La Princesa Monstruosa 85
Nuevos comienzos y emociones profundas (5)
Arbella caminaba por el pasillo con una mirada frÃa.
Le entraron ganas de volar el palacio imperial.
Además, cuando pensó en la razón por la que el emperador, de entre todas las personas, sacarÃa a colación un tema asà en ese momento, un calor sofocante brotó aún más en su interior.
Después de todo, fue una buena elección no informarle francamente sobre su estado. Si hubiera visto la cara de Judith nada más salir del palacio del emperador, Arbella no habrÃa podido resistirse ni un momento.
Pero, afortunadamente, los únicos que la esperaban eran los asistentes de Arbella.
"¿Ha salido, Alteza Imperial?"
"SÃ".
La expresión de Arbella se suavizó un poco al ver a Gerard.
"..."
Gerard se quedó mirando en silencio la cara de Arbella, que parecÃa estar de mal humor.
"Vámonos. Hoy estoy ocupada".
Arbella salió del palacio imperial con Gerard y los demás que la seguÃan. TenÃa demasiadas cosas que hacer como para ocultarlas por enfado y frustración.
Pronto llegó la hora de la reunión del gabinete, a la que asistÃan otros miembros de la familia real y la nobleza, incluida Arbella. Independientemente de la situación o el estado de ánimo de Arbella, las manecillas del reloj se movÃan hoy burlonamente rápido para ella.
En ese momento, justo después de comer, Judith se reunÃa con los magos pertenecientes al Salón de la Noche Blanca por orden del emperador.
Como habÃa despertado a la magia un paso más tarde, nunca habÃa recibido lecciones sistemáticas de magia. Asà que el emperador tuvo la amabilidad de darle a Judith un maestro que le enseñara magia.
Era muy raro que los magos de la Sala de la Noche Blanca, que normalmente estaban demasiado ocupados con sus propias investigaciones, enseñaran directamente a otros miembros de la realeza. Sin embargo, el caso de Judith era tan especial que muchos magos de la Sala de la Noche Blanca se apresuraron a ofrecerse voluntarios para enseñarle.
En realidad, no era porque quisieran que Judith heredara su magia, sino porque querÃan estudiarla de cerca. De todos modos, más gente de la esperada presentó solicitudes para el puesto de profesor de magia. Fue Levantheon quien finalmente ganó el concurso.
"Estoy deseando trabajar con usted a partir de ahora, Cuarta Princesa".
Levantheon saludó a Judith con una carcajada, satisfecho de su logro.
"Encantado de conocerle, señor".
"Puedes llamarme por mi nombre. Como es tu primer dÃa, la próxima vez haremos la verdadera enseñanza, y hoy nos saludaremos a la ligera".
Después de ir al almuerzo real, Judith llevaba mucho tiempo un poco melancólica.
Levantheon, que la habÃa examinado con rapidez, cambió de tema mientras comÃa una galleta de chocolate que le habÃan puesto delante.
"La última vez que la miré, parecÃa estar muy unida a la Primera Princesa".
Entonces Judith, que habÃa estado mirando alegremente las tazas de té, levantó la vista.
"¿A ti te lo pareció?".
"SÃ, cualquiera con ojos lo habrÃa pensado".
Las mejillas de Judith enrojecieron al oÃr las palabras de Levantheon.
Por primera vez desde que conoció a Levantheon, Judith sonrió. Al ver esto, Levantheon se tocó la barbilla con la mano mientras emitÃa un sonido hmmm.
"Parece que te gusta mucho la Primera Princesa, ¿verdad?".
"SÃ, la quiero más que a nada en el mundo".
Sin vacilar, Judith respondió.
Levantheon esbozó una fina y roja sonrisa ante semejante Judith.
"¿No es la Primera Princesa una persona increÃble? Especialmente cuando se trata de este campo como maga, sus realizaciones son asombrosas."
Era la primera vez que Judith oÃa hablar de Arbella a un completo desconocido, aparte de las doncellas imperiales que conocÃa, Cloe y otros miembros de la familia real. Asà que, involuntariamente, escuchó las palabras de Levantheon, un poco confusa y con la boca abierta.
"Oà que cuando se tomaron las medidas mágicas justo después de que ella naciera, los magos de la Sala de la Noche Blanca no podÃan creer los resultados, y todo se puso patas arriba. Después de eso, oà que todos querÃan ser los primeros en estudiar magia con la Primera Princesa, y hubo un gran alboroto".
Levantheon lamentó no estar en la Sala de la Noche Blanca en aquel momento, por lo que no vio la historia en persona, sino que sólo la oyó de palabra.
"Y aunque sólo tiene 18 años, hay 129 fórmulas mágicas que acaba de desarrollar y mejorar hasta ahora".
"Vaya, ¿tantas?
"SÃ, teniendo en cuenta la media normal, creo que en realidad hay una o dos oportunidades en la vida de un mago de tocar directamente una fórmula en vida. Además, como estoy seguro de que aprenderás a partir de ahora, las fórmulas mágicas son cosas realmente delicadas y elaboradas, asà que si cometes un error, la longitud de onda del poder mágico se complicará y explotará con un estallido, lo cual es peligroso."
Asà que no las imites innecesariamente, añadió Levantheon.
Al poco rato, todas las galletas de la mesa habÃan desaparecido.
Levantheon las aplastó con pesar, pero ahora empezó a beber té con mucho azúcar.
"Soy un mago al que llaman genio a mi manera, pero viendo a la Primera Princesa, Me parece que los que realmente triunfan utilizan el tiempo limitado que se les proporciona cuatro o cinco veces más rápido que el resto de nosotros".
