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Miércoles 21 de Febrero del 2024 |
La Princesa Monstruosa 183
Reiniciar: otra vez, Arbella (29)
"Levántate rápido. No eres de las que se tumban asÃ".
Cuando Judith se inclinó sobre la mano que sostenÃa, su cabello oscuro se derramó sobre la cama.
"Si no despiertas pronto, no puedo evitar preguntarme a qué podrÃa recurrir".
Su voz murmuró suavemente, sus ecos llenaron la habitación, pero la persona que yacÃa allà permaneció inmóvil, sin ofrecer respuesta.
"Si se sintiera inclinada a abrir los ojos sólo por esas palabras, lo habrÃa hecho antes".
De repente, una voz apagada sonó detrás de Judith. Cuando volvió la mirada, observó la figura familiar de un hombre que entraba en la habitación.
HacÃa un momento, Judith habÃa mostrado una expresión compasiva, pero inmediatamente se tornó gélida.
"Sir Gerard. Parece que nunca se aleja de las inmediaciones de la cámara de la Primera Princesa. ¿No tiene muchas obligaciones que atender?"
"Mi deber es salvaguardar a la Primera Princesa a su lado, asà que es lo apropiado, ¿no? En cuanto a la Cuarta Princesa, la visitaste esta mañana y una vez más después de pasado el mediodÃa. Parece que hoy tiene algo de tiempo libre".
Judith replicó con su habitual frialdad, pero Gerard ni se inmutó y replicó con despreocupación. A Judith esto le resultaba aún más exasperante.
No era exactamente un secreto, pero sentÃa aversión hacia Gerard.
Sin embargo, antes de recuperar la memoria, se habÃa esforzado por entablar una relación con él mientras velaba junto a Arbella. Sin embargo, más tarde descubrió que era infructuoso y, desde entonces, no se habÃa molestado en fomentar ninguna cercanÃa con él.
Aunque no era su preferencia, Gerard le recordaba una época en la que habÃa cometido actos terribles con sus propias manos. Además, por razones no necesariamente ligadas a sus acciones pasadas, siempre le habÃa incomodado su presencia cerca de ella.
"De todos modos, serÃa mejor que te abstuvieras de hablar asà delante de alguien que duerme. PodrÃa hacer sus sueños más turbulentos".
"Parece como si creyeras que intento perturbar intencionadamente a la Primera Princesa con mis palabras".
"Soy consciente de que esa no es tu intención, por eso te hago amablemente esta petición".
Sintiéndose irracionalmente irritada, Judith respondió con un tono áspero, y Gerard continuó contestando con una ecuanimidad que la hizo sentirse algo brusca.
Sin embargo, lo que acababa de oÃr no era tan casual como podÃa parecer. Las palabras de Gerard podÃan interpretarse como un indicio de que si alguien albergara realmente malas intenciones hacia Arbella y se estuviera burlando de ella, no habrÃa concluido la conversación con tanta elegancia.
Y tal vez no se tratara de un mero malentendido o juicio erróneo, sino más bien de una percepción de lo que Judith estaba sintiendo en ese momento.
"¿No es divertido? ¿Acaso comprendes el concepto de cortesÃa?"
"Si mis palabras te han ofendido, te pido disculpas. La seguridad y el bienestar de la Primera Princesa son de suma importancia para mÃ".
Judith querÃa tacharlo de arrogante, pero el comportamiento de Gerard y la elección de sus palabras se encontraban en la delgada lÃnea que separa la irritación de la diplomacia. Sus expresiones y su tono eran siempre serenos, de tal modo que parecÃa que sólo reaccionarÃan con dureza ante él quienes pudieran percibir algo peculiar.
Mientras Judith seguÃa lanzándole miradas penetrantes, Gerard pasó junto a la cama donde yacÃan Arbella y Judith, y cerró la ventana abierta.
"¿Estás segura de que todo esto te parece bien? ¿Por qué estás tan imperturbable?"
Incapaz de reprimir su irritación, Judith formuló la pregunta.
"...¿Bien?"
