La Princesa Monstruosa 153
Obra de un acto sin estrella. “El mundo brillante de Princesa Judith” (6)
La primera vez que Judith se encontró en ese reino violeta fue el día en que Arbella encontró la muerte. O mejor dicho, fue el día en que Judith tomó la vida de Arbella con sus propias manos...
Arbella había sacrificado al caballero de Judith, Gerard, en un intento de lanzar un hechizo prohibido. Sin embargo, el hechizo salió mal, transformando a Arbella en un monstruo sin mente que sembró el caos y la destrucción sin sentido. Para aumentar el caos, abrió una grieta en el cielo de Kamulita, sumiendo al imperio en el terror y la desesperación.
Durante ese tiempo, Judith actuó por puro instinto. Consumida por un odio abrumador, ira y un sentimiento de resentimiento y amargura sin precedentes, persiguió implacablemente a Arbella y acabó con su vida.
En sus últimos momentos, Judith no pudo evitar una profunda sensación de vacío.
¿Era éste el propósito de su existencia? ¿Hizo realmente todo lo que hizo sólo para encontrarse con semejante destino?
Impulsada por una respuesta casi automática, Judith continuó su movimiento, matando a las monstruosas criaturas que emergían de la grieta y sellando el cielo rojo sangre. Cuando sus fuerzas se agotaron y sucumbió a la inconsciencia, se encontró de pie en un reino violeta sin límites.
"¿Dónde estoy...?"
En esta extensión de color violeta flotaban innumerables jaulas peculiares, cada una de las cuales contenía algo brillante que se asemejaba a una miríada de estrellas esparcidas por el cielo nocturno.
El espectáculo sobrecogió a Judith por su enigmática belleza. Las brillantes jaulas la llamaban, como si le imploraran que desvelara sus secretos. Quedó paralizada, extendió la mano y la luz radiante de una de las jaulas se transformó en un libro que se abrió ante sus ojos. Y entonces...
[Judith Kamulita, de doce años, pensó que nunca sería feliz en la vida].
Encontró su vida inscrita en las páginas del libro.
Al principio, se le escapó el significado, pero cuando se dio cuenta, sintió una descarga electrizante. Le recorrió el cuerpo como un arpón punzante, provocándole una sensación que oscilaba entre el escalofrío y la piel de gallina.
"¡Cuarta Princesa, estás despierta!"
Cuando Judith volvió a abrir los ojos, se erguía como una figura venerada, una heroína.
El emperador Cedric no perdió tiempo en borrar todo rastro de la Primera Princesa Arbella de la historia de Kamulita. Sus antaño gloriosos logros quedaban ahora confinados a una oscura mancha en el ocaso de su vida.
El emperador Cedric nombró a Judith su legítima sucesora y orquestó su sellado.
"¡Felicidades, Princesa Judith!"
"Por fin, Princesa, ascenderás a la más alta magistratura de Kamulita. No puedes imaginar con qué impaciencia he esperado este día".
Los magos del Reino de Solem se regocijaron, y sus lágrimas atestiguaban su alegría desbordante. Sin embargo, Judith, que había perdido la sonrisa desde la muerte de Gerard y Arbella, se limitó a contemplar a sus jubilosos magos con ojos secos e impasibles.
Aunque todos la elogiaban y la tenían en alta estima, ella permanecía impasible.
Las adquisiciones que había hecho, que despertaban la envidia de los demás, se sentían vacías y ajenas a su propio ser. Su corazón seguía vacío.
"Siempre sentí admiración por la Primera Princesa, pero también lástima por ella. Desde niña, anhelé vivir como ella, y la envidia siempre me ha consumido".
Al final, Judith le había quitado todo a Arbella, como había proclamado. Tal vez, en el pasado, había encontrado placer en ello, aunque inconscientemente. Pero ahora, simplemente estaba abrumada por el agotamiento, temiendo la llegada de cada nuevo día.
"Pero se llevó a la persona que más apreciaba... a la persona que llevaba más cerca de mi corazón. No hay forma de que pueda perdonarla".
"Princesa..."
"Pero... también siento una inmensa tristeza por esa persona."
En días como hoy, Judith no podía evitar darse cuenta de que su mundo estaba ahora lleno de una luz radiante y luminosa, diferente a la de antes.
Sin embargo, en el fondo, sabía que su mundo ya no brillaba.
Aproximadamente un mes antes de la ceremonia, en una noche en la que se había quedado dormida en un sopor de borrachera, Judith se encontró de nuevo en el espacio violeta.
El libro dorado, cuyo contenido aún no había sido leído en su totalidad, parpadeaba ante sus ojos, invitándola a leer sus páginas una vez más. Sin embargo, Judith se quedó allí, sintiéndose impotente, con la mirada fija en él.
No sabía qué parte de su vida se relataba en el libro. No sabía si sólo contenía la vida que había vivido hasta entonces o si presagiaba un futuro que aún estaba por llegar. Se preguntaba si leerlo de principio a fin le permitiría comprender su propio destino.
