La Princesa Monstruosa 45
Los lindos pajaritos de la Princesa Monstruosa (3)
"Quiero ir... si la Primera Princesa está a mi lado"
Finalmente, Judith abrió los labios varias veces, y mientras tanto, me dio la respuesta que habÃa estado esperando.
"De acuerdo, vayamos juntos".
Sonreà suavemente porque me gustaba la niña que hablaba y se movÃa como yo querÃa.
Judith inclinó la cabeza al verla.
"¿Puedo... te importa si... lo hago una vez?".
Después de un rato, una vocecita salió de la boca de Judith.
Era muy pequeña y a veces era difÃcil entender lo que decÃa la voz.
La miré con una mirada abatida. Mientras tanto, di mi consentimiento.
"SÃ, está bien".
En cuanto se concedió el permiso, Judith me abrazó.
Sus delgados brazos me agarraron con urgencia y firmeza, como si hubiera encontrado el único lugar donde apoyarse en una fuerte corriente que la arrastrara.
Cuando Judith corrió tardÃamente a cambiarse de ropa después de tan atrevida maniobra, el conde Levelin contó como si hubiera hecho algo atrevido y se hubiera escapado tarde.
"La 4ª Princesa es buena para seguir a la 1ª Princesa".
"¿Asà parece?"
Se rió de ella sonriendo como si hubiera presenciado una escena muy armoniosa.
Judith se estaba abriendo a mà muy rápidamente.
No era raro, ya que desde el principio le habÃa gustado mucho.
A veces me preguntaba si serÃa tan fácil.
Para mà fue fácil.
No tuve que molestarla para tratar de ganar más el corazón de Judith.
Como una heroÃna, tuvo numerosas crisis que la rodearon durante su crecimiento.
Y algunas de ellas incluÃan pequeños acosos, como el que habÃa sufrido recientemente con el segundo prÃncipe Lloyd.
Judith, que ya habÃa recibido mi ayuda unas cuantas veces, parecÃa confiar más en mà y tomarme más en serio que antes.
Esto también me agradó.
Espero que Judith pueda seguir confiando en mÃ.
¿Y no serÃa interesante hacerle saber que cuando me convertà en la mayor parte de su vida, la verdad es que todo esto era un engaño?
Porque si termino muriendo sin poder evitar la enfermedad, entonces no serÃa mala idea que mi nombre quedara marcado como una marca en la mente de esta niña.
Mis sentimientos se hundieron al mirar la posición en la que Judith habÃa estado antes.
En el futuro que habÃa soñado, tenÃa al Gerard que usaba como propio, pero todavÃa no habÃa nada de lo que pudiera estar seguro.
Aun asÃ, mi ánimo se hundió al contemplar un futuro feliz, pero todavÃa incierto.
"La cuarta princesa se ha cambiado de ropa".
Al cabo de un rato, Judith, que se habÃa cambiado de ropa, titubeó frente a mÃ.
"Me cambié con la ropa que la Primera Princesa eligió para mÃ. ¿Qué te parece?"
Este era un movimiento muy desconocido.
Levanté las comisuras de los labios mientras miraba a Judith con ojos más frÃos que antes.
"SÃ, te queda bien".
Cuando sonreÃ, Judith sonrió después de mà como si se sintiera aliviada.
"Pero el lazo de la nuca se ha desatado. Yo te lo ataré, asà que ven aquÃ".
Hice retroceder al sastre y a las criadas y senté a Judith en un ángulo junto a mÃ.
Sentada de espaldas a mÃ, parecÃa un poco nerviosa y sentà que los hombros y el cuello de la niña se ponÃan rÃgidos.
Pero no hice ningún gesto y volvà a atar la cinta conectada a la nuca de Judith.
"Como era de esperar, el morado te queda bien. ¿Y a ti? ¿Te gusta?"
Cuando pregunté, Judith dijo tÃmidamente.
"Me... gusta todo lo que elige la 1ª Princesa".
Era una respuesta esperada.
"Este es mi regalo. Pongamos el vestido del banquete por separado y salgamos a tomar el té en el patronato hoy".
Le susurré cariñosamente a Judith.
"He elegido unos zapatos que te sientan bien. ¿Te los probarás?"
QuerÃa que Judith viviera en la jaula que habÃa hecho, cantando sólo para mÃ.
Y un dÃa, quiero que de repente se dé cuenta.
Quiero que de repente se dé cuenta de que todo en su mundo es algo que yo hice para ella.
Entonces, por mucho que Judith llegara a conocer la verdad más tarde y por mucho que me odiara terriblemente, tendrÃa que vivir a mi sombra el resto de su vida.
Entonces mi soledad serÃa un poco más ligera.
"Bien, ya está hecho. ¿Salimos, Judith?"
