La Princesa Monstruosa 155
Reiniciar: otra vez, Arbella (2)
"Me preocupé mucho cuando me enteré de tu colapso durante la Fiesta del Mago debido al exceso de trabajo. No sueles recibir visitas, pero me enteré de que hoy ibas a presentar tus respetos a padre, asà que me apresuré a venir".
dijo Judith en tono amistoso mientras seguÃa a Gerard hasta mÃ. Extrañamente, ver la actitud despreocupada de Judith me hizo arder aún más la garganta.
Para mi alivio, sin embargo, fui capaz de saludarla con indiferencia sin mostrar las emociones que bullÃan en mi interior.
"Ya veo... Ya me encuentro mejor, gracias a tu preocupación".
Era lo que habÃa visto antes como Judith, y lo que habÃa practicado en mi vida como Arbella.
"Me alegra oÃr eso".
Judith me miró sin decir palabra durante un momento, con el rostro aún ilegible, y luego sonrió irónicamente. Mi corazón se hincha de alegrÃa al verla.
¿Sabe realmente lo que creo que sabe? Y si es asÃ, ¿qué está pensando ahora mismo mientras me mira?
"En la Fiesta del Mago, Judith... Tú jugaste un papel importante, ¿verdad?".
"No. Aún me falta mucho para alcanzarte, hermana Arbella".
"Eso es modesto, he oÃdo que si no fuera por ti, el daño habrÃa sido mayor ese dÃa".
"Eso es porque no te sentÃas bien ese dÃa, y si no lo hubieras estado, yo no habrÃa estado allÃ".
A medida que la conversación avanzaba, sentà un cosquilleo en el estómago, como si estuviera picando uno a uno los mosquitos de mi corazón, como si Judith me estuviera apuntando deliberadamente, afilando todas y cada una de sus palabras.
"Hermana, ¿no tienes algo que preguntarme?".
Judith me miró con una fina sonrisa en la cara, y luego volvió a apartar los labios. Gerard se colocó a mi lado, observándola con una mirada silenciosa mientras formábamos un extraño vÃnculo.
Apreté los puños en silencio. Después de despertar de un largo sueño la noche anterior y volver en mÃ, sabÃa que tenÃa que tener una charla en condiciones con la persona que tenÃa delante.
Le debÃa una explicación y estaba dispuesto a hacerlo. Si tenÃa algún recuerdo del pasado, no tendrÃa ninguna duda de por qué ella y yo habÃamos cambiado, pero enfrentarme a ella asà requerÃa más fuerza de la que pensaba.
Quizá sea porque acabo de darme cuenta de todo y aún no lo he superado.
No querÃa nada más que salir de este lugar ahora mismo. Definitivamente esta no era la mente de Arbella; esta era la mente de Judith, la que yo habÃa abandonado, la que habÃa dejado atrás.
"Ahora debo ir a ver a Su Majestad".
Di un paso atrás, incapaz de asimilar esta situación en su totalidad.
"Ahora no... Tendremos que hablar de esto en privado".
Judith volvió a mirarme y me hizo un pequeño gesto con la cabeza.
"SÃ, busquemos un momento mejor para hablar".
Pasé junto a ella.
Por suerte o por desgracia, Judith no me detuvo mientras me alejaba.
***
Sentà como si insectos invisibles se hubieran infiltrado de nuevo en mi cuerpo, igual que lo habÃan hecho años atrás en el coto de caza, cuando tomé la decisión de mantener a Judith a mi lado. Las hormigas negras roÃan las profundidades de mi estómago, sus risitas resonaban en mis oÃdos como si se burlaran de mÃ.
Al acercarme al palacio del Emperador, un impulso repentino me obligó a echar a correr, recordando aquel fatÃdico dÃa del pasado.
"¡¿Primera Princesa?!"
"¡Espera...!"
Oà voces que me llamaban desesperadamente desde atrás.
Los asistentes mostraban expresiones de sorpresa y confusión, comprensiblemente sorprendidos por mi inusual comportamiento dentro de los muros del palacio.
Ignorando su persecución, seguà corriendo hasta que se me cortó la respiración, con la esperanza de que asà podrÃa escapar del tormento que me atormentaba y retirarme al santuario de mi yo interior.
"Heuk, huuk..."
Una brisa florida me rozó las mejillas, y el aire húmedo de la mañana, mojado por el rocÃo de la noche, me llenó los pulmones hasta el dolor.
"¿Una chica cutre e insignificante como esa va a quedarse con todo lo que me pertenece? Esto es ridÃculo".
"Al menos Judith conoce su lugar".
"Qué niña más tonta. No sabe si sus favores son reales o falsos, y no sabe lo que realmente siento por ella, asà que cómo puede venir a por mà tan indefensa."
