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Miércoles 21 de Febrero del 2024 |
La Princesa Monstruosa 182
Reiniciar: otra vez, Arbella (28)
Cuando volvà a abrir los ojos, fragmentos de luz fragmentada flotaban ante mÃ, semejantes a un banco de peces. El calor que una vez habÃa acunado en mis manos se habÃa disipado por completo.
En el espacio donde habÃa estado la criatura, sólo quedaban tenues y brillantes rastros de magia.
Sin embargo, más allá de la ventana, el ruido ominoso y la luz parpadeante persistÃan, y el enorme poder mágico que se arremolinaba en el cielo abierto no mostraba signos de disminuir.
"¡¿Ha fallado?!"
"Aún no puedo asegurarlo".
respondÃ. No podÃa determinar si la criatura habÃa alcanzado con éxito la grieta o si ahora estaba dentro, sellando el paso. La incertidumbre se cernÃa sobre todo. Me levanté rápidamente, con los labios apretados.
"¡Primero debemos ocuparnos de la situación en el exterior!"
La grieta se habÃa abierto por completo, desatando una avalancha de monstruos que hacÃa peligroso el entorno exterior. Aunque me habÃa anticipado y preparado para tal escenario, presenciarlo en la realidad era mucho más aterrador.
OÃr los gritos de angustia de aquellos monstruos, similares a los que habÃa visto antes, era angustioso. Eran mis parientes, y parecÃan desconcertados, incapaces de comprender por qué uno de los suyos les estaba atacando.
"¡Primera Princesa!"
Me llamó una voz mientras alguien se apresuraba hacia mÃ, uniéndose a otros magos en combate contra los monstruos.
"¡Nos hemos enfrentado a ellos siguiendo tus órdenes! ¿Pero qué demonios está pasando?"
Era Killian Bernhardt, a quien habÃa encargado proteger a la población de posibles amenazas externas debidas a los monstruos. Desató su magia sobre las criaturas que se transformaban, con expresión de incredulidad.
"¿Estabas al tanto de esto y te preparaste?".
En esta coyuntura, me faltaba energÃa para explicárselo todo a Killian.
Además, incluso el emperador Cedric, que normalmente prestaba poca atención a estos asuntos, estaba ahora fuera blandiendo magia personalmente, luchando junto a los magos y caballeros para someter a los monstruos. Innumerables gritos y alaridos resonaban a nuestro alrededor.
No podÃa discernir cuánto tiempo habÃa pasado ni cuánto tiempo necesitarÃamos para continuar esta lucha.
Tal vez la magia habÃa fallado. La idea me hizo apretar los dientes con frustración.
"¡Dios mÃo! ¡La grieta se está cerrando! La grieta se está cerrando!"
En algún momento, alguien exclamó en voz alta, como si hubiera presenciado un milagro.
En efecto, para mi asombro, empecé a sentir que el ominoso resplandor del cielo retrocedÃa lentamente. La energÃa mágica que se arremolinaba amenazadora sobre nuestras cabezas, a punto de estallar en cualquier momento, perdió poco a poco su coherencia y empezó a disminuir.
La esperanza y el júbilo se reflejaron en los rostros de los que habÃan estado desesperados.
Al cerrarse el pasadizo que habÃa estado canalizando una gran cantidad del poder mágico del mundo exterior, las criaturas que habÃan cruzado la grieta también se debilitaron visiblemente.
Por otro lado, la gente cobró impulso, redoblando sus esfuerzos para enfrentarse a las bestias restantes.
No pasó mucho tiempo antes de que el tono rojizo del cielo fuera sustituido por el suave resplandor del sol matutino completamente salido. Los últimos restos de su poder se disiparon, dejando tras de sà un resplandor mÃstico similar al de la aurora boreal.
Tras una noche que pareció más larga e intensa que ninguna otra, la mañana se presentaba tan tranquila y sosegada que casi parecÃa surrealista.
"¿Se acabó...?"
Todos miran el cielo iluminado con incredulidad.
"Se acabó..."
"Se acabó de verdad..."
Y entonces, una sonora ovación resonó en todas direcciones, amenazando con destrozar de nuevo el apacible cielo dormido.
"¡W-Woooooo.....! Se acabó!"
"¡Lo hemos conseguido!"
murmuré en tono aturdido, con los brazos colgando sin fuerza.
"Supongo que lo conseguimos...".
"SÃ, Su Alteza lo consiguió".
Gerard, que estaba cerca, limpiándose las manchas de la cara, no pasó por alto mis silenciosos murmullos y respondió afirmativamente.
"¡Hermana!"
Judith corrió hacia mà desde no muy lejos. Al igual que yo y los demás, parecÃa un poco más desaliñada que la noche anterior, pero también habÃa un atisbo de alegrÃa en su rostro, como si se hubiera saciado.
Quise sonreÃr y saludar a Judith, pero una repentina oleada de cansancio recorrió mi cuerpo, recordándome los esfuerzos de la noche.
Oh, no, no puedo. Aún tengo mucho trabajo que hacer, y debo esperar un poco más para asegurarme de que la grieta permanece sellada, entre otras cosas.
