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Miércoles 21 de Febrero del 2024 |
La Princesa Monstruosa 168
Reiniciar: otra vez, Arbella (15)
En cuanto dijo eso, recordé la sensación de su magia penetrando en mà y desgarrándome las entrañas.
Me estremecà y aparté inmediatamente la mano de Gerard.
Normalmente, se habrÃa echado atrás en ese momento, pero hoy no me soltó la mano tan fácilmente. De hecho, su agarre de mis dedos se hizo más fuerte.
"¿Qué crees que estás haciendo?
pregunté, intentando parecer tranquila.
No me gustaba esta situación. HabÃa un millón de formas de eliminar por la fuerza a la persona a la que me enfrentaba, mágicas o no, pero no querÃa hacérselo a él. Asà que dejé de moverme, le miré a los ojos y le hice una severa advertencia.
"Estás siendo grosero, quÃtame las manos de encima ahora mismo".
"¿Es una orden?"
"SÃ".
"Nunca he sido de los que obedecen órdenes de la Primera Princesa".
Este tipo...
Mis cejas se crisparon al oÃr la deslealtad de Gerard, las sospechas que habÃa estado albergando se vieron reforzadas por su brusco comportamiento.
Intenté ignorarlo si podÃa, pero cada vez me resultaba más difÃcil.
"Gerard, tú...."
Abrà la boca impulsivamente.
"¿De qué hablabais Judith y tú el otro dÃa?".
Al igual que Gerard, le miré directamente a los ojos, intentando ver a través de él.
Se me formó una onda superficial en el pecho, como un lago en el que se hubiera metido una piedrecita.
También era la agitación de Gerard. No era tan violenta como antes, pero la sentÃa más claramente ahora que estábamos cogidos de la mano.
Gerard se quedó inmóvil, mirándome fijamente, y desenredó lentamente nuestros dedos. Pero esta vez no le solté la mano.
"DÃmelo. Necesito saber lo que piensas".
Hasta ahora, sólo tenÃa una vaga idea de lo que Judith podrÃa haberle dicho a Grerard.
Lo más probable es que Judith, sintiéndose traicionada por mà en aquel momento, decidiera hacerle saber a Gerard que yo no lo habÃa mantenido a su lado por puro interés. En cualquier caso, a juzgar por su estado de agitación posterior y su reacción de hoy, parecÃa creer la historia de Judith.
Si ése era el caso, pensé, más me valÃa contarle lo que sabÃa ahora, para poder mentir o inventar excusas. A juzgar por su comportamiento, también tenÃa algo que decirme al respecto.
"¡Bella!"
Pero la oportunidad de mantener una conversación profunda con Gerard no iba a llegar ahora. Miriam, a la que hacÃa tiempo que no veÃa, me estaba llamando en voz alta.
"¡PrÃncipe, más despacio, que te vas a hacer daño!".
Volvà la cabeza para ver al chico caminando por el pasillo a paso ligero, casi corriendo, con un asistente detrás.
Cuando estaba con Killian, Judith me habÃa interrumpido, y ahora era el turno de Miriam.
No me gustaba la situación, pero no era culpa suya que hubiera llegado en un momento tan inoportuno.
No podÃa verme cogida de la mano de mi caballero dependiente delante de mi hermano pequeño y mostrándolo cerca de mÃ, asà que dejé marchar a Gerard.
Gerard se apartó un paso de mÃ, poco dispuesto a continuar aquel extraño enfrentamiento.
Su rostro seguÃa tan sereno como antes. Si no fuera porque aún le ondulaba el pecho, habrÃa pensado que estaba tan completamente tranquilo como parecÃa.
"Hermana, ¿te encuentras bien? Has estado tan ocupada todos los dÃas que pensé que ibas a romper a llorar de una vez".
Miriam corrió delante de mÃ, respirando agitadamente, y cuando me alcanzó, soltó sus palabras reprimidas como un cañón de disparo rápido.
"Pero ¿por qué no descansas más mientras estás en ello, y por qué vuelves a salir tanto, ayer estuviste fuera, hoy estás fuera, y tienes tantas cosas que hacer cada dÃa, y es por todo lo que padre te obligó a hacer?".
Como Killian antes, no nos habÃamos visto desde la Fiesta de los Magos, y los ojos de Miriam iban de arriba abajo como si intentara asegurarse de que yo estaba bien.
La razón por la que no nos habÃamos visto en mucho tiempo era, por supuesto, la emperatriz Charel, que estaba asustada por lo que habÃa ocurrido en la Fiesta de los Magos y era muy protectora con Miriam.
