La Princesa Monstruosa 27
Princesa del mes (2)
"¡Habitación 321! El sol está en el cielo. ¡Apúrate y sal!"
Al amanecer.
Hoy, con el pateo de la puerta, Gerard escuchó el sonido de alguien que lo llamaba desde afuera.
El chico pelirrojo, que llevaba un trozo de tela a modo de manta en lugar de edredón, se levantó temblorosamente de su dura cama de madera.
El chico, que originalmente se llamaba Gerard, perdió su nombre cuando ingresó en el Salón de la Noche Blanca y se convirtió en "321". Esto se debió a que su padre era un pecador que utilizaba magia prohibida.
Pisando el suelo, se levantó, con el cuerpo crujiendo de dolor, ya que habÃa hecho un duro trabajo ayer por la noche.
Gerard apenas lograba mover su pesado cuerpo. Si no salÃa pronto, el castigo volverÃa con más fuerza.
HabÃa habido otro intento de fuga hace unos dÃas, y Gerard habÃa sido agredido por varios magos como represalia. El motivo era que si lograba escapar, se verÃan perjudicados a la hora de vigilar a Gerard.
El aprendiz de mago estaba saltando con más emoción que nunca, sobre todo después de que Gerard le golpeara en un punto vital y lo dejara inconsciente en el proceso de huida.
Los demás magos, sin embargo, eran en general ajenos a estos hechos, o se daban la vuelta, haciéndose los desentendidos según el caso.
"¡Idiota! Tenemos mucho que hacer hoy, asà que muévete"
Hoy, nada más salir a la calle, empezaron a volar los juramentos.
Por supuesto, la mayorÃa de los magos que pertenecÃan a la Sala de la Noche Blanca eran de familias nobles, por lo que a Gerard ni siquiera le parecÃa un lenguaje abusivo. Sin embargo, bajo la pretensión de obediencia, sus ojos brillaban con peligro.
"¿Has visto el vÃdeo de la piedra de maná de este mes?"
"¡Lo he visto!"
Gerard trabajaba como un esclavo condenado al trabajo, atendiendo a los magos.
"Especialmente, la 1ª Princesa es increÃble, ¿verdad? En el menor tiempo posible, se produjeron un millón de unidades más"
Mientras lo hacÃa, escuchó el diálogo del mago y de repente recordó lo que habÃa pasado el otro dÃa.
"SÃ. No tienes que estar donde no quieres estar"
"Sólo tienes que ir a donde quieres ir"
La chica que conoció cuando intentó escapar hace unos dÃas.
En el Templo de la Noche Blanca, Gerard no estaba encadenado ni atado. Por supuesto, eso era sólo aparente, pero la realidad era que le habÃan puesto unos grilletes invisibles por arte de magia. Esa fue la razón por la que fue atrapado esta vez.
De todos modos, aturdió al descuidado mago y salió de la Sala de la Noche Blanca para encontrar un castillo aún más grande frente a él.
Gerard no querÃa que lo atraparan de nuevo, asà que decidió apresurarse a esconderse. Se dirigió a una zona menos concurrida y llegó al invernadero.
¡Desorden, traqueteo!
Allà se guardaban todo tipo de aves con fines ornamentales.
¿De qué miembro de la familia real era esta afición?
Sin embargo, no hubo tiempo para mirar más. Esto se debe a que pronto oyó que alguien entraba en el invernadero.
Pensando que tal vez sus perseguidores ya habÃan llegado, Gerard se escondió en la espesa hierba, conteniendo la respiración.
Paso, paso, paso. El sonido de unos pasos ligeros entró en el invernadero.
"Hola, chicos. HacÃa tiempo que no os veÃa"
Unos instantes después, una hermosa voz, aún indecisa, sonó pequeña en sus oÃdos.
La figura que se veÃa a primera vista a través de las plantas verdes era una chica rubia.
La chica parecÃa estar manteniendo una breve conversación con los pájaros.
Entonces, de repente, el techo del invernadero se abrió y el viento sopló por encima.
¡Flutter flutter!
Una bandada de pájaros voló a la vez hacia el cielo.
Le deslumbraron las plumas que revoloteaban al viento y la luz del sol que se abrÃa paso entre ellas. Entre el brillante pelo dorado y las coloridas plumas, los ojos azul pálido brillaban débilmente con un toque de tristeza.
Gerard no pudo evitar mirar la figura de la chica. Al hacerlo, sus ojos se encontraron.
"¿Quién eres?"
La solitaria chica se transformó al instante en una figura digna y preguntó quién era Gerard.
"¿Por qué estás aqu� Este no es un lugar donde se pueda entrar y salir sin permiso"
Gerard se dio cuenta de que la cara y la voz de la chica le resultaban familiares.
La princesa del trébol blanco.
TenÃa que ser la chica que habÃa conocido la última vez que habÃa sido presa en el bosque, perseguido por los lobos y la gente.