Pero... ya he hecho lo que tenÃa que hacer, y puedo permitirme un breve respiro. Cuando ese pensamiento cruzó mi mente, me relajé y mi visión se fracturó, como si una de las cuerdas tensas a las que me habÃa estado aferrando se hubiera roto.
Alguien me abrazó y el calor me envolvió como una manta reconfortante. Una voz me llamó desde cerca.
En lugar de responder, me acurruqué más en el calor del abrazo.
Qué dulce fue el profundo sueño que finalmente me abrazó.
28. Mi princesa monstruo
Tras el cierre de la colosal grieta que habÃa sumido al mundo en el terror, sobrevinieron dÃas sorprendentemente tranquilos. Naturalmente, habÃa numerosas tareas que gestionar y un sinfÃn de asuntos que abordar tras un suceso tan catastrófico, pero la pérdida de vidas humanas habÃa sido notablemente mÃnima.
La gente alabó al emperador Cedric por su despliegue estratégico de las órdenes de magos y caballeros en lugares clave, dando prioridad a la seguridad y el bienestar de los ciudadanos. La noticia de las extraordinarias habilidades del emperador Cedric y de cómo habÃa sometido personalmente a los monstruos para sellar la grieta se extendió por toda Kamulita.
"Todo fue obra de la Primera Princesa. "
Judith no dudó en darlo a conocer a quienes desconocÃan las circunstancias del dÃa. Incluso Gerard, caballero de Arbella y pronto prometido a la familia real, afirmó que habÃa sido la princesa Arbella quien habÃa sellado la grieta. El mago de la corte Levantheon, de la Sala Blanca, también insistió en que las precisas predicciones y las rápidas instrucciones de la princesa Arbella para gestionar la catástrofe habÃan desempeñado un papel fundamental.
El emperador Cedric parecÃa contento con los que le rodeaban, pero parecÃa irritado cada vez que se mencionaba a la princesa Arbella. No obstante, ninguno de los presentes parecÃa especialmente preocupado por los sentimientos del emperador Cedric.
"Oh, ¿ha venido, Cuarta Princesa?"
Judith habÃa llegado al Palacio de la Primera Princesa para visitar a Arbella, como hacÃa siempre que tenÃa tiempo estos dÃas.
"¿Sigue igual hoy?"
"SÃ".
La expresión de Marina se ensombreció ante la pregunta de Judith, y lanzó una fugaz mirada a la puerta cerrada, notando la ausencia del hombre que habitualmente montaba guardia ante ella.
Judith empujó suavemente a Marina y entró en el dormitorio.
Dentro, vio a una persona serenamente tumbada en la cama, con los ojos cerrados, bañada por la luz del sol.
HabÃan pasado cinco dÃas desde que se cerró la grieta y Arbella aún no se habÃa despertado.
"¿Cuánto tiempo más dormirás as�".
Judith se acomodó en la silla junto a la cama, con la mirada fija en la forma dormida.
"¿Todo esto es porque estás enfadada conmigo por intentar persuadirte de que sacrifiques a ese caballero que me desagrada? Pero es algo que él aceptó hacer voluntariamente".
Un murmullo casi inaudible llenó la silenciosa habitación. Tras una pausa, Judith extendió cautelosamente la mano y tomó la de Arbella entre las suyas.
"Entonces, ¿los dos nos estamos cansando el uno del otro...?".
En realidad, tanto Judith como Gerald habÃan intentado utilizar magia prohibida mientras Arbella permanecÃa inconsciente.
El riesgo potencial era que el uso de tal magia podrÃa reabrir inadvertidamente la grieta sellada, una preocupación considerable. No obstante, dado que el mundo habÃa evitado por los pelos su segunda catástrofe desde el desastre del antiguo reino de Solem, era evidente que, aunque la grieta volviera a abrirse, supondrÃa un problema para las generaciones futuras.
Pensando en el bienestar de sus descendientes, la seguridad de Arbella era la principal preocupación de ambos.
Sin embargo, por alguna razón, el conjuro que habÃan probado habÃa resultado ineficaz.
Perpleja, Judith escudriñó y exploró meticulosamente las posibles causas, hasta el punto de que sus ojos se llenaron de lágrimas, en su búsqueda de una solución. Finalmente, Judith tropezó con una sola lÃnea en un antiguo tomo.
ParecÃa haber una conexión entre la razón por la que se suponÃa que su vÃnculo se habÃa cortado durante tanto tiempo después de la tragedia en el antiguo Reino de Solem y por qué ahora eran incapaces de utilizar las Artes Prohibidas.
Al parecer, una vez sellada por completo la grieta, la energÃa mágica que fluÃa de ella se habÃa cortado por completo, haciendo inviable cualquier magia que dependiera de extraer energÃa del exterior del mundo.
El predicamento residÃa en la incertidumbre de si los reinos se separarÃan, aunque fuera ligeramente, dentro de diez años, un siglo o un perÃodo aún más prolongado, o si permanecerÃan separados para siempre.
Judith lloró, sintiéndose traicionada por Arbella una vez más. Por alguna razón inexplicable, no podÃa comprender que Arbella no hubiera sido consciente de ello.
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