La Princesa Monstruosa 79
Un dÃa la monstruo dijo (4)
"Entonces, ¿cómo te sonó?".
Las cejas de Gerard se alzaron asimétricamente por un lado.
Respondió tras un momento de silencio, como si estuviera pensando en algo.
"Kkuu, kkuu... y lloré".
Kkuu, kkuu... y lloró.
Aparté los ojos de Gerard y volvà a mirar al monstruo.
Creo que es verdad que se ha estado escondiendo solo.
Aun asÃ, me até al monstruo por si acaso.
"Tengo que cogerlo".
"Llevarlo... ¿a dónde?"
"Al Palacio Imperial, por supuesto".
Gerard me miró como si fuera un bicho raro. Pero mi corazón no flaqueó.
Me dirigà al palacio imperial con el monstruo púrpura claro que lloraba.
"Princesa, ¿estás aqu�"
Marina me saludó cuando volvà al palacio imperial.
"¿Eh? ¿Qué es eso, por cierto?"
"Hm, un estudiante de la academia me lo dio como regalo".
"¿Por qué lo envuelves tan apretado con tela? Parece que es la chaqueta del caballero subordinado de la princesa".
"Te lo diré más tarde. ¡Mientras tanto, dile a los demás que nadie entre en mi habitación ahora mismo!"
"¡Oh, princesa!"
Oà que Marina me llamaba por detrás, pero me limité a subir las escaleras.
"Gerard, ¿qué demonios está pasando? ¿Cuál fue el regalo que recibió Su Alteza?"
"Es..."
"¿Por qué no puedes contestar? ¿Es acaso peligroso y la Princesa me lo oculta?".
Abajo oà a Marina presionando a Gerard.
Gerard habÃa intentado disuadirme durante todo el camino hasta el palacio, pero mi terquedad era demasiado para él. Aun asÃ, siendo el chico ingenioso que era, no quiso contarle con razón a Marina lo del monstruo que habÃa traÃdo conmigo.
Por supuesto, yo tampoco tenÃa intención de ocultárselo a Marina, pero por alguna razón, era demasiado contárselo ahora.
HacÃa mucho tiempo que no me sentÃa asÃ... Era como si hubiera cometido un error sin decÃrselo a mi madre ni a mi niñera y me encantara estar sola.
¿Quizás porque me sentÃa como una niña por primera vez en mucho tiempo? Por alguna razón, no me sentÃa sensata, y también me sentÃa un poco nerviosa.
Llegué al dormitorio, lo arrimé dos y tres veces a la esquina y metà al monstruo dentro.
"Por ahora, tengo algo que averiguar, asà que te mantendré con vida, pero tú, morirás si haces alguna estupidez. ¿Entiendes?"
-Huiing, no me mates.
El monstruo volvió a llorar ante mi amenaza.
ParecÃa lamentable, pero no sentà compasión.
Me sentÃa un poco animado por el nuevo material de investigación que hacÃa tiempo que no descubrÃa, lo que estimulaba mi búsqueda como mago.
Veamos. ¿Qué puedo hacer con este tipo?".
En primer lugar, querÃa saber por qué sólo yo podÃa oÃr lo que decÃa el monstruo.
También me pregunté qué eran las grietas y qué habÃa al otro lado de ellas. Y...
¡Toc toc!
"Princesa, deberÃas salir ya".
En ese momento Marina salió dando un portazo, sacándome de mis pensamientos.
"Oh, ¿por qué?"
"Alguien vino de la Sala de las Noches Blancas, y la 4ª Princesa seguÃa buscándote, ansiosa por conocer a Su Alteza".
En ese momento, la exuberante emoción desapareció como una burbuja que se asienta. Otra hormiga se me metió en el corazón en el momento en que un nombre que hacÃa tiempo que no intentaba esforzarme se me clavó en los tÃmpanos.
Actualmente, Judith está siendo sometida a diversas pruebas en la Sala de la Noche Blanca. Se trata de un procedimiento de confirmación del súbito y sin precedentes despertar de sus poderes mágicos. He oÃdo que está sola en la Sala de la Noche Blanca, aislada del mundo exterior...
"SÃ, enseguida salgo. Judith me está buscando, asà que tengo que irme".
El monstruo captó mi mirada y se estremeció, lloriqueando en las salas.
No habrÃa temblado tanto después de oÃr las palabras que le dije a Marina al otro lado de la puerta porque mi voz era suave, y pareció asustarse por la expresión involuntariamente frÃa de mi rostro.
"Voy a salir un rato".
Acaricié al pequeño, débil y tÃmido monstruo y le susurré suavemente.
"Mientras tanto, espera en silencio. Si no me escuchas con atención, me enfadaré contigo".
El monstruo, que se habÃa puesto en posición horizontal como si intentara evitar mi mano, contestó rápidamente: "SÃ, sÃ". Era como si hubiera dejado entrar a una mascota que hacÃa lo que yo decÃa.
