La Princesa Monstruosa 60
Banque del Palacio Imperial (4)
Gerard blandió su espada y volvió a blandirla para ahuyentar el parloteo de su mente. Cuando regresó a su habitación para asearse y salir después de sudar de aquella manera durante un rato, ya casi habÃa terminado la hora del banquete.
Los penetrantes ojos gris plateado de Gerard brillaban con claridad bajo la toalla que le cubrÃa el pelo mojado.
Su mirada se desvió hacia el exterior de la ventana, donde parpadeaba una pequeña luz.
Gerard pensó en Arbella, que tal vez ya habrÃa regresado al palacio de la Primera Princesa. Siempre que pensaba en ella se sentÃa extraño.
La chica que habÃa compartido su infancia con él.
Y la chica que lo habÃa salvado en aquel terrible bosque.
Y más que eso, la chica que lo sacó de la Sala de la Noche Blanca, que era como el infierno, y le dijo que podÃa quedarse a su lado...
Incluso le prometió averiguar algo sobre su padre, que habÃa sido condenado por usar magia prohibida.
¿Por qué Arbella era tan buena con él?
Gerard no habÃa vuelto a salir del palacio de la Primera Princesa desde la última vez. Pero aún asÃ, lo quisiera o no, habÃa una voz en su oÃdo.
'No entiendo por qué un hereje asà serÃa un caballero subordinado cuando habÃa tantos caballeros destacados alrededor que jurarÃan ofrecer sus espadas a la princesa'.
'No importa que sea de Lassner, ahora es solo el hijo de un pecador. Y la Primera Princesa le mostró demasiada misericordia'.
'Me preocupa que esta sea la única mancha en la siempre perfecta Primera Princesa...'
Todas las voces del interior del Palacio Imperial estaban preocupadas por su amo, Arbella.
Además, llegó a sus oÃdos lo que le ocurrió a Arbella el dÃa que Gerard salió del Primer Palacio Imperial.
"¿He oÃdo que hubo un loco que le regaló a la Primera Princesa un ramo de flores con magia de explosión?".
"¡Cómo se atreven a intentar matar a nuestra Princesa, XX y XXX no es suficiente...!".
El dÃa que se enteró, Gerard fue a ver a Arbella y le pidió que trabajara en su cuerpo.
Gerard se juró a solas que harÃa todo lo que Arbella esperara de él. SabÃa que tendrÃa que recompensarla mientras estuviera aquÃ, aunque luego tuviera que abandonar el Palacio Imperial.
Esta era la razón del entusiasmo de Gerard por hacer ejercicio todas las noches estos dÃas.
"Vaya. ¿Cómo estás, Gerard?"
Fue en un momento en el que se sumÃa en tales pensamientos cuando una chica con la luz de la luna envolviéndola como un velo apareció frente a Gerard.
Gerard se sobresaltó cuando la persona que acababa de estar recordando en su mente apareció de repente junto a su ventana. Arbella, con un aspecto más glamuroso que de costumbre, era como un hada en el aire nocturno. Su brillante pelo rubio bailaba como la luz de las estrellas y su dobladillo blanco de encaje ondeaba como una pluma.
Mientras tanto, Arbella miró a Gerard y sonrió. Era una sonrisa que siempre le recordaba el dÃa en que abandonó el Salón de la Noche Blanca.
"¿Qué hacÃas sola?"
Gerard se sintió avergonzado.
Al principio habÃa sido capaz de sentir la presencia de Arbella de forma natural sin que ella se acercara tanto, pero ahora parecÃa estar demasiado absorto en otros pensamientos como para prestarle atención.
Por otra parte, Arbella parecÃa sentirse bien para que ella apareciera de repente fuera de la ventana de su habitación sin ninguna advertencia.
Al igual que la idea de Gerard, Arbella estaba realmente en un estado agradable. Desde el momento en que hizo su primera aparición en la sala del banquete, aún le daban ganas de reÃr a carcajadas cuando pensaba en las miradas de asombro que la habÃan seguido mientras bailaba con Judith.
Se preguntaba dónde habÃa escondido en sà misma un talante tan rebelde. Hasta ahora, habÃa sido principalmente una princesa que acataba las normas, y nunca habÃa golpeado la nuca de nadie, ni siquiera la frente, delante de nadie de una manera tan imponente. Se preguntó si se iba a volver adicta a las miradas de sorpresa que recibÃa.
Arbella regresó al palacio de la Primera Princesa después del banquete de tan buen humor. Pero por alguna razón, tal vez porque aún no se le habÃa pasado la euforia, pensó que serÃa una pena irse a dormir asÃ. Asà que se acercó a ver a otro chico que, como Judith, que la habÃa entretenido hoy, estaba creciendo muy bien en su propia jaula.
"¿Por qué estás aquà ahora que es tarde por la noche...".
Gerard parecÃa perplejo por la repentina aparición de Arbella.
"¿No es muy tarde? ¿Era hora de dormir? ¿Aún no son las 12?"
Antes de que se diera cuenta, Arbella estaba sentada en el alféizar de la ventana, moviendo las piernas con picardÃa.
Gerard la miró y de repente se sintió extraño.
Su ceño se arrugó ligeramente y Arbella rugió con severidad.
