Perséfone 50
Este es mi destino
La mano de Hades, plagada de venas azules, agarró una granada y la partió. La cáscara aplastada se resquebrajó y quedaron al descubierto los granos rojos. El jugo de la granada aplastada fluyó por su antebrazo. Perséfone estudió el rostro frío y congelado de Hades.
"Come esto"
"¿No vas a escuchar mi historia...? A mi madre le dará un ataque cuando se entere de que me has secuestrado"
"Es mi hermana"
Susurró Hades, tocando la cara de Perséfone.
"Perséfone, la hija de mi hermana, diosa de la isla"
"No importa cuánto diga que te amo, no puedo defraudar a mi madre. No puedo elegirte a ti..."
"Ella nunca te dejaría. Esa mujer, es tan terca como un caballo"
El jugo de granada rojo carmesí goteaba de su puño hecho bola.
"Come esto"
"No lo quiero"
"Come"
"Si como por mi cuenta, traiciono a mi madre. No quiero terminar en Tartaros. Ya juré en el río a mi madre"
Hades cogió algunos de los granos de granada y obligó a Perséfone a abrir la boca. Antes de que ella pudiera sentir el dolor de su agarre, el dulce sabor de la fruta golpeó su lengua.
Perséfone agarró la túnica de Hades con la punta de los dedos. Y el jugo empapado de saliva goteó por su barbilla. La fruta granulada empujada entre sus labios era como la semilla de su madre.
La rodaja de fruta estalló en su boca, un momento irreversible.
"Pero aun así, si le tenías miedo desde el principio, no deberías haber dicho que me quieres"
Perséfone, que se tocaba los labios manchados de rojo, esbozó una leve sonrisa.
'No puedo evitarlo entonces. Madre... la Muerte me quiere tanto'
*****
Flashback
Fue el tercer amanecer el que la llevó a pensar en "él", el gobernante del inframundo.
Hasta entonces, Perséfone sólo se había interesado por el mundo desconocido, por las pequeñas cosas que había más allá del río a partir de su visión muy microscópica.
El río Aqueronte, del que se decía que era la parte más externa del inframundo, era tan vasto que no se veía el final; y eso la hacía preguntarse cuán vasto era el inframundo al que todos regresaban. Además, allí abajo había un vasto palacio que nada en la superficie podía superar.
El rey del inframundo era el gobernante de la muerte, un dios al que servían y seguían todos los ricos. El mito de que su palacio era más grande que el templo de los olímpicos podía ser cierto.
Por supuesto, Perséfone sentía curiosidad por los tesoros de oro y plata amontonados en una colina, las monedas que llenaban los campos y las joyas y accesorios que fluían como un río, pero le interesaban sobre todo las cosas más pequeñas. El "gorro de la invisibilidad" que podía borrarte del mundo una vez que te lo ponías.
Un precioso tesoro del inframundo contra el que ni siquiera Argos, que tenía cientos de ojos, podía tener una oportunidad.
Y se encontró con él.
"¿Ha venido? ¿El rey?"
Había preguntado Perséfone a Caronte, que se negaba a reconocer su presencia,
Lo llamaban "rey". Señor del inframundo, un gran ser adorado por la muerte de todo. Y estaba emparentado con la madre y el padre de Perséfone.
"Esa muñeca de trapo necesita dejar de ser tonta y hacer algo especial por una vez"
El río estaba lleno de almas que esperaban subir a la barca de Kharon. Perséfone podía oírlos susurrar sobre ella.
"¿Ragdoll?"
"Esa chica de allí con ojos amarillos como la paja del arroz. Deshazte de ella"
La odiaban. Ella no tenía lugar en el inframundo, ella estaba respirando. De ninguna manera sin vida.
"¿Cómo llegó hasta aquí sin la sombra de un sirviente? Oh, vaya, ¿se perdió?"
Fue en ese día cuando todo cambió en ese momento. Cuando un hombre la miró fijamente, y ella le devolvió la mirada.
'Ella', que vivía en la cabeza de Perséfone, susurró: 'Él, es el rey'
Perséfone estaba obsesionada con "sus susurros". La voz siempre había sido su compañera, le susurraba como a una querida amiga.
Perséfone fijó su mirada en Hades. Para ella, era maravilloso, guapo, relajado y suave. Allí, frente a ella, había un hombre que gobernaba el lugar más bajo, donde no necesitaba mirar al cielo ni al suelo.
Su futuro ya estaba destinado a un callejón sin salida para vivir como una diosa invisible en una isla que nadie conocía y volverse loca sin que nadie la recordara. Pero, con él, este temido futuro de ella podría dar un giro...
'Juraste por Estigia, pero él es el amo al que Estigia sirve'
La mirada de Perséfone vaciló. Una dignidad extrema y una noble oscuridad acechaban en lo más profundo de esos ojos grises como la luna. En el principio de los tiempos, la noche de Protogenoi había dado a luz la fascinación, la discordia, el sueño, la destrucción, la ley, la ruina, los sueños, la vejez... También había nacido el engaño.
Perséfone era una prisionera que podía traicionar al carcelero. Para no perder el amor de su única madre, había renunciado a su libertad y había jurado. Era la más patética mendicidad de afecto y un arrepentimiento irreversible. No había nada comparable a tragarse la llave de una celda.
En el momento en que volvió a poner los ojos en Hades, a perderse en sus oscuros orbes, había renunciado al amor por su madre ante Estigia...
La voz volvió a susurrar:
"¿Sabes? Es esa persona de ahí"
Un susurro interminable.
"Justo ahí"
'Él es el único que puede sacarte de aquí. Te llevará a un mundo completamente nuevo'
Era como enamorarse. En el principio de los tiempos, la noche de Protogenoi también dio a luz al "destino". Perséfone comprendió entonces cuál era su destino.
'Puede que salve a mi madre antes de que la mate por odio'.
Sonrió.
"Este es mi destino"
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