Viernes 23 de Febrero del 2024 |
La heroÃna tuvo una aventura con mi prometido 178
EpÃlogo
Afortunadamente, en realidad sólo habÃan pasado tres meses, en marcado contraste con los tres años que habÃa experimentado en el mundo interior.
El tiempo fluye de forma distinta en el reino mental que en el mundo fÃsico, asà que si la suerte no hubiera estado de mi lado, mis tres meses podrÃan haber equivalido a tres años, una circunstancia que agradecà evitar.
No obstante, aunque "sólo" fueran tres meses, debieron de parecerles una eternidad a los que permanecieron a mi lado mientras estuve inconsciente.
"¡Waaaaah, Duque! ¡Waaah!"
La noticia de que me habÃa despertado puso Lavirins patas arriba.
Las doncellas, con May a la cabeza, corrieron a abrazarme en cuanto se dieron cuenta de que habÃa despertado.
El primer marqués de Lavirins, que ahora parecÃa treinta años más viejo debido al estrés, se enjugó las lágrimas con un pañuelo. El conde Lindel y sus vasallos, igualmente demacrados, dejaron escapar un suspiro colectivo de alivio.
"Duque, ¿de verdad estáis bien ahora?"
"SÃ, estoy bien, de verdad".
Consolé a la sollozante May con una palmada en la espalda y sintonicé la conversación entre los vasallos, ansioso por saber qué habÃa ocurrido en el reino durante los tres meses de mi ausencia.
"Me alegro mucho de que te hayas levantado".
"Lavirins sin el duque, uf. Ha sido duro, y no sólo en la boca".
"Ahora, por fin puedo estirar las piernas y dormir lo que tanto necesito. Pero antes debo informar a todos de que el Duque está despierto; he recibido numerosas consultas sobre su bienestar."
Los vasallos se estremecieron visiblemente, como si quisieran evitar volver a recordar las penurias que habÃan soportado.
Me quedó claro que habÃa habido una gran confusión en los dÃas transcurridos desde que asumà el tÃtulo de duque, con numerosas preguntas sobre mi estado.
La emoción me embargó y pregunté medio en broma,
"¿De verdad habÃa tanta gente buscándome?".
"No sólo demasiada, la capital era un mar de lágrimas en un momento dado".
"¿Qué?"
pregunté, extrañado por la seriedad de su tono. ¿La capital se convirtió en un mar de lágrimas porque me derrumbé?
Los vasallos se miraron incrédulos y el conde Lindel, que sonreÃa irónicamente, respondió en su nombre.
"Actualmente estás siendo honrado como un héroe por salvar el imperio".
...¿Un héroe? Me quedé mirándole atónito, completamente sorprendido por la inesperada revelación.
El rostro del conde irradiaba orgullo, reflejando las expresiones de los demás vasallos. Parpadeé, tratando de comprender lo que decÃa.
Tras un infructuoso intento de aclararme la garganta, el primer marqués Lavirins tomó la palabra.
"He oÃdo toda la historia de boca de Su Alteza. Pasaste por toda una prueba mientras luchabas contra el demonio dentro del cuerpo de Su Alteza el Segundo PrÃncipe, ¿verdad?".
"También he oÃdo que, para minimizar las bajas, entrasteis en combate sólo vosotros tres: Su Alteza el PrÃncipe Heredero, el Duque Justicia y tú."
"También oà que fingiste estar enfermo durante la ceremonia de la Espada de Invierno para pillar desprevenido al demonio".
Cuando corrà la voz, empezaron a llegar testimonios de todas partes.
"Asà concluyó tu batalla con el Demonio, Knox, aunque debo decir que no es el final más convencional".
Escuché atentamente la nueva información que llegaba, mis ojos se abrieron de par en par ante la celestial noticia.
"Al menos ha despertado, lo que nos permite respirar aliviados, Duque. El estado del imperio ha sido bastante calamitoso últimamente".
"¿El estado del imperio? ¿De quién?"
Los vasallos se miraron con expresiones de disculpa. Se miraron como si se preguntaran si era apropiado que ellos dieran esta noticia cuando mi cuerpo no estaba en buen estado.
Pero cuando les insistÃ: "¡Rápido!", confesó como si no tuviera más remedio.
"Su Majestad la Reina y el Segundo PrÃncipe. Se descubrió que ambos habÃan sido sacrificados a demonios, y se les dio un funeral de estado no hace mucho".
...Asà que eso es lo que pasó después de todo.
Al hacer el funeral de estado, significa dejar ir al Segundo PrÃncipe como realeza. La Reina quedó atrapada en los vericuetos, y no esperaba que el Segundo PrÃncipe fuera tratado honorablemente.
'DeberÃan haber sido castigados.'
TenÃa un sabor amargo en la boca porque sentÃa que lo habÃan encubierto. Incluso si no me hubiera quedado dormido, nunca habrÃa dejado que terminara de esa manera.
Pero tiempo después, Rublet, que me mandó llamar, me explicó por qué tenÃa que ser asÃ.
"Era más un espectáculo que otra cosa. Se rumoreaba que el Segundo PrÃncipe estaba implicado en la muerte de la Reina".
Continuó explicando que el dÃa de la desaparición de la Reina, el imperio bullÃa de conmoción, ya que los sirvientes y doncellas del palacio del Segundo PrÃncipe habÃan testificado que "Su Alteza parecÃa asfixiada y temblorosa".
