La Princesa Monstruosa 57
Banque del Palacio Imperial (1)
Como Cloe pensaba, la Segunda Reina estaba en la habitación.
Pero no estaba sola.
"Cada vez que veo a la Primera Princesa... es una descarada...".
Cloe tomó aire cuando oyó una voz que salÃa de la puerta que parecÃa haberse abierto ligeramente por error. Porque era la voz del marqués Junon Graham a quien conoció antes.
"Tendré problemas si sigues haciéndome sentir mal asÃ, Cloe".
Cuando recordó el memorable susurro, sintió ganas de vomitar.
"He tenido muy mala costumbre contigo, Ramiel y la Primera Princesa. Ahora, intentas evitar a tu tÃo haciéndote la tonta porque soy un poco vieja".
"No querrás volver a ver a Sabriel a la residencia del marqués, ¿verdad? Haz tiempo cuando yo no esté para no tener que educaros en persona otra vez".
Pensó que se habÃa marchado justo después, pero supuso que no.
Afortunadamente, la Segunda Reina Catarina y el Marqués Graham estaban tan concentrados en su diálogo que no parecieron oÃr los pasos de Cloe.
"Tenemos que hacer algo más antes de que sea demasiado tarde...".
'Por cierto, ¿de qué están hablando ahora?'
La primera vez que vio la cara de Catarina se ensombreció torpemente en el hueco entre la puerta abierta y la puerta.
Cloe intentó apartarse de la puerta, sintiendo un rechazo instintivo hacia el marqués Graham, aunque no estaba del todo libre de preocupación.
"Pero marqués. Es demasiado pronto para utilizar un método tan descarado. Si por casualidad se entera de lo que hay entre bastidores, hay peligro..."
"Segunda Reina".
Pero justo cuando Chloe estaba a punto de darse la vuelta, una voz helada le perforó los tÃmpanos.
"Puesto que es obvio que va a convertirse en una hierba venenosa, lo mejor es cortarla de raÃz de antemano. La Primera Princesa seguramente nos perjudicará aún más de lo que nos perjudica ahora. ¿No lo sabéis, Alteza Real?".
Un grito ahogado salió de la boca de Cloe, más fuerte que antes. Estaba tan sorprendida que se tapó la boca a toda prisa. Pero parecÃa que era demasiado tarde.
"Espera..."
"¿Qué está pasando de repente?"
"Me pareció oÃr un sonido procedente de la puerta."
Inmediatamente después, unos pasos se acercaron desde la puerta, y Chloe se quitó los zapatos a toda prisa y echó a correr por el pasillo. Se escondió junto a una vitrina en la esquina del pasillo. Pero la vitrina era demasiado pequeña para esconderse y temÃa que la descubrieran.
Chloe era de la realeza y no tenÃa talento para la magia, especialmente para cosas como la magia oculta o la magia de movimiento. Ni siquiera recordaba una fórmula mágica que pudiera utilizarse en esta situación.
Mientras buscaba apresuradamente otro escondite, de repente una mano salió disparada de su sombra en la pared.
Al mismo tiempo, el marqués Graham abrió la puerta y salió para comprobar el pasillo.
En el palacio habÃa restricciones sobre el uso de la magia por parte de quienes no eran miembros de la familia real, y el marqués Graham no podÃa desplegar su magia de búsqueda, asà que comprobó directamente con ambos ojos la parte trasera de la vitrina al final del pasillo.
"... No veo a nadie".
La reina Catarina, que le habÃa estado siguiendo, alzó la voz como si tuviera una sospecha superflua.
"Te lo dije, ¿verdad? Te dije que el tercer piso, donde se encuentra mi habitación, está ahora cubierto con un hechizo de valla para evitar que otras personas suban sin permiso."
Pero cuando llegó el momento de hablar de ello, la Segunda Reina Catarina se detuvo en seco.
Era cierto que a los demás, incluidas las camareras, no se les permitÃa subir al tercer piso, pero se excluÃa a los que tenÃan el mismo parentesco que ella. Asà que sus hijos, incluido el hermano gemelo de Catarina, Junon Graham, podÃan entrar y salir a su antojo.