Sin embargo, cuando sus ojos gris plateado se encontraron silenciosamente con su mirada, Judith se calló.
"¿Cree la Cuarta Princesa que estoy 'bien' en este momento?".
En realidad, Judith era consciente de que habÃa descargado sus frustraciones en una persona desprevenida. Aunque parecÃa tranquilo y sereno, los peligrosos matices de su comportamiento revelaban que ahora mismo distaba mucho de ser el de siempre.
Después de todo, una persona normal no aceptarÃa fácilmente usar una magia que requiriera autosacrificio.
Puede que a Judith no le gustara Gerard, pero respetaba profundamente ese aspecto de su carácter. Estaba realmente dispuesto a sacrificar su vida sin dudarlo por alguien que le importaba.
Tanto si Gerard era consciente de la falta de sinceridad de las palabras de Judith como si no, permaneció en silencio y se limitó a apartar la mirada de ella.
Acto seguido, Gerard sacó algo de su bolsillo y lo colocó sobre la mesa. Judith giró la cabeza al oÃr el traqueteo.
"¿Qué es eso?"
"Lo encontré cuando fui a casa del conde Lassner".
Gerard hizo un gesto con la mano para activar la piedra mágica, y una imagen familiar apareció en la pantalla.
-Arbella, creÃa que ibas a ir a ver flores, pero ¿qué haces ahà sola?
-Estoy buscando tréboles.
-¿Por qué tréboles?
Una niña angelical sonreÃa inocentemente sobre un fondo verde iluminado por el sol.
Era una imagen infantil de Arbella.
Judith y Gerard observaron la imagen que se desvanecÃa ante ellos, con expresiones llenas de una emoción peculiar. Cuando la imagen cesó, Judith la miró con el ceño fruncido.
"¿Es suya, Sir Gerard? ¿Cómo dejó que llegara a ese estado?".
"Estaba bastante bien usada cuando la tuve, y luego estuvo durante años en una mansión vacÃa y sin mantenimiento, asà que al final dejó de funcionar".
Efectivamente, la piedra mágica de la mesa estaba muy deteriorada. La zona donde habÃa que tocarla para activarla parecÃa especialmente desgastada.
Sin embargo, lo que les pareció aún más extraño fue que entre las imágenes de chicos y chicas de edad similar, la Primera Princesa no poseÃa ni una sola piedra mágica con su imagen.
En un momento, Judith empezó a sentir una extraña e indescriptible sensación de duda.
'...No es posible que aún tuviera mi Piedra Mágica Imagen en su vida pasada, ¿verdad?'.
Es decir, durante su época como Arbella.
El mero pensamiento le produjo escalofrÃos, y Judith hizo una mueca de desagrado.
Sin embargo, pensándolo mejor, se dio cuenta de que era muy poco probable. Gerard nunca le habÃa prestado atención, y mucho menos habÃa mostrado interés por ella, durante su época de Arbella. Incluso entonces se habÃa mantenido alejado de ella, lanzándole miradas frÃas que no le hacÃan ningún favor, asà que era improbable que a una versión más joven de ella le hubiera ido mejor.
¿HabÃa percibido inconscientemente desde joven que la chica de aquel vÃdeo albergaba el espÃritu de su antiguo amo?
Mientras Judith estudiaba al hombre que tenÃa ante sà con dudas e inquietud en los ojos, Gerard malinterpretó su mirada y empezó a explicarle por qué habÃa traÃdo la piedra mágica.
"Recordé que la Primera Princesa solÃa disfrutar observando piedras mágicas de imagen. Últimamente, parece demasiado ocupada para encontrar tiempo...".
"¿Mirar piedras mágicas imagen es un pasatiempo de la Primera Princesa?"
"Para ser precisos, es más bien... Siempre las mira para presentar una imagen impecable como miembro de la nobleza Kamulita y se esfuerza constantemente por satisfacer las expectativas de los demás".
Al oÃr las palabras de Gerard, durante un breve instante, ambos pares de ojos perplejos se desviaron hacia el rostro apaciblemente dormido de la muchacha.
