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Miércoles 21 de Febrero del 2024 |
La Princesa Monstruosa 172
Reiniciar: otra vez, Arbella (19)
En cuanto a por qué habÃa sucedido esto, ni siquiera yo, una persona con experiencia, podÃa explicarlo en detalle.
Pero sospechaba que espÃritus codiciosos de fuera del mundo, errantes y prisioneros, habÃan cruzado la grieta cuando los lÃmites se habÃan debilitado y habÃan intentado acabar con la vida de los humanos de aquÃ.
"Conde Serge, creo que estamos cerca de resolver las cosas, asà que volvamos al otro lado".
Estaba a punto de partir con los hombres que habÃa traÃdo conmigo, cuando me di cuenta de que aquello era un bosque bastante denso.
Y tropecé con la raÃz de un árbol que habÃa salido a través del suelo.
Aunque fue sólo un poco, y no perdà el equilibrio ni me tambaleé tanto como para que la gente de alrededor se diera cuenta, pero en cuanto perdà pie, alguien me agarró inmediatamente del brazo como si me hubiera estado esperando.
Levanté la vista y giré la cabeza para encontrarme con sus ojos, que se clavaban en mi cara como clavos. Era Gerard, que últimamente me hacÃa cada vez menos caso.
"¿Qué pasa? ...."
"Perdona, te he visto una mancha en el brazo de lado y he pensado en excusarte".
Estudió mi rostro con ojos gélidos, pero luego apartó la mirada y retiró despreocupadamente la mano de mi brazo.
Intenté inventar una excusa de la mancha que no funcionó, pero intuà que Gerard, conociendo mi personalidad, la habÃa hecho más sutil.
"Lo sé, hermana. Creo que Lloyd debe de haberte manchado con algo de suciedad o algo asà cuando estaba haciendo un desastre antes".
"¡Qué he hecho!"
Justo entonces, Judith, que, al igual que Gerard, no tenÃa ni idea de cuándo se habÃa acercado tanto a mÃ, me frotó el brazo donde la mano de Gerard lo habÃa tocado.
Miró a Gerard con ojos hundidos que tenÃan un brillo complicado, como si estuviera un poco ofendida y un poco sorprendida por algo, antes de volver a su rostro normal y sonreÃrme.
Pero sentà una incomodidad inexplicable ante aquellas dos personas naturalmente virtuosas.
¿Qué les pasa? Acabo de tropezar con la raÃz de un árbol, y parece que intentan ocultarlo tan minuciosamente a todos los que les rodean.
Por supuesto, no quiero que la gente sepa que he tropezado, pero ahora mismo no era tan evidente...
Pero si se lo decÃa a Gerard, que tenÃa una mirada frÃa e indiferente, como si acabara de tenderme la mano, o a Judith, que me sonreÃa con maldad, sabÃa que parecerÃa una excusa poco convincente.
Entrecerré los ojos, sintiéndome un poco avergonzada, y recorrà con la mirada los rostros de Gerard y Judith.
"SÃ.... Estuve a punto de volver al palacio con la ropa sucia. Me alegro de que tuvierais el sentido común de daros cuenta".
"De nada, pero ahora sà que tienes que volver al palacio, hermanita".
No me molesté en indagar más, sino que cogà a Judith y a Lloyd y eché a andar de nuevo. GuardarÃa el hechizo de transporte para después de salir del bosque. Gerard me siguió.
Me habÃa seguido hasta aquà hoy, aunque le habÃa dicho que no era necesario, para poder participar en la matanza de monstruos.
Gerard habÃa dejado de ocultar su capacidad para usar la magia el dÃa que capturamos a Marquis Graham, asà que ya no me resultaba fácil escabullirme de un lugar a otro sin él.
Pero a Gerard no le parecÃa mal y, en algún momento, no dejé de acompañarle en esas ocasiones.
"Primera Princesa".
Acababa de llegar al palacio imperial, habÃa terminado de informar al emperador Cedric y estaba casi en el palacio de la Primera Princesa.
Me giré al oÃr la voz familiar que me llamaba, y cuando me di cuenta de que era la emperatriz Charel la que tenÃa a la vista, enarqué una ceja, sorprendida.
"¿Vas a volver ahora?"
Sus ojos se detuvieron en mi rostro, tan frÃos e inmóviles como siempre. ParecÃa que la emperatriz Charel habÃa salido a tomar el aire y se habÃa tropezado conmigo.
"Ayer estuvo nublado y hoy hace bastante sol, asà que si tienes tiempo, ¿por qué no tomas el té en mi palacio?".