Catarina no tardó en poner cara seria y decir despreocupadamente al marqués Graham.
"Supongo que será mejor que te vayas a casa hoy, ya que es tarde. Hablemos de esto más tarde. "
"... De acuerdo, entiendo. Por favor, escucha lo que tengo que decir y piénsalo detenidamente. "
Los pasos de la Segunda Reina Catarina y del Marqués Graham se alejaron.
Un momento después, el dobladillo de un vestido rosa se desbordó de detrás de una vitrina en el pasillo vacÃo.
"Vaya, casi pierdo los nervios. Hola, Chloe. ¿Por qué sigues apareciendo de la nada y asustando a la gente?".
Ramiel, que también habÃa salido de entre las sombras, se tambaleó agitando su ropa arrugada.
Pero Cloe estaba demasiado distraÃda con otros pensamientos como para prestar atención a Ramiel.
¿De qué acababan de hablar mamá y el tÃo?
¿De hierba venenosa?
¿Cortarla de raÃz?
¿Porque será un daño aún mayor?
¿La primera princesa Arbella...?
De repente sintió miedo, su pecho se ahogó.
Por alguna razón, Cloe estaba atrapada en una horrible sensación como si hubiera oÃdo algo en lo que no deberÃa haber entrado. Era un pensamiento siniestro del que no podÃa desprenderse fácilmente porque sabÃa qué clase de persona era el marqués Graham.
"Hola, Chloe".
En ese momento, Ramiel, que habÃa estado mirando fijamente a la congelada Chloe, bajó. Una mano frÃa agarró la cara de Cloe.
"No pienses en nada más, inventa una excusa para mamá. No le digas que me viste aquÃ. Aun asÃ, ahora tienes que pagarme por haberte salvado la vida, ¿no?".
Habló mientras se giraba para mirar a los ojos verdes que volvÃan a estar enfocados.
"Quizá madre no quiera entrar en detalles por lo incómodo de la situación. ¿Has entendido lo que he dicho?"
Cloe se volvió para mirar los ojos azul pálido de Ramiel, iguales a los de Arbella, e inspiró superficialmente.
Hablando de eso, Ramiel no se inmutó. De repente, apareció en el Palacio de la Segunda Reina a tiempo para ayudarla, y aunque ella lo adivinara por lo que acababa de decir...
"¿SabÃas, hermano? Lo del tÃo y la madre hablando de la hermana..."
Las palabras omitieron mucho, pero lo suficiente para darse cuenta de su significado.
"..."
Ramiel no contestó.
Pero al igual que Ramiel habÃa hecho antes, Cloe se dio cuenta de sus pensamientos con sólo eso.
"E-eso es... ¿entonces qué haremos?
"¿Qué hacemos?"
"¡No podemos quedarnos aquà sentados asÃ!".
Las mejillas de Cloe enrojecieron.
Ramiel, que llevaba un rato observándola en silencio, soltó de inmediato una ligera risita.
"Si no puedes sentarte aquÃ, ¿qué vas a hacer al respecto?".
Cloe se sobresaltó al oÃr aquellas palabras, que seguramente eran burlonas. Pero cuando poco después siguieron las palabras de Ramiel, no tuvo más remedio que morderse la lengua.
"Oye, Cloe. ¿Qué podemos hacer, lo sepamos o no? De todas formas ahora no podemos hacer nada. Lo sabes, ¿verdad?"
Las palabras eran correctas. No habÃa nada que Cloe pudiera hacer mientras la otra parte fuera el marqués Graham. Ramiel y Cloe ya estaban acostumbrados a ello desde hacÃa tiempo.
Aun asÃ, las palabras fueron un poco demasiado, y Ramiel añadió tras una pausa para tranquilizar a Cloe.
"Probablemente no sea nada ahora mismo, de todos modos. Aun asÃ, mamá no está tan mal, ¿sabes? Asà que no hagas nada peligroso sin motivo".
Chloe apenas dio un pequeño asentimiento.
"...SÃ, el hermano tiene razón".
"Asà es. Bueno entonces, no tenemos mucho tiempo de todos modos, asà que iré primero".
