La Princesa Monstruosa 156
Reiniciar: otra vez, Arbella (3)
"No, no te lo he preguntado, pero has estado extraño desde antes de eso".
Levanté la cabeza para encontrarme de nuevo con el rostro de Gerard. La mano que me sujetaba la muñeca se tensó un poco más.
Gerard me miró fijamente a los ojos, sin evitarlos. Pude ver que su mandÃbula se tensaba ligeramente, como si hubiera apretado los dientes un poco más fuerte.
Finalmente, Gerard habló.
"¿Por qué no me cuentas ahora lo que te has estado guardando para ti?".
Su voz susurrante despertó una gnosis enterrada en lo más profundo de mÃ. En ese momento, mis sinceras palabras salieron de mi boca sin darme cuenta.
"Lo siento".
Al oÃr mis disculpas, la expresión de Gerard cambió, como si comprendiera que era un rechazo a su petición, una negación.
"Lo siento."
Los labios de Gerard se separaron ligeramente, y enseguida me di cuenta de que no era porque no pudiera contenerme más. Me miró a la cara.
Cuando nuestros ojos se encontraron, sentà que volvÃa a ser yo misma.
Hubo un tiempo en que yo, como Judith, habÃa mirado a Arbella y reflexionado.
Si hubiera nacido asÃ, si hubiera vivido asÃ, ¿podrÃa haber sido la misma persona de hoy?
Con ese pensamiento, me di cuenta de lo mucho que habÃa cambiado durante mi época como Arbella.
Cuán drásticamente he cambiado desde mi antiguo yo, abandonando la humillación y los modestos comienzos que una vez me aferraron, y viviendo como si todo esto fuera inherentemente mÃo.
SolÃa envidiar a la altiva y majestuosa Arbella, aunque no llegué a comprenderla de verdad. Pero al final, me volvà igual que ella. No, en ciertos aspectos, caà incluso más bajo que ella.
Este sueño me ha traÃdo claridad ahora.
Puede que la princesa Arbella, a la que observé durante mi época de Judith, me diera la espalda y se desentendiera de mi existencia, pero nunca habrÃa fabricado un acto atroz a mis espaldas. Nunca se habÃa involucrado en actos cobardes para perjudicarme.
Las acusaciones contra ella, formuladas por el pueblo del Reino de Solem, eran falsas, se disfrazaban de ella para infundirme miedo y cautela. Además, la devastadora caÃda y el colapso de Arbella fueron consecuencia de un hechizo que le lanzaron los magos del Reino de Solem cuando se encontraba en un estado debilitado.
Por lo tanto, era innegable que ella no habÃa acabado voluntariamente con la vida de Gerard.
Al otro lado del mundo, adonde regresé tras el fallecimiento de Arbella, abrà el desgastado tomo y descubrà que Arbella se habÃa encontrado con los magos del Reino de Solem.
Despojada de su magia debido a la dolencia del hechicero y tan indefensa como una niña, cayó en las garras de los magos de Solem.
Ellos la convirtieron deliberadamente en una paria, asegurándose de que nunca volviera a ser amada ni perdonada por el pueblo de Kamulita.
Su propósito era asegurarse de que me diera todo lo que merecÃa a mÃ, el último descendiente del Reino de Solem al que adoraban.
"Yo... me disculpo por ser simplemente este tipo de individuo".
Tal vez fuera en parte para eliminar a Gerard, que por fin se habÃa posicionado a mi lado. No querÃan que formara parte de mi vida, asà que alteré mi destino y asumà la identidad de Arbella. Finalmente, por voluntad propia, le tendà la mano una vez más.
Pero esta vez, lo mantuve a mi lado para matarlo.
"Princesa..."
Gerard me miró desconcertado, su expresión se endurecÃa con cada disculpa repetida. Tal vez se quedara sin palabras al contemplar mi rostro, ahora empañado por un torrente de emociones desbordantes que habÃan ido aflorando poco a poco durante nuestro encuentro.
Sin embargo, la verdad era que esta disculpa en sà era un acto de cobardÃa. Porque no me atrevÃa a explicarle las razones de mi culpa en ese momento.
No... no querÃa hacerlo.
Sin decir nada, Gerard siguió mirándome mientras yo repetÃa aquellas disculpas vacÃas. Me pareció que habÃa pasado una eternidad, hasta que, finalmente, los demás vinieron a buscarnos.
* * *
El emperador Cedric me lanzó una mirada de reproche por mi tardanza.
En cuanto le vi la cara, empezó la reprimenda. Me reprendió por no haberme cuidado, por la hemorragia interna que habÃa sufrido dentro del Salón del Alba durante la Fiesta de los Magos hacÃa tres dÃas. Se aseguró de que todos los testigos de mi dolencia fueran silenciados para evitar que se difundiera la noticia.
