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Miércoles 21 de Febrero del 2024 |
La Princesa Monstruosa 167
Reiniciar: otra vez, Arbella (14)
"¿Has terminado tus recados?"
"SÃ. Vamos al castillo".
Gerard, de pie en el umbral de la puerta, se enderezó al vernos a Judith y a mà fuera.
En un principio habÃa pensado dejar a Gerard en el palacio, pero era testarudo, y Judith, que se habÃa mostrado tan reacia como Killian, por alguna razón no se habÃa opuesto a que lo acompañara, asà que aquà estábamos.
Gerard debió de darse cuenta de que yo habÃa utilizado magia en el edificio, pero no dijo nada, probablemente porque comprendió que yo no corrÃa ningún peligro.
Pero, por alguna razón, me pareció un poco extraña la mirada momentánea entre Judith y Gerard.
Por supuesto, sólo fue durante una fracción de segundo, y no es que hubiera ninguna conversación entre ellos. Sin embargo, los rostros inexpresivos de ambos parecÃan un poco fuera de lo común.
HacÃa poco que se habÃan visto y hablado en privado, asà que tal vez no fuera sólo mi imaginación.
"Entonces volveré directamente a mi palacio".
Poco después de entrar en el palacio, Judith salió primero.
Seguà a Gerard hasta el Palacio de la Primera Princesa. El paseo hasta el palacio fue muy silencioso, pues ni Gerard ni yo dijimos nada.
Al cabo de un rato, dejé de caminar y me di la vuelta, luego me volvà hacia el hombre que estaba de pie como una sombra detrás de mà y le pregunté,
"Gerard, ahora que lo pienso, ¿no dijiste que tenÃas algo que contarme sobre el marqués Graham?".
Eso era lo que Gerard me habÃa dicho el otro dÃa cuando iba a buscar al marqués Graham y a Ramiel.
Abrà la boca como si acabara de recordar algo que habÃa olvidado, pero desde entonces no me he quitado de la cabeza las palabras de Gerard. Hasta ahora, no me habÃa molestado en preguntarle qué era lo que no habÃa dicho. HabÃa supuesto que intentaba decirme que se iba.
"SÃ, lo habÃa, y ahora ya no".
Pero cuando abrà la boca para decir algo, todo lo que obtuve fue esta respuesta juguetona y corta. Por supuesto, por la expresión de su cara me di cuenta de que Gerard no hablaba de tierras de cultivo.
"¿Por qué, no era importante?".
Gerard me miró sin decir palabra y, en ese momento, una emoción desconocida se agitó en mi pecho. Mis ojos se entrecerraron involuntariamente.
Era similar a la sensación que habÃa sentido poco antes, asà que era probable que las emociones de Gerard se me hubieran transmitido, pero seguÃa sin poder precisar el origen. Me recorrió como un maremoto antes de asentarse como una mentira.
Casi al mismo tiempo, Gerard me miró y separó lentamente los labios.
"Lo era... pero ahora no significa nada".
No sé por qué sentà que el corazón me saltaba a la garganta en cuanto oà esas palabras en su voz.
Es sólo una corazonada, pero de algún modo sentà que lo que iba a decir no era lo que yo habÃa esperado en un principio.
La boca de Gerard ya estaba firmemente cerrada, y no parecÃa que fuera a abrirse de nuevo. Asà que no indagué más, sino que cambié de tema con toda naturalidad.
"Como te dije ayer, hoy iban a traer aquà el cadáver de tu padre, Glenn Lassner".
"¿Es as�"
"Dijeron que la hora de traslado serÃa en algún momento de la tarde, y que te llamarÃan cuando llegara, asà que ¿por qué no vas y lo compruebas? No tienes que informarme cuando estés fuera".
"De acuerdo, gracias por tu consideración".
Gerard seguÃa reaccionando a las noticias sobre su padre con una torpeza casi insÃpida.
De hecho, el padre de Gerard, Glenn Lassner, era un delincuente condenado a cadena perpetua y, tal y como estaban las cosas, se suponÃa que lo enterrarÃan en la tierra sin siquiera darle un entierro digno. Sin embargo, con mis poderes, no era imposible sacar su cuerpo a escondidas.
Pero afortunadamente, esta vez por un motivo diferente, pude llevar oficialmente el cuerpo de Glenn Lassner al Palacio Imperial.
"Y las pruebas que me diste también están siendo examinadas, y cuando se confirmen, el marqués Graham recibirá esta vez el máximo castigo".
Entre las cosas que Gerard habÃa encontrado en la persona del conde Rasner y me habÃa entregado antes, habÃa cartas que el marqués Graham habÃa enviado a Glenn Lassner en el pasado.
En ellas describÃa con bastante detalle el uso que Glenn Lassner hacÃa de la magia prohibida. Las pruebas demostraban que habÃa sido el marqués Graham quien habÃa dado a Glenn Lassner la información sobre la magia prohibida.
La letra del papel, asà como los rastros de magia dejados al sellar la carta, eran inconfundibles como del marqués Graham. Pero, ¿por qué dejarÃa el marqués Graham una prueba tan evidente en un estado tan frágil?
Por supuesto, en su carta a Glenn Lassner, le habÃa dejado una orden para que destruyera todo lo que le habÃa escrito. ¿Pero no es posible que no tenga que seguir este contenido?
Al revisar las pruebas de Gerard, empecé a preguntarme si Marquis Graham habÃa hecho algo parecido a lo que le habÃa hecho a Marina con Glenn Lassner.