En aquella ocasión, cuando vio a la hermosa muchacha de pie en el verde bosque tras aturdir al lobo atacante, al principio pensó que habÃa aparecido un ángel.
Pero pronto el rostro blanqueado por el sol estimuló una extraña nostalgia que estaba enterrada en un rincón de la memoria de Gerard, aunque no supiera por qué.
Como si la chica que tenÃa delante hubiera pulsado un determinado botón en su cerebro, fue en ese mismo momento cuando el rostro de la encantadora chica que recordaba pasó por su mente.
Fue como si le cayera un rayo, se dio cuenta. Esa chica que tenÃa delante era la imagen que habÃa visto en su infancia, el ángel de la piedra de maná.
Por supuesto, era una persona cuyo significado se habÃa desvanecido a medida que él crecÃa, pero el momento en que vio por primera vez a la chica de verdad, no una imagen, fue un shock tan grande que hasta el propio Gerard se sorprendió.
Sin embargo, no tuvieron tiempo de verse durante mucho tiempo, y finalmente Gerard fue llevado a la Sala de la Noche Blanca, y desde entonces habÃa estado confinado en este lugar y no habÃa podido volver a verla.
Esta vez ocurrió lo mismo. Por el delito de intentar escapar de la Sala de la Noche Blanca, Gerard fue encerrado en una pequeña habitación durante varios dÃas y tuvo que sufrir un severo castigo.
Pero por mucho que los demás le pegaran o por mucho que se enfadara con ellos por tener que arrodillarse para reflexionar, no estaba tan amargado como antes. A veces estaba tan enfadado y resentido que tenÃa el impulso de destruir todo lo que veÃa.
Gerard recordaba una y otra vez a la chica que habÃa visto en el invernadero, igual que cuando era niño.
La niña, que era mayor, ya no sonreÃa tan alegremente como entonces en el vÃdeo de la piedra de maná. Pero aun asÃ, su rostro no se habÃa borrado de sus ojos.
'Tengo que pedir perdón...'
Ese dÃa, por muy impaciente que estuviera, querÃa decir que sentÃa su comportamiento grosero en el invernadero. También tenÃa que decir que sentÃa haberle ensuciado las manos, haberle dicho cosas malas y haberla asustado.
Odiaba a la familia imperial y a todos los magos de la Sala de la Noche Blanca que los habÃan llevado a él y a su padre a la crueldad sin escuchar una palabra de excusa, pero tenÃa algo por lo que disculparse con la chica que habÃa conocido ese dÃa. Sólo era ligeramente similar al sentimiento de añoranza por la chica que habÃa sido su único respiro en la oscuridad de su infancia.
En ese momento no sabÃa que su deseo de volver a ver a la chica se cumplirÃa pronto.
***
Al dÃa siguiente, el torneo de caza comenzó definitivamente de nuevo.
Mientras se desarrollaba el torneo, los demás miembros de la realeza y los nobles que no participaban en la cacerÃa pasaban un rato de relax fuera del bosque.
"Asà que lo que le dije al Vizconde Norteer en ese momento fue..."
"¡Ahaha! Chloe, ¡eres muy graciosa!"
Originalmente, cuando no habÃa tigre, el zorro tomaba el papel de rey, y cuando el primer prÃncipe no estaba, era la segunda princesa, Cloe, quien representaba a la manada.
Arbella, la primera princesa, Ramiel, el primer prÃncipe, y Cloe, la segunda princesa, eran los únicos con edad suficiente para participar en el festival de caza. Sin embargo, la segunda princesa, Cloe, tenÃa pocas habilidades para la caza y era más bien golpeada por las criaturas mágicas, mientras que el primer prÃncipe, Ramiel, estaba harto de sólo ver sangre. Asà que, como resultado, sólo la primera princesa, Arbella, estaba actualmente en el bosque. Ramiel, el primer prÃncipe, también acababa de perder el interés por el torneo de caza y no habÃa acudido hoy al coto de caza.
Por esta razón, Cloe era la mayor de la familia real actualmente reunida.
"Por cierto, sobre Arbella. Cada vez que la veo, me sorprende. ¿Qué demonios pasa con su pelo corto de repente?"
Quizás por eso el segundo prÃncipe, Lloyd, que habÃa estado mirando antes, aprovechó para hablar a espaldas de Arbella.
Como no conocÃa bien el carácter de Arbella, le hizo una broma, y salió volando por arte de magia y se rompió la pierna. Después de eso, el segundo prÃncipe albergó en su corazón miedo y resentimiento secreto hacia Arbella, y a menudo la calumniaba en secreto de esta manera.
Sin embargo, cuando llegaba el momento de quejarse frente a él, Lloyd era considerado por sus otros hermanastros como un patético enano, ya que no podÃa emitir ningún sonido frente a ella. Y en cuanto el segundo prÃncipe Lloyd habló mal de Arbella, la mano de Cloe que sostenÃa la taza de té tembló un poco.
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