Princesa de dos caras 36
"¿No es doloroso?", preguntó el mago.
"Sí. Casi insoportablemente. Y empeora cuanto más me resisto". Uriel se estremeció mientras hablaba.
"Ah... así funciona la marca de la maldición. Después de que haya pasado suficiente tiempo, el dolor se vuelve tan terrible que el portador prefiere morir antes que seguir soportándolo. O bien acuden al propietario original para detener el dolor, o se suicidan".
El mago caminó lentamente hacia el centro de la sala y miró a su alrededor.
"¿Puedo empezar, entonces?" Sus ojos se posaron en Apollonia.
Tal vez porque Sid estaba a su lado, ella no tenía miedo de Uriel. Entró en la habitación sin vacilar y se detuvo frente a él. Era la primera vez que los dos se enfrentaban desde su primer encuentro.
"¿Estás listo?", le preguntó. Su voz no era fuerte, pero tenía una presencia poderosa y dominante.
A Uriel le costaba concentrarse en sus palabras. Tampoco ayudaba el hecho de que se hubiera acercado tanto a él. Ella continuó hablándole, como si no se sintiera incómoda con la situación.
"Debo advertirte una vez más: no tienes derecho a rechazar esto. Si sigues queriendo morir, incluso después de que te hayan quitado el tatuaje, dímelo y lo haré realidad".
Su explicación fue simple, directa, imperiosa, como si esperara que Uriel se negara a deshacer la maldición.
"...No voy a... negarme..."
Le costó mucho esfuerzo forzar las palabras a salir de su boca.
"Buena elección"
Apollonia asintió, como si eso fuera suficiente. Si Uriel se negaba a prometerle su lealtad, igualmente lo mataría. Sin embargo, no lo amenazó con eso.
El mago hizo contacto visual con cada uno de ellos, lentamente, y luego comenzó a gritar el hechizo. De su boca fluyeron palabras extrañas en un flujo constante. Dibujó algo en el suelo con el bastón que había traído. No había nada en el bastón, pero siguiendo la curva que dibujó, una tenue luz se formó en un patrón en el suelo.
Gotas de sudor rodaron por el rostro del mago, fruncido por la concentración. Uriel apenas podía respirar mientras lo observaba. Cuando la compleja forma de numerosas curvas y líneas rectas estuvo terminada, le indicó a Uriel que se pusiera en ella. Sin embargo, no dejó de recitar el hechizo. Extendió la mano y pinchó el tatuaje de Uriel con la punta de su bastón.
"¡Uf...!"
En el instante en que la punta tocó su carne, una luz roja como la sangre brotó de su cuello en una llamarada de fuego. Uriel se estremeció y cayó sobre una rodilla. Intentó frenéticamente cubrir el tatuaje con la mano, pero el mago le apartó la mano con el bastón.
"Necesitamos la llave"
El mago se volvió hacia Apollonia. Sid le ofreció una daga de plata. Había estado observando la situación de reojo, sin inmutarse. La cogió y se acercó lentamente a Uriel, que seguía arrodillado temblando en el suelo. Le dio unas suaves palmaditas en el hombro.
"Aguanta".
Él se estremeció ante su contacto y apretó los dientes. Lo estaba intentando, pero era casi demasiado para él. Sus sentidos se habían multiplicado por mil. Incluso su simple toque se sentía como un mazo.
¡Shuk!
Apollonia se puso al lado de Uriel y se cortó el dedo con la daga. La sangre brotó del corte y comenzó a gotear hacia el suelo.
"Libertem Vitam Semper. Libertad eterna para ti"
El mago recitó el antiguo hechizo, explicando su significado. Apollonia pudo copiarlo con facilidad.
"Libertem Vitam Semper"
Siguiendo las indicaciones del mago, Apollonia puso su mano manchada de sangre en el cuello de Uriel. Los dos entonaron el hechizo al unísono.
"Libertem Vitam Semper"
Uriel temblaba de dolor. Parecía que todos sus sentidos estaban despertando.
"Libertem Vitam Semper"
El toque de Apollonia en su nuca era ardiente. Casi podía sentir que su carne chisporroteaba por el calor. Sin embargo, bajo el dolor, su tacto era suave.
"Libertem Vitam Semper"
No escuchó ninguna duda en sus palabras. Ella estaba totalmente segura de que el hechizo funcionaría. Comenzó a sentir una extraña sensación, un intenso picor que le recorría el cuello. Debajo de todo eso, todavía podía sentir la suavidad de su mano. Era su ancla.
"Libertem Vitam Semper"
Y en el lapso de un solo momento, el hechizo se rompió. Las descargas reverberaron por su cuerpo. Era libre.
Sin embargo, en el mismo momento en que el hechizo se rompió, comenzó a sentir el inicio de otro tipo de esclavitud, una que nunca había sentido antes.
"Libertem Vitam Semper"
Su nuevo maestro.
"Libertem Vitam Semper"
Era Apollonia.
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