A instancias de su madre, Miriam habÃa sido arropada, sin poder salir del palacio a voluntad. Pero hoy, al ver a Miriam después de tan larga ausencia, el corazón de la emperatriz Charel parecÃa haberse calmado un poco.
"¿Por qué padre tiene que dejárselo todo a Bella? ¿Tan escasos de talento estamos en el Imperio Kamulita? ¿Cree que eres una especie de superhombre? No, no lo creo.... Por supuesto, Bella es la persona más increÃble del mundo. Pero no has podido jugar conmigo desde que eras pequeña y has estado ocupada todos los dÃas, asà que acabas enfermando por exceso de trabajo".
refunfuñó Miriam, con los labios fruncidos. HacÃa mucho tiempo que no le veÃa, y parecÃa tener muchas quejas.
Normalmente, me habrÃa molestado que se quejara asà conmigo, pero ahora no me sentÃa mal viéndole asÃ.
"Lo sé. He estado jugando contigo desde que éramos niños y me lo he tomado con calma, pero he estado demasiado ocupado."
"Eh..."
Miriam me miró, desconcertada, como si no hubiera esperado que respondiera a sus palabras.
Al clavarme los ojos, Millim tosió inútilmente de inmediato, con los lóbulos de las orejas enrojecidos.
"En fin.... me morÃa de ganas de saber de Bella, y por fin he convencido a mi madre para que me deje salir a verla un ratito hoy".
Añadió, mirándome.
"Sabes, ella también se preocupa mucho por ti, y ha estado husmeando todos los dÃas para enterarse de lo que ocurre en el Palacio de la Primera Princesa".
Me pregunté si se lo estarÃa inventando sobre la marcha, pensando que la pequeña ya habÃa crecido del todo, pero su cara me dijo que no se lo estaba inventando. No me es completamente indiferente, pero no viene directamente a preguntarme cómo estoy.
Me pregunto qué pensará Judith de la emperatriz Charelle o de Millicent. Nunca habÃa oÃdo sus nombres de su boca desde que encontré mis recuerdos hasta hoy. Si alguna vez sintió por ellas lo mismo que yo, pensé, ahora no puede ser tan indiferente.
Pero tal como estaban las cosas, ya se parecÃa más a Judith que a Arbella, asà que tal vez habÃa decidido dejar que el pasado fuera el pasado.
"Dile a madre que estoy bien".
Miré a Milliam por un momento, luego levanté la mano y le acaricié lentamente la cabeza.
"Milliam, tú también estate bien, y no dejes que madre se preocupe".
Era la primera vez que me ocupaba de los dos de esta manera, y él pareció un poco sorprendido.
"Ajá. Vale. CuÃdate tú también...".
Me respondió tartamudeando en un tono incómodo. Gerard nos observaba en silencio a Miriam y a mà desde la barrera con la mirada perdida, sin saber muy bien qué estaba pensando.
"¡Primera princesa!"
Gerard y yo parecÃamos haber olvidado lo que habÃa ocurrido antes y, sin mediar otra palabra, nos dirigimos al Palacio de la Primera Princesa, sin molestarnos en continuar la conversación inconclusa que Millim habÃa interrumpido.
Poco después, llegué al palacio y entré, donde Marina se apresuró a saludarme como si me hubiera estado esperando.
"Llegas justo a tiempo", le dije, "creo que deberÃas subir a tu habitación".
Marina estaba en un raro estado de pánico.
"¿Qué ocurre?"
"Me refiero a ese extraño... La mascota de la princesa...".
Tartamudeó, sin saber qué decir ni cómo decirlo. Hice caso a Marina y subà directamente las escaleras.
Cuando entré en el dormitorio, aún podÃa ver al monstruo acurrucado en un rincón de la habitación. Inmediatamente comprendà por qué la reacción de Marina ante la criatura púrpura era tan atÃpica.
"Acabo de entrar a cambiar las sábanas y también lo he encontrado, pero está un poco fuera de lugar".
"Me ocuparé de ello, Marina, y puedes marcharte".
Marina vaciló, como si no estuviera segura de poder dejarnos a la criatura y a mà solos en la habitación, pero ante mi insistencia, salió por la puerta. Entonces me acerqué a la criatura, que parecÃa muy cambiada.
"SabÃa que esto ocurrirÃa pronto, pero no sabÃa que cambiarÃa durante un viaje corto".
Al oÃr mi voz, la criatura se agitó y respondió.
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