Viernes 23 de Febrero del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 180
La tarde habÃa caÃdo sobre mà al concluir mis rondas con Leather y en los grandes almacenes Luminous.
Aunque habÃa prometido volver pronto, el tiempo habÃa pasado más rápido de lo que habÃa previsto. A mi llegada a la mansión, May y mis criadas me recibieron con expresiones alegres.
"Llegas bastante tarde. Nos estábamos preocupando".
"¿Cómo te encuentras?"
"Sin dolores ni mareos, espero. ¿Has comido algo?"
Sentà que me trataban con sumo cuidado, como si fuera tan frágil como el cristal, a punto de romperse al menor roce. Pero comprendÃa su preocupación, teniendo en cuenta que era mi primera salida desde que desperté de un letargo de tres meses. A decir verdad, sentÃa una mezcla de excitación y cansancio.
"Estoy un poco cansado. La cena ya está servida y el agua de la bañera está lista. Me voy a la cama".
Mis párpados parecÃan tener mente propia, continuamente caÃdos, asà que me dirigà directamente al baño. En la bañera flotaban suavemente los pétalos de la rosa azul de Lilstein, un regalo de Reynos.
Debà de quedarme dormida en la bañera, para consternación de las criadas, pero de algún modo conseguà llegar a mi lujosamente cómoda cama.
Cuando empecé a quedarme dormida, me envolvió el aroma de las rosas, que emanaba de mi cuerpo. Mi mirada se posó en un muñeco Piik que descansaba sobre una mesita junto a la cama.
Reynos lo habÃa tejido él mismo con hilo negro, mirándose en el espejo cada vez que venÃa a atender a su bebé dragón.
Aunque seguÃa incompleto, con una sola ala y sin ojos, su calidad era tan magnÃfica que podrÃa venderlo fácilmente.
Dijo que lo terminarÃa esta noche".
Pero me pesaban demasiado los párpados, esperándole sin saber cuándo volverÃa.
'Cinco minutos, cinco minutos', pensé, frotándome los ojos cerrados, y mi mente estaba tan revuelta que ni siquiera sabÃa lo que estaba pensando.
No deberÃa estar durmiéndome...
Me tiré de las mejillas, intentando combatir la somnolencia. Intenté pellizcarme el dorso de la mano con las uñas y golpearme las mejillas con fuerza.
Pero al final no pude luchar contra la marea y me quedé dormida.
***
Reynos habÃa estado excepcionalmente ocupado últimamente.
Estaba decidido a rectificar la historia de Eldorado lo antes posible.
Hasta ahora, habÃa estado hirviendo de frustración por su incapacidad para corregir la historia.
No le importaba que los humanos le tacharan de dragón malvado, pero le parecÃa absurdo que Elle fuera presentada injustamente como malvada.
Entonces se topó con la historia de Eldorado en la Torre Mágica.
Con esta nueva determinación, su antiguo rencor dejó de ser un mero sueño. Comenzó a colaborar estrechamente con la Torre Mágica, con la intención de corregir la historia inventada de Eldorado por Knox.
Uno de los primeros pasos en este empeño fue revelar al público que el Segundo PrÃncipe habÃa sido poseÃdo por un demonio llamado Knox.
Ya entrada la noche, mientras continuaba sus discusiones con la Torre Mágica sobre este asunto, Reynos abandonó la torre y regresó a su habitación con paso impaciente.
Rápidamente hizo los preparativos para visitar a Ciella, usando el pretexto de retirarse por la noche. Despidió a todos los sirvientes y esperó a estar solo para adoptar su forma demonÃaca.
Mientras la oscuridad envolvÃa todo su ser, sus ropas cayeron al suelo, revelando a un joven dragón maligno llamado Piik, que emergió con un ronroneo y un escalofrÃo.
- Piik....
Extendiendo sus pequeñas alas, revoloteó hasta un espejo de cuerpo entero y estudió su reflejo con mirada crÃtica.