Nada de esto me sorprendió, ya que lo habÃa previsto. Estaba sin prestar atención a sus palabras, preguntándome qué dirÃa a continuación, cuando le pregunté,
"Perdone, ¿podrÃa repetirlo?".
Por desgracia, la realidad me dejó poco tiempo para la contemplación. Volvà a comprobar mi oÃdo para asegurarme de que habÃa oÃdo bien, pero el emperador Cedric repitió incómodo las mismas palabras una vez más.
"El Primer PrÃncipe se ha ido".
No habÃa oÃdo mal. Era una noticia que despertaba mi interés de mala manera.
"¿Qué quieres decir con que Ramiel ha desaparecido?".
"Hace tres dÃas, el dÃa de la inauguración del Festival de Octubre, una vez que se calmó el caos y la conmoción, el Primer PrÃncipe no aparecÃa por ninguna parte. Al indagar, se supo que se habÃa apoderado del marqués de Graham y habÃa desaparecido".
Me llevé la mano a la frente, sintiendo un inminente dolor de cabeza.
"Entonces... ¿estás diciendo que desapareció mientras perseguÃa al Marqués de Graham?"
"SÃ."
"¿Y no ha habido rastros de él desde entonces?"
"Eso es correcto."
Ja... El verdadero Ramiel, este imbécil...
Reprimà el suspiro y la irritación que amenazaban con escapar de mis labios.
Recuerdo perfectamente haberle ordenado que no se metiera en lÃos por hoy y que regresara tranquilamente a palacio, pero él, como era de esperar, hizo lo que le dio la gana.
La repentina desaparición de Ramiel no me preocupó especialmente, ya que sabÃa que no tramaba nada bueno desde el principio. Sin embargo, habÃa una cosa...
"Al final, el Primer PrÃncipe mencionó que la Primera Princesa sabrÃa de su paradero".
El comentario adicional del Emperador Cedric, acompañado de un ceño fruncido, me irritó aún más, insinuando que todos habÃan estado esperando mi despertar durante los últimos tres dÃas para descubrir la ubicación de Ramiel.
"Si me hubieras informado de antemano, te habrÃa visitado a última hora de la tarde de ayer".
"¿Asà que te envié una carta con antelación y no la recibiste?".
"Bueno, eres consciente de que no estaba en condiciones de comprobarlo inmediatamente. Además, si se trataba de un asunto tan urgente, ¿no hubiera sido mejor que me llamaras, aunque te supusiera alguna molestia?".
"Ya sabes que yo tampoco soy de los que holgazanean, y tenÃa numerosos asuntos urgentes que atender. Se me pasó volver a escribir".
"..."
Aunque hubiera venido a informarte ahora, te habrÃas ahorrado la regañina y el sonrojo, y simplemente me habrÃas dicho...
Siempre habÃa sido consciente de que los intereses del emperador Cedric se limitaban a garantizar la obediencia de sus súbditos, sobre todo de los niños, pero esto era demasiado.
Dirigiendo una frÃa mirada al emperador Cedric, me levanté sin dudarlo.
"Bien, me levantaré inmediatamente. Parece que el asunto más urgente que debo tratar ahora es el de Ramiel".
Al parecer, el persistente pensamiento en el fondo de mi mente habÃa sido acertado.
Si Ramiel hubiera desaparecido antes de que se cerrara la grieta el primer dÃa del Festival de Octubre, la Fiesta de los Magos, es posible que nunca se hubiera enterado de mi colapso en el Salón del Amanecer. No se habrÃa enterado de que habÃa estado inconsciente más de un instante, y mucho menos de que llevaba tres dÃas con fiebre de mago...
"Tonto, espero que ya estés bien".
Apresuré mis pasos fuera del palacio del Emperador, sintiéndome muy incómodo.
En realidad, mis sentimientos por Ramiel eran un poco más sutiles ahora, porque...
¿"Ayudar"? ¿Por qué querrÃa ayudar a un mestizo como tú?".
"Hmm, bueno, vas a tener que convencerme. Dame una razón por la que deberÃa ayudarte, y si me parece plausible, lo consideraré".
Después de todo, fui yo quien soportó todos los actos crueles de Ramiel dentro de las páginas del libro, donde Judith era la protagonista...
Además, si he de ser sincera, nunca me gustó realmente Ramiel cuando era Judith. No es de extrañar, teniendo en cuenta que él mismo me acosaba, igual que hacÃan los demás hermanastros. Una vez intentó cortarme el pelo simplemente porque despreciaba el hecho de que hiciera juego con su propio pelo negro.
Sin embargo, su comportamiento hacia mÃ, Arbella, era muy diferente. La forma en que yo, como Arbella, lo percibÃa era distinta de cómo yo lo veÃa como Judith.
Era todo bastante desconcertante y contradictorio.
Sin embargo, mi preocupación actual era el bienestar de Ramiel. Decidà dejar de lado mis otras quejas y embarcarme en su búsqueda.
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