La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 71
"..."
"Fue el Conde quien enseñó a mi madre a contactar con la Parca. También fue él quien llevó el veneno y la nota a la habitación de mi madre e hizo que padre perdiera la fe en ella..."
Gerald estaba demasiado enfadado para seguir hablando.
Dejó escapar un suspiro tembloroso. Luego añadió a duras penas las últimas palabras.
"Fue él".
"..."
"Ciella, he oÃdo que tú y el conde Lindel buscabais una forma de vencer a Essit. "
Gerald inclinó la cabeza hacia atrás. Sus ojos rojos ardÃan de venganza.
"Ayúdame a mà también. Haré lo que me digas".
"... Bueno,"
dije, deliberadamente vago.
"Sea cual sea el proceso, fui yo quien hizo que tu madre fuera asÃ. ¿No me odias tanto como odias a Essit?".
El fuego de sus ojos tembló.
Gerald bajó la mirada, evitando mis ojos. Se quedó inmóvil un momento. Sujetándose los ojos con los brazos, murmuró.
"Si no te odiara, estarÃa mintiendo".
"..."
"Pero lo entiendo. Intento comprender... Y no me corresponde decirte más de lo que ya te he dicho".
La voz era hermética.
SÃ, sinceramente, era increÃble que no me hubiera pedido que ayudara a su madre.
Si me lo hubiera pedido, lo habrÃa desenterrado sin piedad del registro familiar. Porque habrÃa significado que no pensó ni por un segundo en el dolor por el que pasé.
"Ayúdame. Te lo suplico. Nunca te arrastraré ni te defraudaré".
"¿Qué puedes hacer?"
Gerald se sobresaltó por las duras palabras.
No hice esa pregunta para ser sarcástica. Continué con calma.
"No puedo confiarle el funcionamiento interno de la familia. Los vasallos lo tomarán y lo defenderán. Los demás ya han hecho el trabajo de investigar los movimientos externos de los Essit. Entonces sólo queda una cosa por hacer. "
"... infiltrarse en el interior."
"SÃ. ¿Puedes hacerlo?"
Gerald se quedó en silencio. Se dio cuenta de lo que estaba hablando.
No tenÃa mucho tiempo para preocuparse. Dijo sombrÃamente.
"Tengo que hacerlo".
"Piénsalo. Básicamente dirán cosas malas de ti, y si las cosas no salen como yo quiero, puede que no sea capaz de sacarte. PodrÃais morir juntos".
"No te preocupes. Estoy preparado para eso".
Miré a Gerald.
Y suspiré levemente ante la inquebrantable sinceridad de sus ojos.
"Haré correr el rumor de que fui yo quien preparó el veneno y la nota para alimentar el pecado de tu madre".
"¿Qué? ¿Por qué harÃas eso?"
"Asà tendrás una justificación para vengarte de mÃ".
Gerald se quedó helado.
Hmm. No sé si puede hacerlo con un corazón tan blando.
Pero, siendo los animales que son las personas, decidà jugar la mano de Gerald.
"Ve a Essit y diles que Isabella va a morir por mi culpa, que el apellido de tu familia te fue arrebatado asà como tu posición de sucesor. Haz que tu objetivo en la vida sea doblegar a los Lavirin".
"..."
"Te haré un documento que parezca un secreto de familia. Llévaselo y te creerán hasta cierto punto".
Los ojos de Gerald temblaron. Una mirada conflictiva, preguntándose si realmente tenÃa que llegar tan lejos.
Pero no me dijo que no podÃa. Seguà hablando.
"Te quitaré el apellido Lavirins hasta que el trabajo esté hecho. Trátame como si me odiaras en público. Yo también te trataré asÃ".
"... eso es un poco desgarrador."
"No puedes pretender ser amigable conmigo".
"Lo sé."
Gerald soltó una risita. Sentà un cosquilleo en la garganta sin motivo al verlo y tragué saliva seca.
Preguntó torpemente.
"¿Puedo preguntarte una cosa más?"
"¿Qué?
"Quiero que mi madre siga viva hasta que vuelva a conseguir el nombre de Lavirins".
Iba a hacerlo aunque no me lo pidiera. Si mataba a Isabella demasiado pronto, perderÃa la fuerza motriz de Gerald.
Asentà con la cabeza.
"No te preocupes".
"Gracias".
Gerald sonrió de forma poco natural.
Ese fue el final de nuestra reunión secreta de ese dÃa.
***
Al cabo de un tiempo, circularon extraños rumores por la mansión de los Lavirin. El veneno encontrado en la habitación de Isabella habÃa sido traÃdo por mÃ, y yo habÃa creado el secuestro para que tuviera éxito.
"¿No es una locura?"
May se enfadó al oÃr el rumor. Igual que la mayorÃa de mis jefes y criados. Pero sólo uno, Gerald, era diferente.
"¿Es verdad? ... ¿Tú hiciste eso?"
"No seas ridÃculo. Tú también lo oÃste, ¿verdad? Tu madre confesó".
"Pero... Es curioso ahora que lo pienso. Cuánto os querÃa mi madre a ti y a tu padre. ¿No tuvisteis algunas circunstancias en aquel momento?".
Con el trasfondo de su dolor por la pérdida de su madre, empezó a fingir que estaba loco de remate.
"O... la amenazaste".
"Joven maestro, ¿de qué demonios estás hablando?"
