La Princesa Monstruosa 26
Princesa del mes (1)
"Princesa, ¿por qué no comes algo antes de la cena?"
"No, comeré después de regresar".
Cuando volvà al Palacio Imperial después del concurso de caza de hoy, el sol ya se estaba poniendo.
El torneo de caza se celebró desde la mañana hasta la noche, después de lo cual pude completar mi agenda personal.
La agenda de hoy incluÃa la incorporación al Salón de la Noche Blanca.
En el Salón de la Noche Blanca, donde los magos imperiales buscaban la verdad y se sumergÃan en nuevas investigaciones e inventos, también habÃa magos que se relacionaban conmigo. Asà que los visitaba a menudo cuando tenÃa preguntas académicas, y ahora recibà una llamada del otro lado pidiéndome un favor.
Iba a ir allà hoy porque querÃa hacer una investigación sobre el chico hereje que fue introducido en el Salón de la Noche Blanca.
'Aunque me gustarÃa volver a verlo si es posible. Y asegurarme de que se llama Gerard'.
Sin embargo, como todavÃa era un hereje que habÃa sido sometido a adoctrinamiento, parecÃa difÃcil verle la cara en persona.
"¡Lento bastardo, muévete!"
Sin embargo, sorprendentemente, en cuanto entré en la Sala de la Noche Blanca, pude ver una cara conocida.
Pelo rojo que destacaba claramente incluso desde la distancia.
Ahora podÃa reconocerlo aunque sólo viera su espalda. TenÃa que ser el chico que habÃa conocido el otro dÃa de camino a la Biblioteca Imperial y en mi invernadero privado.
Estaba transfiriendo piedras mágicas para la investigación en el Salón de la Noche Blanca, pero la cantidad era aparentemente imposible.
Aun asÃ, el chico caminó sin dejar caer nada. Sin embargo, de forma desagradable, el mago que estaba delante del chico se puso rápidamente en pie al verle con una mirada desagradable.
¡Triunfo!
Le puso la zancadilla y el chico acabó cayendo.
"¡Qué demonios estás haciendo!"
Gritó el mago que le puso la zancadilla como si lo hubiera estado esperando.
"¡Cabrón! No puedes levantar uno de estos y provocar un accidente. ¿Tienes idea de lo que cuestan todas estas cosas?"
"..."
"¡Qué estás haciendo! ¡Apúrate y recógelas!"
Los ojos del chico brillaban frÃamente a través de su pelo rojo. Pero sin decir una palabra, se agachó y comenzó a recoger las piedras mágicas que habÃan caÃdo al suelo.
"¡Más rápido!"
Por si fuera poco, el mago acabó golpeando al chico en el hombro con la varita en la mano.
Me acerqué a ellos justo antes de que la varita tocara el cuerpo del chico por segunda vez.
"No le pegues"
Su varita, que estaba bloqueada por mi magia, se detuvo.
"¿Primera Princesa?"
El mago parecÃa sorprendido por mi repentina aparición.
El chico, que habÃa estado desplomado en el suelo, levantó la cabeza y me miró, como si estuviera sorprendido por la inesperada situación. Un par de ojos grises plateados con un extraño brillo aparecieron entre su pelo desgreñado.
En cuanto su mirada se cruzó con la mÃa, una extrañeza que revoloteaba la atravesó. ParecÃa haber recordado que inevitablemente se habÃa topado conmigo en el invernadero.
Pero, ¿por qué me mira as� En lugar de agradecer que mantuviera en secreto la anterior situación de rehenes'.
Sentà un picor en el cuello mientras me miraba con la intensidad de un sabueso que ha encontrado un ciervo en el bosque.
De todos modos, sentà que podÃa verle con más claridad cuando volvÃa a mirarle asÃ.
SabÃa que era él. Gerard, que más tarde se convertirÃa tanto en el caballero de Judith como en mi ofrenda'.
¿Cuál fue la emoción que sentà en ese momento?
ParecÃa haber una sensación desconocida y extraña que se agitaba en mi pecho.
"Saludos a la Primera Princesa"
El mago me saludó con una firme reverencia.
Desvié la mirada del chico pelirrojo y vi al hombre con la cabeza gacha ante mÃ.
"No he oÃdo hablar de ningún adoctrinamiento violento de herejes en el Salón de la Noche Blanca"
El mago se asustó, como si no esperara que le señalara semejante parte.
Pero se encogió de hombros rápidamente y de forma plausible.
"La violencia es un malentendido. Sólo estaba señalando con la varita en la mano para hacerle saber dónde estaban los objetos caÃdos"
"¿Es as�"
"Asà es. En la Sala de la Noche Blanca, siempre nos dedicamos a adoctrinar a los herejes"
Era obvio que era una mentira, pero ciertamente era difÃcil para mà embarcarme en ello ahora.
HabÃa cosas en las que podÃa intervenir por el bien del paÃs, y otras en las que no. En particular, para mÃ, como miembro de la familia real, interferir en el Salón de la Noche Blanca, que era el dominio de los magos, era una extralimitación.
Movà la mirada y observé al muchacho pelirrojo. Antes de darme cuenta, estaba recogiendo las cosas que habÃan caÃdo al suelo con un gesto despreocupado.
Su cabeza inclinada parecÃa sumisa. Pero en sus ojos seguÃa habiendo una luz feroz que no podÃa quitarse de encima.