Judith asintió de acuerdo con Levantheon. En efecto, Judith era diferente de cómo le miraba cuando hablaba de Arbella.
Levantheon sonrió con satisfacción al ver a Judith, que parecÃa estar más claramente familiarizada con él que cuando la vio por primera vez.
"Ah, por cierto, el único siete laureles anterior a la Presidencia de la Sala de la Noche Blanca que enseñó directamente a la Primera Princesa dijo algo extraño... Bueno, es suficiente. No es tan importante".
Al hacerlo, Levantheon, que habÃa estado asintiendo con la cabeza como si de pronto le viniera a la mente algo del pasado, cambió de tema.
"A partir de ahora, si lo deseas, te contaré la historia de la Primera Princesa que conozco en clase".
"¿De verdad?"
"SÃ, y en cambio tú te concentrarás cuando yo dé la clase".
"¡SÃ, lo haré! Lo haré lo mejor que pueda!"
Judith mordió el dulce cebo que le habÃa lanzado Levantheon.
Vio que Judith respondÃa con entusiasmo a sus palabras, y una sonrisa de más satisfacción que unos momentos antes apareció bajo su boca.
Si Arbella la hubiera visto, habrÃa dicho que su cara parecÃa la de un zorro que hubiera recogido muchas uvas y estuviera lleno de comida.
Sin que Arbella lo supiera, ése fue el momento en que se formó una relación sacerdotal que consolidó su ardiente interés y cariño por ella.
Aquella noche, Arbella encendió tarde una piedra mágica y exploró un libro. No es que saliera a pasear todas las noches en vela.
Mientras leÃa el libro mágico, el rostro de Arbella parecÃa especialmente pálido y frÃo, sin calor, quizá por la luz blanca de la piedra mágica. Lo mismo ocurrÃa con sus pálidos ojos azules, frÃos y secos, mientras miraba las palabras del papel y el cÃrculo mágico.
Estaba leyendo un libro sobre las artes prohibidas.
HabÃa pasado un año y ahora tenÃa la edad equivalente a la de un adulto, y la zona de la biblioteca en la que Arbella podÃa entrar y salir se habÃa ampliado. Por supuesto, la gran variedad de libros mágicos, de cualquier tipo, deleitaba a Arbella, pero eran los libros como el que estaba leyendo ahora los que más atraÃan su mirada de forma natural.
Era una atracción instintiva. Por muy solitaria y regia que se comportara durante el dÃa como un ser humano que vive a la luz en un lugar luminoso, en las noches de insomnio sin duda tenÃa en la cabeza la magia más cruel y sucia del mundo.
Estaba un poco harta de sà misma escudriñando el cÃrculo mágico prohibido, intentando sin descanso que no se le escapara ni una diminuta aguja.
De repente, Arbella giró la cabeza y miró por la ventana. Desde la sala de espectáculos, no muy lejos de allÃ, se percibÃa un ambiente familiar.
A veces Gerard hacÃa ejercicio casi obsesivamente. Incluso Arbella estaba un poco sorprendida por su constancia durante los últimos cuatro años. Últimamente, Gerard iba todas las noches a la sala de espectáculos blandiendo la espada con más insistencia que nunca. Era como si intentara sacar algo de sà mismo, sin tomarse un momento de descanso, hasta quedar exhausto.
Esto sucedió después de que presenciara la escena de las artes prohibidas.
Arbella tampoco se atrevÃa a pensar en ello, pero a veces le venÃa a la mente la imagen del chico que habÃa caÃdo aquel dÃa en el ominoso cÃrculo mágico. A veces la imagen del chico sin rostro cambiaba por la del chico pelirrojo que ella conocÃa.
No perdamos el tiempo pensando en ello".
Arbella apartó la vista de la ventana y frunció el ceño.
'De todas formas, ¿cuál es el problema ahora que llevo tiempo intentándolo...'
Mientras perdÃa el tiempo cayendo en pensamientos misceláneos, era importante comprobar aunque sólo fuera un cÃrculo mágico y reducir el número de factores que podÃan hacer fracasar la técnica prohibida. No le quedaba mucho tiempo.
Arbella borró la cara que le venÃa a la mente y volvió a mirar el libro. En un rincón de la habitación, el monstruo de la grieta dormÃa y ella podÃa oÃr su respiración entrecortada.
"Sigue asÃ. Como pilar de Kamulita, debes mantener tu posición lo más firmemente posible durante el mayor tiempo posible".
Y la voz que flotó por un momento melló el extremo del libro que la mano de Arbella estaba tocando.
"..."
Una profunda fisura apareció entre sus cejas, que habÃan sido rectas.
Intentaba no recordarlo, pero cada vez que llegaba un momento de decepción a quienes le habÃan entregado su corazón para un momento como éste, no podÃa evitar pensar algo asÃ.
'¿Por qué, de todas las personas, eres tú la ofrenda que necesito?'
Seria mejor si pudiera ofrecer a alguien mas como sacrificio por las artes prohibidas.
"Si tan solo pudiera sacrificar a otro en vez de a ti...
Pero al final, era otro pensamiento sin sentido, asà que Arbella extendió el dedo sobre el papel arrugado y hojeó el libro con calma.
Fue una noche en la que no pudo volver a dormir hasta tarde.
Ey, estoy de vuelta ----> Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Ya tu sabes, no te exijo, es de tu bobo aportar o no, no te exijo :p
0 Comentarios