"¡Cómo puede alguien ser tan desagradecido! Por eso dije que te deshicieras de él ahora mismo!".
"Dime, Ciella, ¿no lo hiciste realmente?"
Se enfadó como si le hubiera dado un ataque, diciendo que su madre parecÃa haber sido arrastrada injustamente por mi culpa. Entonces, un dÃa, en mitad de la noche, huyó.
Al dÃa siguiente, lo encontraron en la residencia del conde Essit.
Envié una carta al Conde Essit.
Pido disculpas por las molestias que le he causado por los escándalos dentro de la familia.
Pido la extradición de Gerald.
Luego vino una breve respuesta.
La familia ha aceptado la petición de protección personal del joven maestro. Me niego.
Poco después, circularon rumores de que Gerald habÃa ido a Essit para vengar la muerte de su madre e incluso habÃa robado los secretos de los Lavirin.
"¡Indignante!"
"¡Después de toda la piedad que le habÃan mostrado el marqués y la señora! ¿Quieres decir que ese era un humano?"
"¡Debemos ir allà de inmediato y despedazarlo hasta la muerte!"
La indignante situación enfureció a la gente de los Lavirin. QuerÃan a Gerald fuera de la familia aunque no pudieran hacerle daño fÃsico.
Al final, el apellido Lavirins le fue arrebatado a Gerald.
"...asà que envié a Gerald."
Compartà con el conde Lindel el plan que Gerald habÃa trazado. Era porque él era el que estaba más enfadado con el comportamiento de Gerald.
"Fue asÃ..."
El conde asintió, su enfado por fin aplacado. Luego preguntó con ansiedad.
"La sangre de carne y hueso no es mejor que el agua frente al poder. ¿Le crees, jovencita?"
"SÃ, le creo".
Incliné suavemente los ojos.
Todo lo que Gerald querÃa era la caÃda y muerte del Conde Essit.
Yo era la única que podÃa dárselo, que no tenÃa nada.
Asà que Gerald no podÃa traicionarme.
Durante un tiempo, Gerald dejó entrever que le iba bien con sólo una nota en blanco.
Pero con el tiempo se volvió más audaz.
No sólo escribió largos saludos de seguridad en clave, sino que también escribió y envió una retahÃla de información detallada sobre el tipo de negocio, el tamaño, los compañeros y otros detalles de Essit.
Se trataba de información que no podrÃa haber obtenido el Grupo de Manipulación del Amor de Ciel por sà solo.
Hice un plan para golpear Essit, mientras que la recopilación de esta información. Al mismo tiempo, hice los preparativos para la sucesión del Marqués.
Pasó el tiempo mientras el caso se movÃa.
En medio de este caos, me convertà en el Pequeño Marqués Lavirins.
Conde Essit, conocido como un destacado empresario, en realidad no es un hombre de negocios, sino un mero estafador con suerte.
Utilizando el "estalot", que conoció por casualidad hace 30 años, el Conde ha estado robando las obras de artistas plebeyos pobres y ofreciéndoselas a la nobleza, ganando asà dinero y conexiones.
El "estalot" es el nombre de una rara hierba medicinal que tiene el peligroso efecto de hacer que el usuario pierda el control de su mente, permitiéndole usarla a voluntad.
Un efecto secundario es un corazón que late rápidamente...
Debido a estos peligros, el imperio prohibió el "estalot". Estaba prohibido tomarlo o incluso cultivarlo.
Sin embargo, el conde Essit conoció por casualidad al barón Alfred, que habÃa infringido la ley y cultivado estalot en secreto 30 años antes, y tras obligar en secreto a un grupo de prometedores artistas plebeyos a beber el estalot...
Se llevaba sus obras a bajo precio mientras estaban inconscientes y las volvÃa a vender a un precio más alto o las utilizaba para evadir impuestos...
Después de adquirir el tÃtulo de caballero con la riqueza asà acumulada, se acercó deliberadamente al marqués Lavirins para ampliar sus negocios-.
Toc, toc.
Alguien llamó en silencio.
Gerald, que habÃa estado escribiendo una carta a Ciella para evitar las miradas de la gente, detuvo la pluma.
Mientras desdoblaba el libro que tenÃa a su lado y lo ocultaba con naturalidad, entró un criado de Essit.
"El conde te llama. Váyase".
Era un lenguaje completamente informal.
Sin embargo, Gerald no fue impugnado.
Porque mientras el nombre de Lavirins no existiera, él era un plebeyo, al igual que los sirvientes.
Como plebeyo, era inusual para él tener una habitación privada.
"Comprendo".
QuerÃa terminar lo que habÃa usado, pero no podÃa presionar la llamada del conde.
Gerald metió la carta en una ranura que habÃa cavado secretamente en el escritorio para que, si registraban la habitación cuando él no estuviera, no la encontraran.
Luego siguió al criado.
Acababa de llegar al despacho del conde Essit.
"¿Qué crees de ese bastardo, padre?"
Una voz enfadada de Duval llegó desde el interior.
Era el único al que Duval podÃa llamar asÃ.
Duval se habÃa sentido inferior y odiaba todo lo relacionado con Lavirins desde que Ciella se habÃa convertido en marqués menor.
Gerald escuchó su conversación. Duval tomó la palabra.
"Ese bastardo podrÃa ser un espÃa de Lavirins, ¿no?"
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