La Princesa Monstruosa 124
Las Dos Princesas (3)
Me estaba cansando un poco de la estupidez de mis hermanastros.
Normalmente, nunca habrÃan sacado el tema de Judith delante de mÃ, pero últimamente parecÃan haberme metido en el mismo saco que ellos. Era una gran ilusión, por supuesto.
"¿Qué problema hay en ser descendiente del ahora derrotado reino de Solem...".
"Mis hermanos parecen creer que esto es una especie de residencia imperial".
Su conversación se vio interrumpida por mi interjección. Tomé la palabra, haciendo girar perezosamente la copa de champán que tenÃa en la mano.
"¿Cuántos años lleváis asistiendo a banquetes imperiales y cuántas veces seguÃs pensando que éste es un lugar privado? A menos que puedas bloquear los ojos y los oÃdos de todos los presentes en el banquete, quizá quieras ser un poco más selectivo con lo que hablas".
Lo dije como una sugerencia, pero todo el mundo pareció entender el significado.
Contar la historia de Judith en esta reunión de la realeza sólo servirÃa para proporcionar un sabroso bocado de comida a los que miraban con ojos salivadores. Especialmente hoy en dÃa, cuando habÃa tanta gente sedienta de historias sensacionalistas dirigidas a la realeza.
"Bella, tienes buen paso, sabes que la gente está actuando raro en este momento, ¿verdad?"
Pero bueno, no son mis hermanos, si sabes a lo que me refiero. susurró Liliana, con la voz apagada por la frustración.
"Pensaban que Judith habÃa nacido esclava, y cuando resultó que en realidad tenÃa la sangre del antiguo Reino Mágico, se pasaron un poco con ella".
"Asà es. La gente también está reaccionando de forma extraña. El aspecto destartalado de Judith se está volviendo extrañamente popular al envolverse en una princesa sencilla y simpática."
"Todo lo contrario, algunos de los nobles están diciendo que Judith era en realidad la imperial de sangre más pura, ¿y tú ni siquiera te sientes mal por ella?".
Bueno, me temo que he estado ocupada y no he tenido tiempo de reunirme con ellos aunque estemos en el mismo palacio, pero debo decir que me alegro de que hayan escuchado mis palabras de antes y hayan bajado la voz.
De todos modos, fruncà ligeramente el ceño al escuchar las palabras susurradas de mis hermanos. SabÃa que no lo estaban inventando para provocarme.
Por supuesto, eso no cambiaba el hecho de que yo fuera el miembro de la realeza más querido de Kamulita. Pero Judith era una recién llegada, un cometa en medio de un dÃa por lo demás tranquilo.
Es más, la medio princesa que habÃa nacido esclava, que no se mezclaba con la familia imperial y habÃa sido olvidada en gran medida por el mundo exterior, tenÃa en realidad el linaje más auténtico de todos.
Que creciera hasta convertirse en una princesa tan bella y bondadosa es algo que fascinarÃa a la gente.
El pasado poco convencional de Judith no tardó en granjearle simpatÃas, y su apariencia sin adornos hacÃa que resultara fácil caerle bien.
Sin duda, esto era algo que otros miembros de la realeza, que siempre se habÃan esforzado por ser la envidia de sus súbditos, no podÃan emular.
En otras palabras, Judith se diferenciaba de los demás miembros de la realeza por su forma de apelar a las emociones de la gente.
Cuando Judith empezó a lanzar al mundo sus videopiedras de poder y a hacer apariciones públicas bajo el plan del emperador Cedric, su popularidad se disparó.
Pensé en el futuro que habÃa visto en este lado del mundo. Ciertamente, esta situación me recordaba a lo que habÃa visto en mis sueños.
Pero aun asà me volvà hacia mis hermanos con una sonrisa en la cara.
"Si vais a pasar todo ese tiempo escuchando a los demás, ¿no serÃa mejor que os esforzarais en mejorar vosotros mismos?".
"¡Hermana mayor!"
"¡Hermana mayor!"
Las caras de mis hermanastras se arrugaron como si su orgullo hubiera sido herido por mis palabras.
Sólo Miriam parecÃa divertida. Yo estaba satisfecha de que mi hermanastro no mostrara un comportamiento tan poco digno, asà que le acaricié la nuca sin despeinarle.
"¡Su Alteza la Cuarta Princesa Judith Kamulita está entrando!"
Justo en ese momento, una voz resonó en el salón de baile anunciando la entrada de Judith.
Al igual que los demás prÃncipes y princesas, hacÃa mucho tiempo que no le veÃa la cara. En cualquier otro momento, me habrÃa tendido la mano y me habrÃa preguntado cautelosamente si podÃa acompañarme hoy al banquete de palacio, pero esta vez estaba callada por alguna razón.
Y supe la razón cuando oà el nombre que resonó en la sala del banquete inmediatamente después.
"¡Su Majestad el Emperador Cedric está entrando!"
Las princesas y los prÃncipes que estaban ante mÃ, como gorriones iracundos, giraron la cabeza, con los ojos muy abiertos. Yo tampoco pude evitar fruncir el ceño esta vez.
Unos instantes después, nuestro padre, el emperador Cedric, y Judith aparecieron en el salón de baile. Todos los presentes se quedaron boquiabiertos al ver al Emperador en persona escoltando a Judith.