"SÃ, 1ª Princesa".
Me senté primero y le tendà la mano, y Judith sonrió y me cogió la mano sin un ápice de alarma.
Hoy, el simpático mirlo crecÃa muy bien bajo mi mano.
"¡Hermana!"
Cuando me dirigÃa al Primer Palacio Imperial después de romper con Judith por la noche, alguien me llamó.
"¡Hermana Bella!"
Esa voz que raspa mis nervios desde la primera sÃlaba...
"Tercer PrÃncipe".
Marina tenÃa razón, era Miriam.
Hoy, un niño pequeño, adorable como un angelito por fuera, se animó al verme.
Se dejaba caer sobre el brazo de la criada que lo sostenÃa y la instaba a que se apresurara a acompañarme.
"¿Adónde vas, hermana?"
Al cabo de un rato, Miriam y sus criadas, que llegaron delante de mÃ, me saludaron.
"Que las bendiciones y los deseos de Camulita os acompañen, Alteza Imperial, y que seáis la primera ventana y el escudo de esta época de gloria imperial. Disfrutad de la más alta redención como suprema y única hija del sol, nacida en el supremo".
Los asistentes le dieron a Miriam el mismo saludo.
Mientras escuchaba el innecesariamente largo saludo, miré una vez a mi alrededor.
Sin embargo, la condesa McNoah, la niñera de Miriam, no aparecÃa por ninguna parte.
La mujer que habÃa llevado a Miriam en brazos era una desconocida que nunca se habÃa visto a su lado.
"Es la primera vez que veo esta cara. ¿Quién es usted?"
"Soy Mireiyu, de la familia del conde Hyers. Aunque me falta cuerpo, he estado asistiendo al cuarto prÃncipe desde hace tiempo".
A diferencia de la Condesa McNoah, ella era todavÃa una joven de veinte años.
Pelo verde pálido como una brizna de hierba, ojos anaranjados.
Su rostro pecoso no tenÃa rasgos y era ordinario.
La Condesa McNoah parece haber sido firmemente odiada por mi madre por su trabajo en el terreno de la caza.
Su precioso hijo estuvo a punto de ser herido, asà que fue lamentable.
Pero aun asÃ, era algo inesperado que mi madre colocara a una persona tan nueva al lado de Miriam.
Intenté averiguar más sobre la nueva dama de compañÃa, pero Miriam me lo impidió.
"Hermana, ¿por qué no has venido a mi palacio a verme?"
refunfuñó Miriam, alargando la mano como si me pidiera un abrazo.
"¿No me has echado de menos?"
Tal vez se veÃa bastante lindo desde una perspectiva objetiva, las doncellas se reÃan y exclamaban "Oh mi" pequeñas exclamaciones.
'Este chico es muy listo'.
Pero mi lengua se revolvió en mi corazón cuando me di cuenta de que este tipo de comportamiento de Miriam era calculado.
Porque fui testigo de cómo Miriam giraba los ojos rápidamente, aparentemente consciente de su entorno, antes de hacerse la graciosa.
Sobre todo...
'He hecho eso muchas veces cuando era joven, asà que no puedo evitarlo'.
Por alguna razón, sentà que era testigo de mi propia historia oscura.
A diferencia de las doncellas suavemente derretidas, abracé a Miriam sólo con una sonrisa ceremonial en mi rostro.
"Estaba ocupada. TenÃa mucho trabajo que hacer".
"¿No tienes tiempo de venir a verme la cara?"
Miriam me tenÃa mucho cariño, aunque no nos veÃamos tan a menudo.
Tal vez fuera porque se sentÃa extraordinariamente cerca de mÃ, al ser su única hermana homóloga.
"Está bien, de acuerdo. Esta vez te dejaré pasar. Lo hiciste para ayudar a ese pobre chico, ¿no?"
dijo Miriam, que no paraba de lloriquear por ser mona, como si lo fuera a dejar pasar pronto.
"Yo también lo he oÃdo todo. Me enteré de que ayudaste al chico que fue acosado en el Salón de la Noche Blanca".
Los ojos de la Miriam brillaban como si hubieran escuchado una saga interesante.
Por cierto, pobre chico...
No creo que se sintiera asà si viera a Gerard en persona.
No sé si era su personalidad original o si su entorno le hizo ser asÃ.
Gerard tenÃa una fachada más bien espantosa, más que desanimada, a pesar de que su madre habÃa muerto y su padre se habÃa desentendido de él durante los 14 años de su vida, que fue corta y larga.
"¡Primera princesa!"
En ese momento, oà la voz de Judith y giré la cabeza.
Tal y como pensaba, Judith corrÃa hacia mÃ.
Empecé a sospechar. La vi justo
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