La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 69
La justicia no era una familia de sueños precognitivos. Sin embargo, estaba preocupado porque era igual que el original.
Rublet tiene algo que le preocupa, asà que no es sólo un sueño.
Rublet, que miraba al aire y tartamudeaba su sueño, siguió hablando lentamente.
"Y entonces morÃ".
"¿Qué?"
¿De qué está hablando? ¿Quién va a matarte, la persona más poderosa del mundo?
Mi voz se alzó con naturalidad. Rublet me miró acusadoramente: "Baja el tono".
"El último fue Tyriel. Detrás de todo estaba Absulekti".
"..."
"El sueño fue tan vÃvido que pensé que serÃa un sueño hecho realidad. De hecho, me pregunté si el secuestro también habÃa sido iniciado por Absulekti..."
La cabeza de Rublet cayó hacia la puerta donde Reynos esperaba.
"No fue asÃ".
"¿Y Su Alteza el PrÃncipe Heredero? ¿Qué hizo Su Alteza cuando Tyriel y tú moristeis?".
"Es mi turno de hacer una pregunta".
Rublet me interrumpió lentamente.
Me muero de curiosidad. Asentà para intentarlo.
"Has usado el collar que te di, ¿no? ¿De qué color se ha vuelto?".
"¿Por qué?"
"Es mi turno".
Rublet estaba ligeramente magullado. Tipo malo.
Suspiré. Me pregunté por un momento si debÃa decirlo, luego respondÃ.
"Negro".
Los ojos de Rublet se entrecerraron. Ah, ¿qué pasa? pregunté impaciente.
"¿Qué es esa cosa?"
"Un identificador de dragón oscuro".
Qué locura.
Estaba tan sorprendido que casi inhalo. Entonces, me pregunto, ¿cómo se quemaron los guantes de Reynos en el baile?
No pensé que fuera porque Rublet me regaló el collar, ¡ni siquiera lo he usado desde entonces!
Me mordà la lengua para no mostrar mi expresión. Afortunadamente, Rublet no se dio cuenta de que estaba enfadada.
Si Rublet supiera que Reynos se convertirÃa en un dragón malvado, intentarÃa matar a Reynos. Con razón o sin ella.
Porque la familia que existe para eso es la Justicia. Pregunté, con cuidado de que no me temblara la voz.
"¿Asà que estás diciendo que el Duque tiene algo que ver con el dragón maligno?".
"Eres muy bueno rompiendo las reglas".
"Suspiro, sÃ. Date prisa y haz preguntas".
"No tengo ninguna pregunta.
"Entonces responde a las mÃas."
"Entonces no es justo".
Rublet parpadeó lentamente.
Maldita cosa. Sentà el impulso de golpearle.
"Contestaré cualquier cosa, asà que pregúntame rápido".
"¿Te fascina el Duque? ¿Qué de él te gusta tanto?".
Le dije que me preguntara cualquier cosa, asà que me preguntó cualquier cosa. Me golpeé la frente.
"Es un asunto privado".
"Dijiste que contestarÃas".
"Es que me gusta todo. ¿De acuerdo? ¿Tiene algo que ver el duque Absulekti con el dragón malvado?"
"No creo que no".
La respuesta fue vaga. No significa que lo hubiera o no.
QuerÃa pedir más detalles. Pero hacerlo habrÃa despertado sospechas innecesarias.
SÃ, si hubiera estado seguro de su relación con el malvado dragón, Rublet no lo habrÃa seguido tan mansamente. PodrÃa haberlo hecho hace tiempo, antes habrÃa habido puñaladas.
"Asà que mantén las distancias con el Duque en el futuro".
Aconsejó Rublet.
"Te puedo gustar yo en lugar de Absulekti. Lo acepto".
"¡Eh!"
Grité estupefacto. ¿Quién va a quién?
Reynos, sorprendido por el fuerte ruido, entró corriendo.
"¡Qué pasa!"
"No es lo mÃo, pero... puedes gustarme".
Rublet se me quedó mirando, diciendo algo ridÃculo.
Reynos estaba furioso cuando dijo que yo no era su taza de té.
"¿Qué le pasa a mi señora?"
"¿Quieres que me guste?"
"No."
¿De qué está hablando? Rechacé la oferta de Rublet con voz molesta. Entonces Rublet volvió a responder con calma.
"SÃ, no me gustará".
"¿Eh, qué le pasa a mi señora?"
"¿Quieres que me guste?"
"Basta."
Corté sus palabras, que parecÃan entrar en un bucle sin fin. Hmm, moviendo ligeramente la nariz, Rublet no volvió a abrir la boca.
Las preguntas y respuestas con Rublet terminaron asÃ. En su lugar, los dos hombres volvieron a chocar en una sentada y tuvieron otra batalla de nervios.
"Mi señora, ahh."
"Come".
Cogieron una montaña de suplementos para la salud y me obligaron a comer lo que me daban.
"Dame eso. Tú vete. No lo pongas en medio, ¡eh!"
Sólo comÃa lo que Reynos me daba para mantenerme con vida. Entonces estaba tan llena que sentÃa que iba a reventar.
Sólo cuando descubrà que la mitad de los suplementos de salud que Reynos habÃa traÃdo habÃan desaparecido, y que mi estómago habÃa llegado a su lÃmite, volvieron.
"Whoa, por fin estoy solo."
Tan pronto como estuve solo, me dejé caer en la cama. Oh, estoy cansada. Oh, estoy lleno.
'Fue más duro que cuando me secuestraron y abrà el laberinto'.