Sin embargo, Judith no sentía curiosidad por su destino. Independientemente de cómo acabara su vida, para ella tenía poca importancia.
Fue entonces cuando su atención fue captada por otra jaula, oculta tras las relucientes jaulas doradas. Esta jaula en particular parecía vieja y oxidada, y se distinguía de las demás por una tenue luz parpadeante que apenas se asemejaba a una llama.
Aunque incomprensible... Judith sintió de algún modo que esta jaula contenía la vida de alguien.
En ese momento, un destello de luz volvió a encenderse en los ojos de Judith, aunque fugazmente. Impulsada por un impulso extraño y latente, extendió la mano y tocó la jaula oxidada. La vida de la persona aprisionada en su interior fluyó hacia su mente, y Judith lanzó un grito desgarrador al despertarse.
Se dio cuenta de que la vida que tanto había admirado, la vida de Arbella, no había sido más que una hermosa ilusión, una fantasía creada por ella misma. En realidad, la existencia de Arbella había sido una lucha sin cuartel, como la suya propia.
Además, Judith llegó a la conclusión de que Arbella nunca la había engañado de verdad. Eran las personas en las que había depositado su confianza, las que la rodeaban, las que la habían engañado y manipulado constantemente.
Cuando por fin se quitó las vendas de los prejuicios y la obstinación, la verdad oculta se hizo dolorosamente evidente.
Decidida, Judith se embarcó en una investigación secreta sobre el largamente olvidado Reino de Solem y sus leales magos que la habían seguido.
Habría sido una tarea insuperable para la antigua Judith, pero ahora, como figura venerada de la realeza y heroína de Kamulita, preparada para ser la próxima gobernante, maniobró sin esfuerzo a aquellos que le eran leales en las sombras, burlando a los magos del Reino de Solem. Y cuando por fin contempló la dura realidad que tenía ante sí, soltó una carcajada maníaca, deleitándose en su propia reivindicación.
Sin que los magos del reino de Solem lo supieran, estaban tramando un complot para asesinar al emperador Cedric tras la coronación de Judith, con la intención de convertirla en emperatriz de Kamulita. Sin embargo, poco sabían que ese mismo día resurgiría la catástrofe que había asolado el reino de Solem.
Y en aquel fatídico día, mientras Kamulita y el mundo se sumían en su desaparición final, Judith se encontró una vez más engullida por la grieta, de pie dentro de los familiares confines del espacio violeta.
Le resultaba inquietantemente familiar.
Jaulas de almas. Joyeros de almas. Prisiones de espíritus atrapados...
Pronto, unas luces blancas y etéreas empezaron a arremolinarse alrededor de Judith, uniéndose gradualmente en una estructura en forma de celosía que la atrapó. En las profundidades del inframundo, donde descansaban las almas de los condenados, Judith se aferró a una última y desesperada súplica: debía buscar la redención de sus pecados.
Ahora, plenamente consciente de los orígenes de su predicamento, Judith reconoció que si ella era realmente la catalizadora de este pecado original, cargaba con el peso de la responsabilidad de sus consecuencias de largo alcance.
"Ahora que lo pienso, hay un hechizo interesante para cambiar el destino en los viejos libros de nuestro reino de Solem que vi cuando era niña. No es uno que pueda usar realmente ahora, ya que hace tiempo que se perdió y sólo sobrevive en registros incompletos, pero ¿te gustaría oírlo para aburrirte?".
Por alguna razón, justo antes de quedar completamente atrapada en la rejilla de luz, sólo hubo una magia que le vino a la mente en aquel momento desesperado. Judith lanzó su último hechizo, arriesgando su alma.
Y Judith Kamulita abrió los ojos como Arbella Leon Kamulita.
***
"¡Primera Princesa!"
Me desperté sobresaltada, con un hormigueo en todo el cuerpo, como si hubiera caído en un río helado.
"¿Ya estás despierta? ¡Rápido, rápido, túnicas imperiales...!"
Cuando la conciencia volvió a inundar mi ser, inspiré agitadamente como si me liberara de una barrera asfixiante. Casi de inmediato, la familiar voz de Marina perforó mis tímpanos, como si la hubiera estado anticipando todo el tiempo.
¿Dónde estoy? ¿Y quién soy ahora?
jadeé, con los ojos muy abiertos al no poder comprender inmediatamente la realidad de mi situación.
Me sentía como si acabara de despertar de un sueño muy largo. Pero era un sueño muy extraño.
Un sueño en el que yo no era yo. Un sueño en el que yo era otra persona...
Y cuando por fin me di cuenta de que no era sólo un sueño, casi dejé escapar un grito de mis labios.
Ey, estoy de vuelta ----> Si te gusta mi trabajo, puedes apoyarme comprándome un café o una donación. Ya tu sabes, no te exijo, es de tu bobo aportar o no, no te exijo :p
0 Comentarios
Deja tu comentario p'