La Princesa Monstruosa 110
¿Por qué has venido a mi casa? (4)
TenÃa una expresión muy sombrÃa. Hasta la última vez que la habÃa visto, Mirayu habÃa sido una de las solemitas que más rápido se habÃa adaptado a la situación actual y parecÃa haber recuperado la sensación de paz, pero ahora estaba pálida, como si la hubiera atacado una nueva enfermedad.
Al parecer, no era tan difÃcil abrir una grieta como habÃan dicho antes los otros magos.
"¿Ya estás bien?"
"Me recostaré un poco más".
"Está bien, no te preocupes".
Observé con ojos frÃos cómo los magos del Reino de Solem se acurrucaban entre ellos, susurrándose en voz baja.
Rodeaban a Mirayu, que acababa de salir de la habitación, comprobando su bienestar antes de girar la cabeza en mi dirección y lanzarme miradas acusadoras, como si no supieran quién era el villano y quién la vÃctima.
Incliné la cabeza y las comisuras de los labios en un ángulo rÃgido y me encontré de frente con las miradas de los magos, sin evitarlas.
No se dan cuenta de lo mucho que les estoy ayudando en este momento.
Di un lento golpecito en el reposabrazos de mi silla mientras apartaba la mirada de los magos del Reino de Solem y pensaba para mis adentros.
"Si hubiera sabido que venÃa la Primera Princesa, me habrÃa levantado antes".
Pero Mirayu fue la mejor del grupo. Me miró y se inclinó cortésmente.
"Te pido disculpas si Kacha fue grosero contigo mientras estuve fuera".
"Ciertamente fue grosero, pero hoy no me he ofendido".
Desde luego, hoy era un poco más indulgente, y como si lo percibiera, Mireiyu separó los labios fruncidos para mirarme a la cara.
"¿Te importa si te pregunto de qué estabas hablando?".
"Le estaba animando a probar magia al azar delante de ti".
"¿Te importa si lo hago yo en lugar de Kacha?".
"Claro, inténtalo".
Mirayu aceptó mi permiso e hizo su movimiento.
La sensación de incomodidad que habÃa sentido hacÃa un momento volvió a recorrer mi espina dorsal cuando otro cÃrculo mágico inusual apareció de la nada.
Dio vueltas como una lengua en mi boca, por extraño que parezca, y entonces un ataque bastante afilado vino volando hacia mÃ, que fue rápidamente destrozado por mi magia protectora.
Los magos contuvieron la respiración, nerviosos, pero Mirayu tenÃa una mirada naturalmente virtuosa, como si estuviera haciendo exactamente lo que le habÃan ordenado.
En lugar de castigar a Mirayu por atreverse a disparar magia ofensiva delante de mÃ, volvà a ordenarle.
"Hazlo una vez más".
Al oÃr mis palabras, Mirayu volvió a usar su magia. Mientras tanto, centré mi atención en el poder mágico de Mirayu.
Mirayu tenÃa un hÃgado grande, asà que esta vez usó magia ofensiva. Percibà que intentaba aprovechar la oportunidad para atacar cuando yo se lo permitiera.
Pronto, la fórmula se desvaneció y la magia dejó de moverse. Me quedé quieto un momento, observando a Mirayu, antes de volver a hablar.
"Una vez más".
Lo repetà unas cuantas veces más, y la cara de Mirayu empezó a volverse cada vez más blanca.
"Una vez más".
"¡Primera Princesa! Mirayu está muy cansada ahora mismo, con las secuelas de usar tanta magia seguida. Por favor, que lo haga otro".
En ese momento, el mago que antes parecÃa preocupado por el estado de Mirayu gritó.
Esta vez, sus ojos se dirigieron a mà como si estuviera mirando a un villano.
"Entonces hazlo tú. ¿No era eso lo que te pedà que hicieras en primer lugar?".
Esta vez, estaba realmente molesto y habló con voz frÃa. Al ver mi cara, que parecÃa realmente molesta a diferencia de antes, el mago de pelo verde oscuro se acercó a mà en silencio esta vez.
"Ah, antes de usar tu magia, dame la mano como antes".
Como antes, el mago se puso rÃgido. Pero pensó que era un sacrificio por sus compañeros, asà que se mordió el labio con fuerza y me tendió la mano.
¡Paat!
Esta vez, mientras el cÃrculo mágico se elevaba, me fijé personalmente en el cuerpo del mago que lo habÃa lanzado para ver cómo se movÃa. En el momento en que mi magia entró, el mago de pelo verde oscuro se estremeció, sonrojándose al rojo vivo como antes. Pero esta vez, no escapó de mi mano.
Después de un momento, canté con incredulidad.
"¿No usáis la magia de vuestros cuerpos cuando usáis magia?".
Acabo de comprobarlo, el poder mágico de sus cuerpos no se movÃa en el momento en que usaban la magia. Esto era muy inusual, y nunca habÃa visto esto antes, al menos no en mi vida.
"Que quieres decir..."
pregunté, pero los magos del reino de Solem se limitaron a mirarme confusos.
Sus rostros perplejos me miraron en busca de una respuesta, pero no me molesté en explicárselo.