En realidad, Arbella se habÃa limitado a utilizar la piedra mágica de imagen para aligerar su estado de ánimo, pero las palabras de Gerard le daban una interpretación diferente, haciéndola parecer como si estuviera trabajando incansablemente en la superación personal sin una pizca de pereza.
"Activando asà esas piedras mágicas de imagen, ¿no es añadir estrés innecesario a la Primera Princesa? Antes me advertiste que no hiciera nada que pudiera desagradar a una persona dormida, pero tus palabras y tus acciones no concuerdan".
Judith cuestionó las acciones de Gerard con un tono acusador, y Gerard respondió con una mirada desconcertada.
"¿No está bien ya que son imágenes de cuando ella era joven? Además, dicen que ver algo bonito es bueno para la estabilidad mental".
Al principio, Judith pensó en rebatir el argumento de Gerard, pero, pensándolo bien, su punto de vista parecÃa razonable. Ella también habÃa traÃdo varias piedras mágicas con imágenes tanto de Arbella como de sà misma guardadas en el palacio de la Cuarta Princesa.
"¿Por qué trajo la Cuarta Princesa las piedras mágicas imagen?".
"Mencionó que mirar cosas bonitas es bueno para el bienestar mental y fÃsico".
Gerard lanzó una mirada de desaprobación a la piedra mágica que habÃa sobre la mesa. Sintiendo su escrutinio, Judith se colocó delante de la mesa de forma protectora.
"No me importa que toques otras cosas, pero, por favor, abstente de meterte con lo que hay dentro de esta caja. Me ha costado mucho conseguirlos. Todas son ediciones limitadas lanzadas en un año concreto, y conseguà coleccionarlas con números que van del 01 al 100."
Gerard no le dio importancia, pero Judith le advirtió como si estuviera mirando sus preciadas posesiones.
"¿Sabes lo difÃcil que fue para mà cazar y adquirir cada una de esas ediciones limitadas especiales, numeradas del 01 al 100? Incluso hice que Sir Gerard trajera una edición de coleccionista como demostración, asà que, por favor, admÃrala desde la distancia".
añadió Judith, cruzándose de brazos y levantando ligeramente la barbilla, mostrando un rastro de satisfacción petulante. Sus ojos, al volverse hacia Gerard, parecÃan transmitir el mensaje: "Tienes envidia, ¿verdad?".
En realidad, la percepción de Gerard no distaba mucho de la verdad, ya que habÃa traÃdo las piedras mágicas con la intención de hacer alarde de ellas. Judith querÃa exhibir su colección y saborear la envidia de Gerard mientras admiraba las gemas aparentemente preciosas que habÃa reunido.
Sin embargo, Gerard se las arregló para sorprenderla seleccionando despreocupadamente una piedra mágica de edición ordinaria para que la viera, sin dar muestras de codiciar sus posesiones.
"Agradezco la oferta, pero ya tengo una igual".
"¿Qué? ¿Tienes la misma?".
Judith frunció el ceño y Gerard respondió con indiferencia.
"Es la edición limitada de la piedra mágica de la 1ª Princesa. Como mencionó la 4ª Princesa, coleccionar objetos lanzados en un año concreto puede ser todo un reto. Afortunadamente, no hace mucho completé mi colección con la última pieza".
"¿Cómo lo conseguiste? Dudo que hubiera alguna a la venta".
"Tiene razón; no habÃa ninguna a la venta. Como ya he dicho, fue un golpe de suerte".
Gerard fingió modestia, desconcertando aún más a Judith, que ya se sentÃa un poco molesta.
"Lo mires como lo mires, ¡lo conseguà por las malas...!".
"¿De qué demonios estáis discutiendo?".
Judith y Gerard detuvieron bruscamente su intercambio al oÃr una débil voz cerca.
"De verdad, ¿por qué tanto jaleo nada más despertarme?".
Sobresaltados, giraron la cabeza, con el pelo alborotado, para encontrarse a Arbella tumbada en la cama, con los ojos muy abiertos por el asombro, mirándolos a los dos.
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