La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 72
"No sé cuántas veces tengo que oÃr eso ya. La investigación aún no ha terminado. Los Lavirin recibieron un gran golpe por los documentos que trajo Gerald".
"Pero..."
"Incluso fue expulsado de Lavirins por ello. Si realmente es un espÃa, ¿qué se gana pasando por todo eso? Si fueras tú, ¿querrÃas que te quitaran el apellido de Essit y entrar en la prisión de Lavirins?".
"... No, pero-"
"Para. A menos que tenga pruebas, pare".
El conde cortó de una vez por todas la queja, que iba a prolongarse durante largo rato.
Gerald, que habÃa estado escuchando a escondidas la conversación del ricachón, se rió para sus adentros. SentÃa que podÃa saber qué expresión tenÃa Duval en el rostro sin mirarlo.
Por primera vez en mucho tiempo, Duval dijo lo correcto, pero cuando llegó el momento de que el conde le creyera, le hizo mucha gracia.
En ese momento, la puerta de su despacho se abrió de golpe.
Duval, con el ceño fruncido, sostenÃa el pomo de la puerta, y el inexpresivo conde Essit estaba sentado en el escritorio detrás de él.
El conde abrió la boca secamente.
"Bienvenido. ¿Sabe algo del negocio de inversiones a vida o muerte de Ciella Lavirins?".
"Y del padre también. Puede confiar en los ricos Luminous, asà que ¿por qué querrÃa Ciella apostar su vida o su muerte? Seguro que habla sin escuchar atentamente en alguna parte".
Duval, a quien Gerald le caÃa mal, se volvió brusco. Gerald habló en voz baja, sin mirar a Duval mientras lo hacÃa.
"Aunque tuvo la suerte de convertirse en marquesa menor, sólo fue gracias a los sucios trucos del oficio. DebÃa de estar ansiosa porque no recibÃa el reconocimiento de sus vasallos".
"¿He oÃdo que el conde Lindel, que es el más ruidoso de los vasallos, está a favor de Ciella?".
"El carácter del Conde es tal que no la apoyarÃa sin una razón. El carácter de Ciella es débil y fácilmente manipulable, y él simplemente intenta hacerse con el poder a sus espaldas."
"¿Su carácter es débil?"
Duval, que habÃa sido debidamente golpeado por Ciella, dijo algo más.
Gerald habrÃa estado de acuerdo, pero no tuvo valor para demostrarlo. En cualquier caso, el rumor público tenÃa razón sobre la blandura.
El conde Essit, a quien no le interesaba si Ciella era débil o no, hizo la pregunta principal.
"¿Qué pretende hacer Ciella?".
"Es un negocio minero".
Contestó rápidamente Gerald.
"Ya sabes que el Cuervo, conocido como una impureza en las minas, era el material central de los pergaminos".
"Hmmm".
"Ciella se aprovechó del grupo de mercaderes Luminous y compró todo el Cuervo a bajo precio. En el proceso, adquirió una de las minas abandonadas, donde se descubrió una piedra preciosa."
"¿Qué es?"
"Aún no tiene nombre. Ciella fue la primera en descubrirla".
Los ojos del conde Essit se entrecerraron ante la mención de una joya que nunca antes habÃa existido.
Gerald continuó tranquilamente su explicación.
"Después de comprobarlo, se encontró la misma piedra preciosa en otra mina abandonada cercana. Dicen que tiene un color similar al de un rubÃ, pero más llamativo y fuerte, y que brilla por sà sola cuando se coloca en un lugar oscuro."
"Ho."
"Ciella intenta ahora comprar la mina abandonada manteniendo en secreto la identidad de la gema".
"Creo que deberÃas comprar esa mina abandonada, padre".
Como si lo hubiera estado esperando, Duval interrumpió.
"Seguro que cobraremos un precio más alto que Ciella".
"¿Sabe cuánto se utilizará?".
A diferencia de una subasta, donde se podÃa revisar el precio tantas veces como se quisiera, en una operación minera sólo se podÃa utilizar el precio una vez.
Era un problema utilizarlo más bajo que la otra parte, y una pérdida utilizarlo demasiado alto.
