La Princesa Monstruosa 73
Caballero de Arbella (5)
No habÃa sido tan raro que Killian soltara palabras tan ilusorias de una en una.
Sin embargo, sabiendo que de todas formas estábamos bromeando el uno con el otro, tampoco me tomé en serio sus palabras.
"Por desgracia, me gusta la gente que sólo se ciega ante mÃ"
Pensé que Killian dejarÃa pasar mis palabras con una suave sonrisa, como siempre hace. Sin embargo, por alguna razón, me miró fijamente sin decir una palabra.
Los ojos de Killian parecieron endurecerse un poco más de lo habitual.
"Primera Princesa, yo..."
"¡Hermana!"
Entonces, cuando Killian volvió a abrir la boca e intentó decirme algo, Judith se acercó.
"Hermana, entre el público ahà abajo un momento... Oh, estabas hablando con otra persona. Lo siento".
"No, acabábamos de terminar de saludarnos".
Por alguna razón, Judith, que corrÃa excitada, vaciló cuando vio a Killian delante de mÃ. TenÃa la cara colorada y parecÃa avergonzada de estar armando jaleo.
Killian saludó primero a Judith.
"Cuánto tiempo sin verte, Cuarta Princesa".
"SÃ, hola, Pequeño Duque Bernhardt".
Judith, que devolvió un breve saludo, levantó el talón y me susurró al oÃdo.
"¿Puedo ir un momento a la tribuna? Se anunciará al ganador y se le dará dinero. "
Sonreà inconscientemente.
¿Por eso tenÃa la cara roja? No me extraña que pareciera tan emocionada.
"Si vas tú misma, destacarás demasiado. Será mejor que envÃes a un criado".
Además, no habÃa comprobado el porcentaje de pago final, pero tendrÃa mucho más dinero para gastar si la hubieran llamado desde la primera ronda, y de todos modos serÃa difÃcil que Judith lo trajera todo ella sola.
Judith sacudió la cabeza tan contenta que su pelo negro se agitó.
Vi la espalda de Judith, que siempre estaba ocupada moviéndose y le envié a Marina. Es como una niña a la que saco al agua y a la que estoy deseando mandar sola.
"SabÃa que tu sonrisa habÃa cambiado, Primera Princesa".
Entonces una voz grave se deslizó frente a mÃ.
Giré la cabeza y mis ojos se encontraron con los de Killian, que seguÃa mirándome fijamente.
"Tus ojos han cambiado mucho con respecto a antes, sobre todo cuando ves a la Cuarta Princesa".
Sin embargo, en el momento en que escuché las palabras de Killian, sentà que mi corazón se agitaba y caÃa de repente.
Mi expresión pareció cambiar por un momento.
Killian, que estaba delante de mÃ, debió de verlo también, porque se estremeció. Sin embargo, mi expresión era realmente divertida, y Kilian se apresuró a añadir con un rostro en el que se extendÃa una rara sensación de desconcierto y perplejidad.
"No lo decÃa con mala intención, princesa. Sólo querÃa decir que ahora tiene mejor aspecto. Asà que si me has entendido mal...".
Las palabras de Killian se desviaron hacia un oÃdo. Pero en poco tiempo, mi endurecido rostro no pensó en abrirse de nuevo. Finalmente, intercambié un áspero saludo con Killian y me marché.
***
"¡M-Marqués!"
Walson Fabella, aún incapaz de quitarse la armadura, vino corriendo presa del pánico, llamando a Junon Graham.
Junon Graham le ignoró y salió del estadio, masticando y tragando constantemente palabrotas por la boca. Su mente repetÃa una y otra vez la escena que habÃa visto en el campo de juego poco antes.
El hijo de Glenn Lassner, que habÃa ofrecido su espada a la Primera Princesa por derecho del vencedor y habÃa jurado lealtad una vez más ante los ojos de todos. Y la Primera Princesa que, como de costumbre, lo miraba con una sonrisa arrogante.
Pensar en esas dos personas le produjo un retorcido hervor en el corazón.
El marqués Graham cerró violentamente la puerta y subió al carruaje.
"¡Marqués...! Por favor, espere un momento!"
Más tarde, cuando Walson por fin lo alcanzó, se aferró apresuradamente al carruaje que estaba a punto de partir. Incluso habÃa sido herido en la final y sangraba por el brazo.
"¡Lo siento mucho, marqués! DeberÃa haber ganado seguro, pero definitivamente no es porque no sea tan bueno como él, ¡sólo bajé la guardia por un momento y cometà un error...! ¡Si me das otra oportunidad...!"
"¡Cállate! ¿Dónde te atreves a meter la cara delante de m�".
Las excusas de Walson despertaron la ira del marqués Graham, que se enfadó aún más con Walson.
"Me has humillado. Desde luego, te lo dije muchas veces antes de que empezara el partido. Si me avergüenzas, nunca te dejaré en paz".
"M-Marqués...."
"Asà que no me atrevo a decirte directamente lo que os pasará a la familia Fabella y a ti a partir de ahora, ya que me harÃa doler la boca".
Junon Graham hizo un exuberante chantaje a Walson y luego dejó que el carruaje partiera. Walson, con las piernas relajadas, se puso en pie y miró sin comprender el lejano carruaje.
No puedo seguir asÃ'.
En el carruaje en marcha, Junon Graham apretó los dientes con tanta fuerza que le chasquearon.
Mientras tanto, Arbella, la primera princesa, lo observaba como si hubiera olido algo. Además, debido a la maldita ceremonia de desmantelamiento mágico desarrollada por Arbella, existÃa el riesgo de atrapar una cola si dejaba un rastro mágico, por lo que era más difÃcil que antes apuntarla en secreto.
