir el impulso de hacer lo contrario de todo lo que le decían.

Una mañana quería tener un hijo, por la tarde ya no quería tenerlo hasta que muriera. Sólo una carta.

'No puedes dejarte llevar por .......'

No es asunto de mi madre de todos modos. A ella no le importaba, de todos modos, si las cosas iban según lo planeado, viviría hasta el final de sus días, y por esta vida al menos, iba a ir a su manera, no a la de la familia imperial, ni a la de Óscar, ni a la de sus padres.

Sin embargo, al tragar saliva, se le amargó la boca.

Esas fueron las palabras que le dijo a su hija, hace mucho tiempo, tras una serie de abortos. Lo único que se supone que debes hacer como princesa heredera es producir un heredero, ni siquiera puedes hacer eso.

Si para su madre Inés era 'comida malograda' por no haber seguido casada con Kassel, para ella era 'mercancía defectuosa' por haber abortado al hijo de Óscar.

Inés recordaba como si fuera ayer la humillación del momento en que la Duquesa había suplicado el perdón de Emperatriz Cayetana, diciendo que era 'un cuerpo defectuoso e incauto, que está perdiendo una y otra vez la preciosa semilla de Su Majestad'

Recordaba haber odiado más a su madre que a la Emperatriz por aquel momento.


«¿Vas a responder?»

«No lo haré»

«Bueno, es una buena idea, porque ya te he enviado mis saludos... Estoy segura de que escribes porque quieres oírme en persona»

«Si quisieras oírlo de mí, no lo habrías dicho así»


Raúl estudió detenidamente el rostro de Inés, como familiarizándose con su estado de ánimo. Era una vieja costumbre, así que sonrió un poco, sin querer ponerle en un aprieto, y preguntó.


«¿Cómo era Espoza? Háblame del lugar»

«Era como un castillo abandonado»

«...... ¿qué?»

«Si vas allí es tuyo, Inés, eso seguro»


Desapareció el rostro leal que hacía un momento había estudiado la expresión de Inés, Raúl levantó los ojos, que brillaban de ambición.


«En realidad no quiero....»

«Bueno, Inés, ¿Qué quieres decir.... ? De todos modos, cuando Capitán Escalante suceda al título de Duque en el futuro, todo será tuyo, Inés, ¿no? Es la ley de la naturaleza»

«Entonces, ¿mi voluntad tiene poca importancia?»

«¿Por qué te negarías a que fuera todo tuyo de todos modos? Sólo digo que podrías tenerlo antes»

«¿Y Duquesa Escalante?»

«Por lo que dicen, a la Duquesa no parece gustarle mucho Espoza. Pasa las cuatro estaciones del año en Mendoza»

«He oído que la Duquesa está a menudo en Mendoza»


No es que no me guste Espoza, pero quizá sea Emperatriz Cayetana. Debe de estar muy ocupada para que la arrastre su avaricia todo el tiempo....

Inés era la secretaria de Oscar, se había convertido en su tía materna, así que habían estado muchas veces en el mismo lugar, pero nunca habían sentido la misma conexión tangible que Kassel.

Puede que fuera una de esas personas demasiado ocupadas para preocuparse por el mundo que giraba a su alrededor, pero eso también demuestra que Duquesa Escalante era una figura tranquila. Esta vez, sin embargo, su relación era plana y distante....


«Y tu hermano, una vez que se gradúe en la academia y sea comisionado, viajará de un lado a otro entre su asignación y Mendoza por el resto de su vida, así que es sólo....»

«...¿Mío?»


preguntó Inés, no muy contenta, Raúl asintió, con los ojos brillantes.


«Mientras tú estés ahí, Inés, es todo tuyo, caerá bajo tus pies»

«En realidad no quiero que esté bajo mis pies»

«Entonces no debiste haberte casado con el hijo mayor de Escalante. Tuviste donde escoger del montón....»


Raúl refunfuñó irreverente, luego sus ojos volvieron a cambiar.


«En fin, eso es todo lo que necesitas saber. Llámame cuando estés de camino»

«Vale, deja de lavarme el cerebro»

«Y hubo una noticia que llegó al Castillo de Pérez hace 15 días y que nunca llegó a Calstera. Era el primer mensaje de Don Joaquín en mucho tiempo, sobre unos jóvenes pintores que está patrocinando....»


La mirada de Raúl volvió a la ventana tras un momento de distracción.

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