En resumen, era una batalla de apariencias.
Duval no pudo responder a las palabras del objetivo.
En su lugar, Gerald abrió la boca.
"Sé lo mucho que van a llamar".
Sus miradas se posaron en él. El pecho de Gerald se hinchó de orgullo.
"La he oÃdo hablar antes con el jefe de Luminous. Dijo que sólo lo resolverÃa con el dinero de Lavirins, que tendrÃa que hacerlo sin la ayuda de Luminous para ganarse el reconocimiento de los vasallos."
"¿Cuánto es eso?"
"Después de deducir los gastos de funcionamiento de la familia, se trata de alrededor de 3 mil millones de oro que pueden gastar en efectivo de inmediato."
"¿Acaba de decir que lo comprará con ese dinero?"
No importa lo inútil que fuera una mina abandonada, al final, su esencia era la tierra. Lo que significa que no era una propiedad que desaparecerÃa en algún lugar.
E incluso si reunÃa todo el dinero de la familia, seguÃan siendo sólo 3 mil millones de oro.
Duval estuvo bajo arresto domiciliario durante el Festival de la Luna RubÃ, y lo primero que hizo en cuanto le levantaron el arresto domiciliario fue pedir prestados 3.000 millones de oro para ampliar su negocio.
El conde Essit se burló de la pobreza de Lavirins y de la estupidez de Ciella.
"De alguna manera pensó que sólo porque compró a Raven con descuento, su suerte la acompañarÃa también esta vez".
"Es una oportunidad, padre".
Una vez más, Duval revoloteó.
"No puedo creer que se trate de una gema que no haya existido nunca. Y ni siquiera tiene rivales. Esto es definitivamente algo que tenemos que comprar".
"No estés tan ansioso, Duval. ¿Hay alguna manera de conseguir que Luminous venga a nosotros, Gerald?"
El conde Essit e volvió a hablar del t amaño de Luminous, que habÃa captado ant es.
Se decÃa que las ventas eran de un t amaño m edio a grande, pero en t érm inos de núm ero de m iem bros, rozaba lo pequeño. ¿PodrÃan hacer tantas ventas con sólo ese número de personas?
'Asà de grande es la habilidad del Señor del grupo mercantil'.
Era una pena que no pudieran acercarse y darle la espalda a Lavirins, aunque dijera que le darÃa miles de millones de dinero.
Gerald bajó más las caderas.
"Hasta ahora, no veo ninguna brecha.. Te lo diré en cuanto vea la posibilidad.
"Hmph, si simplemente no puedes hacerlo, di directamente que no puedes hacerlo. ¿Crees que nunca lo he hecho antes? Ya les he escrito varias veces para que unan sus manos..."
"Duval".
El sarcástico Duval se calló. El Conde miró a su hijo con ojos patéticos.
"Déjate de cháchara e intenta averiguar primero qué es la gema. Averigua si vale el dinero. Te lo dejo a ti".
"SÃ, padre".
Fue la primera instrucción que recibió después de la humillación en el Festival de la Luna de RubÃ.
Duval, sonriendo ante la idea de recuperar la confianza de su padre, se encogió de hombros y salió del despacho. Como añadido, golpeó a Gerald tan fuerte como pudo con el hombro.
Gerald miró al distante Duval con los ojos nublados.
'No puedo creer que casi aceptara a ese desgraciado como cuñado'.
Cuanto más lo pensaba, más ridÃculo le parecÃa.
***
"Oh, estoy tan cansada."
¿Cuántas veces he dicho esto hoy? Creo que lo hice al menos 20 veces.
Mientras lo pensaba, repetÃa lo mismo.
"Oh, estoy tan cansada."
Alguien deberÃa haberme dicho que ser un pequeño marqués era tan ajetreado y difÃcil. Asà al menos habrÃa llegado preparada.
De hecho, todo esto era por el marqués Lavirins.
Después del incidente de Isabella, el marqués Lavirins perdió toda motivación y habÃa estado ausente.
Gracias a ello, en cuanto se celebró la ceremonia de sucesión, me ocupé de los asuntos del marqués, no sólo de las celebraciones.