La hermana de Junon Graham, la Segunda Reina Katarina, también podrÃa ayudar, pero era inusualmente débil de corazón y no se unió fácilmente a su plan.
'Maldita sea, espero que pronto haya progresos en el trabajo que estoy preparando'.
En medio de todo esto, el marqués Graham se sentÃa frustrado porque lo que se habÃa estado preparando en secreto para Arbella no habÃa sido más que un fracaso todo el tiempo.
Se frotó los dedos sobre sus párpados febriles y cayó en un estado de angustia. Después de todo, no estaba en su naturaleza ocultarse en exceso. TenÃa que mostrar la amargura del mundo cuanto antes.
"¡Vamos al bosque! Hoy todo el mundo tendrá que recoger el doble de la cuota".
El marqués Graham instó a sus subordinados a caballo a espolear un experimento que precipitarÃa a Arbella al abismo.
***
"Gerard, ¿cómo te encuentras?"
preguntó Arbella a Gerard cuando se acercó a él aquella noche. Arbella estaba disfrazada para la fiesta celebrada para los ganadores de la Convención Nacional.
Últimamente, las grietas eran cada vez más frecuentes y, por supuesto, Arbella, vestida para la actividad, llamaba la atención, pero verla vestida para el banquete, como estaba hoy, llamaba la atención de la gente de otra manera.
Lo mismo ocurrÃa con Gerard. Hoy, Gerard iba tan pulcramente vestido que el término "caballero imperial" no perdÃa su significado.
Por supuesto, siempre habÃa seguido a Arbella como caballero subordinado de la Primera Princesa, y habÃa mantenido un nivel adecuado de dignidad.
Gerard iba bien vestido allá donde iba, ya que su ayudante Marina se habÃa empeñado en escupir su opinión de que nadie debÃa menospreciarle si era caballero de Arbella. Pero el uniforme que le habÃan preparado hoy era tan bueno que comprendió enseguida que era para el héroe de la fiesta.
Gracias al cuidado y esmero puestos en él por los sastres imperiales encargados por Arbella, el uniforme que hoy vestÃa Gerard hacÃa resaltar al máximo sólo sus puntos fuertes. Desde luego, viéndole asÃ, habrÃa sido difÃcil creer que era el chico al que habÃan perseguido los lobos con su aspecto desaliñado en el bosque hacÃa cuatro años.
Gerard apartó la cara de la pregunta de Arbella y miró a su alrededor, a la gente que habÃa en la sala del banquete.
Pudo ver a mucha gente riendo y haciendo ruido. Eran las personas que se habÃan acercado a Arbella y Gerard no hacÃa mucho y estaban haciendo mucho ruido sobre sus felicitaciones y pensamientos sobre la competición de hoy.
"Qué raro".
Gerard compartió sus cándidos pensamientos.
Era de lo más extraño que estuviera aquà ahora. Tampoco le resultaba menos extraño que otras personas le hablaran y lo favorecieran con tanto aplomo, a diferencia de antes.
Por supuesto, todavÃa habÃa algunos que le miraban con desaprobación, pero la mayorÃa de los que conoció hoy no lo hacÃan. Sólo habÃa conseguido un resultado plausible en el torneo, como le habÃa ordenado Arbella, pero incluso esa única cosa parecÃa haber cambiado la percepción que tenÃan de él.
Sin embargo, no se trataba sólo de una competición, sino de un evento a gran escala que incluso ofrecÃa al ganador la oportunidad de entrar a formar parte de la familia real. Además, hasta ahora, Gerard sólo habÃa sido etiquetado como un caballero subordinado de origen hereje que habÃa quedado a merced de la Primera Princesa.
Asà que, aunque en efecto la persona en sà Gerard no habÃa cambiado, era justo decir que el envoltorio que le rodeaba habÃa cambiado a uno que parecÃa mucho más limpio y verosÃmil. Como el elegante uniforme que ahora llevaba.
"Es extraño, ¿verdad? Disfruta del momento. Ya te acostumbrarás".
La voz de Arbella, con una leve sonrisa, resonó en sus oÃdos mezclada con el suave sonido de la música.
"Ahora, un regalo para el ganador de hoy".
Al momento siguiente, Arbella le tendió un vaso con pequeñas burbujas flotando en su interior. La boca de Gerard se encontró con una sonrisa oblicua.
"Es la única droga permitida en Kamulita".
Era una bebida para menores que tenÃa el efecto de tocar ligeramente los circuitos mágicos y levantar el ánimo. En la mente de Gerard habÃa un recuerdo vÃvido de que Arbella lo bebÃa a menudo en las fiestas y volvÃa a casa como una borracha.
Hoy, sin embargo, Arbella negó las palabras de Gerard con una sonrisa significativa.
"No, esto es alcohol de verdad. Tú y yo ya somos semiadultos".
Si eres un adulto, eres un adulto, si eres un menor, eres un menor, ¿y qué significa semiadulto otra vez?
"Vamos, tómalo. Es un dÃa especial, asà que puedes tener este nivel de desviación".
Sin embargo, al ver la cara de Arbella sonriendo perversamente como si le estuviera gastando una broma, no le entraron ganas de rechazar lo que le ofrecÃa.
Finalmente, Gerard aceptó el vaso de Arbella. Luego miró la cara de Arbella que estaba a su lado.
Su expresión se habÃa endurecido antes, como si le hubiera pasado algo, pero ahora seguÃa pareciendo agradable. Pero mientras miraba fijamente a la gente en la sala del banquete, una extraña y seca emoción empezó a caer lentamente sobre su rostro.
El ojo de Gerard, que lo presenció, destelló una mirada aguda.
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