Las palabras que siguieron fueron aún más inesperadas que su invitación directa. Me quedé mirando sin palabras el rostro que tenÃa delante.
Normalmente, la emperatriz Charel no me habrÃa hecho semejante oferta, y yo no la habrÃa aceptado tan fácilmente. Pero hoy era diferente para ambos.
Miré fijamente a la persona que tenÃa ante mà y asentà levemente con la cabeza.
"SÃ. Estoy libre hasta mi próxima cita".
***
La luz del sol se filtraba a través de las hojas, proyectando dibujos de encaje sobre la hierba verde y las delicadas flores. El fragante té se mezclaba con el tenue aroma floral, haciéndome cosquillas en la nariz. Las margaritas brillaban como joyas bajo la radiante luz del sol.
En medio de este pintoresco paisaje, me embargó una peculiar mezcla de emociones. HacÃa años que no estaba en un lugar como éste.
Aunque habÃa visitado brevemente el palacio en el pasado, hacÃa mucho tiempo que no disfrutaba de los jardines con mi madre.
Sentada aquà ahora, en los jardines del palacio de la emperatriz, con una taza de té ante mÃ, me invadió una sensación de nostalgia.
Sobre todo cuando contemplé a la persona que tenÃa delante, con su brillante cabello dorado y sus ojos rojos abatidos, saboreando su té.
"Hoy me he enterado de tu encuentro con las bestias de la grieta junto a la Cuarta Princesa".
La emperatriz Charel habló de repente, rompiendo el silencio.
"SÃ, Su Majestad nos encargó que nos ocupáramos de ellas".
"Parece que sigues cerca de ella".
Me pregunté si la emperatriz Charel desaprobaba mi continua cercanÃa a Judith, pero no pude discernir ninguna desaprobación en su expresión.
"No hay motivo para el distanciamiento, y nuestra conexión sigue siendo fuerte".
"Ya veo... Entonces, ¿os lleváis bien?".
La emperatriz Charel pareció sorprendida por mis palabras, y su mirada recorrió mi rostro antes de apartarse brevemente.
"Me sorprende que tengas a una persona asà en tu vida".
Curiosamente, también me sorprendió que la emperatriz Charel me convocara hoy en palacio.
"Se dice que el caballero que has elegido podrÃa incluso recuperar su apellido".
Comentó, mostrando un inesperado interés personal por los asuntos de Gerard.
"SÃ, es sólo cuestión de tiempo que eso ocurra".
La emperatriz Charel me observó en silencio, su expresión transmitÃa determinación o convicción.
"SÃ... Hay pocas cosas que no puedas lograr cuando te lo propones".
No se molestó en añadir nada más a mi respuesta.
HacÃa tiempo que no tenÃamos un momento privado como aquel, y nuestra conversación parecÃa inconexa y carente de su fluidez habitual.
Durante un breve instante, ninguno de los dos habló, y el silencio envolvió el jardÃn. HacÃa tiempo que los demás se habÃan marchado, y sólo quedábamos la emperatriz Charel y yo.
Entonces, con un repentino estrépito, la emperatriz Charel golpeó su taza de té contra la mesa, como si hubiera decidido abandonar las formalidades.
"Arbella".
Por fin, su voz, grave y casi inaudible, llegó hasta mà al otro lado de la mesa.
"¿Me culpas?
Las palabras parecÃan fuera de contexto, carentes de cualquier explicación anterior o posterior, pero comprendà fácilmente a qué se referÃa.
Me di cuenta de que ése era el verdadero propósito de su invitación al palacio de la emperatriz. Me resultaba difÃcil comprender los motivos de la emperatriz Charel para sacar a relucir nuestro mutuo resentimiento, que habÃamos mantenido cuidadosamente oculto y olvidado durante años.
Siguiéndola, dejé suavemente la taza de té sobre la mesa y respondà concisamente.
"MentirÃa si dijera lo contrario".
Su inquebrantable mirada se desvió brevemente hacia abajo, como si hubiera anticipado mi respuesta, antes de volver a encontrarse con mis ojos.
"No me arrepiento de ninguno de los años que han pasado", confesó, sin que las palabras sorprendieran a mis oÃdos.
"Pero por ti... siento una punzada de remordimiento".
La disculpa que siguió me cogió momentáneamente desprevenido, pues era la primera de este tipo por parte de la emperatriz Charel.
Tras una breve pausa, respiré hondo y en silencio, reunà una determinación igual a la suya y pregunté con voz inquebrantable
"¿Por qué me dices eso ahora?"
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