"Despojar al Segundo PrÃncipe de su tÃtulo imperial habrÃa sido admitir que esos rumores eran ciertos... Supongo que Su Majestad no querÃa añadir más agitación al imperio".
SerÃa mejor para la autoridad imperial saber que el Segundo PrÃncipe estaba poseÃdo por un demonio que que era un bastardo que mató a su madre.
"Y serÃa más fácil hacer públicos los pecados de Knox y corregir la falsa historia de Eldorado".
"¿Qué?
¿Corregir la historia de Eldorado?
Ante la pregunta inesperada, Rublet respondió: "Pregúntele al prÃncipe heredero más tarde".
"¿Cómo está tu cuerpo?"
"Está bien. No está mal".
Respondà en tono despreocupado, diciendo que aunque habÃa perdido mucha fuerza por haber estado tres meses en reposo, no habÃa otros problemas.
"He estado dando paseos con regularidad".
"Me alegro de oÃrlo.
Soltó un pequeño suspiro y empezó a decir otra cosa. PodrÃa haber apostado mi último dólar a que lo que iba a decir era algo parecido a: "Aprender la espada te hace saludable".
"No estaba bien".
Asà que no reaccioné inmediatamente al repentino arrebato de Rublet.
"¿Qué?"
Parpadeé sorprendida, y Rublet me respondió.
"No estaba bien".
"¿Por qué?"
No entró en el Laberinto, no luchó contra Knox, asà que por qué no iba a estar bien.
Rublet soltó un chasquido, sus ojos se volvieron aún más fieros ante mi mirada interrogante.
"¿Crees que voy a estar bien con eso?".
"¿Por qué no estarÃas bien?"
"Porque si... te pasa algo, Su Alteza podrÃa convertirse en un dragón malvado, y eso no está bien".
"Ah."
AsentÃ, comprendiendo por fin lo que Rublet decÃa. Sin duda, el mundo depende de mi recuperación, asà que debÃa de estar preocupado.
"Sufriste".
"Si lo sabes, ten cuidado en el futuro".
"¿Quién podÃa prever que llegarÃa a esto?".
"Precisamente por eso deberÃas haber aprendido esgrima. ¿Te gustarÃa empezar a aprender ahora?"
"¿DeberÃa?"
La expresión de Rublet se congeló, y se me quedó mirando como si no pudiera creer lo que acababa de oÃr.
Levanté la taza de té, contemplando mi reflejo adulto en el lÃquido marrón, y hablé con una pizca de gravedad.
"¿De verdad crees que deberÃa empuñar la espada?".
Esperé su respuesta, pero Rublet permaneció en silencio.
No creÃa que llegara a dominar la espada. Sin embargo, en este mundo implacable, necesitaba algún medio de autodefensa.
Sorbà una taza de té con setas saludables para humedecerme la boca seca y bajé la voz.
"Hay algo que querÃa preguntarte".
Rublet se puso rÃgido ante la inusitada prisa. El aire de la sala se volvió repentinamente pesado.
Jugueteé con el borde de mi taza de té, pensando si debÃa ser directa o darle la vuelta a la pregunta. Entonces me di cuenta de que lo segundo serÃa mejor, ya que podrÃa ser mi punto débil, asà que me arriesgué con cautela.
"Tú... ¿No cambiaron tus poderes después de la muerte de Knox? No, técnicamente no está muerto, sólo está endemoniado y atrapado en el Laberinto para siempre".
"¿Eh?"
"Su Alteza Reynos dijo que los poderes de los empoderados fueron otorgados por Knox, por eso el Laberinto está en tan mal estado desde que Knox se convirtió en demonio".
El cuerpo fÃsico del Segundo PrÃncipe pereció cuando fue arrojado a la lava, pero el espÃritu de Knox perduró, convirtiéndose en una presencia maligna dentro del Laberinto. Fue un destino terrible para Knox, que habÃa esperado que su ataque acabara con mi vida.
En cuanto recobré el conocimiento, ordené a Cerbero que condenara a Knox al tormento eterno.
Cerbero ejecutó obedientemente la orden, y ahora Knox sufrÃa sin cesar en el Laberinto, incapaz de morir, soportando la agonÃa más atroz que un humano pudiera imaginar.
"Es verdad".
Rublet, que se habÃa relajado por el momento, se recostó lánguidamente contra el respaldo del sofá y contestó en un tono bajo y uniforme, como en una conversación casual.
"Es cierto, mis poderes han disminuido y probablemente ya no podré matar a un dragón demonÃaco con mi vida".
"...!"
Mis ojos se abrieron de par en par por la sorpresa. No, no esperaba que dijera eso tan a la ligera.
Pero a Rublet no pareció importarle en absoluto, y preguntó despreocupadamente.
"¿Las tuyas también han encogido?"
"Eh, yo tampoco estoy igual. CreÃa que era el único con problemas".
"Esto es lo que mencionó Su Alteza. Afirmó que tus poderes disminuirán gradualmente. Es probable que le pase lo mismo a Tyriel".
Ya veo. La persona que les dio sus poderes ha muerto, asà que sus poderes ya no se mantienen...
Sentà un escalofrÃo recorrerme la espalda cuando oà que las habilidades que se habÃan transmitido durante miles de años serÃan las últimas de mi generación.
¿Significa eso que la maldición del dragón maligno también dejará de existir con Reynos? Eso espero. Tendré que preguntárselo a Reynos más tarde.
Un pensamiento repentino me asaltó, y alcé los ojos para hacer una pregunta.
"Por cierto, ¿qué pasó con Tyriel?".
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