Solo en tu Corazón 88
Planes de destrucción (4)
El bosque estaba oscuro y húmedo.
Después de caminar durante unas dos horas con las manos atadas a una cuerda grasienta y siendo tirados por caballos, el pequeño grupo de Chizuru y Exia se enfrentaba por fin al ejército de caballeros de Lukrov.
No estaba segura de si éste era el lugar designado de antemano o si simplemente se cruzaron en su camino.
Obligada a marchar, Chizuru era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera mover sus pies hacia adelante.
Baru, su única esperanza, estaba atado a la cuerda aún más fuerte que ella, e incluso estaba amordazado, por lo que ni siquiera tendría la oportunidad de resistirse.
El ganador de la batalla era obvio.
La visión de un ejército con apariencia digna, que parecía seguro de que iba a ganar la guerra, enfrentándose a un grupo de rufianes remanentes liderados por Exia era más que una locura.
Chizuru tenía la garganta seca y dolorida, y deseaba que este momento no llegara nunca.
Rodeada por el sudor sucio de los hombres y el olor salvaje de los caballos, Chizuru rezó para que el tiempo se detuviera.
Rezaba para que el momento decisivo que Exia estaba planeando no llegara nunca. Sin embargo, cuanto más impaciente se ponía, más pasaba el tiempo como una corriente.
Lo siguiente que supo fue que Lukrov estaba frente a ella.
Había deseado tan desesperadamente volver con él, pero ahora es agonizantemente doloroso.
'Ah, Lukrov'
Tengo que protegerlo de algún modo, cueste lo que cueste.
Chizuru miró a su alrededor, buscando a aquel hombre de ojos afilados vestido de negro, pero no pudo encontrarlo. Eso era una mala señal. El hombre debía estar escondido en algún lugar de los arbustos del bosque.
Sostenía una flecha dirigida al corazón de Lukrov.
La única forma de salvarlo era que ella utilizara su cuerpo como escudo.
Sólo habían pasado unos días, pero la cota de malla había hecho que el alto cuerpo de Lukrov pareciera un poco más delgado. Su corto pelo negro parecía no haber sido peinado en días y tenía un aspecto salvaje y desaliñado, pero en realidad le daba la apariencia de un león salvaje.
Llevaba una espada, pero no llevaba armadura.
En otras palabras, Lukrov priorizaba la movilidad sobre su propia seguridad. Quería recuperar a Chizuru lo antes posible.
Pero eso no sería suficiente para evitar que la flecha apuntara a su vida.
"¡Buenos días, duque Lukrov! ¿Es esto lo que busca?"
La dramática voz de Exia rompió el silencio de los dos ejércitos mientras salía al frente.
Los caballos de ambos bandos pataleaban en el lugar, resoplando salvajemente. Los arneses y las armas tintineaban y traqueteaban, produciendo un sonido metálico, pero nadie hablaba excepto Exia.
"Por favor, echad un vistazo a esta mujer. Tenía una aventura con este caballero y trataba de fugarse con él. Los encontramos por casualidad y los capturamos. Le cortaron la cabeza a mi padre por un completo malentendido".
Chizuru, que estaba al lado de Exia, fue empujada hacia delante como si le dijera que se explicara si podía.
Baru, que estaba siendo retenida a distancia, estaba amordazada y era incapaz de pronunciar una palabra, pero Chizuru estaba libre excepto por sus manos, que estaban atadas. Podía gritar con todas sus fuerzas y decir que era mentira.
Pero.
Pero, seguramente, si lo hacía, la vida de Lukrov correría peligro.
Aquel hombre vestido de negro había apuntado con una flecha a Lukrov desde algún lugar. Normalmente, Lukrov nunca mostraría tal descuido cerca de sus enemigos. Pero ahora, parecía demasiado vulnerable.
Sus ojos miraban fijamente a Chizuru como si se ahogaran.
Sus manos agarraban las riendas con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos, y había algunos rasguños visibles en sus mejillas.
'Por favor, por favor, sólo cree la mentira de Exia'
'Sólo despídete de mí como una mujer traidora y sal de este lugar. Entonces olvídate de mí y sé feliz'
Aunque sabía que era imposible, Chizuru no podía evitar desear que se produjera ese milagro.
"¿Por qué no intentas decir algo, zorra?"
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