Una extraña nota de Glenn Rathner apoyaba esta idea. La carta del marqués Graham no fue lo único que Gerard encontró en la finca de los Lassner.
Las notas garabateadas apresuradamente por Glenn Lassner también contenÃan referencias cuestionables al hecho de que sus recuerdos a veces entraban y salÃan a la deriva desde su encuentro fortuito con el marqués Graham, y a que era extraño que se hubiera enfrascado tanto en el estudio de la magia prohibida.
Pero incluso estas cuestiones, se dio cuenta, fueron rápidamente olvidadas en retrospectiva, dejándole una profunda sensación de sospecha e inquietud.
La nota, que al parecer estaba escrita por Glenn Lassner para sà mismo, estaba incluso antinaturalmente cortada por la mitad. De algún modo, eso reforzaba mis sospechas.
Si estaba en lo cierto, la nota y la correspondencia del marqués Graham se habÃan guardado apresuradamente durante el breve retorno de Glenn Lassner a la cordura.
Asà que, si estaba en lo cierto, la visita de Gerard era una prueba más importante de lo que habÃa previsto.
Por desgracia, claro está, Glenn Rasner ya habÃa cumplido su cadena perpetua y habÃa muerto solo en prisión. Pero si pudiéramos demostrar de algún modo que fue coaccionado para utilizar magia prohibida, al menos muchas cosas serÃan diferentes en el futuro.
El vergonzoso estigma que ahora pesaba sobre el conde Rasner se borrarÃa, y Gerard ya no tendrÃa que vivir con la etiqueta de hereje.
Para mi gran alivio, ya no tendrÃa que utilizar ningún medio para llevar al marqués Graham ante la justicia. Anteriormente, el estatus y la posición del marqués Graham habÃan hecho imposible perseguirle sin pruebas sólidas, pero ahora la situación era distinta: era un claro criminal que ya habÃa intentado dañar a un PrÃncipe delante de tanta gente y habÃa utilizado magia prohibida.
El emperador Cedric, aunque seguÃa considerando su trato con el marqués, no lo veÃa con buenos ojos, e incluso la segunda reina Katarina se habÃa desencantado por completo del marqués después de lo ocurrido con Ramiel, y ya no intentaba salvarlo.
El problema era que, como efecto secundario de la magia prohibida, el Marqués se encontraba en ese momento fuera de sÃ, y como Judith, yo conocÃa mucha de la magia inusual que se utilizaba en el Reino de Solem, parte de ella procedente del reino mental prohibido.
Pero no dudaba en utilizarla contra él, asà que iba a asegurarme de que, pasara lo que pasara, consiguiera que el marqués me contara todo lo que habÃa sucedido.
"Y como te dije esta mañana... si necesitas tiempo, házmelo saber. Puedes descansar hasta que tu mente esté despejada".
"Gracias. Pero estoy bien".
Gerard se habÃa mantenido estoico ante la muerte de su padre, pero yo sabÃa que no iba a estar bien por dentro, asà que lo invité a acompañarme, pero esta vez declinó. Mientras caminábamos de vuelta hacia el Palacio de la Primera Princesa, intenté aligerar el ambiente y decirle algo para animarle.
"Aun asÃ, las pruebas que has encontrado han sido decisivas, y me encargaré de que el caso del conde Lassner vuelva a juzgarse lo antes posible. Supongo que, salvo circunstancias especiales, habrá un resultado favorable y serás libre, como siempre has querido ser."
"Supongo que la Princesa aún quiere enviarme a alguna parte".
En ese momento, una voz escalofriante llegó a mis oÃdos. Sonaba frÃa y casi cortante, en marcado contraste con su comportamiento seco y tibio.
Arrugo ligeramente la frente y me vuelvo para ver a Gerard inmóvil, con el rostro tan frÃo como su voz.
Me habÃa mirado de la misma manera cuando me enfrenté a Killian antes y, al parecer, mis palabras habÃan vuelto a despertar algo en él. Le miré fijamente a la cara, sin pronunciar palabra, y luego abrà la boca.
"Sir Gerard. Veo que necesitas descansar".
Mi tono era más distante que antes, y por un momento hubo un extraño brillo en sus ojos.
"No sé por qué te ofenden mis palabras, pero tal vez necesites algo de tiempo para aclarar tus ideas, asà que mañana...".
"¿No lo sabes?"
pregunté, pero el sarcasmo de las siguientes palabras de Gerard me hizo morderme el labio.
"¿De verdad no sabes por qué hago esto?".
La mandÃbula de Gerard se tensó, su voz grave me rozó los tÃmpanos y pronto fue como si apretara los dientes.
Era la primera vez que lo veÃa tan incapaz de organizar sus emociones y exponerlas asÃ, y aunque no sabÃa cómo reaccionar, interrumpió su paseo y caminó hacia mÃ.
"Probemos el viejo truco, entonces".
Entrecerré los ojos al sentir la frialdad del tacto del momento siguiente entre mis dedos.
"Antes me cogÃas de la mano y comprobabas el estado de mi magia, ¿y ahora ya no?".
susurró Gerard en voz baja, sus ojos gris plateado parecÃan atravesarme en silencio.
"SolÃa sentir que cada vez que mirabas asà dentro de mÃ, llegabas al fondo de mis sentimientos, incluso de los que menos querÃa mostrar".
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