Era hora de que Catarina, que habÃa despedido al marqués Graham, regresara pronto. Asà que Ramiel dio por terminado el diálogo aquà por el momento y desapareció de nuevo entre las sombras.
La Cloe restante se mordÃa las uñas detrás de la vitrina.
Recordó las palabras de Ramiel que habÃa oÃdo antes.
SÃ, todo irá bien'.
Mamá no habrÃa estado de acuerdo. Y aún no está claro qué van a hacer...
'Tal vez sólo me sentà mal y lo dije una vez. Al tÃo materno simplemente no le gusta la hermana Bella...'
Pero a pesar de este pensamiento recurrente, la mente que se habÃa visto obligada a enterrar una piedra no deseada seguÃa un poco incomodada.
***
"Primera Princesa... Um, ¿estás quizás preocupada por algo?"
Estaba inmerso en otros pensamientos por un momento cuando de repente me fijé en un rostro que apareció repentinamente en mi campo de visión. En algún lugar, Judith, que habÃa regresado con un paquete de flores, me miraba con ojos preocupados.
'Oh, estaba con Judith en el jardÃn con una taza de té y dulces'.
Mientras lo hacÃa, Judith me dijo algo y me pidió permiso, luego pareció desaparecer en un rincón durante un rato...
No pude recordar cuál era el motivo, pues a partir de entonces ya estaba pensando en otra cosa.
"No, sólo lo estuve admirando un momento, porque se veÃa muy bonito a la luz del sol en el jardÃn".
"¿Ah, s� A mà también me gusta".
Sólo lo añadà con una razón apropiada, pero a Judith se le iluminó la cara y respondió con entusiasmo.
"Primera Princesa, este es el regalo que mencioné hace un rato".
Hice un pequeño movimiento de ojos mientras Judith, que se habÃa quedado un poco contrariada por lo que siguió, me abrazaba.
"Elegà sólo las flores más bellas del jardÃn".
Dejé caer la mano que habÃa estado en mi barbilla y acaricié los ricos pétalos.
"¿No es éste el jardÃn que la 1ª Princesa hizo para mÃ? QuerÃa hacerte un regalo cuando florecieran las flores".
No me acuerdo, ¿se habÃa ido antes para hacerme un regalo?
"Y... ¿Puedo hacer té para la Primera Princesa?"
Sólo hoy, pude sentir que Judith se sentÃa como yo me sentÃa. Probablemente era porque se daba cuenta de que no me sentÃa muy bien después de haber estado enferma de nuevo durante varios dÃas con la fiebre del mago.
"He oÃdo que el té de hierbas estabiliza la mente y es bueno para el insomnio".
"Oh, ¿ahora parezco emocionalmente inestable?"
"¡No! No, no es eso. Es que... ¡Soy yo! Creo que lo necesitas".
Las palabras, que fueron dichas de una manera deliberadamente desagradable, sobresaltaron a Judith.
La forma en que estaba temerosa y percibÃa mis sentimientos pareció derretir mi corazón fuertemente unido.
"Supongo que sÃ. El té de hierbas también es bueno".
Acepté de buen grado la oferta de té de hierbas y Judith llamó a una criada.
Antes, cuando hacÃa algo, intentaba moverse directamente y tenÃa que tener cuidado varias veces, pero ahora le resultaba muy natural pedir a los demás que le trajeran lo que necesitaba.
Al cabo de un rato, después de beber una taza de té de hierbas que Judith se habÃa preparado, le pregunté como de pasada
"Por cierto, Judith. ¿Qué tal tus estudios estos dÃas?".
Judith habÃa estado aprendiendo recientemente etiqueta y bailes de salón para el banquete imperial.
"Hago lo que puedo por aprender, pero no sé si se me da bien. A veces tengo que hacer turnos..."
Judith habló con seguridad, moviendo los dedos en respuesta a mi pregunta.
"Los hábitos no son fáciles de romper".
Golpeé ligeramente mi taza de té con el dedo mientras miraba su rostro suave con las cejas caÃdas. Al hacerlo, me incorporé.
"Bueno, yo haré de hombre, tú baila una vez"
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