No le gustaba especialmente su aspecto; su pequeña estatura y sus brillantes ojos rojos no desprendÃan precisamente la majestuosidad que uno asociarÃa a un dragón. Sin embargo, Ciella lo encontraba entrañable, y eso era lo único que importaba.
Piik cogió una toalla seca que habÃa preparado con antelación y se pulió rápidamente las escamas hasta dejarlas semibrillantes. A continuación, cogió una larga cuerda roja y la lanzó al aire, haciéndola volar hacia él. Hábilmente, se lo pasó por el cuello y lo ató con destreza formando una cinta.
Era una técnica que habÃa desarrollado para superar la dificultad de sus cortos brazos, que le impedÃan anudarse la cinta al cuello con las manos.
- ¡Piik!
Atando la cinta con todas sus fuerzas, asegurándose de que no quedaba ni demasiado corta ni demasiado larga a ambos lados, Reynos se hizo una última revisión en el espejo.
Satisfecho con su aspecto, asintió con la cabeza y salió volando por la ventana, llevando un gran ramo de flores que habÃa preparado de antemano.
Planeó por el cielo nocturno, evitando hábilmente las miradas indiscretas. Después de volar un rato, logró aterrizar frente a la ventana de la habitación de Ciella.
Toc toc toc
- ¿Piik?
Aunque Ciella habÃa dejado la ventana abierta para que entrara libremente, Reynos llamó cortésmente de todos modos.
No era correcto entrar en la habitación de una dama sin avisar, ni siquiera con permiso. Sin embargo, por muchas veces que llamara, Ciella no aparecÃa.
Preocupado por si se habÃa quedado dormida mientras esperaba, Reynos abrió la ventana de mala gana y entró silenciosamente.
Con sumo cuidado, se acercó a la cama y comprobó que Ciella dormÃa profundamente. Aunque deseaba que estuviera despierta para recibirle, no querÃa perturbar su sueño.
Por lo tanto, colocó con delicadeza el ramo que habÃa traÃdo sobre una superficie cercana y alcanzó la muñeca de pucheros inacabada, cogiéndola por las patas delanteras.
El muñeco se parecÃa mucho a él, tanto en aspecto como en tamaño. Desde lejos, uno podrÃa confundirlo con dos dragones malvados.
Se alegrará de verlos terminados cuando despierte'.
Sentado sobre sus ancas, Reynos comenzó a trabajar en la elaboración del segundo par de alas para la muñeca. Utilizaba como linterna la suave luz de la luna que entraba por la ventana. Con cada movimiento de sus delgadas manos, que parecÃan helechos, tejÃa hábilmente un ala tras otra.
Finalmente, con la última puntada, hizo un nudo con pericia y rompió el hilo con sus afilados dientes.
Añadiendo dos botones rojos a modo de ojos, Reynos completó la marioneta.
Levantó el muñeco de hilo, ya completo, y lo examinó a la suave luz de la luna. TenÃa un aspecto encantador y tierno.
Espero que a la señorita le guste cuando lo vea..." Reynos hizo una pausa y volvió a mirarla en la cama.
Recordó cómo habÃa abrazado la muñeca con fuerza cuando fue al gremio a pedÃrsela.
Estoy seguro de que este muñeco de hilo seguirá a su lado'.
Aunque quisiera, no podrÃa.
A propósito de muñecas...
Reynos, momentáneamente irritado, dio una patada al muñeco de hilo, haciéndolo volar y caer al suelo.
Fue entonces cuando Ciella soltó un gemido febril y se dio la vuelta.
"Ugh...."
Reynos se quedó helado de sorpresa.
Ciella, que se habÃa estado moviendo incómoda, arrugando la frente por su incómoda posición, abrió los ojos tÃmidamente. Su mirada, aún borrosa por el sueño, se posó en la mesa, donde una crÃa de dragón demonÃaco estaba bañada por la luz de la luna y emitÃa una misteriosa aura negra.