Aun asÃ, tuve la suerte de contar con la ayuda del Conde Lindel y de los vasallos bajo mi mando, de lo contrario, habrÃa caÃdo hace tiempo.
"Oh, estoy tan cansada".
Murmuré mecánicamente, colgándome impotente del escritorio en cuanto terminé el papeleo urgente.
"A partir de ahora soy una medusa...".
Asà que no dejes que nadie me toque.
May, que habÃa estado dando pisotones y mirándome lastimosamente durante todo el trabajo, ofreció suplementos de salud como si hubiera estado esperando.
"Señorita, aquà tiene. Por favor, coma esto".
El color era negro como el carbón, como una poción mortal. No puedes darme chocolate, pero no me des eso.
Torcà el cuello hacia el otro lado de May y murmuré con voz moribunda.
"Déjalo ahÃ... ya me lo comeré luego...".
"No. El duque Absulekti me dijo que me asegurara de que te lo comieras ahora".
Miré de mala gana la fecha y la hora escritas en la bolsa de medicina muerta que May señalaba.
Era algo que Reynos me habÃa dado como regalo conmemorativo por convertirme en marquesito. ¿Cuántas veces le habÃa pedido a May que me diera de comer metódicamente por fecha y por hora, porque nunca me lo comerÃa yo?
Fiel a su palabra, May incluso puso una alarma para cuidar de mi salud.
¿Por qué deberÃa hacer tanto para mantenerme sano? Ya estoy lo bastante sana.
Recibà la pÃldora envenenada mientras refunfuñaba en mi mente.
"¿Dónde está mi padre? ¿Sigue en su habitación?"
"SÃ, por supuesto..."
"Si va a hacer eso, deberÃa darme el tÃtulo de marqués. ¿Por qué el trabajo lo hace el Marqués Menor y el baile lo juega el Marqués?".
"¿Perdón?
"Por nada".
Dejé atrás a la desconcertada May y me bebà la poción de la muerte de un trago. Uwegh.
Entonces me dormà accidentalmente mientras descansaba y jugando como una medusa aturdida por una poción de muerte, me despertó un ruidoso alboroto.
"¡Ciella! ¡Ciella~! Estás acabada!"
Duval, que vino a visitarme de la nada, estaba alborotando en la puerta.
Me alegré de que fuera invisible durante un tiempo debido a su torpeza en el Festival de la Luna de RubÃ, pero parece que ya le han levantado el arresto domiciliario.
A partir de ahora, debo hacer que lo retiren de la puerta y le prohÃban la entrada. Por el bien de mis pobres empleados, salà de inmediato.
Y con la boca tapada, respondà con un bostezo.
"SÃ, ya he terminado. Mayordomo, sácalo. Y échale ya por la puerta".
"¡Ja! Sólo ahora puedes hacerlo asÃ. Pronto estarás arrodillado delante de mà suplicando que te deje salir una sola vez, ¿vale?".
"Disculpe, pequeño Conde. Debes irte ahora!"
"¡Suélteme! Será mejor que vuelvas ahora. ¿No preferirÃas sentarte a mi lado que en una casa sin un céntimo de dinero? Pero si nos casamos, tu tÃtulo será mÃo, lo que a la larga aumentará la riqueza de los Lavirin..."
"SÃ, buen trabajo".
Asentà con la cabeza, dando a entender que ladraba bien.
Volviéndose hacia atrás y haciéndole señas, los rudos empleados que se acercaban agarraron a Duval por los brazos.
Los ojos de Duval se abrieron de par en par mientras intentaba sacudÃrselos de encima con fuerza, pero fracasó.
"¡Quién eres tú para atreverte a tocarme!"
"Es una orden del Pequeño Marqués. Tienes que irte".
"Suéltame. ¡Eh! ¡Ciella! ¡Eh!
"¡Muestra algo de cortesÃa con el Pequeño Marqués!"
"¡Qué Pequeño Marqués!"
Dejé mi puesto a placer mientras mis empleados y Duval se revolvÃan.
Entonces me detuve al oÃr los gritos de Duval, respaldado por la maldad.
"¡Tú! ¿Sabes lo que dijo Gerald?"
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