Reflexionaba sobre mi diálogo con Rublet mientras cerraba los ojos y hacÃa un poco de autocuración para intentar llenar tanta energÃa agotada.
Me di cuenta de que al final no habÃa preguntado qué era lo que me preocupaba.
TenÃa que preguntar qué habÃa hecho Reynos en el sueño'.
Mi error fue bromear cuando dijo que podÃa gustarme él en vez de Reynos. Qué idiota. ¿Cuándo volveré a preguntar?
Fue mientras estaba haciendo pucheros con la cara enterrada entre las manos.
La puerta de mi habitación volvió a abrirse con el crujiente sonido de un impaciente aldabonazo.
SabÃa quién venÃa, asà que ajusté mi expresión y levanté el paso. Esta vez eran dos personas que venÃan a visitarme.
"¡Mi señora!"
May, mi criada exclusiva,
"..."
Y mi autoproclamado hermano mayor, Gerald.
Cuando May me vio, se tapó la boca con las manos. Ella corrió a la cama en una ráfaga de lágrimas, goteando lágrimas a ese ritmo.
"Qué debo hacer contigo, mi señora... por qué estás tan flaca... waah..."
De hecho, llamé a May muy lejos antes de que comenzara este secuestro.
Esto fue para evitar el escándalo de que fuera secuestrada junto con Grim Reaper, que estaba inexplicablemente cerca.
Y no me puse en contacto con ella después de escapar de la prisión. Decidà que cuantas menos personas conocieran su secreto, mejor.
Sin embargo, cuando la vi lamentarse asÃ, me remordió la conciencia.
"Tranquila, tranquila".
Consolé a May, que lloraba tanto que la colcha de la cama estaba empapada. Mientras tanto, un melancólico Gerald se acercaba.
Su pelo, que siempre habÃa sido intensamente rojo, colgaba lacio. TenÃa la piel áspera y unas ojeras muy marcadas.
Vaciló, incapaz de decir nada a medias. Mientras tanto, May me cogÃa de la mano y se lamentaba.
"No sabes cuánto tiempo te buscamos todos, mi señora. Creà que no volverÃa a verte...".
"Estoy bien."
Apreté la mano de May, con la intención de no llorar más. Su mano estaba muy frÃa, como si la hubieran sorprendido.
May siguió llorando.
"A partir de ahora nunca me iré de tu lado. Asà que cuando vayas a algún sitio, por favor, asegúrate de llevarme contigo. Ya ni siquiera voy a hacer recados. Por favor, no vayas a ningún sitio sin mÃ".
"SÃ, sÃ. No llores."
"May."
Gerald llamó a May. May, que habÃa estado sollozando, volvió a mirar a Gerald. Gerald frunció los labios como un hombre sin voz, y finalmente habló.
"Déjame en paz".
Y May se secó rápidamente las lágrimas. Y en lugar de moverse, bloqueó el espacio entre Gerald y yo.
QuerÃa decir que ahora que estaba claro que Isabella estaba detrás de los secuestros, tampoco se podÃa confiar en su hijo.
La expresión de Gerald se volvió amarga. Era parte de la estimación de la posición actual de Gerald en Lavirins.
"No pasa nada".
Agarré suavemente la mano de May y le indiqué que diera un paso atrás.
May miró a Gerald con ojos incrédulos y se apartó de mala gana después de que le hiciera otra señal.
"Estaré al otro lado de la puerta. Si ocurre algo, grita enseguida. Llamaré a los caballeros. ¿Entendido?"
May, que me habÃa dicho que pidiera ayuda, salió. Era imposible describir la expresión de la cara de Gerald cuando oyó las palabras de May.
Click, hasta el sonido de la puerta al cerrarse desapareció, habÃa una quietud que no hay palabras para describir.
La respiración que inhalaba era dolorosa, como si una aguja me atravesara la zona pulmonar.
Fue Gerald quien rompió la corriente de aire. Inclinó la cabeza y se arrodilló lentamente. Yo observaba sin contenerme.
Tras un silencio bastante largo, una voz rasgó el aire.
"... Lo siento."
"No deberÃas sentirlo".
Incluso a mà me pareció que salÃa un tono frÃo.
Gerald apretó los puños sobre las rodillas. Ni siquiera podÃa mirarme y se disculpaba una tras otra.
"Lo siento..."
No dije nada.
SabÃa que Gerald me buscaba con insistencia.
Asà que no le guardaba rencor a Gerald.
Sin embargo, no me apetecÃa consolarlo con una voz cálida, asà que decidà actuar como querÃa.
Gerald murmuró por lo bajo mientras mantenÃa la boca cerrada.
"...mi madre está en la celda anexa".
Era interesante estar en la misma casa que el lÃder de los secuestradores, asà que yo seguÃa en el piso franco que Cuero me habÃa preparado.
El marqués Lavirins me dijo que me pusiera bien, me pidió perdón y sollozó que no pensara en nada hasta que mi cuerpo se recuperara.
De modo que Gerald hubiera creÃdo que yo no sabÃa lo que pasaba en casa, pero en realidad me habÃa enterado una y otra vez a través del conde Lindel.
Pero fingà no saberlo y me quedé quieto.
"Padre discutió el tratamiento de mi madre con sus vasallos. Se sugirió despojarla del apellido Lavirins y extraditarla al Palacio Imperial".
La extradición de Isabella al Palacio Imperial fue una opinión expresada por los vasallos bajo el liderazgo del conde Lindel.
Este caso, que habrÃa acabado en el seno de la familia si se hubiera tratado de cualquier otro noble, llegó a oÃdos del emperador porque la vÃctima era "Ciella Lavirins".
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