Al instante, una sonrisa amarga apareció en mi rostro. Se estaba haciendo el interesante, pero era imposible que alguien con unos ojos asà se dejara domar fácilmente por una presión tan externa.
Entonces, la mano del chico se dirigió a la piedra mágica que estaba justo delante de mi pie. Por impulso, movà el pie y pisé la piedra mágica. Entonces la mano del chico, que estaba a punto de tocar la piedra mágica, se detuvo.
Mis ojos se encontraron con los del chico cuando éste volvió a levantar la cabeza.
"Oh"
Me di cuenta de que habÃa cometido un error que ni siquiera sabÃa que habÃa cometido. HabÃa dejado salir mi naturaleza desagradable.
"No tienes que recogerlo directamente. ¿Verdad?"
Empujé la piedra mágica hacia el mago, pisándola como si tuviera otras buenas intenciones.
"Ejem, es cierto. Se necesitarÃan 500 años para recoger esa cantidad"
El mago, que entendió lo que decÃa, hizo flotar las piedras mágicas dispersas mediante un hechizo y las metió en la caja.
"Date prisa y levántate. Hay mucho que hacer"
No dejó que el chico sujetara la caja como antes, sino que la hizo flotar en el aire.
Entonces el mago me saludó.
"Y ahora, si me disculpas"
El mago casi obligó al chico, que permanecÃa inmóvil como si tuviera los pies en el suelo, a acompañarle.
Observé sus espaldas mientras se alejaban.
Por fin habÃa conocido al chico, pero no llevaba mucho tiempo en mi campo de visión.
Recordé los ojos del chico que habÃa encontrado antes. Por alguna razón, cada vez que nos mirábamos, esos ojos brillantes de color gris plateado parecÃan grabarse a fuego en mi mente.
La extraña sensación que habÃa sentido antes surgió del fondo de mi pecho como una polilla. No fue hasta que el chico pelirrojo desapareció por completo de mi campo de visión que abandoné la escena.
***
-Arbella, ¿qué haces ahà sola cuando dijiste que irÃas a ver flores?
-Estoy buscando tréboles blancos.
Gerard aún recordaba con claridad el dÃa en que vio por primera vez la imagen de la piedra mágica.
Una chica encantadora caminaba sobre la hierba, brillando a la luz del sol.
Su dulce cabello rubio miel brillaba más que cualquier joya, y sus ojos azul pálido, como el cristal, brillaban claros y puros como lágrimas de hada.
-¿Por qué tréboles blancos?
-Hmm, es un secreto... En realidad, mi niñera me enseñó ayer a hacer una corona con tréboles blancos, ¡asà que hoy querÃa hacer una para mi madre!
- Oh, ¿para mÃ? Oh, Dios mÃo. Gracias, niña.
La imagen de una encantadora niña sonriendo dulcemente como un caramelo, sostenida por una hermosa mujer que reÃa suavemente, le pareció a Gerard un sueño.
La piedra de vÃdeo era el último regalo que la niñera de Gerard le habÃa hecho al abandonar la casa del conde Lassner.
Como un último acto de simpatÃa o algo asÃ, su niñera, que normalmente se ocupaba de las necesidades básicas de Gerard en cuanto a comida, ropa y refugio, gastó su propio dinero por primera vez antes de dejar la mansión para comprarle el juguete más popular entre los niños de aquella época. Era la piedra de video maná de la Primera Princesa.
Las piedras de videomaná imperiales eran fáciles de encontrar en cualquier lugar de Kamulita, pero aquella era la primera vez que Gerard la tenÃa.
Su madre habÃa muerto hacÃa mucho tiempo, y su padre, profundamente decepcionado, se habÃa encerrado rápidamente en su laboratorio.
La casa, descuidada por su amo, pronto se convirtió en un castillo encantado. HacÃa tiempo que los sirvientes habÃan abandonado la mansión, y sólo quedaban allà el viejo mayordomo, que habÃa servido a los Lassner durante generaciones, y la niñera, que se compadecÃa de Gerard.
Sin embargo, después de que el viejo mayordomo muriera de viejo y enfermo, la niñera de Gerard no pudo soportarlo más y abandonó la mansión. A partir de entonces, en la mansión Lassner sólo permanecieron Gerard, de ocho años, y el conde Glenn, que parecÃa haber olvidado su existencia.
Un dÃa, Gerard tenÃa tanta hambre que fue al pueblo a robar un poco de pan. Por supuesto, el pálido intento del niño fue pronto descubierto.
Gerard fue agarrado por el cuello por el dueño del pan que habÃa robado y regresó a la mansión Lassner. Entonces vio la cara de su padre, el conde Glenn, que hacÃa tiempo que no salÃa de su habitación.
Asintió con la cabeza y pagó al hombre que habÃa traÃdo el pan a Gerard, y luego volvió a contratar a alguien. No se interesó por Gerard y volvió a encerrarse en su laboratorio.
Esto se repitió una y otra vez hasta que Gerard pudo vivir por su cuenta.
El joven Gerard escondÃa bajo su almohada una pequeña piedra de maná que le habÃa regalado su niñera cuando se marchó, y cada noche la miraba en secreto y la observaba una y otra vez. Si lo hacÃa, esa noche tendrÃa hermosos sueños.
Pensaba en aquel niño tumbado en la oscuridad con una vieja manta buscando tréboles blancos en el césped cada noche. HabÃa momentos en los que parecÃa que sólo haciendo eso podrÃa vivir sin morir.
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