Llevan toda la vida viviendo asà y no reconocen nada raro, asà que ¿de dónde viene la magia que utilizan?
Mis ojos se entrecerraron por sà solos mientras reflexionaba. Mirayu, que habÃa estado estudiando mi rostro, abrió la boca con cautela, con mejor cara que antes.
"Ahora que lo pienso, no he tenido ocasión de preguntar, ¿algo de lo que he hecho hoy ha sido útil para la Primera Princesa?".
Se referÃa a las fisuras que se habÃan formado sobre la finca de los Graham.
"Ha sido bastante divertido".
Mirayu pareció aliviada cuando afirmé, y luego añadió en voz baja, con un tono más cauteloso que hacÃa un momento.
"¿Te importa si le hago una pregunta a la Primera Princesa? ¿Cómo está Lakhan... cómo está ahora?".
Era una pregunta bastante amplia y la expresión de su cara al hacerla era de emociones encontradas.
"¿Cómo quieres que esté?"
le pregunté a Mirayu, apoyando la cabeza en las manos como cuando llegué aquÃ, pero ella permaneció callada y no respondió a mi pregunta.
"Supongo que estás preocupada. Ya lo creo. No quieres que tu compañero muera, y no quieres que lo torturen vivo y se chive".
Las expresiones de los rostros de los magos del Reino de Solem se volvieron feroces mientras me miraban fijamente como diciendo: "¿Cómo puedes decir semejante cosa?".
Yo era quien habÃa arrojado personalmente a ese hombre, Lakhan, a las mazmorras imperiales y, por supuesto, era quien les hacÃa sentirse pequeños.
"No sé por qué me miras asà cuando fuiste tú quien me tocó cuando estaba quieto".
"¿Acaso la Primera Princesa no siente pena por la Cuarta Princesa?"
En ese momento, Mirayu me habló de repente, como si no pudiera contener las emociones que la embargaban.
Tal vez fuera la frustración de la situación, pero entonces se sobresaltó al oÃr mis palabras. Pareció arrepentirse un poco de sus palabras. Pero entonces, como si pensara que no podÃa decirlo de todos modos, Mirayu me miró.
"¿Por qué estamos hablando de Judith aqu�".
"Porque ya que estamos, estamos retrasando el momento en que se revele la verdadera identidad de la Cuarta Princesa, y si Lakhan, que está retenido por la corte imperial, no aguanta más y habla de la Cuarta Princesa, podrÃa meterse en problemas también...".
Era un sofisma de sofismas.
"Qué ridiculez, ¿asà que todo es culpa mÃa?".
Levanté las comisuras de los labios para mirar con desprecio a Mirayu y a los demás magos del Reino de Solem que tenÃa delante.
"Si no hubieras decidido utilizar esa causa insignificante como excusa para utilizar y secuestrar a una persona inocente en primer lugar, ¿estarÃa pasando algo de esto ahora? Tú te lo buscaste todo, ¿asà que de dónde sacas la culpa descaradamente?".
Lo que Mirayu ha dicho hoy es lo más ridÃculo que he oÃdo nunca.
"Pensé que eras al menos algo inteligible, pero no me di cuenta de que estabas pensando esto en tu corazón".
No querÃa lidiar más con ellos, asà que me levanté de mi asiento.
"Primera Princesa, no quiero decir que...".
Mirayu se lamió los labios con una cara que decÃa que se habÃa equivocado. Sin embargo, no me molesté en escuchar y salà de la habitación.
***
"Marina, déjame preguntarte algo sin rodeos. ¿Eres por casualidad una persona del marqués Graham?"
"¿Qué? ¡De ninguna manera!"
Cuando regresé al palacio, fui a la habitación de Marina.
Ella pareció estupefacta por un momento, como si no supiera lo que habÃa oÃdo, pero luego se puso en pie de un salto.
TenÃa los ojos muy abiertos, como si acabara de oÃr algo escandaloso, pero no creà que me estuviera mintiendo.
La miré con calma y continué.
"Tal vez entraste en mi palacio con esa intención, si no ahora, al principio".
Pensé que al menos era algo posible. Marina se apresuró a arrodillarse ante mÃ.
"No sé cómo has llegado a tener semejante malentendido, pero te juro que no he venido con intención de hacer daño a la Primera Princesa, pero hubo un tiempo -hace mucho tiempo- en que hubo breves intercambios entre mi familia y la del marqués Graham, pero de eso hace mucho tiempo, y se cortó cuando mi padre abdicó de su tÃtulo."
Se volvió hacia mà suplicante.
"Sólo no lo mencioné porque fue mucho antes de entrar en palacio, pero nunca he albergado segundas intenciones ni he servido falsamente a la Primera Princesa desde entonces, lo juro".
"Levántate, no he sacado esto para ponerte de rodillas".
Tiré de Marina para ponerla en pie y la senté de nuevo en su silla.
"Déjame preguntarte una cosa más, Marina".
Entonces le pregunté algo diferente esta vez.
"Te sorprendió ver una muñeca de pelo castaño y ojos azules en el salón del Conde Cannon el otro dÃa. ¿Qué pasa con eso? En realidad, hoy he visto algo muy parecido en la finca Graham".
Antes de que pudiera terminar, la cara de Marina se puso blanca.
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