'No me habÃa dado cuenta de que nuestro viceemperador está en el centro estos dÃas'.
Dejé la copa de champán que tenÃa en la mano y sonreà con frialdad.
Como habÃan dicho las princesas y los prÃncipes, incluida Liliana, el emperador Cedric estaba favoreciendo descaradamente a Judith estos dÃas.
Por supuesto, se habÃa interesado mucho por su hija cuando se habÃa convertido en un ser mágico. Tal vez sintiendo algún tipo de culpa por su hija, a la que ni siquiera habÃa mirado en mucho tiempo, le ofreció algo de apoyo a última hora.
Pero si sólo fuera eso, podrÃa estar seguro de que el Emperador en persona no habrÃa traÃdo a Judith al banquete.
'En cuanto se dio cuenta de que Judith era de la realeza del Reino Mágico de Solem, se sintió obligado a mantenerla a su lado'.
Quién sabe si el emperador Cedric no habÃa pensado en Judith como su única mancha en la esclava, pero descubrir que lo que él creÃa una piedra sin valor era en realidad oro habrÃa sido una agradable sorpresa para él.
Además, los magos del Salón de la Noche Blanca le habÃan asegurado que si Judith era realmente descendiente del Reino de Solem, podrÃa aumentar la cantidad de magia en su cuerpo mediante otro despertar, y el asunto de la lÃnea de sangre, que habÃa sido su mayor defecto hasta ahora, habÃa quedado resuelto.
Asà que el emperador Cedric parecÃa enorgullecerse enfermizamente de no haberse equivocado al elegir a la madre de Judith.
Todo el asunto me resultaba, francamente, hilarante.
Por supuesto, no sé lo que Judith piensa de ello, pero tal vez esté encantada con el casi recién descubierto afecto paternal.
De todos modos, la popularidad de Judith habÃa explotado en el mundo exterior, y ahora que el emperador Cedric era visto casi exclusivamente con ella estos dÃas, la gente cotilleaba sobre ello.
Diablos, incluso algunos de los nombramientos oficiales que normalmente estaban reservados para mà se los daban a Judith, y ella los manejaba con aplomo.
Pero eso no significa que estuviera celosa de Judith como mis otros hermanos.
Si me preguntaban si me arrepentÃa de haberle dado el collar de Judith a Levantheon... Bueno, eso era difÃcil de decir con seguridad, pero en cualquier caso, miré a Judith y al emperador Cedric, que entró en el salón de baile con una sonrisa formal en la cara.
"Bienvenidos al banquete de esta noche. Espero que lo paséis bien".
Tras un breve brindis del Emperador, la fiesta empezó en serio.
El Emperador no sólo habÃa traÃdo él mismo a Judith al banquete, sino que la habÃa mantenido a su lado mientras recibÃa los saludos de los nobles.
No era como si se preocupara por su hija, que habÃa encontrado su lugar tan tarde en la vida, y quisiera facilitarle la integración en la sociedad noble, sino más bien como si fuera un adorno raro, y él fuera el único que se emocionaba al verla.
Por supuesto, si Judith estaba contenta de estar allÃ, no me correspondÃa interferir. Pero su rostro era tan inexpresivo que me pregunté si ésta era la Judith que yo conocÃa, y entonces su mirada se desvió un momento hacia otra parte.
Fijó la vista en la entrada del salón de baile, estremeciéndose lo suficiente como para que el emperador Cedric, que estaba a su lado, la mirara. Seguà la mirada de Judith hasta donde estaba Killian Bernhardt, que al parecer habÃa llegado un poco tarde.
"Padre".
"Oh, Primera Princesa. Veo que el Tercer PrÃncipe está contigo".
Mientras Miriam y yo nos acercábamos, Judith, que habÃa estado mirando en una dirección, con los ojos hundidos en sus pensamientos, giró la cabeza hacia mÃ.
"¿Te lo estás pasando bien?"
"SÃ, el licor en el salón de baile es dulce hoy".
Intercambié un breve saludo con el Emperador y luego me volvà hacia Judith con una sonrisa de satisfacción.
De nuevo, de cerca, no habÃa sangre en su rostro, pero esta vez su mirada estaba fija en mi espalda. Entrecerré los ojos y me di cuenta de que Gerard estaba allÃ.
"Nos alegramos de que te diviertas. Por cierto, hay alguien que me gustarÃa presentarle a Judith, ¿puedo llevarla ahora?".
"¿Ahora?"
Emperador Cedric miró a Judith con incredulidad.
Al oÃr su nombre, Judith volvió a mirarme, con el rostro aún más pálido que antes. Me pregunté si el Emperador la habÃa sacado a rastras cuando no se sentÃa bien. De hecho, las palabras decÃan que querÃa presentar a alguien, pero quién no sabe que yo sólo estaba rodeado para sacar a Judith de este lugar agitado.
"No."
Para mi sorpresa, Judith fue la primera en declinar mi oferta.
"Aprecio lo que dice, Primera Princesa, pero quiero quedarme al lado de Padre un rato más".
Las primeras palabras de rechazo que escuché de Judith me hicieron reflexionar.
Busqué el rostro de Judith, pero bajó la mirada, evitando el contacto visual conmigo.
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