Pero era una mascota por la que no tenÃa que sentir ninguna responsabilidad, por la que nunca tendrÃa que sentir culpa o amor en el futuro, y que podÃa actuar y hablar pensando únicamente en mis sentimientos.
Me sentà mejor de lo que me habÃa sentido en mucho tiempo, sonreà y añadà varias capas de protección para que al monstruo no se le ocurriera escapar. Luego salà de la habitación.
La Sala de la Noche Blanca lucÃa hoy un exterior deslumbrantemente blanco.
"Hoy pareces cansado, Levantheon".
"¿Quién es? ¿Por qué no es la radiante inteligencia de Kamulita, la Primera Princesa?"
Entré y me encontré con Levantheon mientras caminaba por el pasillo siguiendo al aprendiz de mago que habÃa venido a recogerme.
Hoy parecÃa embelesado, como si el espÃritu oscuro bajo sus ojos hubiera descendido hasta su barbilla. PodÃa ver cómo su desgreñado pelo azul cielo crecÃa desordenado como si su investigación hubiera salido mal y se hubiera vuelto a arrancar el pelo con las manos.
ParecÃa cansado, como si hubiera estado despierto toda la noche y durante varios dÃas, pero el único brillo de sus ojos era el de Levantheon.
"Por lo que veo, ¿has venido a ver a la Cuarta Princesa?".
Hace cuatro años, Levantheon recibió de mà un recuerdo sobre el fondo del mundo. Pasó los años siguientes concentrándose y sumergiéndose en tratar de descubrir precisamente eso, pero aun asÃ, esta vez Levantheon pareció sentir interés por Judith.
'En efecto, un mago tendrÃa que sentir curiosidad al ver una entidad que ha alcanzado un florecimiento mágico sin precedentes'.
Si no hubiera sabido de antemano que ese dÃa llegarÃa a través de mis sueños, estaba claro que yo también me habrÃa interesado académicamente por Judith.
"Me enteré de que seguÃa buscándome. "
"SÃ, al parecer las pruebas son un poco rigurosas".
Levantheon hizo una seña al aprendiz de mago que me guiaba.
Se acercó a mà y caminó a mi lado como si intentara guiarme en lugar de alguien que se habÃa echado atrás.
"ParecÃa muy ansiosa porque habÃa sucedido de forma tan inesperada. Y estaba cegada por el hecho de ver las cosas por primera vez.... Estaba cansada de que la obligaran a pasar por todas esas pruebas".
"¿En serio? TodavÃa es una niña, y no son pruebas que terminan en un dÃa o dos, asà que deberÃan haberlo hecho con moderación".
Respondà con calma, mirando hacia el pasillo blanco al escuchar las palabras de Levantheon.
"No es como si no supiera que estos magos tienen la disposición de saltar sobre un bocado de cebo nuevo y llamarlo un dÃa. ¿Quién va a cuidar de ella si los magos de alto rango que hacen las cosas por encima no se comportan?".
"Es... como usted dice, Primera Princesa. Es culpa nuestra por emocionarnos y actuar fuera de lugar. SÃ..."
Levantheon también se rascó el pelo hacia atrás al oÃr mis palabras, como reflexionando esta vez.
Al cabo de un rato, él y yo entramos en una sala del segundo piso de la Sala de la Noche Blanca.
HabÃa una Judith que tenÃa muchas ganas de conocerme.
"¡Hermana...!"
Judith, que vio mi cara, se levantó de un salto y corrió hacia mÃ.
Se acercó corriendo, con el pelo negro revoloteando, y yo miré a la niña que tenÃa en brazos.
Quizá debido al despertar mágico, la longitud de onda de la energÃa mágica que sentÃa Judith habÃa cambiado. Antes era como un arroyo muy poco profundo, pero ahora era como un océano cuya profundidad era inconmensurable. Pero tal vez porque aún no estaba en un estado estable, era como un océano con tormentas salvajes soplando y olas meciéndose.
"Judith, debes de haberte metido en un buen lÃo".
Levanté la mano y le di unas palmaditas en la espalda a Judith mientras me abrazaba.
Rompió a llorar en cuanto me vio, como si fuera cierto que habÃa estado muy angustiada.
"No te preocupes, ya estoy aquÃ...".
Al oÃr mi voz susurrando suavemente, enterró la cara en mi pecho e incluso sollozó.
Parece que su personalidad no ha cambiado incluso después de su despertar mágico. Verla asÃ, aún desprotegiéndose, abandonándose a mà sin ninguna duda.
'No sé qué tengo en la cabeza ahora mismo'.
En cualquier otro momento, me habrÃa sentido feliz de tener una niña tan ciega ante mÃ, pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, querÃa apartar a Judith.
Pero no me atrevà a mostrar tales sentimientos y me limité a acariciar la espalda de la llorosa Judith. Hasta que dejó de llorar.
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