Con cierto esfuerzo, Ciella levantó la parte superior de su cuerpo de la cama. Reynos se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos, como si le hubieran pillado in fraganti por dar una patada al peluche. Luego emitió un suave grito cuando Ciella alargó la mano y lo levantó.
- Piik... ¡Piik!
"SÃ. SÃ, sÃ..."
En sueños, Ciella confundió el objeto que sostenÃa con el muñeco Piik. Le dio unas palmaditas en la grupa y lo abrazó con fuerza, como si estuviera calmando a un niño que llora, antes de volver a meterlo en la cama.
Reynos se puso rÃgido ante su arrebato innecesario, y pronto se encontró dando vueltas en la cama durante la noche, con la cara enrojecida por el calor de su respiración y su cuerpo.
No fue hasta el amanecer cuando pudo devolver la marioneta, que habÃa rodado por el suelo, a los brazos de Ciella y escapar.
***
A la mañana siguiente.
- Jovencita, jovencita, ¡lo he visto todo!
exclamó orgulloso Godori, que ya no se autoiluminaba debido al poder que Reynos le habÃa drenado y ahora se pasaba más de la mitad del dÃa durmiendo.
Me froté los ojos somnolienta mientras yacÃa en la cama, abrazada a mi muñeca demonÃaca. ¿Sigues despierta? ¿De qué estás hablando?
"¿Qué has visto?"
- ¡La joven le dio una palmadita en el trasero a mi hermano anoche!
"...¿Qué?"
- ¡AsÃ! ¡AsÃ! ¡AsÃ!
Levantándose por su propio pie, Godori abrazó al muñeco y le palmeó el culo. Mientras contemplaba la escena con incredulidad, mi corazón se hundió y rápidamente me di cuenta de que se trataba de un abrazo.
¿Es este el Reynos real y no un muñeco?
"¿Qué, no lo es, es un muñeco?"
- ¡El Gran Hermano Dragón Malvado perdió su inocencia!
"¿El muñeco?"
- ¡Godori lo vio todo! Pateó al muñeco con su pie y fingió que era un muñeco, ¡y entonces perdió su inocencia!
...¿Reynos hizo algo tan astuto?
Al inspeccionarlo más de cerca, me di cuenta de que la marioneta inacabada tenÃa ahora un par de alas en la espalda y botones rojos por ojos.
Es imposible que lo haya tejido mientras dormÃa, asà que Reynos debió de estar aquà anoche. ¿Pero por qué iba a hacer eso?
...Pensándolo bien, creo que sé por qué. Ya se habÃa puesto celoso de mi muñeca, y anoche, cuando por fin terminó su muñeco de hilo, debió de ponerse celoso otra vez.
Sin embargo, fue muy tierno por su parte fingir ser una muñeca. Nunca lo habrÃa sabido si Godori no me lo hubiera contado.
Recompensé a Godori, que bostezó somnoliento y se hizo un ovillo, con un premio de cien millones por un trabajo bien hecho.
Y esa noche, dormà con mi marioneta Dragón Demonio terminada abrazándome con fuerza.
¿Cuánto tiempo habÃa estado esperando?
Deureureureuk.
- Piik...
Llamaron a la puerta y, al no obtener respuesta, se abrió la ventana y oà el batir de unas pequeñas alas.
Revoloteó en el aire durante un momento y luego se abalanzó sobre mi cama.
Sentà su intensa mirada sobre el dragón de peluche que abrazaba. Si el muñeco pudiera sudar frÃo, lo habrÃa hecho docenas de veces.
Seguà fingiendo estar dormida, bajando apenas las comisuras de los labios mientras intentaba hacer movimientos respiratorios regulares.
Entonces, como si estuviera pinchando algo que no le gustaba, abrà los ojos y le agarré la pata delantera mientras él la pinchaba con su pata delantera parecida a un helecho.
- ¡Piiiiiiiiiiik!
gritó Reynos sorprendido. Le pregunté con severidad.
"¿Estabas celoso del muñeco?".
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