La Princesa Monstruosa 141
Las Dos Princesas (20)
Los ojos dorados abatidos eran demasiado frÃos para soportar la luz del sol.
Judith pensó que era curioso cómo se comportaba la gente. Que montasen en cólera al menor insulto y, sin embargo, esperasen tanta bondad y sacrificio incondicionales de los demás.
Sin embargo, todo aquello no era más que una invención, una mera ilusión derivada de viejos cuentos.
Judith era muy consciente de que era precisamente esta ilusión la que hacÃa que sus piedras mágicas de vÃdeo volaran de las estanterÃas estos dÃas.
"Una doncella buena y hermosa".
'Una pobre y lastimosa muchacha con una infancia infeliz.'
"¡Entiende nuestros corazones mejor que nadie!
No podÃa evitar preguntarse cuántos de estos individuos conocÃan realmente a la verdadera Judith.
La medio princesa que vivÃa en lo más bajo de su clase social, repelida por aquellos que caprichosamente decÃan comprenderla y la abrazaban como amiga. También la desilusionaban quienes comercializaban y se lucraban con esas narrativas, asà como quienes las consumÃan ávidamente.
"Judith, ¿qué te trae hoy por aqu� ¿También te dedicas a obras de caridad?".
En ese momento, una voz penetrante atravesó los oÃdos de Judith, incitándola a levantar la mirada.
Ante ella habÃa una muchacha de pelo rosa y ojos oscuros, con expresión descontenta.
Era la Tercera Princesa, Liliana, que acababa de pasar por delante de ella, la vio y le habló. Detrás de ella, una larga fila de asistentes la saludaba.
"Saludos, Cuarta Princesa. Que las bendiciones de Kamulita sean contigo, y que la luz del Imperio brille sin lÃmites..."
"Eh, olvÃdalo, ¿por qué la saludas asÃ?"
Era la cortesÃa habitual de la realeza, pero Liliana resopló e interrumpió a la comitiva a mitad del saludo. Luego se cruzó de brazos con altivez y miró a Judith.
"No es que aquà sólo haya un orfanato, y estáis siendo molestos por solaparos. ¿Quién fijó este horario para hoy?".
"Fui yo".
"Estúpido. Debes arrodillarte frente a la puerta hasta que yo salga".
El asistente se sonrojó ante las órdenes de Liliana.
Arrodillarse en la puerta del orfanato, donde entraba y salÃa todo tipo de gente, era un acto abiertamente humillante. Todos los asistentes reales eran nobles y no merecÃan ser tratados asÃ.
Sin embargo, el individuo habÃa ofendido a un miembro de la familia Blanca, la familia a la que pertenecÃa la Tercera Princesa Liliana, asà como su madre, la Primera Reina Flora, que siempre se habÃa dejado llevar por la influencia de Liliana. Era cierto que el castigo del asistente era relativamente leve teniendo en cuenta el temperamento de Liliana. Por eso, la asistente sólo pudo apretar los dientes, incapaz de pronunciar palabra.
"Es divertido que te centres en la caridad, de verdad. Parece que fue ayer cuando estabas en peor estado que estos mendigos y, sin embargo, el mundo se ha vuelto milagrosamente a tu favor, ¿verdad?".
se burló Liliana, mirando a Judith.
"De todos modos, este orfanato es mÃo a partir de ahora, asà que puedes largarte. No quiero compartir el mismo aire que tú, ni siquiera un segundo. Me siento contaminada con sólo tenerte en mi presencia".
Sus palabras eran audaces y exigentes, como si hubiera venido al orfanato no para una obra de caridad, sino como si estuviera en su propia villa de lujo.
Al igual que el Segundo PrÃncipe, Lloyd, la Tercera Princesa, Liliana, tenÃa la misma edad que Judith, y las dos habÃan sido una espina en el costado de Judith desde la infancia. Aunque normalmente era la Segunda Princesa, Cloe, quien iniciaba los ataques contra Judith en su presencia, con el tiempo cesó en sus maltratos. Con la protección de la princesa Arbella, los demás hermanastros también se abstuvieron de acosar fÃsicamente a Judith.
Sin embargo, el Segundo PrÃncipe Lloyd y la Tercera Princesa Liliana lanzaban de vez en cuando sutiles jabs verbales, lanzando comentarios despectivos con el rabillo del ojo, especialmente ahora que el creciente estatus de Judith parecÃa avivar su resentimiento. No era de extrañar, pues cuanto más la despreciaban, más sensación de superioridad sentÃan.
Cuando la gente del orfanato y el séquito de Judith empezaron a reunirse, intrigados por la noticia de la llegada de Liliana, Judith observó la escena con una sonrisa en la cara, a pesar de su irritación por la groserÃa de Liliana.
"Muy bien, Liliana. De todas formas ya casi habÃa terminado con mis asuntos aquÃ, asà que te cedo el escenario".
"¡Cómo te atreves...!"
Liliana se esforzaba por aceptar el hecho de que Judith, que normalmente se dirigÃa a ella con condescendencia, le hablara ahora de igual a igual. Judith era muy consciente de ello y se deleitaba provocándola en silencio.