"Oho, ¿qué te pasa en la cara? Eres tan impertinente delante de la Princesa".
... Como era de esperar, algo era extraño.
Ahora, por alguna razón, Arbella estaba más expresiva y emotiva que de costumbre.
Gerard pensó que era imposible.
"Primera Princesa. ¿Has bebido algo?"
"No. ¿Qué clase de bebida hay a mi edad? ¿No sabes lo que es esto?".
Más bien, Arbella miró a Gerard y asintió con la cabeza.
Mientras lo hacÃa, murmuró para sÃ: "Bueno, tú eres de las afueras", y se lo explicó generosamente a Gerard.
Lo que Arbella bebÃa no era absolutamente ilegal, sino una bebida consumida habitualmente por nobles menores de edad. En lugar de alcohol, contenÃa un ingrediente recién elaborado por los magos, que tocaba ligeramente la magia del cuerpo y producÃa un efecto similar al de beber alcohol. Aun asÃ, era suficiente para levantar un poco el ánimo, y no tenÃa secuelas ni efectos secundarios.
"En pocas palabras, ¡puedo decir que es la única droga que el Estado ha autorizado!".
Arbella se rió al decir esto, como si estuviera gastando una gran broma.
Gerard captó la sonrisa por un momento.
Sólo habÃa visto a Arbella sonreÃr asà de alegremente en el pasado, en las videopiedras de maná. Asà que era algo muy poco familiar.
En ese momento, una brisa del exterior golpeó el dobladillo del rico vestido de Arbella. El peso del viento hizo que el cuerpo de Arbella se inclinara hacia atrás por un momento. Al mismo tiempo, Gerard volvió en sÃ.
Se movió involuntariamente de su posición. Ella lo sabÃa, pero Gerard se movÃa muy deprisa, como un animal salvaje. Asà que consiguió agarrarla del brazo y tirar de ella hacia él antes de que el cuerpo de Arbella estuviera completamente inclinado hacia fuera de la ventana.
Sus miradas se encontraron de cerca.
Gerard se sintió algo ahogado por los claros ojos azules que lo miraban fijamente.
"... Es peligroso".
Una voz grave y apagada se abrió paso entre las cortinas que se balanceaban.
Entonces, Arbella se rió de Gerard como una niña traviesa.
"Te he pillado".
Las palabras no salieron de la boca de Gerard, sino de la de Arbella.
Al poco rato, Arbella, que habÃa tomado la mano de Gerard entre las suyas, movió su cuerpo. El cuerpo de Gerard también fue golpeado por la luz de la luna y se inclinó fuera del marco de la ventana. Cuando volvió en sÃ, Gerard flotaba en el cielo nocturno cogido de la mano de Arbella.
"Bailemos, Gerard".
Las estrellas que brillaban sobre sus cabezas ondulaban suavemente como las notas de una melodÃa.
"Incluso hoy en el salón de banquetes, todo el mundo me miraba bailar. Ha sido muy divertido".
Arbella agarró a Gerard y pisó de verdad como una bailarina. Gerard la siguió por sorpresa.
"Tú también puedes presumir de haber bailado con la Princesa en algún sitio".
Como si les hubieran puesto una alfombra del color del cielo nocturno bajo los pies, pisaron aire vacÃo y dieron vueltas alrededor del mismo sitio.
Gerard se sintió mareado y confuso.
"Espera..."
"¿Es porque no estás acostumbrado a bailar? No pasa nada. A mà también se me da bien enseñar".
La voz de Arbella sonaba tan dulce como la música.
"Vamos, sÃgueme. MÃrame a la cara".
Gerard se enfrentó sin querer a los ojos de Arbella ante la mención. Luego se arrepintió un poco.
"SÃ, eso es".
El calor de la satisfacción en sus ojos azules, como si quisiera elogiarlo por un trabajo bien hecho sin falta, se aclaró con una carcajada.
La mandÃbula de Gerard se endureció. Se sintió como la otra noche en el jardÃn, cuando Arbella movió su magia por su cuenta y le rozó el corazón. Era como estar cubierto de pies a cabeza por Arbella. Junto con eso, le picaba todo el cuerpo, y era muy insoportable... una sensación desconocida que se tragó a Gerard.
Nunca habÃa vivido una noche tan extraña como la de hoy. El cielo nocturno iluminado por las estrellas era tan hermoso como un salón de banquetes con una gloriosa lámpara de araña, y el sonido de las hojas mecidas por el viento era como una magnÃfica orquesta. ParecÃa como si el baile con la persona que ahora le cogÃa de la mano no fuera a terminar nunca.
En un momento dado, Arbella dio un paso atrás y abrió los labios como si se diera cuenta de algo.
"Ahora que lo pienso, yo estaba dando los pasos masculinos".
De nuevo, Arbella sonrió con el rostro despejado.
Gerard no pudo apartar la mirada de aquel rostro.
"... Lo siento."
Fue entonces cuando las palabras que habÃan estado en su corazón todo el tiempo fueron barridas de su boca por el viento nocturno.
"Por lo que pasó en el invernadero, no hace mucho. Y..."
Arbella se quedó mirando la cara de Gerard.
"Gracias."
Pronto rió en voz baja al hacerlo.
Un baile corto a medianoche.
Asà pasó el verano de los catorce años.
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