Pero el gusano que se habÃa clavado en mà seguÃa aferrándose profundamente y se negaba a sacudirse.
Un torrente de recuerdos inundó mi mente, abrumándome como una ola rompiente. Recordé cómo, como Arbella, habÃa despreciado y ridiculizado a Judith, mientras ella me miraba con adoración, viéndome como una estrella en el cielo nocturno. No sabÃa que, en realidad, era yo quien anhelaba ser ella, quien la envidiaba.
Sin que ella lo supiera, yo la veÃa como una niña tonta y simplona, incapaz de creer lo que presenciaba. En mi egoÃsmo, intenté cortarle las alas y mantenerla atada a mi lado.
SÃ, eso es lo que hice...
Ah, ¿qué es esta abrumadora emoción que me recorre ahora?
¿Es vergüenza y odio a mà mismo, por negar mi verdadero yo y traicionar tontamente mis propios deseos?
¿O es la culpa hipócrita de despreciarla, ignorante de quién era en realidad, mientras estoy atrapado en los confines de mi propio pasado?
"¡Princesa...!"
Mientras corrÃa, intentando desesperadamente sacudirme el peso de estos sentimientos insoportables, alguien detuvo mi avance.
Una mano me agarra del brazo y me hace girar, haciéndome perder el equilibrio y tropezar momentáneamente.
La persona que me perseguÃa me proporcionó apoyo, estabilizando mi forma vacilante con un agarre firme.
"¿Estás bien?"
Su aliento, ligeramente entrecortado pero no tanto como el mÃo, me rozó la frente. La voz que llegó a mis oÃdos era una mezcla de alivio y preocupación.
"Si no te encuentras bien, ¿por qué vas corriendo en ese estado?".
Gerard era la única persona que me habÃa seguido, ya que el resto de la comitiva se habÃa alejado y desaparecido de la vista. Nos encontrábamos bajo la sombra de los árboles del palacio, uno frente al otro.
"He fracasado. Pero esta vez, encontraré la forma de triunfar".
"Puede que haya sido noble alguna vez, pero ahora no es nada".
Cuando mi mirada se clavó en el rostro de Gerard, un torrente de recuerdos inundó mi mente, reproduciendo todos los pensamientos que una vez habÃa albergado sobre él. No pude evitar gemir, intentando liberarme de su agarre.
Sin embargo, Gerard no me soltó inmediatamente. En lugar de eso, me agarró con más fuerza por el brazo y me miró fijamente.
Poco a poco, Gerard aflojó su agarre y dio un paso atrás, permitiéndome crear cierta distancia entre nosotros. Yo le correspondà dando un pequeño paso hacia atrás, aumentando el espacio que nos separaba.
Un rosal en plena floración me rozó la espalda. Las flores, cuidadas meticulosamente por el jardinero imperial, carecÃan de espinas. Sin embargo, las púas informes parecÃan atravesarme, causándome agudas punzadas de dolor.
"Esta vez, seré yo, y no Judith, quien lo reclame desde el principio y lo doblegue a mi voluntad. Lo domaré lentamente, para que se sacrifique voluntariamente por mà siempre que lo desee, tal como le dijo a Judith en el libro".
"Si eso resulta difÃcil, al menos trabajaré para ganarme su confianza, asegurándome de que nunca sospeche de mis intenciones cuando llegue el momento de atacar. Será más fácil llevar a cabo mis planes cuando le pille desprevenido".
El estómago se me revolvió y me dolió cuando los recuerdos me inundaron, recordándome las llamas y los pensamientos crueles y venenosos que una vez habÃa alimentado. El fuego de esas emociones ahora me apuñalaba y me roÃa, infligiéndome una agonÃa insoportable.
"Te pido disculpas. QuerÃa dejarte correr todo lo que quisieras, pero sabÃa que no serÃa bueno para ti moverte enérgicamente con tu cuerpo aún convaleciente, asà que me contuve, aunque sabÃa que era de mala educación."
Gerard pensó que yo reaccionaba asà porque estaba enfadada por su comportamiento grosero, y se disculpó por haberme tocado antes.
Me quedé de pie frente a él, intentando recuperar el aliento por el ritmo frenético que llevaba.
"No... Ha sido culpa mÃa por desviarme del camino tan bruscamente. Volvamos al camino, los asistentes estarán flipando".
Me di la vuelta para marcharme, intentando controlar mis emociones. A decir verdad, me sentÃa un poco incómoda estando a solas con Gerard, cara a cara.
Me siguió sin decir palabra. Pero al cabo de unos instantes, alargó la mano y volvió a agarrarme.
"Alteza... Ojalá pudiera fingir que no lo sé, pero estás rara desde ayer".
Los ojos que estudiaban en silencio mi rostro eran bastante agudos, como si trataran de clavarse en mi corazón.
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