Liliana, sin embargo, parecÃa ser consciente de las miradas que recibÃa, asà que no dijo más. Además, sabÃa que Judith no era tan fácil como parecÃa. De todas las princesas y prÃncipes, Arbella era la única que trataba a Judith como a un animalito frágil y adorable.
Liliana lanzó una mirada venenosa a Judith, con los dientes rechinándole, antes de girar bruscamente sobre sus talones y entrar furiosa en el edificio del orfanato. Las personas que habÃan sido empujadas a su paso tropezaron, recuperando el equilibrio.
"Ugh, eso fue aterrador. Cuarta Princesa, ¿estás bien?"
"Estoy bien."
Los ayudantes de Judith se apresuraron a acercarse. Judith cerró el arrugado libro de cuentos de hadas y rió suavemente, haciendo que la gente chasqueara la lengua.
"Siempre he oÃdo que los miembros de la Familia Blanca son bondadosos y virtuosos, pero la Tercera Princesa no parece encajar en esa descripción...".
"Liliana no es mala persona, sólo tiene algo contra mÃ, por eso está tan enfadada".
"No. ¿Qué podrÃa haber hecho mal la Cuarta Princesa?".
Judith sonrió satisfecha y se levantó de su asiento.
"Si no le importa, espere aquà un momento. Me gustarÃa despedirme de los niños antes de irme".
"Por supuesto, tómese su tiempo".
Mientras Judith se dirigÃa hacia el edificio del orfanato, pudo oÃr a la gente comentar lo amable y angelical que era la Cuarta Princesa. Una vez dentro, protegida de la luz del sol, una sonrisa genuina adornó el rostro de Judith.
Al poco de entrar, oyó a Liliana refunfuñar mientras la Tercera Princesa terminaba de intercambiar cumplidos con el director del orfanato.
"Qué asco. ¿Qué se supone que tengo que hacer con esos mocosos? Me sentaré en una habitación y me relajaré, mientras vosotros os ocupáis de ellos en mi lugar".
"Aun asÃ, Tercera Princesa, si vas a dar regalos a los niños, al menos colócalos correctamente en las piedras mágicas..."
"¡Cállate! ¿Has visto cómo se han comportado? ¡Ignorándome por completo! ¿De verdad esperas que ponga una sonrisa falsa y actúe amistosamente con esos mocosos ignorantes? Es un insulto a mi orgullo".
La ira de Liliana parecÃa intensificarse aún más en comparación con cuando se habÃa encontrado con Judith antes. Al momento siguiente, Judith se dio cuenta de la razón que habÃa detrás.
"¿Por qué están las piedras mágicas de vÃdeo de Judith por todas partes estos dÃas? Son todos vÃdeos nauseabundos de ella fingiendo ser simpática e inocente. Es tan molesto!"
Al parecer, Liliana acababa de entrar en una habitación llena de niños que veÃan los vÃdeos de encantos de Judith, y eso la habÃa ofendido. Sorprendentemente, Judith estaba de acuerdo con el sentimiento de Liliana, ya que ella misma habÃa sentido el impulso de destrozar su propia imagen al ver aquellos vÃdeos.
Sin embargo, el emperador Cedric la habÃa mirado con desaprobación, como si le faltara algo, y rápidamente envió a un nuevo representante para que dictara sus acciones. El mismo representante la habÃa acompañado hoy al orfanato, elaborando una narrativa que la retrataba como una ingenua campesina con nada más que una predecible personalidad angelical.
Sin embargo, sabiendo lo eficaz que habÃa sido esta imagen, Judith no podÃa culpar únicamente al emperador Cedric. Por otra parte, era consciente de que los ojos de la gente estaban puestos en ella, y utilizaba hábilmente su atención en su beneficio. Quejarse no estaba en su naturaleza.
"Además, hoy estáis aquà sólo para captar imágenes de mi visita, ¿verdad? Como mis subordinados, vuestro servicio no es diferente del mÃo. ¿O sólo estáis satisfechos cuando os ensuciáis las manos?"
"N-no."
No habÃa mucha gente que se hubiera disgustado tan fácilmente con las palabras de la princesa.
"Si todos lo entendéis, entonces dejad de hacer tanto ruido y marchaos. Voy a echarme una siesta hasta que sea la hora".
Con eso, Liliana despidió a su séquito y se marchó dando pisotones por el pasillo.
Judith la siguió con paso solitario, de espaldas a la puerta, ligera como una alondra. La clara luz del sol que entraba por las ventanas del pasillo bañó sus manos con su resplandor, y unas cuantas fórmulas mágicas pasaron por su mente.
Los asistentes que iban detrás de Liliana tropezaron y ralentizaron el paso, y luego empezaron a caminar en distintas direcciones, como hipnotizados por algo.
Pero Liliana parecÃa ajena a lo que sucedÃa silenciosamente detrás de ella.
"Qué habitación tan espantosa. ¿Esperas que descanse en esta basura?".
Refunfuñó al llegar a la habitación destinada al descanso.
"Chicas, dejad de perder el tiempo y empezad a limpiar...".
Judith le dio una patada a Liliana en la parte posterior de la rodilla justo cuando iba a girar la cabeza hacia un lado.
¡Kick!
"¡Ack!"
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